viernes, 29 de octubre de 2010

De lo importante y lo no tanto.

Dicen que en la vida hay que enfocarse a las cosas importantes. ¿Qué es importante hoy en día? El país está hecho un desastre deplorable, eso todos lo saben y bien valdría decir que tal cosa es importante; la política es una maraña de mentira y corrupción, los asesinatos aumentan, igual los robos, los desaparecidos, las víctimas del narco, los desastres naturales y un largo etcétera. Todo eso es importante, porque vivimos en ese mundo y no podemos pretender que tales cosas no existen. Pero ¿eso es lo más importante?

"El hombre es la medida de todas las cosas" dijo hace siglos Protágoras; es cierto, cada quien, personalmente, es la meedida de sus propias cosas, y respeto lo saludable de apartarse de vez en cuando de esa importancia global, para individualizarse. Personalmente me importan cosas sencillas, las mismas que me enternecen y me alegran, como por ejemplo encontrar dinero en la ropa que hacía mucho no usaba, o saber que, con todos los defectos y fallas, existe gente que, sin motivo alguno, puede arrancarme una sonrisa con un regalo inútil o un chiste malo.

A veces quisiera que el mundo entero desapareciera, o por lo menos olvidar todas esas cosas que lo hacen tan terriblemente feo, hostil, deprimente. . Es una buena terapia pensar de vez en cuando que las cosas importantes no son aquellas que salen en los periódicos o que repiten los políticos, sino más bien las que uno va construyendo día a día así como los recuerdos que se quedan para generar más vida. Es importante despertar al lado del ser amado, por ejemplo, contemplar un atardecer en éxtasis, con calma, reír hasta que duela el estómago, vivir sin ataduras sociales, ser libre.

Cada quien decide qué es importante y qué no. Yo opto por la poesía, el loco amor, el instante, lo espontáneo y esas cosas pueriles, sí, que de alguna manera parecen mucho más importantes en su pequeñez, que la condensación de eventos grandes con repercusión alrededor del mundo. Es importante recordar, sobre todo, que vale la pena soñar, porque la realidad también es frágil y nada dura para siempre.



Music on: Man of a thousand faces - Regina Spektor
Quote: "La soledad no te enseña a estar solo, sino a ser único" Cioran
Reading: Los versos satánicos - Salman Rushdie

viernes, 22 de octubre de 2010

Recuerdos de imaginación extrema

Yo fui una niña con mucha imaginación, de dónde saqué tanta cosa, no lo sé, simplemente hubo una vez un detonante inexplicable que hizo que mi cabeza generara una historia alterna frente a casi cualquier cosa que veía o escuchaba. A todos los niños los orillan a estimular la imaginación, parece ser una parte saludable en el juego y la convivencia con los otros. Para mí no fue así.

Tenía 9 años. Me decían en la escuela que tenía que creer en Dios y hablar con Jesús en cada ocasión que tuviera. Pero Jesús no era dueño de una armadura ni ostentaba un enorme tatuaje en la espalda, sus mayores milagros, convertir agua en vino o caminar por el agua, se quedaban cortos al hecho de utilizar siete sentidos, cambiar el curso de una cascada o poder recibir millones de golpes sin morir. Así pues, mi devoción estaba concentrada en una caricatura, un dragón de carne que aparecía en la televisión y que por mucho, me resultaba más real y más valeroso que el póster que adornaba el salón de clase o el crucifijo doliente. Se llamaba Shiryu, y yo estaba convencida de amarlo, de que era algo así como mi novio; salíamos de paseo, le guardaba comida en secreto y hablaba con él cada noche (¿cómo no? era la única persona que me entendía).

A los 9 años, también, me di el lujo de afirmar que mi verdadero hogar era el planeta Marte, mi vida estaba eclipsada por el recuerdo del hogar perdido; en mi cabeza existía mi supuesta madre y dos hermanos cuyos nombres los había tomado de las estrellas de la constelación de Orión y el Can Menor. Yo también tenía un nombre proveniente de los registros astrológicos trazados en un libro sobre la bóveda celeste que mi mamá tuvo a bien comprar, así pues, yo era Jenny Alnitak Adhara (nombres comprobados que se han otorgado a estrellas reales). Curiosamente mi existencia, a pesar de ser imaginada, estaba confinada a un halo eternamente triste: era una desterrada, extranjera, ajena al mundo en que vivía, rodeada de un montón de gente que no entendía que el sonido de los fuegos artificiales o incluso de los globos de cumpleaños me remitían al recuerdo del planeta deshecho.

Me quedé sin amigos (reales, pues) jugaba en el patio escolar sola, comiendo lento el sándwich que me hacía mi mamá, esperando el momento en que se me acabara la soledad declarada y pudiera regresar al aula a seguir haciendo sumas y restas. Mis amigas me tildaban de mentirosa, obviamente yo creía mis propias mentiras como verdades y me rehusaba a traicionar mi convicción, era una mentirosa, pero la mentira resultaba tan agradable que no tardé mucho en dejarla. Aprendí entonces una valiosa lección sobre sinceridad e hipocresía, falsedad y apariencia, que se aplica tanto a lugares reales como imaginarios.

Una maestra sugirió que me llevaran al psicólogo. Mi mamá nunca lo hizo, si bien ella tampoco tenía muy en claro el asunto del desborde de imaginación, creo que sabía que lo que sucedía no iba a ser tan grave, quizá confiaba en mi inteligencia, quizá nunca entendió nada de nada. No importa. Al final el resultado no fue tan malo, creo.

Crecí, el tiempo transcurrió rápido sin mayores contratiempos, nada trascendente, además de ese episodio de los 9 años, pervive en mi memoria, sólo pasaron cosas normales, circunstanciales y aburridas. La imaginación se me quedó por mucho tiempo más. Hasta hace unos años el único confidente de mis ratos de desesperación seguía siendo una caricatura, un destinatario inexistente, una especie de otredad frente a la cual desnudarme y organizar los pensamientos. Le escribía directamente, con su nombre, aunque él callara siempre.

Sigo imaginando, volando, escapando a voluntad, sé que escapar eternamente no es posible. Quizá algo hubiera sido distinto si desde niña me hubieran advertido que de nada sirve imaginar un mundo alterno si éste va a ocurrir en soledad. Nunca me dijeron lo que era la soledad. Sigo ideando otros mundos posibles, de vez en cuando, porque es lindo, pero he aprendido a callarlos o bien, guardarlos para los cuentos y las poesías, donde toda ficción es válida y no hay riesgos de que alguien te quiera mandar al psicólogo. De vez en cuando me acuerdo de Shiryu y le escribo unas cuantas líneas, sólo para no olvidarlo por completo. Es la mejor terapia performativa que he encontrado.



Music on: Writingo to reach you
Quote: "En vez de lágrimas, lloro moscas" Francisco Hernández
Reading: Los versos satánicos - Salman Rushdie

jueves, 14 de octubre de 2010

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

"esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche"
Cesare Pavese

Estaba sentado detrás de ellos dos, en una esquina del cuarto. También he soñado con la muerte, igual que ellos, pero trato de no pensar en eso. Éramos nosotros tres nada más desde hacía un tiempo en una habitación de la que apenas podíamos percibir las paredes pues había poca luz. Pedro se llama uno, el que usa sombrero y tiene barba larga; el otro, creo que se llama Lázaro, él nunca habla conmigo. Están allá, platicando, los escucho bien desde mi lugar igual de oscuro; siempre regresan a la misma conversación sobre la muerte, como si no pudiesen dejarla atrás nunca. 
Pedro se acomodó el sombrero y miró hacia arriba, donde hay una ventana pequeña e inalcanzable.
—Sueño mucho con la muerte —dice Lázaro, mientras se lleva las manos a la cintura.
— Todos lo hacemos… todavía.
—La veo incluso cuando no duermo.
Pedro apenas lo voltea a ver y le contesta secamente:
—Es lógico.
En esa respuesta se resume toda la sabiduría que acaso reina en este cuarto de incertidumbre y tinieblas. ¿Qué es lo lógico? Aún me lo sigo preguntando.
—Me acuerdo que antes la había visto, mucho antes —Lázaro hace una pausa como si su argumento siguiente le fuese a doler. —No sabía que era ella.
Pedro, aún un poco indiferente, le dice:
—Sí, los ojos seguro. —Pedro busca algo en que subirse y así alcanzar la ventana. Sin embargo, sabe que aún de alcanzar a ver lo que había afuera, no le servirá de mucho pues la oscuridad de afuera indica que aún es de noche y no hay tampoco alguna luz en el cuarto de junto.
Lázaro sigue hablando con la mirada hundida en un horizonte imperceptible y el vacío del cuarto se deposita en sus ojos enteros.
—Es que uno no se pone a mirarle las manos a la gente, —dice.
—Sí, yo sí, de vez en cuando, bueno, ya lo sabía. —Contesta Pedro.
—¿Cómo?
—Mi abuelo la vio justo antes de morir y me lo dijo, dejó de ver por un instante y luego abrió los ojos y con una luz distinta, más clara, le alcanzó a ver las manos, tenía sus ojos en la mano, por eso supo que era ella.
—Yo nunca la vi en el momento de morir, fue hasta después y no sentí que me hubiera quedado ciego.
—No sé cómo es, sólo sé que mi abuelo vio sus propios ojos en la mano fría de la muerte, tan helada que de verla a distancia contagiaba el frío, ahí fue que supo que no había remedio; gritó desde la cama del hospital, yo estaba ahí justo cuando pasó, me dijo en un susurro que ella había llegado y también me dijo que si alguna vez la veía, aún en vida, que me fijara siempre en sus manos, que no tuviera mis ojos en las manos.
Estoy escuchando la misma historia, sé lo que vendrá después, pero parece que en este lugar la memoria no es un requisito y ninguno la comparte, acaso yo, un poco y tampoco termino de comprenderlo. Incluso me sucede que no sé bien qué sigue o cuántas veces se ha dicho lo mismo, por eso sigo escuchándolos atento cada que retornan a lo mismo que quizá no es en realidad lo mismo.
—¿Qué más dijo? —Pregunta, impaciente, Lázaro.
Afuera se escucha un ruido, ambos voltean a ver lo que parece ser una puerta, el ruido, parecido a unos pasos cesa de pronto.
—Nada —contesta Pedro y luego vuelve los ojos hacia mí pero no me mira, sino que busca algo a través de la pared que tengo detrás. —Nada —repitió de nuevo, —Mi abuelo dio un respiro muy largo antes de morir, se estremeció ligeramente y luego otra vez nada, dormido, y tieso. Así es la muerte para los vivos; mientras que para nosotros es un espasmo, para ellos es un gran evento.
—Aún da miedo, eso, morir pues, verla frente a ti.
—Terror. Uno piensa que es sólo miedo pero es un miedo muy antiguo. Si, terror, deseo de escapar y saber que no hay salida. Yo tampoco me acuerdo bien cómo morí, sólo sé que me vino a la mente la imagen de mi abuelo pero no pude gritar, ni tampoco dejé de ver, era como haber visto a la muerte ya desde muerto no desde vivo como le pasó a él.
—Yo también la he visto, la veo mucho, a cada rato y a veces hasta puedo ver mis ojos que cuelgan de sus dedos y desde ahí veo todo lo demás, sigo el movimiento de sus pasos desde mi posición, y veo el piso, la gente, toda esa gente que la ve y la ignora, veo desde ella, desde su mano nada más, como si yo ya no estuviera en mí.
Luego se hace un silencio en que intercambian miradas de profunda angustia como si en ellas encontraran la verdad que tanto anhelan conocer. Pedro se frota los brazos, parece que tiene frío. Lázaro, se ha ido hacia la pared de atrás, hacia donde estoy yo.
—Entonces, ¿cómo fue la vez en que de pronto la viste y supiste que ese era el momento? Aparte de los ojos, ¿hubo algo más?
—Creo que la hora se conoce cuando la verdad es demasiado evidente. A mí me pasó eso. Aunque no sé, ya te dije que no me acuerdo bien.
—La verdad es muy pesada.
—La verdad es perder los ojos ante la muerte, así me gusta pensarlo porque ella está en todos lados, desde que estamos vivos pero no lo sabemos y es sólo cuando la verdad es muy fuerte que podemos verla y entonces, lo irremediable: morir.
—Es un silencio muy grande, la verdad.
—Si, por eso este es un secreto muy bien guardado, porque pertenece a los muertos. Creo que si a mi abuelo se le alcanzaron a escapar esas palabras fue tal vez por un error. Ya ves, nada es perfecto, ni lo incomprensible lo es.
—Oye, escucha, parece que por la escalera baja alguien.
—Sí, ahí viene otro.
La escalera de la que hablan está lejos de nosotros, en el otro cuarto que se cierra por afuera y que sólo cuando se abre se distingue el óxido de sus peldaños desvencijados y viejos. Entonces se abrió la puerta y en el espacio mínimo que separa la puerta de los escalones cae un hombre, se revuelca y luego se queda quieto. Tiene los ojos abiertos pero parece no ver nada.
—¡Despierta! —le grita Pedro.
El hombre ha despertado, mira hacia todos lados con angustia, tiembla y tiene miedo.
—Todavía no ve nada —.
—Despierta bien, anda —.
Luego de unos segundos, el hombre aún tirado en el suelo, más tranquilo y con menos espasmos grita:
—¿Mis ojos? apenas puedo ver lo que hay aquí pero la vi, era ella. Su mano se acercaba a mi rostro y luego la volví a ver ya más lejos, y mis ojos como unas bolas heladas igual que sus manos, colgaban de sus dedos.



Music on: Sprawl II - Arcade Fire
Quote: "Todo hombre es como la luna: tiene una cara oscura que a nadie enseña" Mark Twain
Reading: Los versos satánicos - Salman Rushdie

domingo, 10 de octubre de 2010

Sed

estoy sedienta de instante


sedienta insaciablemente
de ti
y el sonido del silencio que abarca tu presencia
de ti
sedienta eternamente de un beso que abrace la luz, el amor y el deseo


sedienta siempre


tengo sed de eternizar el prístino momento en que tomas mi mano y me deseas
sed de otro tiempo adentro del tiempo
de una caricia tuya escondida entre mi piel,
sed de un sueño compartido y grande
sed del agua que regresa a saciar sin descanso


estoy sedienta del día en que la perfección existió
del futuro imposible
y del pasado feliz, ansioso desdoblándose en placer


tengo sed
mucha sed de vida...
sed de ti.






Music on: Open your eyes - Snow Patrol
Quote: "la gloria que es ser hombres / y compartir el pan, el sol, la muerte, / el olvidado asombro de estar vivos" Octavio Paz
Reading: La caverna - José Saramago