jueves, 24 de abril de 2008

Las letras y las formas

Cuando alguien me pide prestado un libro o me pide que le recomiende uno, siempre surge la pregunta "¿Y de qué se trata?" A mi modo de ver, esa es la pregunta más desagradable que se puede hacer. Porque a lo largo del tiempo me he dado cuenta de que la literatura no se trata sólo de historias, sino de sentimientos y lugares y, sobre todo, de formas.

Mi predilección por las formas, por no decir, mi obsesión por ellas, la remonto al momento en que leí un libro que yo catalogué de "poco convencional", es decir, algo que no necesariamente me cuenta una historia desde el principio al fin en un orden estrictamente cronológico o que tampoco se concentra en contarme una historia como tal sino una serie de reflexiones acerca de todo y de nada al mismo tiempo.

El libro que leí bajo esa nueva perspectiva fue La pasión según G. H. de Clarice Lispector, aunque creo que bajo este rubro se puede considerar algo más universal, Rayuela de Cortázar es la novela por excelencia y, sin embargo, rompe con la cotidianeidad de la narración e impone un nuevo orden y una nueva forma.

Las formas son los grandes atractivos que encuentro en la literatura. Así que si alguien me pregunta de qué se trata algo, yo usualmente contesto que eso no importa porque lo de menos es la historia o la patología de los personajes, sino la manera en que el escritor entreteja una realidad a través del lenguaje.

Ciertamente, las formas no son el atractivo fundamental para toda la gente. Hace unos meses un amigo me recomendó un buen libro; yo, en la tendencia normal de recomendar lo que a cada uno le agrada más, le sugerí Niebla, de Miguel de Unamuno. La historia, si es que debo contarla para contextualizar, gira en torno a un hombre indeciso que encuentra que se ha convertido en un personaje de ficción pues el mundo se le revela del otro lado, donde reina la metaliteratura y el autor cobra vida en la novela; pos upuesto, pasan una serie de cosas interesantes y puramente anecdóticas que bien vladría la pena comentar aquí; sin embargo, a mí la historia como tal no era lo que me llamaba la atención, sino más bien, el hecho de pensar en la metaliteratura en sí y en la posibilidad de crear entes de ficción a partir de nuestras propias obsesiones.

Para no hacer el cuento largo, diré que a mi amigo no le gustó la novela (nivola en realidad) y prefirió que le prestara algo de Isabel Allende. Sin ánimos de ofender a la escritora que también tiene sus cosas atractivas e interesantes, yo desistí de enseñar a la gente a comparir mi amor por las formas y lo metaliterario y dejé de sentirme como un predicador al estilo cristiano que busca recoger a tantas ovejas descarriadas se encuentre.

A mí la historia puede no importarme, pues me improta más la pasión, la tristeza y el experimento literario con que algo se construye. Ejemplos de mis libros favoritos, que manejan algo que yo insisto en llamar "diferente" existen bastantes, por mencionar algunos, diré que disfruto el absurdo de Esperando a Godot, el arrebato y la melancolía de los dos personajes que esperan a la espernza aún cuando saben que ésta no llegará; también me fascina el experimento literario de El beso de la mujer araña con sus formas discontinuas y la creación de personajes a partir de la oscuridad de una cárcel. Encanto especial tienen las Historias de Cronopios y de Famas y el hecho de que el lector nunca sabe qué es exactamente qué es un cronopio pero igual resulta encantadoramente atractivo.

Así que la literatura no se trata sólo de historias. Es más, creo que pensar en ella como una serie de relatos no es sino empobrecerla. Se ha dicho ya que la litaratura no tiene más que cinco temas posibles y si esto es cierto (que no dudo) es la forma la que rescata las historias y les otorga la novedad que sigue desgarrando almas e intrigando cuerpos.

Si fuera tan sencillo trabajar con lenguaje, todos seríamos escritores de oficio.


Music: Sigur Rós - Agaetis Byrjun
Quote: "Amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo quiere" J. Volpi

miércoles, 23 de abril de 2008

En pausa

Me creo artista... y como hasta los artistas más malos o inconsicnetes se dan el lujo de ausentarse de sus páginas de intenet, anuncio que estoy reconstruyendo unas cosas en el blog. Sé que casi nadie me lee, pero los pocos que lo hacen merecen la notificación de mis locuras y mis obsesiones por el no-estancamiento gráfico de esta cosa.

Pero pronto regreso...

sábado, 19 de abril de 2008

El Naturalismo, la Pardo Bazán y su Destripador de Antaño

El Realismo y el Naturalismo son movimientos artísticos y estéticos que plantean la existencia de un mundo objetivo que puede ser descrito por el artista.

Émile Zola propone la estética del Naturalismo en 1871, en la cual se concentra en explicar cómo debe ser el arte y específicamente la literatura. La importancia de la perspectiva estética de Zola es que éste ve al arte como una ciencia, dado que así como la ciencia tiene un método científico, el arte también debe tener uno y este arte debe estar basado en el positivismo. Con esto, Zola pretende construir un método científico para hacer literatura.

Para Zola, el arte no tiene que ver con la fantasía ni la imaginación, sino que tiene importancia en tanto se toma únicamente lo que es científicamente comprobable, así pues, al arte y propiamente al Naturalismo, no le interesa lo que piensa la gente pues esto no es comprobable; Zola busca únicamente lo que se puede fotografiar y como sabemos, los sentimientos o pensamientos no aparecen en una fotografía.

En el Naturalismo, en general, las historias contadas son historias de masas y de gente con defectos o deformidades. El final es la muerte pues ésta es vista como la realidad absoluta del ser humano. Se habla de la parte agresiva del a Nautaleza, es decir, lo decadente, las enfermedades, la pobreza, la suciedad, los vicios, el hambre y la sexualidad; básicamente, todo lo existente en la vida del ser humano, pero con sentido negativo.

Emila Pardo Bazán es seguidora de Zola y rescata la visión simbólica en el Naturalismo. Su cuento “Un destripador de antaño” es un texto que tiene varios rasgos naturalistas y que ejemplifica con claridad lo que proyecta este movimiento en la literatura.

Primero que nada, hay que resaltar que efectivamente, la Pardo Bazán utiliza un lenguaje sencillo y se limita a fotografiar lo que ve, pues no se mete demasiado con aspectos sentimentales sino con descripciones de los eventos, los lugares y las personas.

El cuento inicia como si se fuese a empezar a contar una historia con tintes fantásticos e increíbles: “La leyenda del «destripador», asesino medio sabio y medio brujo, es muy antigua en mi tierra,”[2] con lo que se pone un poco en duda si se trata de algo naturalista pues el hecho de involucrar la palabra “leyenda” quizá pueda no remitir necesariamente a algo real y producto de una fotografía. Sin embargo, más adelante, al iniciar el cuento es donde se comienza a ver el sentido naturalista del relato. En el primer capítulo del cuento inicia la descripción del lugar en el que se lleva a cabo la historia; cabe resaltar que ésta sucede en un pueblo, cosa que no concuerda con el Naturalismo pues, según Zola, los escenarios deben ser urbanos. Aún así, dentro de la descripción de escenario hay un elemento muy importante que es completamente naturalista; el paisaje es hermoso y hasta onírico, aunque pobre, y desde este momento va a marcar el contraste entre la naturaleza tranquila y bella con la miseria de las personas que habitan en ese lugar.

De hecho este mismo detalle de contraste reaparece en el final del cuento en donde el amanecer resulta hermoso y en medio de la belleza es que se descubre el cadáver de Minia: “allí mismo, bajo los rayos del sol, del alegre, hermoso, que reconcilia a los humanos consigo mismos y con la existencia, divisó un bulto, un cuerpo muerto, el de una muchacha...”[3] Esto demuestra que la naturaleza no tiene nada que ver con la vida de los hombres, cosa que rompe por completo con el Romanticismo, por ejemplo, en donde la naturaleza incluso respondía al estado de ánimo del hombre y en donde había una comunión fuerte entre ambas entidades.

La imagen de Santa Herminia de Tornelos es muy importante para el relato; la santa parece muerta siempre y el enorme parecido de la santa con Minia revela que de alguna forma Minia terminará como la santa. Incluso la descripción del cuerpo con apariencia de muerto de la santa y la imagen del cadáver de Minia tienen elementos comunes; se dice de la santa que: “la postura permitía ver perfectamente la herida de la garganta, estudiada con clínica exactitud.”[4] Del cadáver de Minia se dice que: “su doblada cabeza descubría la tremenda herida del cuello.”[5] Esto ejemplifica la tremenda similitud entre la santa y Minia y el inevitable destino que tendrá la muchacha pues ella al morir ya siente que se está convirtiendo en la santa.

Ligado a esto viene el aspecto simbolista que rescata la Pardo Bazán pues los sueños de Minia o las visiones que tiene sobre su propia muerte no son cosas proféticas ni románticas sino manifestaciones psicológicas con bases reales, Minia se morirá no por un anuncio divino, sino porque las circunstancias la llevan a eso, porque trabaja mucho y no come bien, porque la falta de dinero y la leyenda de Don Custodio son el canal propicio para que Minia muera. Y la muerte de Minia es aceptada y entendida como una liberación al sufrimiento.

Otro simbolismo que utiliza la Pardo Bazán está en la yegua que monta Don Custodio pues al tratarse de una hembra, simboliza la perdición a causa de un ser de otro sexo, en este caso Minia, lo que deja ver que Custodio se dejó llevar por su instinto y se ha perdido como ser humano. Esta perdición se enfatiza porque al ir detrás de Minia, Custodio, con toda su inteligencia, se vuelve igual a la gente del pueblo, que en realidad son vistos como animales y por lo tanto se manejan únicamente por lo que el instinto les indique.

La perdición antes mencionada está relacionada también con la idea de Zola de que los hombres en realidad no son buenos sino que todos actúan con base en su propio beneficio y la bondad tiene detrás un propósito de satisfacción de alguna necesidad o deseo; así, Don Custodio tiene deseos de salvar a Minia no por altruista sino porque se le ocurre pensar que es posible contraer matrimonio con ella y así tener a alguien que lo acompañe y haga las tareas de las otras dos doncellas que se marcharon de su casa. Este aspecto es totalmente naturalista pues refleja la realidad de la naturaleza humana sin frenos y demuestra que la gente es convenenciera y que su bondad tiene siempre un propósito personal escondido.

El molino funciona también como un símbolo pues desde el inicio se muestra tranquilo y apesadumbrado, lo que refleja con su decadencia la tristeza y desilusión de la vida. También es importante que el foco de la descripción inicial es el molino ya que aquí es donde se desarrolla el eje fundamental de la historia. Aparte, el molino trae consigo la desgracia de la familia de Minia pues su mala administración los arrastra irremediablemente a la pobreza. El molino así como el lugar donde duermen es un rasgo naturalista ya que demuestra la suciedad y la promiscuidad de la familia pues todos duermen prácticamente juntos en medio de la suciedad y la carencia.

Jacoba de Alberte es un símbolo también, pues ella resume la ignorancia y la ideología de todo el pueblo; no es necesario conocer al resto de los habitantes del pueblo para saber que todos piensan de esa manera, que creen lo mismo de Don Custodio y que actuarán de la misma manera a la muerte de Minia.

Los personajes que aparecen en el cuento se describen como personas humildes y reales, desde Minia hasta Don Custodio todos parecen personas comunes y corrientes, lo cual es de suma importancia dentro de un relato naturalista. Como diría Zola, la vida de los hombres no se conforma de aventuras seguidas por aventuras sino que es verdaderamente trivial y para nada emocionante. Sin embargo, la Pardo Bazán plantea la idea de que los personajes a pesar de su condición pobre se aferran a las cosas materiales que tienen y se apegan a estas como si sin ellas pudieran morir, sin tener conciencia de que la muerte es en realidad inevitable. Pepona y Juan Ramón están dispuestos a hacer todo con tal de no perder su molino y el pedazo de tierra para sembrar, al grado de que Pepona decide matar a Minia y entregarla a Custodio a cambio de las dos onzas que tanto necesitan para que no los echen del molino.

Los personajes del pueblo son vulgares e ignorantes, su condición es irremediable y que nunca se podrán convencer de cosas sencillas y simples sino que siempre buscarán tener una explicación poco racional pues esta clase de cosas sí van con su manera de pensar. Algo que comprueba la magnitud de la ignorancia del pueblo es que ellos ven la botica de Don Custodio como algo feo y siniestro, de nuevo, algo ignorado y por lo tanto temido un parte de lo que se tienene que llenar con invenciones: “la anaquelería ostentaba aún esos pintorescos botes que hoy se estiman como objeto de arte, y sobre los cuales se leían, en letras góticas, rótulos que parecían fórmulas de alquimia (...) y otros letreros de no menos siniestro cariz.”[6]

Los personajes son pues, gente trabajadora, y algunos presentan características propias del Naturalismo; un ejemplo claro es el caso de Juan Ramón que es un alcohólico; la crudeza con que se describe su situación es interesante pues la Pardo Bazán describe cosas reales sin rodeos. Así, tenemos que Minia a pesar de ser bonita tiene rasgos naturalistas en su descripción pues sigue siendo pobre y mal alimentada: “tenía el pelo del color del cerro que a veces hilaba, de un rubio pálido, lacio, que, a manera de vago reflejo lumínico, rodeaba la carita algo tostada por el sol, oval y descolorida, donde sólo brillaban los ojos con un toque celeste, (...) Minia cubría sus carnes con un refajo colorado, desteñido ya por el uso, recia camisa de estopa velaba su seno, mal desarrollado aún.”[7] Así, Minia no es una joven fea pero no se olvida el hecho de que es pobre, que apenas tiene con qué vestirse y que el sol ha maltratado su piel.

Pepona es trabajadora y su condición ejemplifica la idea de que no hay libertad posible en el ser humano, como lo decía Zola, así como que el ser humano es un conjunto de reacciones físicas y químicas. Pepona es trabajadora y decidida pero su esfuerzo se pierde con el comportamiento de su hijo y Juan Ramón. El valor que tiene y su determinación a hacer las cosas, cualidades demostradas al acudir sin vacilar ante Don Custodio y no tenerle el miedo absurdo que le tenía el resto del pueblo, no le sirven de nada al final.

La libertad imposible también aparece disfrazada en uno de los temas ejes del relato, en el hecho de que la ignorancia es imposible de remover y que el pueblo seguirá pensando lo que quiera, así, después de la muerte de Minia siguen creyendo que ha sido don Custodio el asesino pues no pueden ver la realidad y es verdaderamente imposible convencerlos de lo contrario. Al final el pueblo ve a Custodio como “más destripador que antes, y destripador que tenía la habilidad de hacer que pagasen justos por pecadores, acusando a otros de sus propios atentados.”[8] Y la instrucción del pueblo es imposible, como bien lo había dicho Llorente.

Así pues, en este relato naturalista de la Pardo Bazán se aprecian varios elementos propios de este movimiento estético que busca, como ya se demostró, la descripción de los elementos naturales del hombre, de esta naturaleza vista como lo más propio del hombre y lo degradante de éste, lo negativo, con la idea de que ya no hay mundos oníricos diseñados para el hombre sino que éste es un elemento ajeno y eternamente triste y resignado.

La Pardo Bazán logra representar los ideales del Naturalismo en este cuento que, como ya se ha demostrado, ejemplifica la condición humana sin libertad y con una serie de obstáculos en una vida degradante, pobre y dolorosa, simplemente humana.








1] Émile Zola, « Le naturalisme aun théatre », en Le roman expérimental, G. Charpentier, Éditeur, París, 1880, cuarta edición, págs. 123-124.
[2] Emilia Pardo Bazán, “Un destripador de antaño” en Un destripador de antaño y otros cuentos, Alianza, Madrid, 2003, p. 53.
[3] Ibíd., p. 82.
[4] Ibíd., p. 57.
[5] Ibíd., p. 84.
[6] Ibíd., p. 69.
[7] Ibíd., p. 55.
[8] Ibíd., p. 82.

viernes, 11 de abril de 2008

Carta

Dicen que las cartas también son literatura, no lo sé de cierto, lo supongo; y sin embargo, hoy estoy dispuesta a creerlo porque hoy debo ser capaz de amarte aquí y ahora sin los sueños, pero sí con las palabras justas para escribirte lo que no te puedo decir, lo que te odio y te amo y lo que soy contigo o lo que no soy sin ti.

Y si se puede, lo tomo… y te escribo desde el dolor más limpio y dulce, ese que ya no es sólo dolor sino una disciplina constante de la vida, un aborto de mil suspiros que despiertan a la razón. Te escribo porque tú eres el recuerdo que pesa más que la muerte y la vida juntas, el destino insondable que se pierde en el amanecer de mis huesos, porque por más que te niegue, te vuelvo a encontrar, una y otra vez, siempre.

No ahora ni antes, sino eternamente, es tu rostro el único que mi alma admira y busca en la vigilia y el sueño. No hay otro sino tú, ese otro que se impone a la verdad de mi vida, otro que es el poder que me hace regar mis esperanzas con mis ojos, otro que es dulce y falso y aún bello.

Es que todo eres tú y tú no lo sabes. Aquí hay un hueco, el hueco de tus pisadas hundidas en la alfombra y el vacío de mis heridas secas. Y yo me trasmuto en el hueco también porque tú eres mi esencia primera y última y no me puedo llenar de nada porque no estás más; perdí lo mío en tus brazos, en el tiempo que traspasó la distancia y que desvistió a los árboles tantas veces, perdí también tu beso prohibido en la dura página de hielo de tus ojos y en la escala maldita que tocó mi réquiem.

Es sólo un silencio, un vacío y la sombra de ti atada al delirio, a la enfermedad crónica que padezco cada minuto por tu forma etérea y tu nombre impronunciable.

Y yo que quería la eternidad, sé ahora que no tengo sino la falaz esperanza del encuentro plasmado en la urna que guardará mis cenizas. Habrá un muro y ahí grabados nuestros cuerpos y nuestros labios insaciables tan cerca de encontrarse en un beso, un beso congelado en el tiempo, eterno, imposible.

No sé si te acuerdes, yo sí, porque mi vida y mis manos se arrugan de sal con puros recuerdos. Y yo me acuerdo de todo lo que eres y éramos y seríamos, me acuerdo también del porvenir dichoso que no tendremos. Esa tarde afuera del café, el frío de mis manos congeladas ante tu abrazo perplejo, tu sombrilla negra que apenas nos cubría, la forma que éramos unidos bajo la lluvia.

Me pregunto a veces qué es lo que eres, de dónde escapaste o qué hiciste para robar mi cordura y destrozar mi razón, para lanzarme hacia todo lo que me afirma y me niega si tú no estás conmigo. Eres el amor puro, sí, la encarnación de aquello que llamamos vida, la concreción de las cinco letras del deseo y el respirar de la pasión y la entrega.

No importa lo que seas, sino lo que soy yo contigo, no importa que estos versos quieran limpiar el alma triste y que no lo logren. No importa tampoco que estas no sean mis últimas palabras. Yo necesito escribirte siempre aunque seas ausente e impersonal, lejano y frío, las palabras me recuerdan que eres y que soy.

Acuérdate: Tepotzotlán al atardecer y el hotel que no tenía sino una cama pequeña, los dulces del mercado y la lluvia bajo los árboles. Siempre la lluvia como cómplice del encuentro y un cuarto con sábanas blancas que enredara nuestras formas para que bebieras el cáliz de mi ombligo y yo tocara el marfil de tus piernas.

Y luego, de mañana yo sentada en algún lugar del centro esperando tus llegadas tardías. Escribiéndote más de mis dulces versos antes de verte llegar como un ángel bajado del cielo, tus ojos tristes, tu simpleza.

Eso y aún más recuerdos… El encuentro en el pasillo del claustro, tus manos tibias sudando el rocío que nunca más volvería a tocar así, o el aula que cerrara el momento casual y jamás se consumara la pasión por culpa del miedo.

Y después, un mundo de posibilidades y yo simplemente despierta, saber que todo se derrumba y que la condena me persigue porque siempre eres tú el que miro y el que busco, o el que me busca. ¿Cómo decirte todo esto? ¿Cómo hacer que existas de nuevo? Si la vida no es sino un conjunto de instantes almacenados en la memoria, dime, dulce vida, ¿qué hacer para detener el tiempo y congelar el beso realizado y no el recuerdo de lo imposible?
Siempre tú y tú, el mismo aparecido en otro cuerpo, con la consigna de la ilusión robada a mis ansias infinitas. Siempre tu rostro, tu sonrisa que encuentro en todos lados y que es perfecta y suave. Tu verdísimo amor que regresa y el dolor que nunca se va.


No quisiera seguir la confesión ante tus oídos sordos, no quisiera deshacer el encanto de lo que queda; más bien quisiera delirar siempre. Pero sé que he de alcanzarte en el mundo y en todos los hombres que a veces creo, son el mismo, todos tú, buscarte para pensar que soy yo la que encuentra y no tú el que busca oscuramente y me domina y me doblega.

Quizá cada uno sea diferente y pueda creer en milagros. Pero el milagro no me será otorgado nunca, y no alcanzo a comprender, no sé qué he hecho para condenarme así, pero lo peor, lo que más duele es que intuyo con la verdad pegada a mis poros, que todo error radica en mi culpa, en haberte querido amar demasiado.

sábado, 5 de abril de 2008

Planes frustrados

No sé si a Shakespeare le angustiaba perder un manuscrito. yo imagino que sí y que igual le pasaba a muchos de los grandes escritores del pasado antes de que existiera el blogger.com. Y también imagino que entraban en crisis al extraviar alguna hoja o el contenido mínimo de alguna parte de sus obras. sin embargo, me parece que es mayormente angustiante estar escribiendo al borde de la inspiración poética y que de pronto el servidor de Internet o algún extraño error de la Matrix se lleve de manera misteriosa tu post del día y te quedes con la pantalla en blanco y la incógnita de por qué rayos sale esa página horrible que dice "No se puede mostrar la página." Y ahí van tus grandiosas ideas y tu creación alterna de realidades, tus sentimienetos desboradaos en el enguaje preciso y la palabra perfecta. Todo en un segundo.

Pues eso me acaba de suceder... y más allá del coraje y la frustración, creo que esta patología que me sucede es común a pocas personas. Esto se siente como perder un pedazo de uno mismo en esta red que no alcanzamos a entender (yo no la entiendo, no sé cómo es que es posible el funcionamiento de la banda ancha). Pero es pérdida... una muy grande. Y es tristeza también proque uno quisiera ser como Neo y entrar a la Matrix y matar al señor de traje negro... pero es imposible y, por lo tanto, me quedo sin post esta semana porque el nojo me impide iniciar de nuevo y porque, seguramente, el sistema hará que la ley de Murphy se potencie y frustre de nuevo mis planes.