viernes, 26 de marzo de 2010

Desde el fondo de todo lo que soy...


...me pregunto tantísimas cosas, muchas de ellas sin trascendencia, sin lugar, sin sentido. Luego pienso ¿acaso la vida o lo que así llamamos tiene algún sentido? el pensamiento, acaso, eso que hacemos, incluso por lo que morimos, ¿a dónde va? ¿tiene sentido? Y me respondo con plena convicción que no. Sé que todo es un trajinar absurdo y que todas las empresas están condenadas al fracaso. Después de eso pienso en Fernando y en su teoría de que los personajes de Onetti están concientes del seguro fracaso de sus acciones y sin embargo, siguen intentando porque cualquier intento, aunque desemboque en la misma salida siempre, es preferible a la mediocridad.

Pienso que tiene razón, al menos creo que debo aferrarme a ciertas ideas para sobrevivir y para hacer que mi absurda y cuasinula existencia me signifique algo, mínimamente, para no arrojarme al vacío. En realidad, —sigo pensando— no me considero capaz de arrojarme al salto existencial como Mersault o Roquentin, creo que a pesar de mi agnosticismo, mi pesimismo y mi casi existencialismo, no estoy lista para abrazar la náusea y aceptar que todo, absolutamente todo es una cruda pérdida de tiempo.

Desgraciada, o afortunadamente, prefiero pensar que la existencia vale la pena por los instantes, sin importar que éstos se desmoronen igual que se desmorona el sonido de una palabra después de pronunciada. Si bien no he aprendido a vivir con el desapego ni he logrado despojarme de todas las cosas efímeras que me atan al mundo, he logrado lidiar, —según yo de manera bastante aceptable— , con la nostalgia, ese bicho extraño que de pronto viene a posarse en la piel e imperceptiblemente se va metiendo hasta los huesos, ese animal invisible, amigo de la melancolía, que una vez que llega no se nos va y mientras sigue tomando posesión del cuerpo y la mente, está mermando la vida. Nótese que digo que he aprendido a lidiar, no aceptar.

De nuevo, desgraciada o afortunadamente, mi humanidad es tanta que sigue casada con la eternidad. Sé que tal cosa es imposible, no hablemos ya de un futuro eterno más allá de la muerte, no, esas ideas con muy grandes, me refiero simplemente a la eternidad que quiero guardar en instantes perfectos y extenderlos para siempre sumida en la dicha que me provocan. Entonces mi Sísifo interior me indica que debo seguir detrás de esa eternidad, aunque el resultado al final, aparecido como una bomba que ciega los ojos de tanta verdad sea igual, terriblemente igual.

¿Qué hacer? No consigo encontrar otros caminos, quizá simplemente no quiero. Busco instantes y día a día me acostumbro a la nostalgia. Vivo lo que puedo y me propongo ir un poco más allá, no perder demasiado el tiempo (¡oh, qué difícil tarea! Si apenas hemos nombrado algo que se llama tiempo y que no es tiempo). No sé si sea feliz, creo que nadie lo es realmente, conforme a su naturaleza, las cosas metafísicas se tornan muy complejas como para decirlas, a veces incluso para pensarlas. Mi respuesta es variable, digo que no lo sé, que casi, que sí, que no quiero perseguir quimeras. De nuevo soy como Sísifo, sé que no hay respuesta definitiva para todas las preguntas pero no me canso de seguir preguntando.

Y además, pienso, sigo pensando en musarañas y locuras potenciales, cuestiono mis sueños, me pregunto qué pasará si en lugar de despertar cada que voy cayendo en precipicios oníricos, me quedo dormida a fuerza para encontrar lo que habita en el final. También pienso en esta noche poblada de estrellas que no volteo a ver, en los anillos que llevo en mis dedos desde hace años, y que no me quito no sólo por costumbre o gusto sino por una razón más profunda que recuerdo pero no puedo explicar del todo.

Pienso y escribo, encuentro lo que soy cada día y trato de quitarle el miedo a eso que se me revela cuando inicio una exploración de mi ser. Siempre encuentro cosas nuevas y me sorprendo. ¿Qué encontré hoy? No lo diré. Algunas cosas tienen que existir así, por el secreto. Y luego me pregunto por más cosas y más y más, hasta que decido que mi cabeza es demasiado pequeña para albergar todas las preguntas del mundo y que ya ha sido suficiente. Pero mañana empezaré de nuevo, seguramente.


Music on: The thin ice - Pink Floyd
Quote: ¿Quién si yo clamara, me escucharía entre los ángeles? - R. M. Rilke
Reading: Un hogar sólido y otras piezas - Elena Garro

domingo, 21 de marzo de 2010

Un instante escarlata

El tiempo se recrea
indistinto detrás de mis caminos;
las arrugas solitarias de miedo
plegadas tras la espuma
anuncian la verdad de luz vestida.

Después de enajenar a la esperanza
he sido despojada de tu aurora,
de la paz inmaculada en tus dedos
y la eterna noche blanca en tu cama.

Soy un muro de viento;
el vacío fulgor de los espejos,
mis paredes sosegadas y lentas
se pintaron de rojo,
el color del recuerdo.

La memoria es el sostén de mi aliento
es la estación robada al infinito;
el ruido de la alcoba,
ocaso humedecido,
pulso de vena muerta,
cómplice de agonía.

El tiempo resplandece,
laberinto de minutos perdidos;
recuerda en el silencio
a las almas creyentes en milagros
y el llanto de los mártires vencidos.

Una imagen de tu cuerpo desnudo
se sume en mi garganta,
es postal de impresiones engañosas
tapiz de mi memoria,
sangre de mis cabellos,
huella mortal adherida a mis labios,
habitante imprevista de mis uñas,
de mis órganos fríos y mis huesos.

Antes de que la noche
derrame alegre su melancolía
sobre la niebla azul de nuestro encuentro,
intento cegar mis ojos abiertos,
huir al sol que mana de los tuyos,
dorado frenesí
hacia un mundo olvidado de mi esencia.

Al otro lado de tu dulce boca
busco la redención;
mi voz se hunde agotada en las aceras,
la muerte no me otorga su palabra;
la brisa de tu cuerpo,
altar de flores rojas
está clavada en mis pulmones negros.

El tiempo no es sino un profundo hueco,
una cárcel poblada de inocentes
nadie encuentra salvación en sus calles;
es la niebla que contiene los daños,
un tumulto desierto.

Riego los instantes con las goteras
de mi alma encanecida,
robo del tiempo la estación perdida,
la unión de lo imposible,
la suma de mis horas.

Igual que un muerto sin sepulcro alguno,
mis pasos desean romper los días,
olvidar la tormenta de tu abrazo
tu silueta de bruma
exacta fabricada a mi medida.

La sombra de tu aliento
es real como el azul de mi caricia;
no deja mis detalles
ni apacigua mis manos,
pervive en el recuerdo,
hermosa pintura arrojada al fuego.

La presencia violácea del encuentro
renace en mis palabras,
habita en mis sabores;
es un suspiro ahogado por el aire,
una estrella fugaz,
una semilla infértil.

El tiempo no muere tan rápido;
engaña presuroso a los momentos,
la cruel verdad se esconde
lavada de nostalgia
detrás de tu boca de piedra y hierro.

Sin paz ni soberano
la angustia resplandece,
siembra el dolor helado,
teje agua en la cabeza de los muertos.

La brisa de tus manos
se moja en mi cintura,
tu negro parpadeo abre mi herida,
de ilusiones inunda mis mentiras.


Music on: Life in Technicolor II - Coldplay
Quote: "He aquí que la muerte tarda como el olvido". Rosario Castellanos
Reading: Miedo a los animales - Enrique Serna

sábado, 13 de marzo de 2010

Entre el iluminado silencio y la levedad de mi ser

"el mundo nace cuando dos se besan"
Octavio Paz


Que el tiempo no es indulgente con nadie, bien lo sé. Que sigo buscando instantes, también, ¿qué de malo hay en eso? en caer sin tiempo hasta lo más profundo de las tinieblas rodeada de un halo de luz, como la sombra de dios que se cierne en el paraíso antes de haberse perdido, cayendo en busca de un instante.

He flotado, levitado muy ligera, imperceptiblemente, a casi nada del suelo. si caigo, no será grave. Vivo intensamente, sabiendo que prefiero el fracaso a la mediocridad. Amo, pero aún no me enfrento al desencanto, intuyo que esta vez será diferente, hay algo que me hace creerlo de esa forma.

Estoy avanzando al paso que mis propios pasos me lo permiten, sin demasiados planes, con poca expectativa, fluyendo. Mientras menos espero, más cosas llegan. Todavía no me familiarizo con esa felicidad mansa porque la mayor parte del tiempo, encerrada en mi ser, en las colinas de ese viejo ser que yo también escondo, donde yo sola sé que me debo primordialmente al dolor. Sin embargo, cosa rara, comienzo a entender muchas cosas. Extiendo las manos en busca de algo a lo cual asirme, como sucede siempre, no encuentro nada sino el vacío, un vacío que se llama eternidad. ya no la temo. 

Octavio Paz proponía que dentro de la inagotable miseria humana existen algunos momentos brillantes en los que el mundo detiene por instantes su devenir absurdo; uno de esos instantes de luz es el de la poesía, cuando al palabra le robaba tiempo al tiempo. Otro es el del amor, mismo que permite crear mundos a partir de un beso. Paz no es mi favorito, ya lo he dicho en otras ocasiones, pero es por ese atisbo de filosofía que lo rescato y me adueño de su idea y su clara sombra.

Es una sensación curiosa esta del amor, del "nuevo amor" si acaso lo puedo llamar así, no es algo que me espante, es simplemente diferente, es saber que existe alguien que tiene mi nombre en su pensamiento, como escribió Pedro Salinas: "que hay un ser por el que miro el mundo porque me está queriendo con sus ojos", sí, es una sensación curiosa no estar envuelta en el destino fatídico de ser solamente el recuerdo de un olvido. Muy curioso.

Hace tantas lunas que mi cuerpo no experimentaba la tranquilidad del amor sin obsesiones ni miedos. Tan lejano me resulta que me pregunto si esto es amor. Aquí todo fluye con alegría, en paz. Sigo siendo yo, auténtica, orgánica como las gallinas, simple, tal y como soy en el silencio que me rodea a diario, libre y feliz, ¿así es el amor? ¿compartir el silencio y el olvidado asombro de estar vivos? ¿escuchar la respiración del mundo sin enloquecer? Hace tanto que no sabía nada de esto, tanto que dudo si acaso alguna vez lo supe.

Suelo decir que soy poeta, pero a veces se me acaban las palabras, como a Lispector. Quiero gritar de alegría, sudar la mansedumbre de vivir y ser orgánica, libre pero del lado de alguien que no teme darme su mano, de alguien que busca mis labios y que con su iluminado silencio no dice nada, sólo espera y acoge tranquilo un beso igualmente callado y cómplice que no necesita lenguaje para significarlo todo. Así es: libre en el mundo del silencio.

Otra vez me pregunto si acaso esto es el amor. No es que me cueste trabajo creerlo, algo me indica que así es, pero es sólo que resulta extraño. Habría que escribir un mundo en espiral, expulsar el eterno retorno, luchar contra el determinismo y no dejar de fluir. Caigo, cae el tiempo en busca de un instante, un instante y otro y otro, varios segmentos de fugacidad intrínseca, de fuego enardecido y de aquello, tan raro, que me atrevo a denominar "felicidad."

Esta noche vuelvo a escribir para decir lo que soy y poetizar, mas no sufrir, lo que carezco. Floto, soy ligera y la levedad de mi ser no me resulta insoportable.

Music on: United States of Eurasia - Muse
Quote: "Con su gran ojo el sol no ve lo que yo veo" John Keats
Reading: Nueva memoria del tigre - Eduardo Lizalde

viernes, 5 de marzo de 2010

El Autorretrato de Rosario Castellanos


De Poesía no eres tú (1972) aparece este poema maravilloso que describe a la poeta y a la persona con un toque de realidad que no muchos logran en la poesía:

Yo soy una señora: tratamiento
arduo de conseguir, en mi caso, y más útil
para alternar con los demás que un título
extendido a mi nombre en cualquier academia. 
Así, pues, luzco mi trofeo y repito:
yo soy una señora. Gorda o flaca
según las posiciones de los astros,
los ciclos glandulares
y otros fenómenos que no comprendo.
Rubia, si elijo una peluca rubia.
O morena, según la alternativa.
(En realidad, mi pelo encanece, encanece.)

Soy más o menos fea. Eso depende mucho
de la mano que aplica el maquillaje.
Mi apariencia ha cambiado a lo largo del tiempo
—aunque no tanto como dice Weininger
que cambia la apariencia del genio—. Soy mediocre.
Lo cual, por una parte, me exime de enemigos
y, por la otra, me da la devoción
de algún admirador y la amistad
de esos hombres que hablan por teléfono
y envían largas cartas de felicitación, 
que beben lentamente whisky sobre las rocas
y charlan de política y de literatura.
Amigas...hmmm... a veces, raras veces
y en muy pequeñas dosis.
En general, rehuyo los espejos.
Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal
y que hago el ridículo
cuando pretendo coquetear con alguien.
Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo.
Escribo. Este poema. Y otros. Y otros.
Hablo desde una cátedra.
Colaboro en revistas de mi especialidad
y un día a la semana publico en un periódico.
Vivo enfrente del Bosque. Pero casi
nunca vuelvo los ojos para mirarlo. Y nunca
atravieso la calle que me separa de él
y paseo y respiro y acaricio
la corteza rugosa de los árboles.
Sé que es obligatorio escuchar música
pero la eludo con frecuencia. Sé
que es bueno ver pintura
pero no voy jamás a las exposiciones
ni al estreno teatral ni al cine-club.
Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo
y, si apago la luz, pensando un rato
en musarañas y otros menesteres.

Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres
que por causas concretas.
Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos,
los parlamentos, las decoraciones.
En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto
es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.
Así pues, aquí nos habla la fea, la triste, la sola, la que enfrenta la verdad y se atreve a gritarla. Rosario Castellanos explora su yo interior a través de un poema sencillo, sincero y sobre todo universal. La poeta se posiciona quizá sin quererlo, como la voz unánime de la mujer que llora y se esconde detrás del maquillaje.

No es de sorprenderse que la poesía de Rosario Castellanos esté dotada de un sentimiento de dolor disfrazado, a ratos, con la fina ironía envuelta en versos directos, no es de sorprenderse, digo, si hemos de remitirnos a su vida de amores tortuosos e imposibles y al matrimonio que nunca le resultó del todo satisfactorio. Varias son las poesías en las que se demuestra su peculiar desencanto por la vida, su queja sin llegar al melodrama y su dolor sin llegar a la tragedia, es decir, un extracto fiel de la realidad.
En Autorretrato se puede percibir sin problemas la posición que la autora tiene frente a situaciones específicas y comunes en la existencia, concretamente, en las vicisitudes de ella misma como mujer, madre, profesionista y persona.

La verdad arrojada con prestancia llama la atención del lector y lo pone en alerta frente a la sinceridad del yo poético, tan abierta, frente a esa risa que también existe por las situaciones irremediables ante las que uno se encuentra. “Yo soy una señora” dice, un título mejor que cualquier otro de academias, una señora que bien se puede poner una peluca rubia o morena, que se maquilla y se viste, que sale a coquetear y mantiene conversaciones con la gente, que escribe en el diario y que cuida a su hijo. En fin, una señora que en apariencia, cumple con la normalidad establecida socialmente. 

Esta señora, poco a poco nos va diciendo que está triste, que se llena el alma con la soledad que extrañamente le resulta más familiar y amiga y que es la escritura el medio con el cual existe y trasciende. ¿Qué importan los parques, el bosque naciendo frente a su ventana, el estreno del cine o las exposiciones de pintura? La literatura es la salvación y la fuga: “prefiero estar aquí, como ahora, leyendo y, si apago la luz, pensando un rato en musarañas y otros menesteres”

La palabra es el medio que le permite ser en todo momento, a pesar de las convenciones sociales, el llanto que se le acumula y las terribles verdades que poco a poco se van cerniendo sobre su cabeza: que habrá de envejecer, que no es bonita, que al coquetear se ve ridícula, que su hijo al que ahora ama se convertirá en juez de su vida. Entonces, para escapar a todo eso, escribe: “Este poema. Y otros. Y otros.”

¿Por qué Rosario Castellanos llega al colmo del absurdo y reduce sus tragedias a lo trivial, como por ejemplo, al hecho de que se le queme el arroz? Acaso porque su posición en el mundo la ha eximido de esa parte que le da importancia a hechos que otros llamarían “importantes” o “trascendentales”. Castellanos propone un dolor manso que aparece frente a las cosas más nimias, quizá porque las otras le han dolido por tanto tiempo que ya no tienen significado real. Como bien lo dice, la enseñaron a llorar, el sufrimiento es un hábito bien inculcado desde la infancia y está convencida de que la felicidad no es algo abstracto, metafísico o incluso espiritual, sino que ésta consiste, al igual que muchas otras cosas, en una serie de pasos a seguir, instrucciones, guías sacadas de un manual perfecto que nunca llegó a sus manos. 

Autorretrato es uno de los textos más sinceros de Castellanos. Envuelve en sí una verdad que abarca la existencia y desnuda el alma no sólo de la autora sino del lector que se encuentra con ella. Detalle curioso es que a través de algunas frases de sutil humor se esconde un dolor profundo, familiar y triste que está a flor de piel del yo poético pero que hay que buscar con la sensibilidad correcta. Quizá el dolor está sólo debajo de un muy buen disfraz, éste se dibuja suavemente en cada una de las cosas que en el poema se describen y quien sepa aprehenderlo, sabrá que el llanto auténtico, realmente, no responde a haber perdido el último recibo del impuesto predial.


Music on: Flathead - The Fratellis
Quote: "Un fantasma no es mas que una persona que ha cambiado de costumbres" J. Joyce
Reading: "Poesía no eres tú" Rosario Castellanos