martes, 14 de febrero de 2017

La niña normal

A veces sí quisiera serlo, la niña normal. Pero hasta mi mamá me lo dice, que desde chica siempre fui "rarita". Hace unos días me enteré de la muerte de uno de mis profesores de la preparatoria. Alguien lo puso en Facebook y de ahí todos nos enteramos. Lo leí y claro que lo lamenté, no tengo el corazón de piedra, siempre es triste que alguien muera y sobre todo cuando sabes que no es una persona particularmente vieja. Siempre te ayuda a dimensionar la finitud de la vida, lo increíblemente efímero que es todo.

Sí, pero de eso a lamentarnos colectivamente, nosotras, sus alumnas, bueno, ahí sí ya no le entro. Sí fue mi maestro, sí era bueno; tampoco tengo el nítido recuerdo como no lo tengo de casi toda la preparatoria -años perdidos de mi vida- porque fue una época poco memorable y sobre todo porque después de esos años yo me desentendí de las matemáticas y de todo lo que tenía que ver con esa escuela. Sí, era un hombre que era amable con mi familia, que me llevaba a la escuela a veces y quizá debería ser más empática por eso, por ese detalle exclusivo. Pero no.

Y es que en realidad, ¿de qué nos sirve darnos golpes de pecho por alguien a quien dejamos de tratar desde hace más de diez años? Nadie sabía siquiera que el hombre estaba enfermo, todas nos enteramos por el Facebook. Pero por cosas que aún no logro entender, ése justo era el mejor momento para decir que fue una excelente persona. Así que una compañera formó un grupo para organizarnos para ir al funeral o bien para comprar entre todas una corona. "Que se vea que sus alumnas lo recuerdan", algo así dijo alguna. ¡Pero si ya está muerto! ¿Cómo lo va a ver? Entonces, más bien yo recordé el poema aquel de "En vida, hermano, en vida", el cual tengo en la cabeza grabado por otros eventos que ahora no vienen al caso. Y aunque sé que no es el mejor poema, tiene razón. En vida, así se hacen las cosas. Estuve leyendo lo que escribían en el chat: muchas se disculparon por vivir lejos, por no estar disponibles, pero claro que se unirían a la colecta para la corona; yo decidí abandonar el grupo antes de decir algo indeseable, pero lo voy a decir ahora: de nada sirven las coronas, de nada sirve ir a plantarse a rezar un rosario y hablar de lo maravilloso que era, de mucho menos sirve rezar por su eterno descanso.

Pero bueno, yo no soy una niña normal. Yo salí vomitando la religión después de 15 años en una escuela de monjas. Y es muy cierto que uno espera que la gente piense como uno mismo, así que de algún modo iluso, tengo la idea de que mis compañeritas deberían vomitarse también, al igual que ellas tienen la idea de que yo debería rezar y unirme al lamento.

La muerte es algo extraño que me persigue siempre, "una forma escondida tras la puerta", diría Emily Dickinson; y también creo que tengo una manera diferente de llegar a ella o de pensarla, de lucharla o de aceptarla. También tengo mi idea del más allá, o más bien no tengo ninguna. Al respecto, acabo de ver en el Facebook otra cosa que tiene que ver con la muerte: una compañera (también de aquella escuela de monjas) pide a sus contactos que se haga oración todos los días a las 9 de la noche, para pedir por la salud de su abuela, porque: "los médicos dicen que ya no hay más que hacer, pero Dios tiene la última palabra"; y yo no entiendo nada, ¿para qué es el rezo?, ¿en qué ayuda ponernos una hora?, ¿Dios sabe de horarios? Si Dios tiene la última palabra, ¿por qué causa concreta estamos rezando si ya todo está dicho? Yo no entiendo nada.

Por eso, justo, mejor me quedo callada. Y bueno, así andamos, sin entrarle a la normalidad desde chiquilla.


Music on: Soldier on - Richard Hawley
Quote: "Prefiero creer que nada te ha ocurrido, que andas por ahí, como yo, convencida de que nada vale la pena"
Reading: Al final del vacío - J. M. Servín