viernes, 21 de diciembre de 2007

Esas fiestas navideñas

Si uno se pone a pensar un poco, a cerca de cualquier cosa, es evidente que todo es relativo... unas cosas más que otras pero finalmente en la relatividad de la conciencia individual imposible de unificar con otra.

Escribo esto dado que me siento invadida por el espíritu navideño y caigo en la cuenta, una vez más, que todo es relativo y que también, una mentira puede ser creada y creída por millones y millones de personas y que esto ya no importa pues se convierte en el ícono de algo que ni siquiera logramos razonar sino solamente aceptar.

Solemos creer (como una masa homogénea ceñida a cierta convención) que hace 2007 años nació en un pueblo de Belém el hijo de Dios: Jesucristo. Esto es, de acuerdo con mis percepciones, basadas en hechos históricos y científicos moderadamente comprobables, una total mentira. Lo que más se acerca a la verdad (pues ésta es también relativa) es que el tal Jesucristo no era un dios sino una especie de profeta esenio que tampoco pretendía trae la palabra de Dios, ni ser hijo de Dios; era un hombre instruido que conocía muy bien el budismo y lo transmitió en sus enseñanzas y que tuvo la mala suerte de tener como aprendices a pescadores ignorantes que entendieron todo mal.

En diciembre, este supuesto Dios no llegó al mundo, pues muchas investigaciones ubican su nacimiento en algún lugar de abril, sin embargo, para la Iglesia Católica le pareció una fecha más conveniente pues en abril se celebra el culto de Mitra, el dios pagano del sol, de quien curiosamente, también se cuenta que nació en un pesebre y que resutó ser bastante milagroso.

Incluso las creencias populares se pueden hacer algo relativo. Yo no creo en nada, ni en Mitra ni en Jesús, pero este asunto del festejo navideño ha trascendido la parte histórica para convertirse en un evento de mercadotecnia maravilloso y con un éxito indudable. Tan es así que aunque todo el sentido de la celebración navideña parte del natalicio de Jesús, éste ha perdido la popularidad gracias al señor de barba blanca y traje rojo, creado por la Coca - Cola para generar más ganancias en esta época.

La parte religiosa poco a poco se ha hecho a un lado, cosa que agradezco sinceramente y aunque me niego a la idea del consumismo barato y sin sentido, lo apoyo más que el fanatismo religioso. Ahora el ícono de la navidad sigue siendo el pesebre hermoso con el niño en pañales, aún cuando la gente ignore el trasfondo histórico del verdadero nacimiento de Jesus (o bien del propósito original de la representación de los nacimientos, que fue ideada por los franciscanos para instruir a los indios idólatas en américa; el barbudo Santa Claus de quien muchos ignoran su procedencia e incluso de los reyes magos, que, según la biblia, ni eran tres, mucho menos eran reyes y quién sabe de donde se sacaron esos nombres. De cualquier modo, la gente recuerda la navidad mediante íconos que les remiten a algo, algo que es erróneo quizá pero que represente algo para sus vidas presentes. También, de cualquier modo, todo se ha relativizado y transformado en consumismo puro, la parte más tangible de cómo funciona el capitalismo.

Pero ya que todo es relativo y uno puede hacer lo que quiera (casi) es posible ver el lado amable de las cosas y aprovechar para ponerse sentimentales, dar regalitos que no necesariamente están pensados en el puro consumismo sino en aquella parte linda que existe sumergida en alguna parte de los seres humanos; también nos podemos dar el lujo de decir Feliz Navidad con la intención de desear un rato agradeble y de pensar, ya que el fin de año est´pa muy cerca, que el futuro puede ser mejor que el presente. Cada uno puede desear lo que quiera y tomar este pretexto de las fiestas navideñas para ese propósito y eso, después de todo, no suena tan errado.

sábado, 15 de diciembre de 2007

mejor que todo se vuelva un sueño;
ya que es imposible olvidar
más conviene pensarlo como un sueño.

("lost like a forgotten dream")

se me olvida que quiero cambiar el mundo
si no te tengo a ti;
y desaparezco sin ti.

("el mundo existe a pesar de todo")

borrar el recuerdo,
el episodio exacto de la tristeza,
aunque sea inevitable preguntar
si aún olvidando
no encontraríamos después
bajo el mismo cielo y en un momento casi igual.

la duda es la constante que mueve todo

("yo no puedo tenerte ni dejarte")

te amo ahora y no hay nada más,
te quiero amar siempre, aunque me duelas.

lo mejor de todo es amar en silencio...

yo no quería que tú fueras un sueño.

viernes, 7 de diciembre de 2007

La decadencia del arte

En el Romanticismo, el ser humano si bien no era considerado como el centro del universo, se dio gran importancia a su lugar dentro de la naturaleza y como parte de ella; asimismo, la pasión desmedida y el arrebato en los sentimientos, bien o mal, ayudaron a construir la idea de la individualidad como concepto clave para el desarrollo del hombre y la sociedad occidental. A partir de entonces, con la importancia tan grande del individuo como tal, cada hombre tenía el derecho de proclamar lo suyo como universal; esto por supuesto, llegó a los terrenos del arte, en donde la creación artística era respetada por la individualidad creadora capaz de imponerse frente a cualquier canon.

El espíritu romántico, aunque intempestivo, no contemplaba aún la idea de la decadencia; esta vendría después, ya bien entrado el siglo XIX con los muy conocidos poetas malditos y todas las manifestaciones artísticas del momento. Charles Baudelaire revoluciona la manera de entender el concepto de belleza cuando dedice hacer poemas a la podredumbre del París de entonces y busca lo bello en las entrañas de un perro aplastado en la calle, cuyas entrañaqs asemejan el botón de una flor abriéndose con cadencia.

El mote "decadentismo" les quedó perfecto a estos escritores malditos cuyas tendencias artísticas eran en gran medida hacia la crítica del mundo artificial y horrible ene l que estaban viviendo. Este mismo espíritu se habría de extender a épocas posteriores y a diferentes ámbitos artísticos.

Todo el siglo XX es una muestra de lo anterior. Los movimientos de vanguardia en Europa (no aún en Latinoamperica pues las cosas se dieron de forma distinta) buscaban un cambio en el arte, mismo que para entonces ya se había establecido que era bastante decadente, vacío, inexpresable.

La raíz de todo esto está en el uso malendaminado del individualismo romántico y de hacer que todo lo que hace la gente sea válido artísticamente. Es interesante, a estas alturas ponerse a pensar ¿quién dice qué es arte y qué no lo es? antes del Romanticismo, existía una Academia que decidíe so, había un grupo de gnte que, si bien no tenían criterios fijos o basados en algunas leyes inamovibles, sí contribuían a crear un orden y decidían qué era arte y qué no. Actualmente el problema es que cualquier cosa que se haga y culaquier persona tiene el derecho de llamar "arte" a lo que hace y de autodenominarse "artista"

Con esto no digo que deba existir un nuevo círculo oliogárquico que decida por el resto de la gente sobre lo que debemos llamar arte, sine mbargo creo que establecer algunos cánones sería lo ideal. Y sé también que la discu´sión al respecto se torna en algo eterno pues de entrada, ¿quién puede decir con certeza lo que es el arte en sí?

Marcel Duchamp, a principios del siglo XX, propone que un migitorio es un artefacto digno de ser expuesto en un museo. Duchamp trae gran influencia de la escuela dadaísta misma que, honestamente, es una burla (no porque yo lo diga, sino que ellos mismos tampoco se tomaban muy en serio). Muchos de los movimientos de vanguardia que permean la primera mitad del siglo XX son si no una burla (que aún sería respetable), una tremenda tontería, (por mencionar algunos: futurismo, dadaísmo, estridentismo, creacionismo) que no proponían nada nuevo y que en sus mismos manifiestos, que resutlan ser lo único que vale la pena de ellos, abogan por la finitud y la falta de seriedad.

La decadencia artística continúa y va en declive en todos los aspectos que se le quiera ver. No sólo por el hecho de quién decide qué es arte o no, sino que el sentidio originario del arte se perdió hace mucho tiempo. Estoy conciente de que las épocas cambian y que el artista tiene el compromismo de cambiar también. Sin embargo sé que algo está muy mal cuando en los museos se exhiben cosas que no se entienden, y, mucho peor, cuando gente como Paulina Rubio de llama a si misma "artista"

domingo, 2 de diciembre de 2007

El espíritu de los muertos observa

LA MUERTE toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.
VILLAURRUTIA
Nocturno de la alcoba

Thou Gonder, and thou Beauty, and thou Terror!
SHELLEY
Epipsychidion


“Estoy muy cansado, no vengas temprano...” pensó en decirle simplemente “no quiero verte”, pero la sutileza resultaba necesaria pues no tenía ánimo de pelear. ¿Si la quería? Esa pregunta llegaba ahora a su mente y jamás se atrevía a contestar, ni siquiera a sí mismo, era sólo que a veces temía amarla demasiado... Así que colgó con un enojo inexplicable, seguro de que ella había sentido su hostilidad, eso y que, conociéndola, imaginó que quizá, inevitablemente, vendría a verlo al día siguiente, sin importar lo que él pidiera. Me conoce demasiado bien, suspiró con la resignación inherente a su situación con ella. Luego cerró los ojos un momento y sintió una vez más, como lo había sentido en las últimas noches, la pesadez desconocida de la vida misma.

Es que ya me siento demasiado viejo, enfermo, cansado siempre, y ella tan joven y tan hermosa y yo muriéndome a cada respiro. El frío que no se me va, estas manos arrugadas y tristes, y su amor que me asfixia más que mis propios nervios y achaques.
Esa noche había trascurrido lenta y sus sueños estuvieron llenos de unos ojos miel que no lo dejaron descansar, pero no descansar no era el problema, sino alucinar un nombre, un abrazo en el aire, un beso frío y después… nada. Despertó un par de veces con una sed inexplicable y cada vez le parecía verla más tangible, más suave, como si se encontrara junto a él. Le llegó de repente, tal vez con el sopor y la desesperación, una sensación que le pareció única e inevitable, larga y nostálgica. La piel se le erizó rápidamente y supo con una certeza helada que aquello que había estado sintiendo era tal vez la misma respiración de la muerte que ahora se fundía con el aliento propio, por fin la muerte, o el espíritu de la muerte, cuando menos. Entonces le aterró la presencia de lo inevitable, aunque también intuyó, confusamente, que él mismo tenía que ser el factor decisivo en el juego de la existencia, siempre que olvidara el miedo.

Con un escalofrío se resumía su reflexión entrañable en el fin de una existencia que él, a pesar de todo, no se sentía capaz terminar. Cierto que su orgullo, nunca desgastado, le decía constantemente que siempre fue dueño de su vida y que quizá podría burlar a la muerte, pero ¿cómo? O más bien ¿acaso quería burlarla o más bien adelantarse a ella?

Sé que no tengo opción, que esta vida no la quiero. Pero ella, ella sin mí yo no sé qué sea, pero es fuerte, más fuerte que yo y sabe lo que quiero. Será que soy yo el que teme perderla, dejar de mirar esos ojos, besar esos labios; pero es que ahora ya me duele hacer eso también, me siento tan viejo y duele, duele.

Se levantó de su cama al dar las siete en el reloj de pared. Minutos después tocaron la puerta.Ahí estaba ella... tenía llaves pero no quiso usarlas; imposible que las hubiera olvidado, eso jamás sucedía. A través del vidrio de la puerta se distinguía su piel blanca, su cara llena de una luz triste. Él abrió. Se encontraba hermosa y tibia como siempre, con la sonrisa enigmática y el aroma dulce que siempre la acompañaba. ¿cómo logra oler tan delicioso todos los días y a todas horas?
Esa era una trivialidad encantadoramente misteriosa. Usaba los guantes rojos que tanto le gustaban, hacía frío afuera y resultaba contradictorio que mantuviera cubiertas sus manos y su cuello, pero no sus pantorrillas.Entró con un decoro inexplicable, con sencillez, con magia y él recordó de nuevo por qué la amaba tanto, por la historia, por el tiempo y el pasado, por su voz y su cabello, por sus ojos y su encanto.

“Sé que no querías verme anoche” dijo con calma, “tampoco hoy, lo sospecho, pero no me importa, yo sí quería verte a ti.” Y parecía que no hubiera hablado, más bien era como escuchar su voz suave dentro de sus oídos pero sin que ella la enunciara, como si desde antes él supiera, o intuyera, que diría esas palabras y que las hubiera expresado sólo con sus ojos o sus manos paseándose por el aire pesado de la casa.

Y se quitó los guantes y se soltó el cabello. Ella siempre tan igual, tan segura para unas cosas, tan
sincera para otras y tan piadosa --tan humana-- para un millar más. Había un suave rubor en sus mejillas, no porque estuviera arrepentida o apenada, sino porque estaba segura de algo, de un hecho tan inevitable y tan fuerte que hizo que la sangre llegara ahí, el mismo hecho que haría --segundos después--, brotar un par de lágrimas que se esconderían en sus pestañas.

Sin más, volvió la cara a él y habló (esta vez sí hablo, sin duda): “Sé que quieres pedirme algo y que no te atreves, que tienes el mismo miedo que tengo yo, ese miedo que proviene de no sé dónde, que tal vez no es miedo sino conocimiento pero que no se va nunca y que sólo te engaña fingiendo que desaparece, que no has dormido bien, que nos conocemos mucho y muy bien, que sabías incluso que a pesar de lo que dijeras, vendría a verte.”

Él alzó la vista sorprendido de la exactitud de sus palabras, consternado por la certeza de las mismas, porque era como si ella estuviera metida en cada pensamiento que se le había esfumado al paso de la noche pero que en un principio no era suyo sino de él, inquieto por el hecho de que la tenía impaciente y nerviosa, ese mismo hecho que él ya sabía y que ciertamente, no se atrevía a pedir pero que tenía que suceder con ella, por ella, gracias a ella. “¿Qué más
sabes? Ya que dices saberlo todo” dijo con la voz que pretendía sonar segura y firme.

“Sé que ya es tiempo...” dijo y se secó esas lágrimas nacientes con el índice tembloroso.

Y él también lo sabe pero no me lo quiere decir, cuánto lo amo, eso tampoco lo sabe, que tampoco dormí anoche, ni siquiera lo intuye ni lo siente, ni mis ojos ha visto en este tiempo que llevo aquí, huye y cada que cree que estoy llorando voltea la cabeza hacia sus manos.

“¿Cómo sabes?” inquirió él aún sabiendo que ella siempre supo que era el momento, que de hecho se había tardado unos días en darse cuenta.

“Por tu voz que temblaba anoche, porque pensabas en ello cuando me colgaste, porque no estabas cansado sino que no querías hablarme porque yo ya sabía, porque te engañas y te aferras a lo que sabes que se ha terminado, porque tienes un miedo diferente, igual que yo”.

“¿Miedo?” Respondió con la voz ahogada en la certidumbre.

“Sí... eso que jamás pensaste tener, pero ahora yo no puedo tener miedo porque te amo demasiado y porque no hay nada más que hacer.”

Él calló y como siempre, ella entendió en su silencio las palabras que cruzaban el umbral de su mente y supo que era tiempo de actuar.

Y ella pensó fríamente que en sus manos estaba lo que los hombres suelen llamar destino, pensó también en que su mirada estaría dolorosamente clavada en él en los siguientes minutos, aunque él le huyera por más miedo, tal vez sólo por piedad; era él siempre el hombre más bello que existiera jamás, el más amado y más perfecto, el único que había entendido el significado de la vida y por eso tenía que renunciar a la misma; pensó en que ella misma lo entendía, o trataba de hacerlo, la única que se había tomado la feliz molestia, que ahora la vida le era tan grande y él se había hecho tan pequeño; eran los años, el dolor, el espíritu de la muerte. Pero también pensó en que ella lo amaba como a nadie y que por esto y por llegar a entenderlo tenía que completar lo que él no podría hacer.

Tomó sus manos frías y temblorosas, (¿las de él o las propias? Porque a veces parecía que eran las mismas) imaginando que quizá las cosas no tendrían que ser así, sufriendo un poco por la realidad y el conocimiento, sintiendo el corazón a punto de salir de su cuerpo, con un par de lágrimas que corrían ahora libremente por su rostro sin necesidad de detenerlas. Lo besó una última vez, entendiendo de nuevo, pensando, sólo pensando y ya no sintiendo, tal vez sólo odiando que el conocimiento de la vida a que él había llegado no le permitiera terminarla por sí mismo. Cerró los ojos sin mirar más allá de sí misma y le soltó los dedos.

Y es que yo te amo preciosa pero has sido más lista que yo. Ahora sólo pienso que nadie más podrá tener la piedad que tienes tú conmigo… mira esos ojos, míralos en mí, ¿crees que no sé que no has parado de llorar desde ayer? Si supieras cuánto te amo.

Y ella sacó el revolver convencida igual que él de que esa era la única opción porque la vida era ahora más grande que ambos, pues él era viejo (no tan viejo para algunas cosas pero sí para lo que él deseaba) y ella tenía ya el corazón roto, sin posibilidad de amar más, ni de creer en el amor, sabiendo demasiado y por lo tanto, con la muerte como única opción.

Después hubo un segundo que se prolongó inexplicablemente y entonces ambas miradas se juntaron intensas, tristes, expectantes. En un parpadeo todo terminó. Dos disparos, ambos certeros, el segundo para no dejar ninguna duda del éxito. La gran mancha carmesí se extendió por la habitación.

Ya no hay nada para mí, lo sé, pero no importa porque ya tampoco había nada para ti. Mira qué lindo te ves de todos modos, parece que sonríes después de tanto tiempo. Para mí siempre fuiste perfecto. Yo no necesito meter balas en mi cuerpo, moriré después, seguramente, de esa tristeza que da la soledad y la verdad, ¿qué otra cosa puede matarme sin ti aquí?

Después de una hora ella se puso de nuevo sus guantes y salió dejando las llaves en la casa. Afuera, el sol de la mañana brillaba con toda su intensidad, pocas nubes y algo de viento; sería un día hermoso.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Sueños

La noche trae con su oscuridad un silencio sublime. Yo recuerdo imágenes extrañas que me orillan a pensar que la vida no es más que un juego, que no importa, que es un accidente.

Cierro los ojos y veo cómo los bosques alzan el vuelo y los caminos se entrelazan, los hombres se confunden y deciden echarse al agua ya que los peces danzan en la superficie.

Trato de continuar con mis visiones, me divierten, pero no puedo continuarlas sola. Suena el teléfono una vez más en el día pero no es tu voz la que está al otro lado, nunca eres tú.

¿Dónde estás? Llevo años esperándote; anoche te hice de cenar y cuando hube terminado recordé que hacía mucho que no regresabas a cenar, a desayunar, a dormir conmigo.

La mente a veces me juega malas pasadas; cuando me doy cuenta de la realidad ya es demasiado tarde. Por eso me guata vivir de mis sueños y ahí tomar tu mano al ver el ocaso, reír cuando nos abrazamos y tocar tu cabello.

¿Cuánto tiempo llevo esperándote? No sé. Te digo que esta mala memoria me traiciona; desde que me hace enojar he optado por ignorarla. Por eso no sé cuánto has estado ausente, tampoco indago si acaso regresarás, ya no.

Trato de retomar mi visión y parece que veo que llegas volando, luminoso, junto con águilas que guían tu camino. Luego, la gente sale del agua y los peces vuelven al mar. El cielo se abre mágicamente y tú estás conmigo.

Las rosas marchitas del jardín de renuevan y vuelven a nacer. La respiración del mundo se siente ligera, perfumada, dulce. Los ojos tristes y secos que portaba mi rostro ahora sonríen y parpadean con esperanza. Estamos juntos.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Vienes a mí vestido de Apolo, pero eres Lucifer y lo sé...

A veces la poesía no es suficiente, no cuando se trata de tí. Eres como el rayo de luna de Bécquer... y te escribo aunque sé que nunca vendrás a leerme, y lo hago porque no quiero decirtelo de frente, porque de todos modos no entenderías. Pero te explico, y te digo que el rayo de luna es sólo eso, una luz efímera que se refleja en la tierra en uno u otro momento fugaz y que yo, igual que Bécquer, hubo un tiempo en que creí que ese rayo de luna no era sólo eso sino algo más real y tangible.

Y así estaba, como el amante perdido, el que perseguía el movimiento perfecto de la amada, de lo que era una simple fantasía, el rayo de luna, la ilusión, lo que no existe, o tal vez lo que existió pero no es lo que parecía ser. Todo eso eres tú, un rayo de luna, un reflejo falaz y con un toque de maldad que me sigue cautivando.

Hoy ya no te persigo, parece que vienes a mí, pero lo dudo; me he quedado en otro plano temporal, en uno en donde he congelado el instante de un recuerdo para cancelar toda posibilidad de futuro; de pronto veo que te me apareces vestido de Apolo, pero eres Lucifer y lo sé y no te detengo porque estoy condenada a la luz del infierno que sale de tus ojos tristes, muy tristes, tan tristísimos que no puedo dejar de mirarlos, de sentir compasión de ellos. Eres a veces el Lucifer hermoso, el tangible, pero el que huye y sólo de vez en cuando apareces como Apolo, un Apolo que también es bello y malvado como la luna, engañoso, intranquilo y tan irremediablemente hermoso. Esos dos en uno, en uno perfecto, uno que oscuramente sé que no existe.

Y yo no tengo otra cosa sino palabras torpes para describir el efecto que me produces, tan cerca y tan profundamente fuera de mis manos. Tus ojos, esos ojos... no sé si existes, porque la maldad es engañosa a las formas, y yo también dudo de si existo, si existen mis palabras, las que se pierden aquí y allá, en la poesía que no logro hacer, en la luna que miro y otra vez sé que eres tú y yo sólo deseo quedarme aquí, en este presente eterno que me llena de dudas pero no me lastima...

viernes, 9 de noviembre de 2007

¡¡¡ Sangre para Baal !!!

Navegando por este gran mundo electrónico llegué a enterarme de una página en la que renace el culto al dios Baal (www.baal.com), aquí se busca renacer el culto mediante la revalorización de la imagen de este dios pagano, misma que está bastante mal colocada en el mundo de los dioses, gracias a las condenas a éste por parte del cristianismo y judaismo, principalmente.

Lo interesante del asunto no es tanto que exista una página de internet que promueve la adoración a este dios en particular; para mí, la adoración a cualquier dios me resulta repugnante y totalmente primitiva (tal vez sólo es algo demasiado humano) y considero a las religiones en general como una traba para el desarrollo intelectual del hombre y como una forma de manipular a las masas. Poco importa que se trate de Baal o de Isis o de cualquier dios pagano, más importa, al contrario, el hecho de que, primero, la religión (cosa que debería ser espiritual, no material) haya entrado en el mundo electrónico del capitalismo y otra, más importante, que las religiones con más adeptos se enfrenten a la competencia con dioses paganos que supuestamente quedaron en el olvido hace miles de años.

Lo anterior sólo confirma algo que no es muy fácil evidenciar para una mente medianamente atenta a su alrededor, y esto es que la decadencia del hombre no termina ni terminará. Para este tiempo y para después de todo lo que ha sucedido con la historia de la humanidad, ésta debería ya ser capaz de abandonar toda idea de dios; personalmente, no concibo cómo alguien aún puede creer en un dios, yo lo aceptaría de una humanidad del siglo XIX, pero no ya del siglo XX y mucho menos el XXI. A lo que voy es a que la decadencia del pensamiento humano es tal que en lugar de renunciar a la idea de dios, lo sigue buscando en otros dioses que son igual de falsos que cualquier otro; Baal no es mejor ni peor que Jehová o Vishnú, el que sea, para mí todos representan lo mismo; el hombre sigue insistiendo en el hecho de que existe un dios que lo puede salvar de su miseria y de la condena de su existencia que aún no logra comprender y que no le proporciona la felicidad.

El hecho de que las religiones también tengan su lugar en internet es algo que más bien me resulta una ironía, como una broma de alguien que se burla de la ingenuidad humana. Ahora, como adquirir un producto en E-Bay, es posible pedir a domicilio una pequeña estatua de Baal para rendirle culto en la comodidad del hogar. Esto tiene que ser una broma, una burla hacia la gente que sigue adelante con esto (tristemente demasiados, pues Baal ya tiene una buena cantidad de seguidores sólo en Estados Unidos), es de risa pensar que el hombre pueda llegar a pensar que a través de un producto que llega por FedEx se puede alcanzar una mejor calidad de vida (digo, lo creería quizá de cualquier producto llegado por mensajería instanténea, pero jamás de una estatua tan inútil como cualquier decoración prescindible en los hogares).

Cierto, la religión se ha comercializado también, lo cual me remite a mi cuestión primordial, ¿cómo es posible que la gente siga creyendo en un dios de esta manera y a estas alturas? y peor ¿por qué creen que encontrarán algo nuevo en dioses del pasado que son los mismos sólo que con distinta forma, pues numerosos estudios han comprobado que la existencia ideológica de Jesús es extrañamente similar a la de Mitra, el dios del sol?

Esto es para reír, considerando que puede ser una buena broma, o para llorar, pensando que es demasiado real.

sábado, 3 de noviembre de 2007

A las tres de la madrugada...

A las tres de la madrugada, aquí, detrás de mi ventana, el cielo nublado y el aire frío que mueve los árboles, el edificio de enfrente, las tres de la madrugada; es a las tres de la madrugada que espío su ventana desde mi ventana y me pregunto si lo ha matado ya, si acaso ha bebido también su sangre, porque siempre se ponen a discutir a esta hora, que es cuando él llega. Se ilumina el cubo de su departamento, una luz entre cien ventanas apagadas; él la golpea y ella baja la mirada con sumisión y llora unas lágrimas de dolor oscuro e incomprendido mientras se arrincona en la otra habitación. Pudiera escapar, pero no quiere, porque algún día lo matará, ella me lo ha dicho, me lo dijo esa tarde lluviosa en que nos tocamos bajo las sábanas limpias de su recámara, esa recámara que conozco muy bien; me lo dijo la mañana soleada en que amanecimos en su sofá desnudos, después de confesarnos la vida entera en una noche, cuando él no estaba en la ciudad. Un día lo matará, sólo espera el momento justo para hacerlo, y yo le creo, le creo a sus ojos tristes, a sus manos frías, a su cabello largo; le creo a su cuerpo tibio y sus pies pequeños. Tal vez no lo haga ahora, a esta hora, a las tres de la madrugada, mientras sabe que la observo, que puedo mirarla desde mi oscuridad, aunque ella, desde su luz, no pueda encontrarme. Pero no puedo dejar de mirarla, de mirarlo a él, de odiarlo un poco, de envidiarlo más, a ratos, sólo por tenerla cerca ahora. He querido intervenir, hacerle saber que ella es más grande que cualquier razón humana o cualquier sentimiento terrenal, he querido salvarla, pero un mortal no puede salvar a un dios y ella me ha dicho que tiene que ser así, que ella misma terminará con él. Entonces regreso a mi cama cuando sus luces se mueren de nuevo y ella regresa también, temerosa, a la cama que comparte con aquel que le da la espalda en el lecho. Y yo sueño, sueño solo, sólo con el día en que ella se dará el festín tan ansiado y lo matará, y beberá su sangre, y guardará sus miembros destazados en el clóset, o en la basura, o en su propio cuerpo. Y entonces, en algún momento, en ese momento, a las tres de la madrugada, esas luces no se prenderán y ella podrá ser mía, sólo mía, si el capricho de su deidad no la obliga a matarme y destazarme a mí también, sólo por amarla demasiado.

viernes, 26 de octubre de 2007

Protagonista de lo intrascendente, protagonista de la vida.

Ya no quiero escribir del amor, de las palabras que los que amo se rehúsan a escuchar. Yo también me rehúso... a escribir de la trascendencia, del legado maravilloso de la palabra, o del arte, la permanencia, la belleza; tampoco quiero escribir de la vida, muy poca cosa. De eso o de cualquiera de esas cosas que se pueden explotar en la literatura y que por cierto, no son tantas, de eso ya no quiero saber nada.

Quiero dejar de ser un hombre, quiero dejar de vivir en esa forma y en cualquier forma, nada me basta, nada me colma, nada me atormenta. Quiero el Apocalipsis, la belleza última, que llegara la muerte desde el cielo, y desde la tierra.

Ayer caminaba por la calle, llovía, pero no me quise quitar, yo que odiaba mojarme (ahora ya no odio nada) pensé que podía disfrutar de la lluvia, para variar. Pensé en la belleza de un mundo encapsulado en una prisión azul, en esta prisión azul, tan pequeña, tan suficiente. Los niños se me atravesaron y creí ver la vida entera bañada con una luz diferente, como nunca antes había pensado en ella, ellos se mojaban alegremente y pensé en su felicidad, siempre basada en al ignorancia. Y luego, como si mi alma encaneciera como encanecen los cabellos, ya no me importó que estuviera viviendo solo y que tuviera demasiadas deudas que saldar. De pronto ya no era importante la comida, menos que no tenía dinero para comprarla, o el agua fría con la que tenía que bañarme. En la sonrisa del niño que se abalanzó detrás de la pelota me pareció ver un millón de cosas que jamás había querido ver. ¿Qué fue?, no lo sé, tal vez era sólo la vida mirándome, sólo una conciencia de existir, de ser para el mundo pero también ser para la muerte.

Y pensé también que el error de nosotros, seres tan simples, tan humanos, es creer demasiado, impresionarnos demasiado por las cosas que nos superan pero no por las cosas que nos igualan y creer que hay algo que importa más allá del instante en que ocurre, casualmente, accidentalmente.

Uno se siente capaz de hacer cualquier cosa, así me siento ahora y a partir de entonces, porque sé que nada importa, esto o lo otro, es lo mismo, igual leer un libro que ver el fútbol, igual amar a uno que a otro, igual vivir que morir y entonces uno es verdaderamente libre, cuando ya todo da lo mismo y eso es triste, pero es todo lo que hay. Yo no tengo a donde regresar, pero no me importa mucho, es decir, no me importa nada, que los niños jueguen en las calles que les parecen propias, que el día pase frente a mis ojos, a estas alturas, ya puede pasar cualquier cosa y cualquier cosa es suficiente.

Llueve ahora, más y más cada segundo y justo enfrente de mí dos vehículos que van muy rápido se impactan uno contra otro. Otros más por allá corren veloces por la avenida, y yo, que quiero el Apocalipsis, quisiera a veces iniciar la catástrofe y aventarme al asfalto, ya nada importa, nada vale, no hay futuro.

Pero que siga el espectáculo, el circo de la vida; sólo que, cuando termine, quiero estar demasiado vivo para presenciarlo. Evidentemente, no puedo huir de mi protagonismo.

viernes, 19 de octubre de 2007

Reflexiones sobre el Indigenismo en Ciudad Real de Rosario Castellanos

Luis Villoro en Los grandes momentos del indigenismo en México habla del devenir histórico del indigenismo, término que él define como “aquel conjunto de concepciones teóricas y de procesos concienciales que, a lo largo de las épocas, han manifestado lo indígena”.[1] Por otro lado, Horst Pietschmann dice que el indigenismo muchas veces es definido por la apropiación de la realidad por parte de los blancos: “la historia del indio en América, si es que existe, es unilateral y manipulada, hecha al margen de ellos, es decir, una seudohistoria revelada por otros, falsificada con buenas o malas intenciones.”[2]

El indigenismo se refiere al estudio y tratamiento de los asuntos indígenas, supone también cierto grado de crítica social; en el marco literario, presenta al indio como personaje principal y éste o los que junto con él forman parte de la obra literaria, son contemporáneos al autor de la misma.

Ciudad Real es un intento de representar lo indígena, la obra se inclina mucho a la apropiación de la realidad por parte de los blancos de la que habla Pietschmann. Esta obra de Rosario Castellanos comprende diez cuentos, todos tienen alguna conexión con Ciudad Real (antiguo nombre de San Cristóbal de las Casas) aunque a veces el asunto principal de ellos no suceda propiamente en esa ciudad. Los personajes principales no siempre son indígenas pero en cada cuento se deja ver un poco de lo que es el imaginario de éstos o la forma que tienen de pensar. Desgraciadamente, Castellanos no puede evitar ponerse en una situación privilegiada frente a ellos; cierto que hay denuncia por la forma en que éstos viven y las desgracias que sufren, pero también es cierto que en cada cuento la conclusión es siempre la misma: los indios están así porque son ignorantes y cerrados a la educación.

En la obra no se ve el esfuerzo por parte del blanco por tratar de entrar a la ideología del indio y de entender por qué es así y siempre está presente la idea de que son los indios los que deben renunciar a sus creencias, no viceversa. En realidad, la postura de Castellanos no es criticable desde el punto de vista realista y práctico en la sociedad, tal vez es más fácil ignorar eternamente a los indios (lo cual no es nada nuevo); sin embargo, si lo que Castellanos hace es denominado indigenismo, entendido éste con el afán de denunciar y reivindicar, ¿dónde queda el deseo por valorizar lo indígena, lo verdaderamente indígena, o la valoración de su cultura? ¿es suficiente hacer sólo la denuncia?

Los indios en la obra de Castellanos son como fantasmas, uno representa a todos, con la misma ignorancia y la misma fisonomía. En palabras de Sabine Harmuth: “el individuo indio se disuelve en un todo colectivo lo que a primera vista resulta convincente a causa de sus actividades vitales semejantes”[3]. Todos son como sacados del mismo molde irrompible; si Castellanos pretende hacer una denuncia a la condición del indio al ponerse en su lugar, fracasa rotundamente; la autora narra la vida del indio desde los ojos de los blancos, desde la visión irremediablemente discriminatoria. Los indios son animales, no alcanzan a pensar o quizá lo hacen pero sus pensamientos no se adecuan para nada a los pensamientos de los blancos y la rivalidad, cuando menos ideológica, y la diferencia entre unos y otros es irremediable.

En Ciudad Real aparecen las clases sociales, como en todos lados: están los ricos, gente educada y dueña de terrenos, la clase media, gente con estudios pero sin posesión de terrenos, también están los pobres, que aunque pobres, siguen siendo más elevados que los indios, sólo por hablar español y hasta abajo, los indios.
Muy por debajo del agua, algunos cuentos tratan de demostrar que el problema de injusticia hacia los indios tiene su base en la sola existencia de los mismos, la forma de narrar está diseñada para que el lector se plantee la posibilidad de pensar una realidad sin indios, porque éstos son lastres, ignorantes, herméticos y totalmente prescindibles; si acaso sirven es para explotarlos como sucede en el cuento de “El advenimiento del águila” donde el secretario municipal abusa de la ignorancia del indio para sacarle dinero que terminará usando el secretario para su propio beneficio; y sino para explotarlos, para cavar tumbas sin sospecha que es lo que pasa en “Cuarta vigilia”, cuento que afirma que la muerte de un indio no es algo que se deba tomar como importante.

La apropiación de la cultura dominante por parte de los indios es la única solución viable en la obra de Castellanos (acaso también en la realidad), pero como éstos no la aceptan, la segunda opción es su exterminación. Castellanos denuncia la tortura del indio, como pasa en “La suerte de Teodoro Méndez Acubal” quien, protagonista del cuento, es tachado de ladrón por el simple hecho de haberse encontrado una moneda tirada. En otros cuentos, por otro lado se establece que de cierta forma, el mismo indio tiene este trato porque se ha negado a abrir su cultura y a ser parte de la sociedad dominante. Esta situación se presenta en los cuentos: “La rueda del hambriento” donde los indios no aceptan las medicinas del doctor, que pueden curarlos, pero sí los encantos del brujo o en “El don rechazado” que ejemplifica la ignorancia de una india que no entiende de justicia, al menos no de la forma entendida por los blancos, y que prefiere regresar con el ama que la maltrataba porque la india se sentía posesión del ama.

Los pueblos representados en los cuentos son diversos, aparecen personajes pertenecientes a diversas culturas, pero éstos aún son fantasmas, no tienen una identidad que los defina pero sí una ignorancia común: indios ignorantes que no saben de justicia ni de verdades.

Castellanos sólo habla de las tradiciones del blanco frente a las seudo creencias del indio. El blanco tiene la razón, tiene la religión verdadera, los cuentos la detallan y explican, los narradores se detienen en justificar su condición mientras que los indios siguen siendo los seres que necesitan una guía, los que no tienen posibilidad de redimirse por su ignorancia, los que practican ritos retrógrados, mismos que los blancos no quieren conocer y sólo se limitan a juzgar.

Sabine Harmuth habla de respuestas para ayudar al indio, estas son: la educación, la reivindicación socio-económica y la autodeterminación cultural[4]. Castellanos se vale de la denuncia y también afirma también que la educación es la clave para ayudarlos, sin embargo, el indio sigue siendo un animal ignorante que no acepta cambios en su vida. Ahora bien, tal vez cabría preguntar ¿por qué los habrían de aceptar? Es como si se le dijera a los millones de católicos que Dios no existe, ¿lo aceptarían? Consecuentemente, si aceptaran los cambios, ¿no perderían con ellos su cultura, su identidad?

Dejando de lado las cuestiones que se relacionan directamente con el problema del indio, hay muchas otras cosas que vale la pena destacar en los cuentos de Castellanos; la prosa es fluida y firme, la autora logra incorporar términos indígenas en el texto sin necesidad de formular un glosario en la parte de atrás, con esto de alguna forma busca valorizar su lenguaje aunque de nuevo, en un intento de integración a la cultura dominante. La narrativa de Castellanos es sincera, los diálogos no parecen forzados e imprimen un toque realista en la elaboración de escenarios y recreación de situaciones.

La problemática real de los indios no es algo que competa a este ensayo propiamente, pues estas palabras se limitan a encontrar la huella del indigenismo en esta obra específica. Sin embargo, Castellanos deja ver, a través de sus personajes, que considera que la raíz del problema se remonta al pasado y que para solucionar el problema es necesario plantar semillas de educación desde las bases para que las culturas se integren paulatinamente a la sociedad dominante. Lo anterior, queda demostrado, es muy difícil de realizar, por eso Castellanos también deja abierta la posibilidad de pensar en un mundo sin indios.

La atemporalidad con que muestra muchos aspectos de sus cuentos refuerzan esta idea y demuestran que la situación con los indios no ha podido cambiar debido precisamente a una falta de bases ideológicas sólidas que hagan posible el cambio. La reivindicación del indio existe en los cuentos de Castellanos como una posibilidad pero no como un logro ya que necesita de un cambio de raíz que debe darse a través de una reivindicación que considera la integración, para no dejar abierta la puerta del exterminio.

Castellanos, entonces, logra hacer una tarjeta postal sobre los indios en Ciudad Real y sus alrededores, todos con problemas e inquietudes similares a través de una prosa bien lograda. Del indigenismo, ciertamente, hay mucho que cuestionar, no en cuanto a lo que ella trabaja sino a la realidad del indio en la actualidad, la autora de alguna forma propone una reflexión al lector para que piense en el problema real del indio dentro y fuera de la literatura.

[1] Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, Casa Chata, México, 1979, p. 15
[2] Horst Piettschmann, “Der indigenismos in México: eine Problemskizze”, 1989, en: Christian Wetslaff-Eggebert (ed.), Realitat und Mythos in der lateinamerikanischen Literatur. Akten des Internationalen Literatursymposiums in Lindau, Colonia/Viena: Bohlau p. 29.
[3] Sabine Harmuth, “La novela indigenista hispanoamericana”, en Apropiaciones de la realidad en la novela hispanoamericana de los siglos XIX y XX. Coordinador: Hans Otto Hill, Frankfurt, Madrid: Vervuert, Iberoamericana, 1994, p. 185.
[4] Sabine Harmuth, “La novela indigenista hispanoamericana”, Ibíd., p. 186.

viernes, 12 de octubre de 2007

Beso tu boca

"You will not age, nor faint, nor die for me"
Shakespeare


Beso tu boca
con angustia beso tu boca en la certeza del último encuentro
y sé que siempre querré más de ti
de tu cuerpo perfecto
y de la mentira que quiero creer.

Beso tu boca conla poesía del alma que no conozco
y me pregunto por el futuro de esos ojos que miran a donde yo no estoy.

Sólo me queda el recuerdo
y la oscura nostalgia de lo que ahora es un sueño...
un sueño, imagen de mi mente amarga
sólo mía y para siempre mía
tan mía, tan irreal, tan condenada al olvido.

Pero aún me quedan ganas de hacer poesía
de los versos en tus manos
del suspiro ahogado por el rocío tibio
de los pétalos de tus yemas.

Aún no quiero renunciar al recuerdo
y añorar en lágrimas la sonrisa perdida en la unión de mis piernas.

Quiero hacer poesía a partir de lo que fuimos
y ser eternos y reales
y morir afuera de la piel que nos hace presos
desaparecer en el mundo que condena la memoria
pero guardar lo que éramos en el limbo del pasado
en el sueño
en la palabra de entonces
en el amor
el silencio, cómplice de caricias prohibias.

Ahora respiro otra vez el dulce de tu cuerpo
y me estremezco en un grito ante tu silencio
y beso tu boca.

Beso tu boca una vez más y todavía más mientras escondo el ansia eterna
bajo la sombra de la razón
para besar de nuevo en el sueño
solamente...
eternamente...

viernes, 5 de octubre de 2007

La escritura de Dios

A veces, como hoy, siento estar lista para escribir la novela del año, de reunir en palabras todo lo que todos los hombres y las mujeres pueden sentir en sus vidas y creo ser capaz de restaurar el orden universal con una frase, me siento artista. Pero es sólo un juego, por supuesto, un tiro de dados ante una gran gama de posibilidades. En este momento siento como si hubiera perdido todo lo que me ata al mundo, he imaginado incluso que no existo, he desaparecido a la vista de los mortales y de alguna forma extraña me he encontrado, raramente, moderadamente feliz… Estoy creando un mundo, nada más, un juego, una alternativa, por las ganas de crear algo porque lo que existe me aburre, nada más.

Encerrada en el cuarto tapizado de pósters y siempre escuchando música rock bajo una luz rosa, escribo, hoy y siempre y cada que tengo ganas y creo el mundo que no puedo lograr vivir, uno que me divierte más, donde hay gente nueva todos los días, donde la belleza no se encuentra en cualquier lado y donde puedo ir a donde quiera sin miedo a perderme pues ahí, en ese mundo, siempre es posible regresar porque es algo falso, un artilugio producto de mi imaginación.

Y entonces me pongo a pensar en que esto que hago no es tan extraño, porque parece que Dios lo hace todo el tiempo, así vive él, creando vidas a partir de la palabra, sin tomar nada demasiado en serio, y aquí me encuentro haciendo tonterías con mis ideas y sabiendo que he llegado a sumergirme en un límite metafísico en el que todo es posible, tanto lo bueno como lo malo, morir o vivir ya dan exactamente lo mismo y nada importa.

Pero no puedo vivir aquí por siempre, me doy cuenta de que por más que quiera crear mundos, la palabra no se basta a sí misma, la realidad no se reduce a las cuatro paredes que encierran mi esencia y tampoco al teclado que me deja restaurar todo lo que quiera bajo una nueva forma. No, hay otro mundo, uno más práctico, menos metafísico, donde obligatoriamente tengo que existir y donde ser artista no basta.

Y otra vez me parece que a Dios le pasa lo mismo, pues él también, igual que yo, está aburrido y simplemente, igual que yo, igual que muchos, tiene un ego muy grande y un buen sentido del humor; Dios no hace otra cosa más que jugar con su creación y por lo tanto sabe que no es algo que pueda tomar en serio.

Nosotros, por supuesto, no sabemos nada del mundo de Dios y creemos que somos demasiado importantes, tal vez sabemos pero queremos ignorar que él solamente está jugando; lo cierto es que Dios tiene mejores cosas que hacer y que nosotros somos sólo la vía de escape a una realidad que ni él mismo entiende o que entiende pero que no quiere.

Yo soy como Dios, igual que Dios, los dos unos artistas, aunque quizá yo tenga un mejor sentido del humor y sin ese temperamento que convierte gente en piedra, tal vez es sólo que yo tengo más cuidado.. Creo que, por ejemplo, si llega una catástrofe de pronto a la tierra, es porque Dios se ha distraído y al irse a preparar un té ha dejado la computadora prendida y se ha olvidado de “guardar los cambios”, tal vez después de esto se fue la luz y eso ha repercutido en unas cuantas muertes de sus creaciones, simples errores de la tecnología.

Así como ahora, que yo estaba creando un mundo en una novela, me he distraído con el zumbido del Messenger y mis seres han colapsado. Es sólo un descuido, algo trágico, pero así es como sucede, y le sucede a Dios todo el tiempo; tal vez, cuando yo me muera, no será otra cosa más que Dios poniendo mal una letra sólo porque de pronto volteó a la esquina de su pantalla y vio que llegaba un correo de alguien importante…

Dios y yo somos poetas, escritores, y nos estamos divirtiendo un poco, sólo un poco, porque yo, eventualmente, tengo que levantarme del escritorio, apagar la luz e ir a la escuela o quizá dormir y entonces mis creaciones pensarán que son libres. Seguramente Dios tiene otras cosas que hacer, ¿qué cosas? no lo sé, que sepa que existe no quiere decir que sepa lo que hace fuera de su diversión cotidiana...

jueves, 27 de septiembre de 2007

El silencio

Siempre parece lo mismo, la secuencia eterna de una condena ignorada. El sudor de dos cuerpos que se encuentran en la pasión, el fuego creado por una caricia y consumido por la humedad de un suspiro.
Mi voz callada detrás del muro de su cuarto, mi voz que ya es el muro, yo que ya soy el muro, yo sumida en el silencio de sus amantes que pasan, que lo besan y lo aman y luego desaparecen.
Aquí me veo con la luz matinal que alumbra sus ojos profundos y tristes, siempre a través del vidrio de los míos. Soy sólo el muro resultante de una pasión callada... hace mucho tiempo, apenas lo recuero, igual que ellas, yo también lo amé y creí que me amaba, (eso, que me ame o me amara, ya no importa).
Como otras, preferí el silencio y la ceguera al perdón por la idolatría de su nombre, preferí el sueño de lo efímero a la crudeza de lo tangible.
Sí, amé a un hombre... ¿un hombre? más bien parecía un sueño, un ser tan perfecto que no podía ser real y fue aquí, en estas sus sábanas blancas que dejé la vida para unirme a él en el engaño ignorado, en la quietud mortal de lo prohibido.
El silencio, eso es todo lo que soy, un fantasma callado eternamente.
Después de terminado el goce de su cuerpo tuve que quedarme aquí. El llanto me borró poco a poco, hasta que me convertí en lo que ahora soy, la pared de la nostalgia, una estatua invisible construida con mis propias lágrimas y el sudor frío y culpable que el sueño dejó en mi piel.
Se fue, solo se fue un día y no supe de él, luego regresó con otra, otra que no conocía y repitió el crimen y mató otro delirio; ahora, ahora veo que regresa de la mano de alguien, otra más, por supuesto, alguien a quien también le pide el silencio sepulcral después del goce.
Yo muero cada día un poco más bajo el suspiro de su recuerdo cada día y cada que esa otra, una que nunca es la misma le roba un gemido a su boca de orquídeas y siembra el silencio en el muro, en la prisión de su irrealidad.
Y no sólo muero sino que cumplo la penitencia del engaño, de la crueldad, de verlo siempre, cada día, en el amanecer donde abraza un cuerpo distinto y miro cómo las sombras se hacen sombras en el silencio, donde igual que yo, quedan convertidas en objetos sin voz, van desapareciendo, lloran sin que nadie las escuche y mueren un poco, sólo un poco, siempre.

jueves, 20 de septiembre de 2007

My own private New York lover...


Esta noche las palabras no me alcanzan,
o las lágrimas, o las sonrisas, o cualquier cosa..

Mejor pudiera simplemente morirme de risa y renunciar a entenderte,
mejor debiera no conocerte.
Pero es que aún quiero ser tu Anaïs,
esa que te haga perder el juicio y trastornarte hasta lo más profundo de lo que eres,
de eso que eres y que no entiendo.

Las palabras, amor mío, qué son las palabras...
dulces gotas de sangre de una herida eternamente abierta.
O tu mirada, la profunda mirada de la tristeza y el conocimiento;
es el cielo apocalíptico del terrible destino que nos une pero que ignoras,
es la muerte que no me otorga la redención.

Yo no puedo estar con otro que no seas tú,
necesito a ese ser malvado, mentiroso y triste, profunda y extrañamente triste
porque alguien más bueno, más lindo, o más honesto me aburre.

El olvido, otra vez, qué es el olvido;
no es que quiera olvidar tus manos
o tus labios
o tu cuerpo
no es tampoco que llore la noche en el susurro de tu sexo perfecto
ni que el aire me devuelva tu nombre en la condena de la vigilia incorregible.

Eres tú, eras siempre todo tú y las horas perdidas en el atardecer de tus labios
todo tú y el tiempo que no vuelve,
todo tú y el corazón desmembrado, el tuyo, el mío que es tuyo, el mío que es nada.

Tal vez ya soy como Anaïs
ya soy cruel, mala y mentirosa
y tengo que amar al dueño de la primavera negra, pero sólo de vez en cuando
y hacer que él me ame eternamente.

Esta noche no me quedan más lágrimas de culpa
ni sueños áureos para el limbo de la conciencia;
y nada me es suficiente;
esta noche la estatua de tu nombre se ha encarnado,
he perdido;
esta noche no sueño otra cosa que tus ojos, no vivo más allá de los recuerdos,
al final, te has ido;
esta noche, tristemente, no he muerto.

viernes, 14 de septiembre de 2007

En busca de la razón perdida...

Me pregunto cuánto tiempo más estaré equivocada... si hay acaso una respuesta única a todas nuestras acciones. A veces quisiera que hubiera un destino, que no pudiera uno decidir más y estar seguros de que, aunque lo que dijera el oráculo resultara algo terrible, saber también que no existe forma de cambiarlo. Pero quizá seríamos como Edipo (o como Anakin Skywalker, para usar un referente más actual), y forzosamente querríamos cambiarlo.

Y es que toda la existencia está llena de pequeñas decisiones fundamentales en su momento y trascendentes para el futuro y uno vive eternamente en la angustia de no poder decidir acertadamente. La libertad, como diría Sartre, más que una dicha es una condena, ya que implica asumir que uno mismo es dueño de su propio destino, que no hay nadie a quién echarle la culpa, ni siquiera a dios, y esto resulta tremendamente angustiante.

Vivir en tinieblas es, creo, la mejor opción; acoger la Náusea, abandonar la esperanza, vivir mucho y preocuparse poco. Parece que mis palabras vuelven incansablemente a ocupar terrenos existenciales que no tienen solución, terrenos que son demasiado metefísicos pero que, con mi ansia de asirlo todo y entenderlo todo, se convierten en verdaderas obsesiones cíclicas que no me dejan estar en paz con todo lo que soy.

Podría simplemente decir que nada importa, y como tal, que cualquier decisión es futil. Sin embargo peco del mal de todos los mortales, la ilusión. Tal vez, sólo tal vez, cuando deje de ser mortal, cuando alcance el terreno del superhombre nietzscheano o cuando asuma mi calidad de artista generador de caos frente a la vida, pueda desprenderme de la ilusión. Pero no sé si eso ha de suceder.

Soy como Horacio Oliveira, el hombre que busca eternamente algo que le signifique en su vida, es el hombre que ha buscado en libros y más libros la justificación de su existencia y que no encuentra sino en la Maga, el ser etéreo, sencillo, simple e ignorante, la potencial salida al abismo de su angustia, y soy como Horacio Oliveira porque el conocimiento me ha maltaratado demasiado, porque ya no puedo renunicar a lo que soy y pretender vivir en un mundo feliz y, sin embargo, aún conservo el dejo de ilusión propia de los sueños primigenios, de cuando aún era posible creer en algo y aún ahora quiero que ese mundo regrese y pueda yo creer en algo también.

Estoy en el limbo... en no saber si lo que quiero existe siquiera, en no saber, como Oliveira, qué es exactamente lo que quiero. Y me pregunto otra vez, como al principio, como en el resto de esta vida absurda y cíclica, si es que la equivocación se puede medir en el tiempo mortal del que no puedo desprenderme, cuánto tiempo más estaré equivocada...

sábado, 8 de septiembre de 2007

Rayuela capítulo 7 (voz de Julio Cortázar). His voice.

Es la Maga, la Maga quien inspira las palabras de amor en las que se describe lo sublime y perfecto de un beso. Rayuela, sobra decirlo, es una de las novelas más importantes durante el siglo XX para la literatura latinoamericana, en parte creadora del tan sonado boom y llena de ideas de vanguardia y retos para lo academicista. Horacio Oliveira vive su vida en la eterna búsqueda ede algo desconocido; detrás de sus charlas intelectuales con sus amigos, quiere encontrar en la Maga aquéllo que el conocimiento de los libros y de la vida le han negado. La Maga es eso, magia, la posibilidad de un encuentro con algo más sencillo y más feliz. Las palabras que le dice a la Maga, el deseo de encontrar el beso perfecto, mainfiestan la búsqueda constante que hay en Cortázar en muchas de sus historias; la Maga tan perfecta, tan sencilla, tan inasible, la que puede hacer que el amor renazca en un mundo desesperanzado y triste. La boca de la Maga, capaz de hacer que todo renazca de manera sencilla, en un lugar donde una caricia crea de nuevo el universo bajo una nueva forma. Quién no quisiera ser como la Maga, cuando menos, por unos momentos...

lunes, 3 de septiembre de 2007

La lucha imparable y eterna en la Revolución Mexicana: estampas literarias de una realidad terrible.

“Mira esa piedra cómo ya no se pára….”[1] Dice Demetrio Macías, personaje de Los de abajo para referirse a la revolución, “¿Por qué pelean ya, Demetrio?”[2] le había dicho su mujer segundos antes, pues pensaba que su marido había conseguido lo que quería, que la lucha en ese momento ya era inútil. Pero a pesar de los hechos, el ímpetu por la lucha seguía activo.

La lucha por la revolución, poco a poco, se convirtió en la inercia de una piedra que alguien aventó y que, por diversas causas, ya no se puede detener. La Literatura de la Revolución, en especial la testimonial, plantea este lado del movimiento armado en algunas de sus muestras. Para ejemplificar, tomo algunos casos específicos y pertinentes que son Los de abajo de Mariano Azuela, ¡Vámonos con Pancho Villa! de Rafael F. Muñoz y Tropa Vieja de Francisco L. Urquizo. Estas novelas, a través de algunos de sus personajes, muestran cómo la revolución se convierte en una lucha constante e ignorada de los ideales que iniciaran el movimiento.

En Los de abajo se presenta claramente cómo la gente se ha unido a la revolución por causas completamente ajenas al movimiento, por ideales que son individuales y que se adaptan a sus necesidades particulares. El grupo de Macías empieza a moverse porque los federales los persiguen y saben que si se quedan los van a agarrar, después de este hecho se convierten en revolucionarios y evidentemente su decisión no está ligada a la causa de la revolución, sino a defender sus propias vidas. Eventualmente, la lucha se convierte en su único e incuestionable modo de existir: "Porque si uno trae un fusil en las manos y las cartucheras llenas de tiros, seguramente que es para pelear. ¿Contra quién? ¿A favor de quienes? ¡Eso nunca le ha importado a nadie!"
[3]

¡Vámonos con Pancho Villa! ejemplifica la forma en que los revolucionarios a veces sólo pelean porque no tienen nada más en su vida, por lo menos nada a lo cual retornar después de acabada la lucha, esto es lo que le pasa a Tiburcio, quien después de perder a su esposa e hijos, no tiene otra cosa que hacer más que pelear en la revolución al lado de Villa, quien le ofrece, al menos, la compañía de la gente y el disfraz de un ideal pues le dice que específicamente lo ha buscado a él. Dice Villa: "-Ahora sí te quiero, porque vamos a una lucha sagrada: vamos a vengar a todos nuestros hermanos que han caído en esta pelea contra Carranza, porque son los güeros del otro lado los que lo están ayudando para que nos acabe."
[4]

Y Tiburcio no está convencido del todo, aquí lo que en realidad lo hace irse con Villa es ver que ya no tiene ninguna otra opción, cosa que Villa le ayuda a tener muy en claro: "Pero haces falta, necesito todos los hombres que puedan juntarse, y habrás de seguirme hoy mismo. Y para que sepas que ellas no van a pasar hambres, ni vana sufrir por tu ausencia, ¡mira!
Rápidamente, como un azote, desenfundó la pistola y de dos disparos dejó tendidas, inmóviles y sangrientas, a la mujer y a la hija."
[5]

La revolución en esta novela es también vista como una forma de escapar a la pobreza y a su situación habitual; al estar peleando, en campaña, los hombres tienen la libertad de comer donde sea y cuando sea y de tener las mujeres que se les antoje. Los revolucionarios de Villa llegan a los pueblos saqueando y matando, sólo para satisfacer sus necesidades y mantenerse vivos.

Tropa Vieja presenta el caso de Espiridión Sifuentes, un hombre que se encuentra peleando en la revolución, igual que muchos otros, porque no le quedó otro remedio, con la diferencia de que él está peleando de lado del ejército gubernamental. Esta característica es importante pero no necesariamente para diferenciar un bando de otro, ya que, al contrario, demuestra que, primero, es el pueblo el que pelea y que sigue defendiendo ideales totalmente ajenos a la lucha revolucionaria encabezada ideológicamente por la burguesía, y también, que al pueblo le ha tocado pelear porque no tuvo forma de escoger no pelear. Espiridión, finalmente, encuentra en el ejército muchas cosas que también encuentran los revolucionarios en sus pelotones, esto es, una forma de vida no tan miserable; ve que puede mandar dinero a su familia y se da cuenta de que puede encontrar la manera de que le vaya bien, mejor quizá que si se hubiera quedado en su pueblo: "Mi vida era otra muy diferente de la anterior; no tenía obligación de ir al cuartel de San Pedro y San Pablo, en donde se alojaba el batallón, más que hacerme presente en las listas de las seis de la tarde o en la mañana a recibir haber."
[6]

Por otro lado, Espiridión espera que se acabe la revolución para que los rebeldes triunfen y eliminen al ejército, sólo así podrá abandonar esa lucha a la cual en ese momento no puede escapar. Cabe destacar que todas las acciones de Espiridión no suceden por causas concernientes al bien del país, o siquiera, a un móvil nacionalista por el cual pelear, sino por su propio beneficio.
En Tropa Vieja se presenta ampliamente el hecho de que es el pueblo el protagonista de las batallas más cruentas dentro de la revolución y que tanto los miembros del ejército como los batallones revolucionarios están conformados por el mismo pueblo, (el hermano de Espiridión está luchando del lado de los revolucionarios) y no hay modo de distinguir unos de otros, a no ser por el uniforme.

El pueblo que pelea es el que menos comprometido está con los ideales de la revolución, ideales que en realidad buscan beneficiar sólo a algunos cuantos. Entonces, la causa de la lucha ha perdido (dudosamente alguna vez lo tuvo) todo el sentido nacionalista y heroico que frecuentemente se le adjudica a la lucha revolucionaria y lo que vemos es que los revolucionarios son muchas veces grupos de campesinos que se han juntado porque la pobreza o la injusticia no les permite vivir y prefieren irse a investigar qué les ofrece la lucha armada, pero no porque estén comprometidos con ideales específicos en cuanto a la conformación de una nueva nación.

Y es que esta lucha revolucionaria, la que se hace porque no hay nada más que hacer, no tiene modo de parar, aunque se quiera. Demetrio ya no quiere detenerse, porque ya no tiene nada, su modo de vida en sí era la revolución; Tiburcio no abandona a Villa porque ya no tiene nada a lo cual regresar, incluso cuando le ofrecen tierras y su libertad a cambio de la ubicación de Villa, él no las acepta, porque ya no tiene nada que forjar y nada le parece satisfactorio a no ser la eterna lucha revolucionaria por un ideal perdido.

Así, la revolución mueve a la gente y no deja que ésta se detenga, es como una plaga, algo que no puede detenerse con facilidad. Así, seguirá el saqueo y el robo y la lucha en busca de la satisfacción específica de necesidades. La revolución es efectivamente esa piedra que alguien avienta y que no se detiene, porque el ideal no importa, sólo importa la inercia natural del impulso inicial, sólo importa la lucha y el hecho de saber que si se deja de luchar ya no hay ningún lugar al cual voltear para establecerse.

Tiburcio y Demetrio mueren antes de poder detenerse y Espiridión, de cierta forma, también muere, pues al perder su brazo, ya no puede hacer nada, él dice: "¡Qué diferencia de mujeres y también qué diferencia de heridas! En aquel entonces fue un rozón nomás en una pierna y ahora despertaba con un brazo menos. Estaba inválido y ya no volvería más a cargar el fusil. ¡Qué gusto, dejar esa vida y qué desgracia no servir ya para nada!"
[7]

Es decir que antes muere la gente que muera la revolución y siempre se encuentran causas para estar luchando porque no hay nada que hacer sino eso. La revolución es algo incontenible ya, algo que no puede parar porque se ha convertido en un modo de vida más que en un movimiento que proponga un cambio nacional.

[1] Mariano Azuela, Los de abajo, Colección Popular, FCE, 1970, p. 137.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., p. 124.
[4] Rafael F. Muñóz, ¡Vámonos con Pancho Villa!, La serpiente emplumada, Factoría Ediciones, México, 2001, p. 96.
[5] Ibíd., p. 98.
[6] Francisco L. Urquizo, Tropa Vieja, Populibros “La Prensa”, México, 1974, p. 173.
[7] Ibíd., p. 224.

viernes, 24 de agosto de 2007

Interpol y tú

Escuchar a Interpol es escucharte a ti, a ti, corazón, sólo a ti, y leer tus mensajes a las doce de la noche, claro, mientras escuchaba a Interpol y te recordaba con tus ojos que me miraban y tus labios sobre los míos. Pero es que eres un sueño, todo tú eres un sueño, no puedes ser otra cosa, y no puedo creer que no conozcas a Interpol, irónico que te recuerde con algo que tú no conoces ¿no? pero bueno, eso lo perdono, la indulgencia llega cuando me besas, así, nada más, cuando me abrazas… y eso es todo…

Como cerrar los ojos y morir en el silencio de la espera al próximo encuentro, eres tú, como imaginar tanto que ya no sé si lo que hay en mi cabeza es cierto o falso, estar siempre confundida entre lo consciente y la somnolencia que tu aroma dulce le trae al recuerdo, ¿o a la imaginación?

¿Cuál es el verdadero recuerdo? ¿Cómo saber? El recuerdo… ¿Es el parque del Franz Mayer, tus brazos alrededor de mí y tus labios mordiendo mi cuello? ¿O el recuerdo es el salón de clases con la luz apagada y nuestros labios encontrados en el beso perfecto? ¿Cuál es el verdadero recuerdo? y ¿cuál es el sueño? ¿Eres tú en realidad el que llega en el metro y me encuentra ahí leyendo el libro de Henry Miller? ¿O eres tú el que me sonríe cada que acaricio su cara? ¿O eres los dos? ¿El que calla después de los besos? ¿O el que me dice que me quiere?

Ya no sé. Sólo sé que no puedes ser otra cosa sino un sueño… el sueño de Interpol y el tuyo y la forma en que extrañamente ya no puedo pensar en uno sin el otro. Porque esa noche después del último mensaje dormí escuchando a Interpol y tal vez haya soñado contigo mientras dormía y luego desperté y seguías tú, en el sueño constante que existe también en la vigilia y después el mensaje que me despertó y la rareza de saber que me dormí leyendo tus palabras y desperté igual y escuchar de nuevo “Rest my Chemistry” y saber que ahí estabas tú también…

sábado, 18 de agosto de 2007

La verdad de la Historia

La frase que dicta "la Historia la hacen los ganadores de las guerras" es ya bastante conocida y al parecer no necesita gran explicación; sin embargo, a pesar de saber que la historia se puede manipular a conveniencia, aún la gente cree que lo que se llama "historia oficial" es la que se debe creer, como si fuera ésta una especie de dogma incuestionable y certero.

Creo que a estas alturas es justo analizar más a fondo el curso de la historia y cuestionar objetivamente las posibles causas y los fines para los cuales una mentira se dice con la consigna de que se convierta en verdad.

Nadie tiene la verdad absoluta, eso ni ingenuamente puede ser tomado en serio, creo yo, pero aún así la educación impartida a los niños (hablo de México en especial, aunque en muchos países sucede la misma cosa) se sigue basando en deificar a los personajes históricos y a gestar montones de mentiras sobre ellos.

Para ejemplos, hay demasiados, ahí tenemos a Don Miguel Hidalgo o a Don Benito Juárez, personas que en realidad han dejado de ser personas y que se han convertido en personajes, en héroes ya etéreos e inexistentes, no seres humanos. La historia oficial nos enseña a respetar los valores morales de estos dos hombres, su valentía, inteligencia (y demás virtudes bonitas que se le puedan ocurrir a uno), todo sin abrir la posibilidad a pensar que quizá estas personas no eran nada de lo que nos dijeron (quizá sí, pero aún es bueno tener las posibilidad de pensar lo contrario ¿o no?).

Y no sólo se trata de personajes concretos, sino también de hechos, guerras, eventos cruciales en la historia y construcción de las naciones, y todo es fácilmente manipulado a conveniencia de quien lo quiera contar. Una mentira dicha con frecuencia y regularidad poco a poco se torna en verdad, pues no hay nadie que sepa ya lo contrario y uno se predispone a creer en lo que le dicen pues todos lo creen de esa manera así que, así debió ser ¿no?

Un caso concreto: la conquista de México; dado que el señor Hernán Cortés (buen estratega, sí, pero un ser sanguinario y enfermo) fue testigo de una de las matanzas más terribles en la historia humana, claro que, actualmente, no se ve a Hernán Cortés como una figura terrible y odiada, razón simple: él ganó la guerra. En cambio Hitler, (nótese que no justifico a Hitler como persona, sino como la víctima de los hechos posteriores a él), el señor estuvo al frente de una de las matanzas más crueles de la historia, sí, pero objetivamente, no se pueden comparar los millones de judíos asesinados frente a los millones más que perecieron durante la conquista de América y no sólo eso, sino la explotación y muerte que existió durante los 300 años de la colonia. La razón se infiere, a Hitler le tocó perder la guerra.

No digo que mis datos sean los más acertados posibles, eso, como aclaré en el inicio, no es posible, sin embargo lo que trato de demostrar es la falta de decisión que se tiene para atreverse a pensar en otras cosas diferentes a las que se nos han enseñado en las escuelas.

Otro caso: la Revolución Mexicana; después de acabada, el gobierno se encargó de callar a todos aquellos que se atrevieran a hablar mal de la revolución, puesto que la figura del gobierno no estaba en una posición conveniente para aceptar que después de tantísimos muertos y heridos, el país seguía en la misma miseria, entre otras cosas.

Entonces la historia en sí puede muy bien ser vista como una serie de engaños, casi como la literatura, pues en realidad la diferencia entre una y otra es sólo que la literatura acepta desde el inicio que lo que cuenta es de una o de otra forma, en mayor o menor medida, una ficción.

No importa saber que la historia se hace por los ganadores de guerras si no entendemos el verdadero significado de esta frase y tampoco basta con quedarnos con la idea de lo que nos cuenta la historia oficial, pues, aunque la verdad sea imposible de encontrar totalmente, sí vale la pena querer la oportunidad de pensar diferente.

viernes, 10 de agosto de 2007

(...)

Quizá tenías razón… y cuánto me duele que así sea. Quizá lo mejor haya sido olvidarnos uno de otro, tú ya te has olvidado de mí desde hace mucho tiempo, creo, aunque, ¿cómo saberlo con certeza? Yo me rehúso al olvido, dicen que el olvido es la supervivencia pero ¿de qué me serviría olvidarte? Si lo hiciera, seguramente cometería los mismos errores que cometí entonces contigo, y quiero pensar que tengo la oportunidad de redimirme, aprender, salir adelante sin retornar al ciclo que tuve contigo. Tal vez lo que necesito no es el olvido en sí, sino sólo la idea de la supervivencia.

Pero aún estoy confundida… sola, angustiada, tal vez loca. Hasta hace un mes tenía la idea de conocerte y no sólo eso, de saber dónde buscarte y a dónde llamarte, pero el orgullo, o no sé, el sentido común tal vez...

En estos meses, desde la última vez que hablamos me hice a la idea de que efectivamente lo mejor sería el abandono, o al menos el alejarme del vicio de tu nombre por un tiempo, no llamarte por teléfono, ni mensajitos ni nada de irte a buscar a donde sé (o sabía) que te encontraría. Pero es que todo parece un ciclo inevitable, cansado pero eterno, no fui fuerte, no sé siquiera si esa es la palabra que deba usar, y un día de hace no mucho, que estaba de vacaciones y el cerebro se concentró en otras cosas, decidí que tal vez podría ser capaz de cerrar el ciclo del dolor que sufrí por tu culpa y que entonces podía llamarte por teléfono como una persona civilizada, ya sabes, preguntar cómo estas, qué tal te ha ido, nada de ofensas ni reproches, como algo nuevo que tuviera un tinte saludable y con futuro.

Y entonces, después de pensar qué te diría y de prepararme para escuchar tu voz otra vez, ahí tienes que llamo y nada. El teléfono suspendido con ese terrible sonido, el tururú que indica que ese número ya no existe. Bueno, hablarte a tu casa, es lógico, pero nadie contestaba nunca, ni la contestadora siquiera, y el teléfono sonaba y sonaba siempre y nada más.

Luego ya no supe qué hacer. Sí, quizá era mejor esto, pero entonces, ¿por qué me duele haberte perdido así? Ya no sé donde buscarte, de pronto recordé que ya no trabajabas en la preparatoria y que la última vez que hablamos estabas buscando nuevo empleo, ya no tenía a dónde buscarte o a dónde llamarte, la angustia me cerró la garganta.

Por meses y meses te creí seguro, sabía que estaba enojada contigo, dolida, pero aún sabía que si pasaba cualquier cosa te podría encontrar si marcaba un número, si iba a tu casa… pero ya no tengo eso tampoco, me dijiste que te habías divorciado y que estabas viviendo con tu hermana pero yo jamás supe donde vivía tu hermana y tampoco lo podía averiguar. Así que me quedé sin nada, con sólo el recuerdo y una sensación increíblemente extraña, algo entre la desilusión y el alivio, algo que se gesta desde dentro y va saliendo poco a poco, algo que no sé si debiera hacerme reír o llorar.

¡Qué frágil ha sido todo esto!, yo tan segura de ti a pesar del dolor y tú que de pronto decides desaparecer. Es lo mejor, quiero pensar que lo es… pero… qué duro, me siento perdida, quién sabe desde hace cuánto que te perdí y ahora, la certeza de tu ausencia me está deshaciendo, por un lado, pero por otro sé que ahora ya no hay nada qué hacer, absolutamente nada sino seguir adelante con la vida. No poder hacer nada duele, cómo duele tu ausencia, cómo duele saber que hay una ausencia, saber, sólo saber, cómo te extraño, ahora más, si ha sido orgullo, vanidad, sentido común o destino, cómo es que te pude haber perdido así…

domingo, 5 de agosto de 2007

Escribir para trascender

Si uno quisiera trascender en el mundo, probable, práctica y muy seguramente, no sería a través de las palabras, pues siendo objetivos, las palabras perecen justo en el momento inmediato al segundo en que son dichas, éstas a veces podrían parecer la verdad absoluta y no sólo eso sino una verdad absoluta guardada en libros a través del tiempo, pero lo cierto es que estas palabras, aunque busquen trascender hacia algo específico, se redefinen para cada lector y para cada momento por lo que la esencia se pierde o se cambia.

Entonces, si la palabra es tan efímera, por qué uno, como escritor que a veces se dice ser, recurre irremediablemente a las palabras, por qué, por ejemplo, lo hago yo ahora en este instante... A esa pregunta yo respondo cono sencillez porque para mí no hay más verdad que la que se externa a través de líneas sinceras; lo que yo digo ahora, bien no podrá tener valor para el futuro, pero tiene valor para el presente y significa algo para este momento.

Como siempre ha sido, el ser humano busca una forma de expresión que le permita conocer el mundo y conocerse a sí mismo. El pensamiento perece, la palabra no, la literatura no y es a través de ella que uno busca una identificación sublime con cada cosa existente o quizá, a veces, inexistente. Así que la importancia de la palabra sí es trascender, pero no como algo inmóvil; la palabra no es el resultado único y universal de una sóla cosa sino de muchas y esa versatilidad, ese movimiento creacionista, muy semejante a la creación del mundo, es el tipo de trascendencia de una línea, una frase, una idea.

John Keats entendió la verdadera razón de la literatura como arma de trascendencia, él, sufriendo de tuberculosis la mayor parte de su vida, tuvo que hacerse a la idea de renunciar a ésta antes de que cumpliera siquiera los 23 años, y aún así él buscaba trascender y lo hizo a través de su obra, de sus poemas en donde hace que las palabras hablen por él y se tornen en la huella misma de lo que él era y así trascendió y no sólo para él sino para todos los futuros lectores que encuentran en sus palabras el aliento de vida que todos necesitamos en algún momento de neustras vias.

Quizá no todas las palabras busquen tan desesperadamente la trascendencia, pero tampoco podemos negar que cada letra pretende reflejar una parte de lo que somos y así, una parte de lo que queremos dejar al mundo, para que no se nos olvide.