domingo, 25 de diciembre de 2011

Fin de año


Conteo de los daños: en el año que termina gané los kilos que perdí con mucho esfuerzo durante meses del anterior, hallé un par de arrugas nuevas, resequedad en el cabello, falta de chispa, de belleza, en general; cosas nimias, que les pasan a todos, no tantos daños, creo yo. Por otro lado conocí gente que me enseñó cosas, me embarqué en la aventura de la independencia de la casa familiar, reuní nuevas experiencias gratas, y gracias a las no gratas pude aprender.


Por fin eliminé a esa persona del facebook, borré sus números de todos los gadgets, y aunque siga en mi memoria, ya no lo marco, ni por nostalgia, ni para ver si de casualidad, en su casa, se encuentra y levanta la bocina. Dejé de pensar inútilmente en la gente que no se preocupa por mí y traté de voltear los ojos a aquella que sí lo hace, que lo demuestra, que lo intenta. Logré sufrir un poco menos.

Renuncié al amor, hace un año, lo recuerdo bien, me encaminaba a la desesperanzada certeza de que el amor no habría nunca de tocar mi puerto y lo sufría estoicamente; hoy ya no lo sufro, lo acepto, lo dejo ser y lo agradezco. Me concentro, mejor, en las cosas que me interesan: el arte, la literatura, la música, las amistades sinceras, las cosas que pasan en mi cabeza. Antes solía pensar que a pesar de todos los sufrimientos que el amor ocasiona, aquella batalla valía la pena librase a cambio de los momentos de satisfacción y alegría; hoy ya no creo eso, no vale la pena llorar por noches enteras, torturarse por no saber cosas, por no tener lo que uno espera del otro, sufrir constantemente por no entender nada. No vale la pena.

Fue un año de aprendizaje, si así lo puedo llamar. Entendí que lo mío, lo mío, no es la vida del académico especializado en letras que destruye y analiza las obras literarias hasta encontrarles cosas que seguramente el autor jamás pensó, ayudándose de teoría literaria de un montón de ociosos, estudiosos y expertos franceses. ¿Qué será lo mío? Todavía no lo sé, sólo disfruto leer literatura, sobre todas las cosas; no soy buena escritora, carezco de talento e inteligencia suficiente para serlo, pero, aunque ya no soy una jovencita, no me angustia no haber hallado aún mi propósito o mi vocación. Ahora estudio, y supongo que después de terminar el ciclo estudiantil del cual sólo sobrevivirá la experiencia, tendré que amoldarme a la sociedad, iré a pedir trabajo a una oficina, me vestiré como la gente decente, pagaré mis deudas, y todas las cosas que se hacen en esta vida. Cuando llegue el momento, veremos.

Los daños seguirán apareciendo, las desilusiones, los amigos que uno cree que están, pero no están, las latosas convenciones familiares, el amor ingrato que aparecerá disfrazado en verdosa aura, los encuentros, los desencuentros, las tristezas, las alegrías, cosas más, cosas menos.

Sólo puedo esperar lo mejor, en medida de lo sano, deseo simplemente que la vida no se complique demasiado, pero no todo depende de uno.

El año que termina me dejó pocos daños, me permitió hacer cosas nuevas, conocer gente y experimentar sensaciones distintas, me siento contenta y agradecida por ello. No tengo quejas grandes, sólo conflictillos mínimos que existen por mi falta de amor propio, mi incapacidad de mirarme a los espejos, mi estupidez nata; cosas nimias, insignificantes.

Prefiero quedarme con lo bueno, con el momento y la conciencia plena del instante. No puedo decir todavía que soy feliz, pero me llena una esperanza extraña, no opiácea ni futil, como siempre, sino algo similar a la contentud, si es que eso existe. En general, estoy bien. Ser feliz, bueno, quizá algún día lo sea.



Music on: Freedom road - The Divine Comedy
Quote: "Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas." Julio Cortázar
Reading: Aquí abajo - Francisco Tario

domingo, 18 de diciembre de 2011

Un secreto (2)


Hace tanto que ya no registro el tiempo,
se levanta un alba igual a la de otros siglos,
despierto de soñar en otro espacio,
un sitio de humo dibujado con nuestros cuerpos enlazados.

Mido mis arrugas con las tazas de café
bebidas bajo tu nombre de soledad y piedras;
revivo en el atardecer la memoria de tus pies y tus esquinas,
tu palabra provista de una promesa iluminada.

Somos rezagos de pinturas incrustadas en las camas,
nuestros destinos vigilados por las Moiras
son el fantasma de un tiempo eterno,
una bestia de fauces insaciables
que sólo calma su hambre con mentiras.

Del fulgor de una palabra de tus labios
hoy queda la materia huésped de un prado inhóspito,
la huella creciente de lo incierto,
de que hemos de perecer después del beso,
sin memoria
igual que el polvo detrás de los zapatos,
como el sueño que poco salva este mundo tan pesado.

Despertar
es alzar la cara al cielo y encontrarlo del color de la muerte,
tocar sus dedos para caer de nueva cuenta entre la vida,
y recordar que somos parte de un prístino secreto
que retumba con decoro en las ventanas.

Todavía vivimos en el mundo.

En las noches limpio mis almohadas con la brisa del instante;
visitas mi cuerpo ávido del tuyo, nos juntamos en deseo por unos momentos, robándole una estación al resto del tiempo.
Desapareces al punto de la siguiente hora, como si tu presencia fuese títere del limbo.
Sé que ningún minuto es capaz de guardarnos
y que el reloj en tu muñeca es la guadaña que se acerca lentamente a nuestros cuellos.

La verdad más fría del mundo no es la muerte, sino lo eterno.
Hoy tenemos un miedo más antiguo que el tiempo que también tememos,
en nuestras espaldas se eriza el infinito: es el terror por la vigilia que se apila poco a poco en ahogados suspiros.

Habremos de sobrevivir a ese absorber simultáneo de deseo.
Dormir será un tumulto de agonía, preámbulo a la luz que nos destroce los ojos para siempre.
No moriremos todavía.

Necesitamos más delirio,
deseamos menos silencio anidándose en la garganta propia,
menos verdad y más sueños compartidos,
más amor de felicidad vestido.

Viviremos un día más, en el mismo palpitar incierto
sostenidos por una clepsidra en pausa
y un secreto.



Music on: Sonata IX - John Cage
Quote: "el mundo desgraciadamente es real" Jorge Luis Borges
Reading: Casa de campo - José Donoso

martes, 6 de diciembre de 2011

Eterno Retorno

Sé que todo es mutable. Pero también sé que a mí la vaciedad no me abandona. A veces es sólo el engaño de que estoy plena, o es que la plenitud es tan fugaz que parece ilusoria, igual que la felicidad, no así la nostalgia. Cada quien tiene sus retornos a lo mismo, inevitables.

Me detesto por ese regreso, por escribir las mismas sandeces. Concluyo que no tengo talento para nada, que esto de escribir es sólo una fuga que ni siquiera tiene pretensiones artísticas que la justifique (pero si hablamos de las mil cosas para las que no tengo talento, nunca paramos pues son demasiadas, cada una saltando a la cara en el peor momento). Me pierdo.

No puedo escribir nada mejor, lo he aceptado, no se trata de talento, a veces creo que ni de disciplina; es ya como una mala costumbre esto de agarrar el blog (o el cuaderno que según es para las cosas privadas, da igual, al final nadie lee y mi pobrecito blog se llena sólo de spam). El problema es que me esfuerzo, me esfuerzo para escribir cosas mejores, en leer a los grandes e inspirarme con ellos, pero la mayoría de las veces sólo termino plagiando alguna de sus excelentes frases y las vuelvo un chiste, un pretexto más para mis depresiones, vacíos, faltas y tristezas.

Así soy, primordialmente, con faltas acumuladas y esfuerzos echados a perder. Con todo, he aprendido algunas cosas, una de ellas, muy importante: no esperar nada de los demás, dejar que den lo que me puedan dar… y listo. Me creo el cuento de que es mejor "que me de igual" y sencillamente opto por adaptarme a lo que el otro puede ofrecerme (porque yo siempre doy más y eso ya se demostró que no lleva a nada bueno) y me mantengo en ese standard que ha establecido la otredad. Pero de alguna manera que nunca sé anunciar, aquel otro se aburre, se fastidia, algo se le funde, deja de interesarse. Y yo me quedo en el mismo estado en que inicié, tratando, ya no de obtener más, sino de conservar eso poco que existía. Y de todos modos no sirve de nada.

Me regresa el vacío, el esfuerzo que no tiene ningún fruto. Sé que todo tiene que llegar a un fin, y es terrible, porque trato de que el fin tarde más en aparecer y devorarlo todo. Sé que no podemos soñar en conjunto eternamente, pero siempre es el otro el que decide despertar primero y yo me quedo ahí suspendida, en la falta de entendimiento general.

Entonces escribo, porque no puedo hablar, porque no sabría qué decir, pues no entiendo al otro y porque decir o no decir ya da igual ante las cosas que se perdieron en algún momento y que no se pueden recuperar. Por eso escribo y callo, pues no hay otra manera de sufrir lo que no se entiende.

Y lo peor, soy ridículamente igual a Sísifo, me da asco no poder evitar ese destino. Un final tremendo que dará inicio a otro que tendrá un final tremendo y así y así. Me da asco decir las mismas cosas siempre, y no es porque esté por acabarse el año o porque tenga una crisis del apocalipsis, no, siempre es así, otras formas, otros cuerpos, otras palabras, pero siempre igual, no logro cambiar mi discurso… pero ¿cómo cambiarlo si me siguen pasando las mismas cosas siempre? Una esperanza rota, una desilusión crónica, un espacio onírico fragmentado, un desaliento general por la vida.

Es mi culpa y no hallo cómo resurcir los hechos. No puedo desalienarme de la verdosa esperanza, no consigo dejar de creer. ¿Qué se le va a hacer? Carezco de talento para tantas cosas, mis relaciones afectivas se tornan en un gran signo de interrogación, tampoco escribo bien, así pues, no tengo una fuga que me justifique, no sé llorar como lo hace el resto de la gente. Y aun así soy una romántica incurable y una existencialista fallida, pésima combinación.

Music on: Ara bátur - Sigur Rós
Quote: “Mi palabra está unida al gemido de un espacio desierto" Díaz-Casanueva
Reading: Casa de campo - José Donoso

martes, 29 de noviembre de 2011

Nunca más

Other friends have flown before,
on the morrow he will leave me
as my hopes have done before
Edgar Allan Poe



1.
¿Y cuántas lunas más antes de que tus pasos dejen de acompañar los míos?
Así como sé que la plenitud
es sólo el inicio de la nostalgia
estoy segura de que esas lunas
observadas a placer por mis nebulosas cuencas
ya han sido demasiadas.

Soy realista,
viajando falaz entre los túneles del tiempo
espero el oscuro momento en que dirás que no
para convertirme en la estatua que llora sal y nunca muere.

Mientras tanto
—y ya que jamás niego que soy irremediable—
sostengo tu silencio
y espero, cansada
el más diminuto sobresalto
que me muestre algo más que tu espalda.

2.
Cierto que de esperar me he acostumbrado a tu extraña ausencia
porque estás a mi lado
y aún te desmoronas con una lentitud lastimera.
Espero lo peor mientras a veces
te empeñas en hablar
y en tu palabra primitiva
sin que lo sepas
sostienes fuertemente mi espera.

3.
Pero sucede que también temo que digas que sí.
Gota a gota diluida entre mis órganos, huyo a la verdad más simple,
a que de tu garganta se escape
la canción crónica
que imite al cuervo ominoso que no sabía otro parlamento, siempre igual.
Porque sí
es una esperanza pesada que me acompañará pintando de ilusión todos mis deseos.
También temo que de pronto digas que sí.

¿Cuántas noches más despertará mi oído ante tu fantasma?

Resplandece la melancolía entre pálidos desiertos.
Del insomnio rezagado tejo sombras en la cabeza del tiempo,
con las flores en la estancia hundo el alma sin voluntad por el recuerdo.

Hoy las moscas siembran su nostalgia en la planta de mis pies.
No sé si es la distancia la única y verdadera guadaña del anhelo
o si acaso es la muerte,
la muerte que es igual a la luna —cercana, mutable, definitiva—
la muerte la que invade poco a poco el corazón desencantado,
la muerte que no llega cuando la llamo,
la verdadera artesana de la tortura.


Music on: Another world - Antony and the Johnsons
Quote: “Lo que te estoy escribiendo no es para leer, es para ser.” Clarice Lispector
Reading: Río subterráneo - Inés Arredondo

jueves, 24 de noviembre de 2011

"Porque la idea de un fin es intolerable para mí"

A veces no encuentro manera de decir, el llanto se me va para adentro, ya lo he dicho bastante, pero es verdad, pocas veces lloro ya hacia afuera… hoy no quiero decir, porque decir no siempre salva, hoy quiero que otros digan por mí y callar hasta tragarme todo el llanto en el precioso silencio... Me aterra el ciclo que no deja de repetirse, me cuesta trabajo imaginar a Sísifo feliz.

Me he tomado unas libertades poéticas, básicamente de cambio de género, pero así tal cual, que el escritor admirado, el que sí sabe escribir, Henry Miller, lo diga por mí.


Cuando me dejó, fingía, o quizá lo creyese, que era necesario para nuestro bien. Yo sabía en el fondo de mi corazón que estaba intentando librarse de mí, pero era demasiado cobarde como para reconocerlo. Pero, cuando comprendí que él podía prescindir de mí, aunque fuera por poco tiempo, la verdad que había intentado desechar empezó a crecer con abrumante rapidez. Fue más doloroso que ninguna otra cosa que hubiese experimentado antes, pero también fue curativo. Cuando quedé completamente vacía, cuando la soledad hubo alcanzado tal punto, que no podía aguzarse más, tuve de repente la sensación de que, para seguir viviendo había que incorporar aquella verdad intolerable a algo mayor que el ámbito de la desgracia personal. Tuve la sensación de que había dado un cambio de rumbo imperceptible hacia otro ámbito, un ámbito de fibra más fuerte, más elástica, que la verdad más horrible no podía destruir. Me senté a escribirle una carta en la que le decía que me sentía tan desdichada por haberlo perdido, que había decidido empezar un libro sobre él, un libro que lo inmortalizaría, dije que sería un libro como nadie había visto antes. Seguí divagando extáticamente y de pronto me interrumpí para preguntarme por qué me sentía tan feliz. Al pasar bajo al sala de baile, pensando de nuevo en este libro, comprendí de repente que nuestra vida había llegado a su fin: comprendí que el libro que estaba proyectando no era sino una tumba en la que enterrarlo… a él y a mi yo que le había pertenecido. Eso fue hace algún tiempo y desde entonces he estado intentando escribirlo ¿por qué es tan difícil? ¿Por qué? Porque la idea de un fin es intolerable para mí.

Music on: Black mirror - Arcade fire
Quote: "Seré todos o nadie. Seré el otro que sin saberlo soy, el que ha mirado ese otro sueño, mi vigilia." Jorge Luis Borges
Reading: Un soplo de vida - Clarice Lispector

martes, 15 de noviembre de 2011

Silencio



El silencio es esa respiración del mundo que no hemos entendido pero sí escuchado, algunas veces, hace tanto… cuando este mismo mundo parecía más sincero, más aprehensible, más abierto. El silencio se quedó conmigo después de un adiós no dicho, es esa sensación que yo sigo teniendo y que tú perdiste hace mucho. Creo que es lo que me hace ser yo, todavía yo, ese yo que muchas veces está luchando por no confundirse con el resto.

No es que me haya arrepentido, no. Pero es difícil convertirse en silencioso espectador de lo inasequible. Es complicado quedarse anclado en un mismo punto, poder ver el fin a unos metros de distancia y luego estar en el fin, y cuando digo es estar es eso, estar, quedarse ahí, nada más. Y todavía más difícil es ver y ver y no poder cerrar los ojos, ver cómo estoy yo sola en el fin mientras tú ya estás inaugurando otro principio.

Me engaño a mi misma todos los días, ya sabes, tal vez para no enloquecer y para no tener que ver lo que no he acabado de comprender y que nunca comprenderé. Me engaño y muchas veces tengo éxito al creer esas mentiras, verdades inventadas que vienen a convertirse en todo lo que puedo ser y tengo que ser para seguir adelante (adelante, siempre, porque aunque quiera, el atrás tampoco es posible, porque el mundo, desgraciadamente, es real).

El fin es eso que debería conocer muy bien, pues ya he estado ahí mucho tiempo; sin embargo no deja de lastimarme mi pasividad y mi falta de acción. Cierto que no soy capaz de luchar, de gritar, de moverme. Es una sensación extraña, como un escalofrío eterno, algo que si pudiera nombrar lo llamaría “nostalgia absurda”, es como llorar no por un tiempo ido que no volverá sino por uno que sigue transcurriendo pero se sabe insalvable desde siempre, desde antes de acontecido.

Por eso regreso al silencio, mi refugio, guarida, principio y fin; ahí me escucho ser al lado del mundo que recuerdo, en el instante de la respiración inmóvil soy todavía lo que quiero y no existen más cosas que las cosas propias, pensadas por mi cerebro, órgano precioso que si todavía existe es porque no lo he dejado salir de este espacio. Hablar no sirve de nada, escribir es sólo una terapia que ayuda a sosegar el grito y prolonga la mentira, bendita mentira.

Esta noche respiro con el mundo, me debo a la falta de palabras, reduzco el recuerdo a un paisaje impresionista, desvanecido, de lo que no existe pero es bello. Callo. El silencio prescinde de absurdos (no te contiene); tampoco necesita entendimientos ni requiere de la luz.



Music on: Field below - Regina Spektor
Quote: "porque nosotros no fuimos hechos sino para el pequeño silencio" Clarice Lispector
Reading: Un soplo de vida - Clarice Lispector

martes, 8 de noviembre de 2011

Rosa a media noche

Tienes tantas ganas de no dormirte que te aferras a mirar la ventana vacía, Rosa, ¿me escuchas? le decía el marido que se retorcía de dolor en el lecho cercano en donde sudaba frío y no conciliaba el sueño. Tienes tantas ganas de no regresar conmigo, pensó, y luego dudó si acaso sólo había pensado o si sus labios temblorosos y secos habían externado el pensamiento.


La situación era la misma desde hacía unas semanas: por una razón que Joaquín no alcanzaba a entender, su esposa se levantaba puntual a la media noche a ver hacia la calle desierta. A veces parecía que lloraba con sus ojos grandes y oscuros que ya no le funcionaban bien. Miraba estática e inmutable hacia un vacío quizá poblado por sus sueños; raras veces hablaba al marido, y cuando lo hacía era como si se dirigiera a otra persona o, más extraño, como si hablara con el de hace treinta años, no al que yacía junto con un dolor constante en la espalda y las piernas. No a ese, aunque fuera el mismo pero diferente por el paso de los días.

Rosa y Joaquín se habían casado hacía treinta y cinco años, ahora el peso del tiempo se cernía irremediablemente sobre los dos, no sólo en las arrugas y los cabellos canos, sino en el tedio de mirarse las caras y encontrar muerta la esperanza de regresar a amarse. El día de la boda Rosa estaba radiante y convencida de que todas sus amigas envidiaban su condición. Los padres de ambos se mostraban contentos. Los jóvenes se casaron en una iglesia de las afueras de la ciudad. Ahora la familia de ambos había muerto o mudado lejos. El matrimonio nunca procreó hijos, cosa que la gente desde un principio auguró como el inicio de su desgracia. Rosa y Joaquín tan sólo contaban con la compañía única del otro, así había sido por mucho tiempo ya, un tiempo pesado y doloroso que regresaba sobre sí mismo para burlarse de su tristeza.

¿Por qué no me contestas? Rosa, vente a dormir, ¿qué haces? Decía Joaquín cada que al despertar a causa del dolor, la veía allá en la ventana, inmutable, callada, muy alerta. Ella usaba vestidos de algodón de color claro y el cabello lo recogía de vez en cuando en una trenza que parecía no crecer más. El rostro de Rosa se iluminaba a la mitad con el farol de la calle en una postura inerte, así, asumía el semblante marmóreo de una estatua antigua maltratada por el tiempo. Rosa, ¿qué tanto miras afuera? Y las respuestas de Rosas eran nulas, su esposa era un fantasma que ya no hablaba.

Esa manía de mirar la ventana a la media noche le había surgido a Rosa una mañana de junio cuando despertó agitada y llorando por haber soñado algo aterrador. ¿Qué te pasa?, le preguntó Joaquín. Con vos imperturbable le contestó: Tuve un sueño horrible, nada más: Estábamos como muertos los dos y un montón de hormigas negras se comían nuestros cuerpos, pero no estábamos completamente muertos, porque sentíamos; yo quise gritar y no pude y las hormigas se me metieron en la boca. Rosa suspiró con un poco de alivio y resignación. Ojalá pudiera dejar de soñar porque mis sueños son una broma muy cruel, dijo en un susurro con los ojos húmedos y la voz quebrada que esperaba una respuesta solidaria de su compañero en la cama. Pero Joaquín no prestó atención. Sufres porque les pones mucho interés, le dijo, yo sueño cosas horribles todas las noches y no me despierto llorando, replicó enojado mientras le daba la espalda. ¿Qué sueñas tú? le preguntó Rosa, buscando aún el mínimo roce de empatía con ella. Sueño lo que sueñan todos, todos los que todavía estamos cuerdos.

Los años de compañía, en lugar de acercarlos, los había alejado abismalmente, sin embargo, en ellos existía una nube de certeza que les decía que no podían dejarse. Calladamente sabían que sus vidas no tenían sentido sin el otro cerca, aunque la cercanía también representara la distancia y con esto una soledad más insoportable. Lo único que se atrevían a afirmarse, cada uno para sí mismo, era que ya era demasiado tarde para todo lo demás. Ambos callaban al respecto. Hacía años que esas reflexiones se habían convertido en un secreto y el silencio era el cómplice cotidiano de una convivencia pacífica y aparentemente desinteresada.

Esa mañana, en la revelación de junio, como Rosa llamaría después a ese evento que la hiciera despertar en lágrimas, el matrimonio no habló más al respecto de los sueños. Entonces Rosa decidió que ya no quería dormir. Al llegar la noche se acostó a la hora habitual: las diez en punto, pero no quiso cerrar los ojos. Se quedó inmóvil a ratos, luego tuvo momentos de inquietud y angustia. A las doce se levantó, jaló con cuidado la silla de madera en la que Joaquín se sentaba a leer el periódico y la llevó a la ventana. Miró la eternidad a través del cristal sucio, el vacío de cemento de la calle y el horizonte apenas iluminado por las luces de ciudad. Se perdió en sus adentros y empezó a soñar despierta, en su mente pensaba en cosas que no existían, modificó su propia realidad y el mundo entero a placer, desde el cuarto que la contenía y hacia el infinito.

Las noches siguientes, Joaquín se daba cuenta de que Rosa se levantaba y se negaba al sueño. Rosa, detrás de la ventana, en el cuarto de los silencios, pensaba poco y soñaba mucho despierta, hasta que decidió que quería programar sus sueños para que éstos no fueran una crueldad al despertar. Entonces se imaginaba cosas menos tristes, casi alegres, no que el marido estuviera tullido para la eternidad en esa cama, ni que sus hermanos hubieran muerto. Pensaba en la Rosa joven, la que era la más hermosa de sus amigas, y en su esposo emprendedor, el gallardo, el tierno. El del rostro varonil y perfecto. A veces pensando en eso sonreía. Sabía que si se esforzaba lograría conciliar el sueño y soñar dormida lo que había ideado despierta; así pasó Rosa algunas noches encontrando el vacío a través de la ventana y llenándolo con las imágenes que le gustaba recrear y a veces, también pensaba en un futuro más agradable. El gris del paisaje externo se pintaba de colores cálidos y el lugar donde alguna vez había crecido el pasto se recreaba lleno de flores y luz.

Luego de unas noches ilusoriamente perfectas en donde lo imaginado se continuaba en el sueño, la realidad también se convirtió en una broma cruel. Casi como le había pasado en la revelación de junio, Rosa despertó agitada pues estaba metida en un sueño maravilloso que había sido interrumpido por el sonido de un camión que pitaba cerca de la ventana. Se sintió triste. El sonido inconfundible de un claxon la llevó al momento exacto en el que Joaquín había tenido el terrible accidente que lo había dejado así. Rosa estaba sudando y lloraba sin control. En un intento por regresar al sueño volteó la cara para ver a Joaquín. Hacerlo fue devastador. En ese instante, como si el tiempo no hubiera pasado, se dio cuenta de lo evidente: que el sueño se había convertido en el cobarde refugio donde su marido se encontraba perfecto. Rosa supo que al despertar la realidad habría de imponerse, lo miró cual era ahora: flaco, enfermizo, con esa gran cicatriz en la mejilla que le quedó sin esperanza de atenuarse siquiera. No pudo ahogar el sonido de su llanto en aumento. ¿Qué te pasa?, le dijo Joaquín. Sollozando no supo contestar ante esa escena que la aplastaba. El marido, sin percatarse, simplemente la regañó por ser tan tonta. Rosa no sabía si contarle lo que había soñado, decirle te soñé como eras antes, cuando éramos felices, también compartirle que esa noche no había visto ni hormigas ni muerte sino su rostro de antaño. Rosa prefirió callar. En el mutismo impuesto por sí misma, Joaquín pronunció una frase que se quedó en el aire como sentencia, lo que necesitas es tener algo que te entretenga, lo que sea que te saque de la cabeza esas manías y obsesiones.

Rosa lloró en silencio todos los días y sus noches por semanas y tuvo terror a quedarse dormida de nuevo. Regresaron las visitas a la ventana vacía a la media noche, hasta que de pronto, en un momento en que el marido roncaba ruidosamente, Rosa encontró otra forma de salvarse. Concluyó que la única forma de continuar con el sueño aún estando despierta era dejar que éste tomara el control de su vida. De modo que hizo que el sueño se trasladara a la realidad al punto en que ya no había diferencia consciente entre lo que era onírico y lo que no. Se dejó llevar a voluntad por la locura y en silencio, como siempre, decidía lo que quería vivir. Entonces imaginó otro mundo real: Joaquín y ella tomados de la mano mientras él la miraba con la fortaleza ausente de melancolía.

Joaquín determinó que ese delirio pasaría con el tiempo, igual que todo pasaba sin quedarse en sus vidas para siempre y se convencía de no otorgarle importancia alguna a los arranques absurdos de su mujer, pero en el fondo sabía que Rosa estaba perdiendo la razón y le preocupaba. Aunque lo que más le angustiaba no era eso sino el hecho de que al estar loca y delirante, se encontraba más feliz, rotunda y bella. Ya no había llantos nocturnos ni insomnios, tampoco visitas angustiosas a la ventana o agitaciones por las pesadillas. Rosa dormía profundamente y se levantaba de buen humor. Fue entonces, en una de las extrañas veces en que la escuchó hablar dirigiéndose al hombre que él ya no era, que Joaquín empezó a comprenderlo todo y se tomó la molestia de escucharla con atención. Es que tú andas muy mal, Joaquín, vístete y levántate que mis hermanos van a venir a comer. Y Joaquín la miraba aún con incredulidad ante el delirio pero con ganas de dejarse llevar por él. Es que estás loca, le decía, y ella contestaba sonriendo que sí, que era la locura la que la tenía atrapada y que así estaba bien. Joaquín continuó con los gritos efusivos seguidos por la más fría indiferencia hacia su esposa.

Oye Joaquín, cuéntame, cómo son esos sueños que tienes, ¿te acuerdas?, esos que decías que eran muy feos. Joaquín no soñaba hormigas pero deambulaba la presencia de la muerte. En sus sueños había ríos de sangre que lo ahogaban y precipicios interminables a los que caía. Miró a su esposa con miedo, pero aún quiso seguir en la misma postura. Es que estás loca, loca, le dijo con una voz que dudaba entre la desesperación y la verdad. Sí, si no estuviera loca ya no podría estar viva. Eso fue lo último que dijo Rosa antes de que Joaquín pensara que, de hecho, él ya no había tenido tampoco esos sueños horribles y de que luego se decidiera, un poco de manera inconsciente, a optar por la locura. Mira qué bonito el jardín afuera, Joaquín. Y Joaquín advertía que afuera todo era desierto y gris, pero miró la cara de su mujer, encontrándola un poco más joven y tranquila, le sonrió y sin dudar le dijo: Sí, muy bonito. ¡Mira cuántas flores se ven por allá!


Music on: Lullaby - The Cure
Quote: "Los escritores se dividen en aburridos y amenos. Los primeros reciben también el nombre de clásicos" José Antonio Ramos Sucre
Reading: El huésped - Guadalupe Nettel

martes, 25 de octubre de 2011

Lilith

Ella es una bestia, aparece en las tinieblas y se viste con su disfraz de Venus, pero en realidad es Lilith, lo sé y no puedo dejar de mirarla y de desear el lugar de su próxima víctima. Él, aquel incauto perdedor morirá, cuando su limitada mente de mortal menos lo sospeche, cuando ella reclamará a sus hijos, abrirá su matriz para matarlo con todos los tesoros lunares que lleva dentro de sí. Ella es una flor congelada que alberga en silencio a la diosa cruel de la noche.

Cada madrugada me sitúo detrás de la ventana de mi cuarto, y a través de cielos nublados que potencian su esencia mortífera, observo el edificio de enfrente, un espacio mínimo en donde ella habita ahora, muy diferente al que, en el principio del tiempo, llenara infinito con su presencia mítica. A esta hora me preparo a espiar su ventana desde mis ojos de vidrio y luego de imaginarla desnuda y majestuosa, me pregunto si lo ha matado ya, si acaso ha bebido también su sangre. Es de noche cuando discuten y gritan, a esta hora cuando él, su captor, verdugo y víctima, regresa; entonces se ilumina el cubo de su departamento, una luz amarilla entre cien ventanas apagadas, casi ausentes; él la golpea, entre gritos alza su mano en apariencia poderosa y ella, encogida en un rincón, baja la mirada con sumisión y llora unas lágrimas de dolor oscuro e incomprendido mientras se encierra en el cuarto contiguo, en la penumbra.

Todo lo que ella hace tiene un propósito, no es sólo una mujer, ella sabe de cosas y verdades que habitan más allá de lo que una mente ordinaria pudiera llegar a aprehender o a imaginar. Su cálculo minucioso es el conglomerado de placer vedado que explotará un día en la violencia más pura y natural; ella alimenta su fuerza a través del engaño y en silencio florece la venganza acumulada en su especie única desde hace siglos. Poco a poco se fortalece gracias al odio que él le tiene, el mismo que a ella le provoca. Lo matará después, lentamente, vaciará su cuerpo y esconderá el cadáver mutilado en alguna esquina del cuarto o, en su propia anatomía de furia. Su combustible es el grito que él le profiere y la humillación de verse arrodillada ante su ímpetu, pero todo lo hace para gestar su nuevo ser y, en el momento preciso, como una estrella antigua y poderosa, explotar.

Si ella quisiera escapar y guarecerse, yo la aceptaría gustoso, la miraría de frente y le diría que la entiendo. Ella sabe que la cuidaría, aunque no lo necesite. Pero hay un plan, ella espera, no hace otro movimiento más allá del gestado en su mente como el réquiem final de sus ideales, está en espera del momento de matarlo, ella me lo ha dicho con la frialdad y belleza que la caracteriza, mientras mis ojos buscaban clavarse en los suyos doblegando la espesura de sus pestañas negras. Hace algunas lunas me dejó entrar a su lecho, susurró a mi oído: “lo mataré” como si hubiera dicho “tengo frío;” en esa tarde lluviosa en que entré a su palacio, fui dueño efímero de sus secretos y su ser, la besé como aprendíz bajo las sábanas limpias de su recámara, el tipo de beso que se reserva para una diosa, recorrí con nerviosismo diluido en éxtasis, sus muslos finos y su vientre extendido, su boca, la que ya conozco bien, la que esconde la vida igual que la muerte; me lo dijo aún de nuevo, la mañana en que amanecimos en su sofá desnudos, después de confesarnos la vida en una noche, cuando él, su presa primera, estaba lejos.

Quizá no lo haga ahora, mientras sabe que la observo, mientras voltea a buscar vanamente mis ojos porque sabe que puedo mirarla desde mi oscuridad, aunque ella, desde su luz, no pueda encontrarme. Mas no logro dejar de mirarla, de mirarlo a él, de odiarlo un poco, de envidiarlo más, a ratos, sólo por tenerla cerca ahora. He querido intervenir, ser un falso redentor, hacerle saber que ella es más grande que cualquier razón humana o cualquier sentimiento terrenal, decirle sin más, como el oráculo de Delfos, la verdad más inmediata: que morirá. También he querido salvarla, como el héroe que a veces creo existe en lo más profundo de mí, alejarla del hombre que la humilla, pero sé que un mortal no puede salvar a un ser divino y ella me ha dicho que tiene que ser así, que ella misma terminará con él, que todo tiene un tiempo. Entonces el verdugo ignorante que en ese momento la rodea deja de importarme, pienso fríamente que es mejor que muera, pues así la tendré sólo para mí en cualquier forma que esto sea.

No sé cómo ha llegado a enamorarme, conozco sus intenciones, su naturaleza y aún así me rindo ante su majestuosidad inhumana, ante la certeza de saberla una criatura sangrienta exiliada del Edén por su falta de sumisión ante el primer hombre sobre la tierra. También sé que es casi un demonio, a veces sólo dejo de creerlo, es hermosa y seductora como todo lo que es malvado, la admiro, la añoro, secretamente deseo ser parte de su perpetuidad. Está condenada a matar para vivir, a beber sangre y no mirar la luz del día, y aún es capaz de disfrutar su terrible situación: su presa es siempre el hombre que desea verla sumida en el anonimato, su presa es siempre el hombre, por especie, por martirio ancestral, el hombre que en realidad es todos los hombres, su estrategia es hacer creer que con esa mirada baja y dolorosa, ella les pertenece a todos, a sus debidos tiempos.

Durante estas noches inacabables en que observo, espero también. Regreso a mi cama cuando sus luces se mueren, sigo soñando con el momento en que seré de ella, también pienso en el hecho inevitable: seré el nuevo captor que la alimentará después de un tiempo. Sé que ella será mía pero no por siempre y que el capricho de su deidad la obligará a matarme y destazarme también, no por odiarla sino por amarla demasiado, porque el amor también lastima y el dolor, es lo que le provoca el hambre más insaciable.

La verdad tan esperada explotó una noche nublada, cuando la luna formaba una hoz en el cielo, explotó la mujer y nació la bestia, un grito ahogado se escuchó en la distancia, un grito de hombre invadido por el terror, todo sucedió en las tinieblas del cuarto. Debajo del odio, con violencia y sumo placer, lo ha matado. Mis ojos encontraron en tal momento, un halo de alegre belleza. En ese instante recordé nítidamente cada uno de nuestros secretos encuentros, recordé cada centímetro de su piel suave y delicada, sus manos frías y su cabello de fuego posado a lo largo de su espalda, recordé con deseo su sexo tibio y su olor antiguo.

Después de completado el plan se encendió la luz, ella quiere que la mire y eso es lo que hago. Ahora sabe que la observo, está bebiendo, como lo predije, cada gota de la sangre de su captor, ambos yacen en el suelo, ella está encima de él y sus dientes penetran el cuello mientras sus brazos lo envuelven con fuerza, a ratos se quita, arrastrándose muy cerca de él, sin soltarlo, en sus movimientos encuentro un destello de animalidad, unos rasgos sutiles me han recordado a una serpiente.

Ahora la espero, vendrá por mí, sus luces se han apagado. Mi sangre aguarda con ansia su destino.




Music on: Us against the world - Coldplay
Quote: "He llegado demasiado tarde a un  mundo demasiado viejo" Alfred de Musset
Reading: De sobremesa - José Asunción Silva

viernes, 14 de octubre de 2011

Mandala espiritual


Partimos de una sencilla premisa: la verdad no existe, todo lo que creemos es mentira y somos felices.

Ahora bien, creer la mentira sabiendo que es mentira no es tan patético como se podría llegar a pensar: al contrario, es asumir que existen cosas que no pueden ser verdaderas pero que, como son todo lo que tenemos, si no las creemos un poco estaríamos totalmente sumidos en abismos de sombras eternas. No hay verdad en el mundo, todo es una figuración y así, pensando las cosas como ilusiones, representaciones, el desencanto tiene la garantía de haber mermado el impacto esperado ante la ingenuidad.

Habría que partir de que todo es falso y contentarse con esa idea. Es como la necesidad de imaginar a Sísifo feliz, pues si pensáramos que su condena —aterradoramente similar a la nuestra—, es una carga insoportable y tristísima, tendríamos que buscar el suicidio inmediatamente y la vida se nos perdería antes de empezar a vivirla.

Así que me cuento mentiras y como Sísifo, me encuentro, la mayor parte del tiempo, en un estado de felicidad asombrada y tranquila. Me digo miles de cosas alentadoras para que, igual que a Sísifo, el mundo no me resulte de un absurdo tremendo y desquiciante. Me digo pues que mañana todo estará mejor, que el tiempo se pasará volando, que hay mucho que hacer por mí, que he hecho la decisión correcta. Así se convierte todo en un ritual simbólico, como dibujar un Mandala espiritual, un ejercicio terapéutico de equilibrio emocional que conforme a su repetición y simetría me impida de caer en la desesperación y la sombra.

Feliz (engañada alegremente, pues), sin pensar en esa verdad que intuyo pero que no digo (que estoy ahogándome de su ausencia, que lloro por las noches pues no me atrevo a poner el remedio, que gritar no es suficiente, que espero encontrar pronto la mentada puerta de salida para no enloquecer sin él).

Más mentiras, alegres engaños fabricados (en las noches la mentira es más grande pues creo también las que de su boca salen); el tiempo rueda bajo la convicción de que se está acortando, que falta pronto para regresar y que esto no es la vida sino una estación que ha irrumpido en la tranquilidad.

Feliz, ¿de qué otro modo sino con mentiras?



Music on: You and me - Delays
Quote: "Voy a escribir como llora un niño, es decir: no llora porque esté triste sino que llora para informar, tranquilamente." Alejandra Pizarnik.

Reading: Relatos - Alejandra Pizarnik

lunes, 3 de octubre de 2011

Recuerdo de un amor platónico

Un recuerdo llegó de pronto a mi mente, con todo detalle y nitidez, un recuerdo que hilvanaba otro y otro, todos sobre la misma época y la misma persona. Y todo lo veo de manera distinta. Proust y Bachelard dirían que la memoria y la imaginación van de la mano, de manera indisociable. Pero no estoy tan segura; creo que este recuerdo está en sí mismo, más bien, contaminado por idealismos e imaginaciones y que ahora, quitándoselas objetivamente, todo aquello resurge desde un realismo apabullante.

No hace mucho recordé los días que pasaba con él, en cada receso en el patio de la secundaria; yo tenía 15, quizá 16, y él, para entonces estaba entrando en los cuarenta, lo digo así pues no me enteré bien de su edad, sino por los cálculos que hice desde que vi su anillo de generación: “Licenciatura en Historia, generación 1985 – 1989.” Es verdad; yo nací el año en que él ya empezaba la carrera, pero claro, ese detalle no me desalentó entonces.

Entiendo que a mis años de pubertad quería traer el mundo en la mano y nada me parecía tan difícil de realizar; pensaba que su presencia era un alivio, estaba ávida del conocimiento que en mi ingenuidad, él poseía y estaba igualmente hipnotizada por su personalidad, seguridad y sentido del humor. Aquí es donde el recuerdo y la imaginación comienzan a fragmentarse. Yo ahora puedo ver cuán fuera de lugar estuvo su actitud, ¿qué tenía que hacer un hombre casado, que era unos 18 años más grande que yo, gastando su tiempo y atenciones en una niñita tonta que apenas terminaba la secundaria? ¿A qué se debían sus atenciones en las aulas, momentos que a veces pasaba por completo hablando conmigo sin ocuparse de dar su clase? ¿No tenía cosas mejores que hacer que pasar los recesos a mi lado? ¿Por qué aceptó darme su número de teléfono y se aventuró a llamarme a mi casa? Lo que entonces me parecía lindo y atento, ahora me resulta patético y desagradable.

Recuerdo mis esfuerzos por agradarle, quizá le llamó la atención que le haya llevado a leer un cuaderno totalmente lleno con mis pensamientos e ideas sobre el mundo; no es usual que una adolescente se ponga a redactar semejante mamotreto. Quizá también le haya seducido de alguna forma que en las cartas que le escribía citaba fragmentos de Ulises de James Joyce o de Orgullo y prejuicio de Jane Austen; aunque en realidad no había leído ninguna de esas obras, sino que apenas estaba investigando cómo se usaba la Enciclopedia Encarta, versión digital.

La verdad en cuanto a lo que entonces sentía, no ha cambiado, no son imaginerías, sé que lo quería, y que ese querer era un amor platónico, en el sentido más clásico de la palabra; yo no pensaba en establecer relaciones carnales con él, y de hecho muy pocas veces consideré besarlo; al contrario, mi admiración era pura y sincera, amaba su elocuencia, su forma de vestir, —aunque ésta fuese en realidad espantosa—, me sentía muy atraída por cada cosa que decía y por cómo lo sabía, por su conocimiento, por su transparencia. Pero eso ahora es una mentira.

Algo que sí comparto con Proust es la evocación sensorial: cada que por algún pasillo o calle alguien usa la loción que tanto lo distinguía, no puedo sino recordarlo a él, con todas esas bellezas que a mis quince años, lo conformaban. Recuerdo su cercanía y la mano que de pronto me daba y que me llenaba de ese olor peculiar, también aparecen en mi memoria su traje verde impecable, el contenido exacto de su portafolios, sus plumas, las reglas de metal que tanto le gustaban. Pero luego caigo invariablemente en la más nítida realidad y me pregunto las mismas cosas, y regreso a la afirmación sobre su actitud patética y cobarde, ¿qué tenía que estar haciendo él fingiendo estar interesado en mí? Antes me preguntaba, cuando de pronto desaparecía de mi vista y sus acciones se tornaban frías, ¿por qué me buscaba clandestinamente y luego me dejaba caer sin más explicaciones? Ahora lo sé, entiendo cuán absurdo y estúpido era que él tratase de jugar al amor, entiendo su actitud confusa, que por un lado sabía que estaba actuando mal y por otro quería seguir hablándome, entiendo un poco… pero finalmente eso ya no importa.

Antes me parecía el ser más sabio e inteligente del mundo. Pasada esa época de pubertad, tres o cuatro años después hubo un encuentro que me empezó a confirmar la vaguedad de su ser, su falta de interés, su inconsistencia y su bajeza. Me besó y fue lo más espantoso que me hubiera sucedido. No entendió jamás mi forma de amarlo y resultó ser un hombre más, un cero, un ideal destruido. No volví a saber de él.

Pero por ese amor platónico y perfecto que le tenía, trato de no impregnar el recuerdo de realidad, quiero dejarlo un poco en esa imagen de sutileza y de ingenuidad, de esa persona que yo era entonces y que se correspondía perfectamente con cómo sucedían los hechos entonces, aunque ahora ya no sean iguales. Decía Anaïs Nin que no vemos las cosas como son sino como somos nosotros. Así pues, dejo el recuerdo allá encerrado, con sus altibajos y linduras, me refugio en el olor que me lo evoca puramente y trato de no contaminarlo con la realidad presente, dejarlo allá, como una postal a la que vuelvo de vez en cuando, sin ningún daño posible. Así es la vida.



Music on: What if  - Coldplay
Quote: "Un hombre sobrio carga las montañas; uno que bebe, las construye a diario" Alejandro Páez Varela
Reading: La furia y otros cuentos - Silvina Ocampo

sábado, 24 de septiembre de 2011

Esta sed

Hay una sed naciente desde la piel hasta las ideas,
una sed igual a la que siente la noche cuando adolesce de estrellas y luces varias.

Es una sed insaciable y primigenia,
animal furioso como el deseo y latente como los recuerdos.

Esta sed no es de líquido sino de cuerpo, de infinitud,
de almas en búsqueda y de sueños,
es la sed del alba devorando las montañas negras y la sed que tiene la palabra cuando busca crear el mundo.

Yo tengo esa sed de noches puras y búsquedas eternas,
una sed transparente por la luz que amarra el amor en el más bello instante.




Music on: The Hindu times - Oasis
Quote: "Fui célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido paraguas" - Oliverio Girondo
Reading: La trama celeste - Adolfo bioy Casares

martes, 13 de septiembre de 2011

Rento mi vida amueblada mientras regresas

"Me siento en la orilla del banco para ver si me caigo de tu lado.
Lloro si una burbuja en la bañera tiene el corte de cabello con el que te conocí,
porque me entera de un mundo que no permite soñar."
Alejandro Páez Varela


Supe cuál era la respuesta correcta y decidí equivocarme. Los errores se pagan muy caros y esa es una de las cosas que se tienen que aprender, sufrir y llorar; y de paso ser testigo de sus consecuencias sin poder hacer nada, pues será demasiado tarde.

De pronto me convertí en eso que tanto despreciaba y estando en esa situación llorar no sirve absolutamente de nada. La culpa no se cura, ni con el tiempo. Jamás olvidaré y me arrepentiré para siempre.

Rento mi vida amueblada mientras regresas. Es terrible, créeme, si me puedes todavía creer, estar de este lado de la moneda.

Esta noche me resigno a haber perdido. Como el gran poeta, me receto soledad, no para curarme sino para ya no envenenar a la gente; me receto tiempo para aprender, no para entender; me receto abstinencia en una especie de ritual estoico que me ayude a vivir con la culpa y el dolor.

Qué terrible la verdad: este lado del puente no es mejor, igual dan ganas de saltarlo; no hay redención, me he convertido en un fantasma que alumbra sus pasos con estrellas muertas. Todo ha perdido sentido y sólo subyace la eterna condena.

En sueños me recreo una y otra vez amarrada a una roca en donde los buitres me arrancan las entrañas, parece que los dioses han decidido que ese sea mi castigo, no moriré nunca. Pero la condena más grande no es esa sino haber perdido y tener la certeza de que ninguna eternidad podrá salvar el error.

Rento mi vida amueblada para siempre, pues no vas a regresar. Estoy en la más profunda tristeza y necesito tu abrazo, no tu espalda.

Silencio. La soledad llama a la puerta. Pronto, muy pronto, será ella quien ocupe mi cama, ella quien me tome de la mano y haga explotar mi corazón. Silencio otra vez. La soledad, contrario a lo que muchos piensan, no es amiga de la muerte.

Ahora a abrir paso a la nueva visitante permanente. Resignación. Dejar de luchar, de esperanzarse, de creer que este dolor algún día se habrá de acabar. Y arrepentirse por todo lo que duren tres o cuatro eternidades juntas. Una estatua me dice que va llegando. La estatua soy yo.

Regalo mi vida amueblada. La obsequio con pesar, con lo poco que le queda.


Music on: Chasing Cars - Snow Patrol
Quote: "Las barreras son para los que no saben volar" Friedrich Nietszche
Reading: Las diabólicas - Barbey D'Aurevilly

viernes, 2 de septiembre de 2011

Sueño


Nada más hermoso que el tiempo presente que es, que está siendo en un ahora perfecto.

Y confiar en una palabra que no se desvanezca, en el verbo que pueda crear el mundo, crearte y crearnos en el instante preciso de la felicidad.

Esta noche llueve, pero el cielo esconde una esperanza entre las nubes de silencio.

Y aunque aquí dentro el agua no moja, el frío se instala a mi lado; el sonido no escapa, pero tu voz no se escucha.

El hueco que dejaste en mi cama sigue intacto, mi cuerpo no consigue llenarlo. Me escondo bajo las sábanas limpias, demasiado limpias y solas.

Sé que la vida es desconocida, pero en ocasiones esa sensación certera aumenta hasta transformarse en una sombra helada que llena todo lo que veo.

Esta noche quiero encerrarte junto a mí en un sueño eterno, quiero mentir por unos momentos, enfrascarte en la irrealidad.

Porque aquella vez todo fue perfecto, y como niña hundida en la ingenuidad de atrapar una nube, un suspiro, un rayo de sol, quise sostener el tiempo, lo atrapé hasta con las uñas para no perderlo. Se resbaló como siempre.

A diario me pregunto las mismas cosas: cuánto tiempo falta para que vuelvas, si algún día podrás quedarte y si existe la perfección más allá de un respiro.

Cuando mis ojos se encienden con nuestra desnudez sé que tengo toda la noche por delante, pero a veces no soporto el dolor del despertar.

Porque sufro de perderte, porque estoy llena de tu ausencia, porque repudio la nostalgia que nace alrededor de mis brazos después de la plenitud… Sueño alegre, mientras el alba no te obligue a desaparecer.



Music on: All this time - One Republic
Quote: "No quiero que te vayas, dolor, última forma de amar". Pedro Salinas
Reading: Tres novelas ejemplares - Vicente Huidobro y Hans Arp

lunes, 29 de agosto de 2011

El barquero

Llevo varios días vagando sobre estas áridas rocas. Gusanos reptan alrededor de mis pies. Sigo andando. Encuentro a la distancia el río de almas que como yo están en busca del barquero que los lleve al otro lado del río. En una mano traigo dos monedas que alguien, en otra vida, me ha dado a cambio de un viaje seguro. Las aprieto de vez en cuando para asegurarme de no perderlas.

Allá, a la entrada del río veo cómo se suben uno por uno al pequeño barco que hace puerto por instantes mínimos. Casi he llegado. La pálida luz de algunas antorchas crea sombras terroríficas a las espaldas de los caminantes. El cielo es como un pozo sin fondo habitado por escasos bichos luminosos que centellean, agonizantes, muy de vez en cuando.

Llego a rozar el inicio del río donde se posa la embarcación, creo que es mi turno. Comienzo a hablar mientras busco las monedas; el barquero no entiende mi lenguaje. Grito. Con sus huesudas manos examina el monto de mi pasaje, apenas dirige su mirada de indiferencia hacia mis ojos. Desde su garganta escapan unas breves palabras roncas, dice que no me conoce y que las monedas que llevo para el viaje no son conocidas en ese puerto, que mis pecados no se purgan en su infierno, que la culpa debe expiarse en otras aguas, lejos de las almas de las víctimas.

Camino de regreso, ya no grito. Veo en el horizonte cómo se pierde la barca que no tiene destino para mí. Los gusanos están subiendo cada vez más arriba, han llegado hasta mis piernas y me muerden sin cesar comiéndose la carne viva. Camino más y más, sin llegar a ningún lado conocido. Camino en círculos mientras se me va desprendiendo la carne, raramente, ya se está regenerando mas los gusanos no dejan de comerla y el dolor no desaparece. Si no soy candidato del barquero de las víctimas no me queda más que intuir que esta es mi condena.

Music on: Une Année sans Lumière
Quote: "De las cosas sabemos alguno o algunos de sus aspectos, los más falsos casi siempre". Gilberto Owen
Reading: Novela como nube - Gilberto Owen

viernes, 12 de agosto de 2011

Olvidar

Entonces se suceden eventos inusitados, fuera de nuestro control.

Una noche cualquiera nos encontramos tan seguros del amor, de aquellas mínimas cosas que nos hacen creer que hemos conocido la felicidad, y de pronto, de la nada, comprobamos que ese aleteo de mariposa al otro lado del mundo está alterando seriamente la estabilidad que reinaba en nuestro hemisferio personal.

¿Quién va a ser bueno en las despedidas? De pronto se personifica como un monstruo imponente la terrible la certeza del adiós y nunca del olvido (el olvido no existe, susurra la bestia desde su dentadura maloliente y amarilla) De pronto queremos olvidar, sin éxito; acaso logramos traspasar algunos sucesos a la luz endeble y pálida, de aquellas cosas que se recuerdan como, literalmente, parte de uno, como un brazo que se mueve y una nariz que respira. No se puede olvidar, ni modo, quizá podamos soñar con un sano adiós, pues despedirse es posible, pero no es sencillo, claro que no.

Podríamos soñar una buena parte de nuestras vidas, con el deseo en lo más alto, queriendo hallar en sueños eso que nos falta, podríamos incluso conseguirlo de vez en cuando. Pero hay que despertar. Despertar a ese mundo donde las manos se encuentran desiertas y arrugadas por la sal llorada, donde no hay ojos que buscar para alumbrar los propios, donde el cansancio por la distancia es un fruto secándose paulatinamente, y al que sin embargo regresamos para buscar una gota más de su sabor. Así es la separación, ese adiós que nos platicamos y no terminamos de creer, es una gota que no termina de caer y ya está seca, una palabra que alguien dice pero no hay manera de ser escuchada, una postal de un lugar visitado hace tanto tiempo que si regresamos a él no sabremos reconocerlo.

Una noche, pues, estamos seguros de algo, creyendo en una realidad, y luego la brisa matutina se escabulle a la habitación mostrándonos el craso error: la soledad vive alegre, cernida en las ropas nuevas, la promesa se desvanece como sombra aniquilada por el amanecer, y lo peor, el olvido se incrusta en los poros hasta hacerse parte íntima de uno mismo, como algo propio, algo a lo que queremos acceder y no podremos, nunca.

Las cosas se suceden, qué se le va a hacer, sin el libre albedrío que el todopoderoso dijo que tendríamos, un engaño más.


Music on: Elephant - Damien Rice
Quote: "Llamo al destino para que me devuelva mi alma" - Friedrich Hölderlin
Reading: La noche - Francisco Tario

viernes, 5 de agosto de 2011

La sombra

Le había dicho a la sombra que dejara de verme, le había gritado por las noches cuando se confundía con el resto del cuarto y venía a sentarse al borde de mi cama. Inútil. La sombra no regresa al armario ni se despega de mis tobillos, ni siquiera cuando duermo.


A veces me hablaba al oído, me borraba de la cabeza múltiples pero mínimos recuerdos que solía tener como vívidos y luminosos, tan reales que me hacen más pesado el sueño. La sombra estaba aquí todos los días y sus noches; no hay cómo hacer que me deje. Sospecho que tiene una misión concreta, pero la desconozco por completo. Cierto es que cuando estoy contenta su propia deformidad se torna más pequeña, menos nítida, cierto también que entre las carcajadas que en ocasiones exhalo aquélla se reduce un poco, casi a la mitad.


Pero no desaparece del todo.


Anoche se metió en mi cama sin que me diera cuenta; heló mi cuerpo con su simple presencia. Nunca guardó silencio. Su voz líquida y oscura se escabullía no sólo por mis oídos sino por toda mi piel, hasta los huesos. Repetía una letanía crónica, en la que envolvía una profecía que me negaba para siempre una parte de lo que yo era.


En sus palabras describía uno de los sueños más hermosos que he tenido, uno de esos únicos paisajes oníricos perfectos y compartidos. La sombra me despertó y al despertarme logró que olvidara por completo el sueño. Tuve miedo. He tenido que olvidar tantas cosas que no quiero ni pensar en todo eso que ya perdí quien sabe hace cuanto tiempo.


Olvidé un sentimiento, más que eso, un momento y múltiples instantes que conservaban la experiencia y la verdad. Recuerdo muy vagamente un nombre, ya ni siquiera un cuerpo. La sombra se regodeaba al admirar el vacío de mis pensamientos.


He perdido la capacidad de gritarle a la sombra, de repudiarla. Siento, sin embargo, la tranquilidad de aquéllos que aman sin necesidad de ser amados, la ingenuidad del niño que se alegra con pequeñeces, la virtud de los desmemoriados. No sé hasta qué punto la sombra ha arrasado con los recuerdos, con cuántos se ha quedado, cuáles me querrá dejar acaso.


Duermo. La sombra se queda ya todos las noches a mi lado, en sepulcral silencio.




Music on: Can you hear the rain love - Richard Hawley
Quote: "La desdicha tiene muchas caras, la felicidad sólo una" Haruki Murakami
Reading:Las ruinas circulares - J. L. Borges

lunes, 1 de agosto de 2011

Partir... Esperar... Amar



Quiero pensar, de vez en cuando, que partir no es inminente. Y vivir en la alegría divina de conocer todas esas cosas que aún no has dicho y que ya no necesitas decir porque yo ya las sé.

Es que a tu lado el mundo es un lugar idílico donde la verdad no nos incitará a arrancarnos los ojos, donde hay días de luz constante, cielos libres de tormenta, donde sabemos de cierto que la eternidad feliz existe.

También quiero dormir y saber que el sueño no es más placentero que la vigilia, que despertar a tu lado es todos los días una realidad posible en la que no existe el miedo de que tal escenario se resquebraje al más mínimo parpadeo.

Quiero pensar, ya te lo dije, que este barco no tiene que partir, que estarás conmigo sosteniendo una promesa callada y eterna, que mi mano no va a estar buscándote constantemente, que mi nave no se encamina a la soledad.

Pero otro momento existe frente a mí mientras te pierdo. Y si otras aguas aguardan mi destino, ¿podremos aguantar el tiempo encapsulados en clepsidras diferentes?

Hallarte ha sido una alegría mansa e infinita, una noche de equilibrio y verdad envuelta en magia; manos que se buscan y se encuentran, labios que incesantes crean el beso y mundos que nacen en una gota de sudor derramada sobre el otro. Una alegría infinita, una felicidad que es tan grande que parece clandestina.

Quiero pensar, mientras descanso al aire libre, que he de llegar a un puerto donde no venga a posarse un astro frío, sino un valle de vida donde el amanecer traiga buenas noticias.

Voy a buscarte todo el tiempo, y de tanto he de encontrarte. Lo que sea que haya que llorar, lo que sea que tenga que sufrir. Porque sólo pensarte es esperar sin temer que la espera se convierta en futilidad.


Music on: Epilepsy is dancing - Antony and the Johnsons
Quote: "Perderse es un peligroso hallarse". Clarice Lispector
Reading: Kafka en la orilla - Haruki Murakami

viernes, 22 de julio de 2011

El mundo es un lugar

¿Y qué es el mundo sino un llano de olvidadas huellas?


plac
plac
plac.


En un eco distante se rompe
la calma
plac
plac.


Ya duermen las voces
abiertas al fuego,
rota la carne
por tempestad plateada cubierta.


El cielo abre las alas
las salas del mundo son reflejos de cuartos
rojos
blancos.


Seco el rocío de las rosas negras,
semillas de miedo
que el calor abrasa.


Un grito.
Un ruido.
¿y qué es un grito que es un ruido?


La oscuridad se cierne
en miembros,
antiguos cuerpos,
tenso carbón calcinado:
cenizas.


Music on: Cupid - Amy Winehouse
Quote: "Allí donde está el dolor, está también lo que lo salva." Friedrich Hölderlin
Reading: Kafka en la orilla - Haruki Murakami

domingo, 17 de julio de 2011

El impostor

Hace unos minutos me dejaron salir. Estaba en una estación de policía en la ciudad de Nueva York; le he dicho al hombre que me vino a interrogar lo que ha pasado, casi la verdad: que estaba en Central Park y que de pronto, alguien me golpeó en la cabeza y perdí de inmediato el conocimiento, que no recuerdo más. Fui robado, dije no haber visto a mis asaltantes. Es mejor así. Me creyó y una vez aclarado que yo no era un vagabundo, me dejó ir. En el vestíbulo de la oficina escuché las noticias transmitidas en vivo por CNN. La voz chillona de la mujer hablaba de la suplantación de Paul McCartney por un muy bien entrenado imitador, también dijo que por fin, después de treinta años de rumores al respecto, una llamada anónima hecha al canal proporcionó evidencia contundente frente al caso.

Mi padre me lo dijo desde hacía años, él aseguraba haber encontrado una carta escrita de la mano de William Campbell, donde explicaba cómo suplantó a Paul McCartney. Encontró la misiva por casualidad en lo que era la antigua casa de los padres de Brian Epstein, en Liverpool escondida debajo de las tejas de la duela que revestían los cuartos superiores. Esto ocurrió mientras trabajaba como ayudante de mudanzas en algún momento de los años 70’s; Epstein había muerto a causa de sobredosis en agosto del 67, y aparentemente, nadie sino él tenía conocimiento de la carta en cuestión.

La carta estuvo en su poder mucho tiempo, sin que nadie supiera de su existencia. Hace varios años, en su último viaje a Estados Unidos, e influenciado por películas y libros de detectives, decidió ir a esconder la carta a Central Park, bajo un abeto ubicado en la sección recientemente bautizada como “Strawberry Fields” de dicho parque. Su actuar respondía quizá a un raro sentido de la heroicidad, un intento por perpetrar un misterio a ojos de los beatlemaniacos, con guiños y sutiles sugerencias, tal como lo han hecho las múltiples historias sobre la suplantación de McCartney

Mi padre murió hace dos semanas de un ataque al corazón; la veracidad de la historia McCartney-Campbell siempre me pareció dudosa, pues mi padre, desde hacía tiempo, había perdido parte del sentido de la realidad debido al Alzheimer que lo atacó desde que era —relativamente— joven.

La verdad, según mi padre, es esta: En la mañana del 9 de noviembre de 1966, Paul McCartney, sufrió un trágico accidente de auto al colisionar a gran velocidad contra un poste y murió al instante. William Campbell, un oficial de policía, en ese mismo año, ganó un concurso denominado “El doble de Paul.” Para entonces, en todo Liverpool la figura de The Beatles conmocionaba a la población entera y su popularidad se extendía más allá de los horizontes que los miembros de la banda hubieran llegado a considerar. Brian Epstein, quien fuera representante del cuarteto para ese momento, anunció que la agrupación cancelaría todas sus apariciones en público en los meses siguientes. En cuanto al concurso, jamás se anunció que había habido un ganador. A Campbell se le entrenó para que imitara los movimientos y ademanes de McCartney, incluso se le ayudó con la voz y el uso del bajo. El resto del grupo, convencido por Epstein, aceptó a Campbell y continuó con su vida glamorosa de artistas. La ilusión era, sin duda, bastante convincente.

Campbell, como parte de este nuevo proyecto de vida, tenía que renunciar a su existencia previa, condición que aceptó, no sin antes redactar una carta para su madre en la que le explicaba la situación y la envió. Sin embargo, ésta fue interceptada por Epstein, quien una vez que la tuvo en su poder la escondió en su casa en Liverpool, en el lugar donde mi padre la encontrara años después.

El entusiasmo por el asunto McCartney-Campbell creció y hace unos días fui enviado a Nueva York, pues en el trabajo necesitaban a alguien que fuera a dar capacitación a un grupo de hispano-hablantes que entraría a laborar a la filial de la empresa. El asunto laboral se resolvió sin problemas y el hotel en el que me hospedaba no se localizaba lejos de Central Park. Con varias horas libres antes del regreso a México fui a un bar y tomé algunas cervezas, estaba tratando de sacarme de la cabeza los sueños de la noche anterior donde aparecía alegremente McCartney, mi padre y la misteriosa cara de Campbell escondida siempre entre sombras. Finalmente sucumbí a la curiosidad y a la locura; salí del bar para dar un especial paseo por el ya famoso “Strawberry Fields”.

En el parque había un grupo de trabajadores que descansaban de su jornada y traían consigo herramientas; me acerqué a ellos para que me prestaran una pala. La suerte estuvo de mi lado en ese momento pues, al contarles lo que estaba buscando, dos de ellos se mostraron especialmente alegres por mi misión y sin dudar me prestaron palas y demás instrumentos para buscar.

Pensé tan sólo por unos momentos que lo que me proponía a hacer era una total locura, sin embargo el pensamiento pasó de largo y fue sustituido por la enorme curiosidad, la expectativa, incluso la ilusión que, si bien absurdas dadas las pocas bases reales del argumento que me tenía ahí, aún conseguía intrigarme hasta límites insospechados. Cavé alrededor el abeto y debajo de éste, en algunas partes llegué a mayor profundidad; caía poco a poco la noche, los trabajadores se estaban retirando y el parque se encontraba casi vacío. De pronto escuché que la pala chocaba con una especie de baúl de madera. Era una caja pequeña, del tamaño de un libro; justo antes de que mi mano la tomara recuerdo haber sentido un fuerte golpe en la nuca y luego, haber despertado con el oficial de policía a mi lado, quien me llevó a interrogación. Me habían robado todo lo que traía conmigo.

En la estación de policía pensaban multarme por estar cavando en el parque pero sin haber testigos de tal hecho, no procedieron, incluso pensaron que yo era un vagabundo. Antes de dejarme salir, el oficial mencionó no haber encontrado nada en el lugar donde me habían encontrado, ¬—nada de cajas ni de palas— sino mi cuerpo aturdido.

Mi ingenuidad fue sobrepasada por mi estupidez; los trabajadores robaron la caja y en este instante se han encargado de hacerla pública. Acaso, si son inteligentes, tratarán de contactar a McCartney para chantajearlo y obtener una muy buena ganancia con la información tan preciada que en el delirio de Alzheimer me había contado mi padre. Quizá todos nos enteremos después. Estoy seguro que yo hubiera hecho algo de ese tipo de haber tomado la caja con antelación. Sé, sin embargo, que en este instante no tengo ánimo alguno por esclarecer el secreto con la información que poseo y que lo único en que quiero poner mi mente es en regresar a casa y olvidar todo esto.



Music on: Know you now -  Amy Winehouse
Quote: "Las religiones de debilitan cuando sus infiernos no superan los padecimientos mortales" J.M. Servín.
Reading: Kafka en la orilla - Haruki Murakami

sábado, 9 de julio de 2011

Decálogo

A veces la incertidumbre de la existencia deja de ser un problema y se convierte en una esperanza. Es raro, en especial, no repudiar la esperanza y saber que ésta proviene de un momento de revelación de la realidad, no de una quimera de ensueño.

Hay que seguir adelante, pues, siempre. Tengo presentes mis propias reglas para la sobrevivencia, quizá no sirvan, no funcionen, pero es mejor, creo yo, realizar las propias a copiar las que mandan por correo electrónico o las que se forjan en la colectividad.

Un decálogo de vida no existe, es imposible abarcar todas las situaciones y variantes de las cosas pero siempre necesitamos un anclaje, un asidero, algo que nos recuerde que hay orden en medio del caos de la existencia, que hay una manera de construirnos.

Como reinventarme no me resulta sencillo trato de no perder mi propia guía:
Regla número uno: no olvidar
Regla número dos: no sufrir con el recuerdo
Regla número tres: amar siempre
Regla número cuatro: no creer mentiras
Regla número cinco: no querer cambiar a las personas
Regla número seis: correr en contra del mundo, las veces que sea necesario
Regla número siete: saber que el presente es todo lo que existe
Regla número ocho: no dejar que el corazón se pierda sin que la razón esté cerca para encontrarlo
Regla número nueve: soñar
Regla número diez: no depositar grandes esperanzas en la breve existencia


Music on: Ára Bátur - Sigur Rós
Quote: "La alegría de perderse es una alegría de Sabbat. Perderse es un peligroso hallarse" Clarice Lispector
Reading: Revólver de ojos amarillos - J. M. Servín

sábado, 25 de junio de 2011

Un lugar extraño

Inspirado por y dedicado a Severino Salazar



De vez en cuando amarro un espejo a mi quijada y hago de cuenta que voy caminando por las nubes
aunque mis pies se vayan ahogando más y más en el fango.
Qué más me queda sino negar la realidad por un rato.


Pienso que mi cuerpo es como una cebolla y cuido celosamente cada una de sus capas;
A veces pego la oreja a un caracol para escuchar el sonido de la nada,
y ahogo el canto de mis pájaros —antes ciegos por mis manos—
abro sus jaulas y les doy la libertad de irse a estrellar con los árboles.
Siempre hay más pájaros en la casa,
a los demás sobrevivientes les ahorco el pescuezo para ahorrarles la pesadumbre de existir
y a los huevecillos los arrojo al suelo, los miro convertirse en un hermoso caos amarillo.


Quisiera también, un día u otro, llevar un barril de chapopote hasta la cuesta de un monte
para seguir construyendo la misma empresa,
sin desgastes mayores.
Así sabría con certeza que al rodar el mismo peso
me ahorraría las variantes del fracaso.


Sentiría la alegría inaudita de existir sin esperanza y sin sentido.
Sería feliz.




Music on: Waiting in vain - Northern lights
Quote: "Si tengo talento para algo lo uso para subir cántaros de aguas negras" Alejandro Páez Varela 
Reading: No me esperen en abril - Alberto Bryce Echenique