lunes, 31 de marzo de 2014

Him



Seguramente hoy, por la noche, esperaré un mensaje o una señal de ti, y seguro es que mañana por la mañana levantaré el celular para escribirte. Me detendré, por supuesto, porque recordaré lo mucho que no quiero ser una vez más como la imbécil que se desvive por ilusiones sin sentido. La vida, en sí, no tiene sentido, eso lo sé desde hace bastante tiempo, pero también sé que no tengo ninguna necesidad de seguir caminando hacia lo que entiendo como explícitamente inútil desde ahora, no hay por qué añadir a la vida un sufrimiento más, ya tengo suficientes.

Y entonces voy a odiar la tecnología, porque todos los días escribes algo y yo te leo, porque no tengo la voluntad de no entrar al twitter o a tu blog. Tú eres tu blog, en el sentido más amplio que tal cosa pueda entenderse. También soy un poco más racional de lo que parezco y bastante más ordinaria de lo que tú crees. Sé que leernos a la distancia ha sido siempre nuestra única constante, que ha sido un error mío querer tener más, querer pedir, demandar, exigir, llorar por lo faltante. Yo siempre lo dije desde el principio, que tendríamos una bonita relación por Whatsapp, pero me resulta tan terriblemente absurdo, más absurdo es, todavía, que tú insistas en que no va a ser siempre así ¿Siempre? ¿Quién puede, acaso, controlar la eternidad?.

Escribo ahora esto para que sepas que es tal como te platiqué cuando te mandé “The moon song” y no te gustó, cuando te dije por primera vez que así éramos; te dije que deberías ver “Her” y que quizá entenderías la manera en que nos veo a nosotros, la situación es tan absurda que parece que uno de los dos carece de cuerpo. No parece, me corrijo, así es. No me gustó la película, he de confesarlo, y la odié no por su destreza fílmica o alguno de esos argumentos lo suficientemente válidos como para aprobar o desaprobar algo objetivamente, sólo la odié porque es algo que ya estaba viviendo: desear a alguien que vía redes sociales y aplicaciones de celular está siempre al pendiente de mí, pero que es incapaz de trasladarse a un plano más real. No tienes cuerpo y lo peor es que no deseas tenerlo, no deseas estar a mi lado, asumo que no deseas escucharme pues tampoco respondes el teléfono. ¿Cómo podría asegurarme, además, de que si estás “en línea” por el Whatsapp todo el día no mantienes las mismas relaciones con otras personas igual que conmigo? Insisto, no tienes cuerpo ni deseas tenerlo. Al menos Samantha deseaba realizarse físicamente.

Se terminó, eres un sistema operativo que caducó, una cuenta de Twitter que en cualquier momento puedo dejar de seguir o bloquear, una cuenta de Facebook que no existe; eres un emoticón al otro lado de un celular, una idea, bellísima idea de que tenemos tres canciones que nos unen o un par de versos exactos, o alguna otra cosa que en realidad nunca hemos experimentado juntos. Puedo entender tus razones pero no puedo trascenderlas. A ti te basta que seamos así, me queda claro; y lo lamento porque a mí no. Eres nada más un video que mandas por Youtube, una foto que no es nunca de ti, sólo eso, una manera de amar que mi corporalidad no entiende, un deseo que no termina de satisfacerse. Qué lástima que yo quise más, qué lástima que caí, como Theodore, antisocial, con una herida irreparable en el corazón, en la añoranza de alguien, algo, tan asquerosamente artificial.

Quizá eres más grande que yo, quizá entendiste desde hace mucho tiempo el daño que causa el amor, el dolor de ser como todos los demás. Pero yo soy simplemente ordinaria, terrenal, orgánica y falible. Yo no puedo.



Music on: Last mile home - Kings of Leon
Quote: "Nada tiene sentido; he despertado / en un mundo al revés". Rubén Bonifaz Nuño
Reading: La infancia de Jesús - J. M. Coetzee

martes, 25 de marzo de 2014

"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos" o de cuando escribo relatos



Empecé escribiendo cuentos cuando estaba en la preparatoria y me gustaba Edgar Allan Poe. Mis primeros intentos eran, de hecho, un pastiche de lo que hacía Poe, con ambiente gótico, en mansiones lúgubres y con personajes escalofriantes y trastornados de distintas maneras. Poco a poco me fui dando cuenta de que los trastornos, las depresiones y los escalofríos no necesitaban, necesariamente, desarrollarse en mansiones, parajes suizos, cuevas y castillos, sino que podían situarse a nuestro lado, en la más bella cotidianidad mundana. Así son estos cuentos.

Existen tres ejes que, a mi parecer, sostienen a todos los relatos o buena parte de ellos, uno es la familia, otro la locura, y finalmente, la muerte. Los tres están íntimamente relacionados. Hay por ahí tres relatos que son mucho más metafóricos y al mismo tiempo, un tanto fantásticos, no con la fantasía de los dragones y las hadas, pero sí contienen esa extrañeza que irrumpe en lo cotidiano, muy al estilo de La metamorfosis donde lo extraño y terrible se vuelve normal. De este corte es “Los dedos”, por ejemplo. Está también la historia de la araña que sale de las lágrimas de una persona y que es metáfora de la tristeza. Cuando escribí ese relato me preguntaba cómo sería si de una manera más física pudiéramos externar nuestras tristezas, si del llanto podríamos no sólo limpiarnos con el agua sino a través de otra cosa; entonces se me ocurrió la idea del insecto portador de todas nuestras decepciones, que sale y entra a voluntad sin nuestro control, tal como nos sucede con la tristeza y la alegría, sentimientos que nos llegan de pronto y los tenemos que dejar ser, dejar fluir, dejar existir. Asimismo, está el relato de la sombra que ejemplifica la alienación de la persona y la fatalidad de no poder escapar a un destino. En este relato está presente el tema del doble y la idea de que la sombra de uno mismo es como el recuerdo de una muerte que, de tan certera que es, descansa personificada, todos los días a nuestro costado sin que podamos hacer nada.

En cuanto a los ejes fundamentales, buena parte tienen que ver con experiencias personales. Yo nací, crecí y viví en una familia de mujeres, con mi mamá, mis tías y mis tías abuelas, había sólo un hombre: mi abuelo, la única figura paterna imponente e importante; con ellas crecí, a ellas me amoldé, a partir de ellas conocí la vida. Mis relatos incluyen historias de mujeres enclaustradas, dos de ellos, al menos, son reflejo directo de sucesos familiares, el de “Funeral” narra la muerte de mi tía y el de “Los dedos”, ya mencionado con anterioridad, recrea el encierro y hermetismo de una familia de mujeres que se han hecho distantes a cualquier petición de amor. En el cuento, las consecuencias son de corte fantástico, de imaginación e irrupción del extrañamiento dentro de lo cotidiano. En cuanto a la locura, tomo como punto de partida una frase de Clarice Lispector que dice: “la locura es vecina de la más cruel sensatez”; en uno de mis relatos aparece esta frase como epígrafe, sin embargo está relacionado con más de un relato. A veces la realidad nos resulta tan abrumadora que nos vemos en la necesidad de sucumbir a la locura antes que entregarnos a la muerte, a crear otras realidades que nos resulten menos terribles. Estamos negando la realidad pero al mismo tiempo estamos viviendo en otra. En Viaje al fin de la noche Céline escribe: “¿a dónde ir cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio? La verdad es una agonía que nunca acaba. La verdad de este mundo es la muerte”. Así les pasa a algunos de mis personajes, como Rosa de “Rosa a media noche” o como Leonardo de “Atardecer” o bien la niña sin nombre que pinta compulsivamente en “Rojo”. Todos ellos son incapaces de aceptar la verdad del mundo, pero siguen convencidos de que deben seguir viviendo y lo hacen a través de engaños fabricados que se convierten en una alternativa. La otra opción, claro, sería renunciar en definitiva a la vida, pero ellos no lo hacen. Hay quienes, también en mis relatos, sucumben porque, ni cómo negarlo, la renuncia es también otra idea tentadora e igualmente exploro esa segunda posibilidad, la cual evidentemente lleva directo a la muerte, otro tema sostén de este libro.

El asunto de la muerte se liga a la familia, al amor —porque el amor también es una de mis obsesiones fundamentales, amor tortuoso, imposible, que te va carcomiendo poco a poco pero que no te mata—, a la imposibilidad de crear una vida satisfactoria. Los relatos de desamor culminan en la muerte, como “¿Te acuerdas?” o bien “El espíritu de los muertos observa”. La muerte está en todo, de distintas maneras, morir en vida no es una posibilidad que yo descarte. El relato final está inspirado en el poema de Cesare Pavese, que le da título al volumen: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. En el poema, Pavese habla de una muerte que acompaña al ser humano siempre y, al mismo tiempo, de una persona a través de cuyos ojos existe un reflejo de la muerte:

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

En mi relato dejé de lado la metáfora y lo trasladé a lo literal. Se trata, entonces, de la figura de la muerte que pasea con los ojos de alguien y ese alguien sólo puede mirarlos así, pendiendo de su mano, en el instante previo a que se le esfume la vida para siempre. Además, como escribe Pavese: “para todos tiene la muerte una mirada” y creo que esa es una veta que sigue abierta para escribir sobre este tema que desde hace siglos es importante para el arte.

No pienso que este libro vaya a ser trascendental para la literatura mundial, de verdad no lo pienso, pero es mi primer libro de cuentos y lleva mucho trabajo detrás pues un par de ellos los escribí hace 4 o 5 años, y han tenido varios procesos de revisión y corrección y así como de necesarios cambios. Estos relatos son una mezcla de experiencias personales, obsesiones bien marcadas que he cultivado a lo largo de mi vida y, al mismo tiempo, son una apuesta por una literatura de calidad, por algo que traté que estuviera, por lo menos, bien escrito. Verlos así me causa una sensación extraña, por un lado me da terror saber que una parte tan escondida de mí está ahí afuera ventilándose sin pudor, pero por otro lado sí es una satisfacción muy grande poderlos dar a conocer. El terror estriba en haberme desnudado tanto ante mi familia, para quienes guardo muchísimas reservas sobre mi manera de ser; a quienes jamás les he confesado abiertamente cuáles son las vetas de mi dolor y de quienes a últimas fechas me he alejado mucho por haber tomado decisiones que no aprueban. Pero al terror lo salva la creación, y esta es finalmente el motor más grande de este libro, crear, escribir, esperar que, con suerte, alguien pueda tener una impresión grata o llevarse algún recuerdo.

Music on: I'm your man - Leonard Cohen
Quote: "La felicidad también existe fuera de la luz." Marco Fonz
Reading: La infancia de Jesús - J. M. Coetzee

miércoles, 19 de marzo de 2014

La rotura



Baste esta entrada para que sepan que la rotura de fábrica no se me quita, es ya como imposible, me imagino. Quizá tengo expectativas demasiado altas, quizá he desarrollado una aversión a dejar que la gente sea como es y me dé lo que yo quiero que me dé, pues la última vez que dejé a la gente ser libre igual terminó y terminó mal.

Uno exige lo que cree merecer, dicen. Y al parecer estoy jodida porque creo que me merezco la eternidad. No somos personajes de novelas, me dijo una vez alguien; no puedo darte lo que mereces, también me dijo. Y yo lo dejé. Entonces traté de no cometer los mismos errores y empecé a dejar ser libre a la gente, a no exigir, a no poner la vara tan arriba con respecto a lo que yo quería, y también fracasé. Yo fui la más linda del mundo y me cambiaron por otra.

A prueba y error intento de nuevo y fracaso. Acabo de perder a una persona más, por ser simplemente como soy, por decir lo que no me gusta, por pedir lo que creo que debo tener. Ya me lo decía un amigo, que el problema soy yo. Ya no sé cómo más intentar. Haga lo que haga, decida lo que decida, pida o no, diga lo que pienso o no, todo se jode. Y yo, la verdad, no puedo con eso. Entonces lloro, porque soy estúpida, porque soy cobarde y porque soy necia y quiero seguir tratando con la imbécil esperanza de que algún día lo haré bien, pero igual sabré que no será así; que hay gente para la cual no es posible el amor, que yo desde hace cuatro años me di cuenta de que no era para mí pero no puedo resignarme. 

Baste esta entrada para que sepan que me duele ser yo, que soy irreparable, que no importan los logros. Sigo siendo yo y ser yo no sirve para nada.

Music on: Push your head towards the air - Editors
Quote: "desconfía del que ama: tiene hambre, no quiere más que devorar" Rosario Castellanos
Reading: nada, ya no leo nada.

lunes, 3 de marzo de 2014

Una metáfora de los amantes imposibles




En momentos como este, en que siento que nada sirve de nada, en que no supero el absurdo, en que la incompletitud me abruma, no sé si acaso escribir ayude de algo. Siento que siempre escribo la misma cosa, la misma cantaleta, el mismo dolor. Pero no consigo salir de él. Las personas cambian, pero el hecho es más o menos el mismo, siempre regresa a mí el tema de la imposibilidad. Y para ello nada mejor que la historia de Orfeo y Eurídice, porque pienso en ella como una metáfora perfecta del amor, al menos en mi caso. Orfeo baja a los abismos infernales en busca de su amada con la consigna de que no puede voltear a verla, pues si lo hace, en ese instante la perderá para siempre. Me refiero a que es una metáfora en el sentido de que no podemos tener nada completamente, que al tener al amor, lo perdemos, —lo pierdo— que siempre estaremos tentados a voltear y lo perderemos, como le pasó al héroe. Por una u otra razón yo siempre pierdo el amor, si acaso con buenísima suerte lo tengo bien agarrado de la mano, es por rebeldía, impaciencia, ineptitud, aburrimiento, hybris, o qué sé yo, que siempre lo echo todo a perder, igual que Orfeo. Su caso es claro, le dijeron que no volteara y volteó, yo estoy peor pues desconozco la prohibición y haga lo que haga, siempre pierdo.

Como sea, la metáfora no es muy esperanzadora. Nos dice que, en efecto, la eternidad no es posible y que, como Orfeo, no podemos aspirar a tenerlo todo por completo, mucho menos eternamente. Estoy convencida de que así es la vida: andar por los abismos aferrados a algo que amamos, pensando que lo podremos poseer por completo. Tener, no tener, desear algo tanto y perderlo sin remedio. No sufro siempre, no necesariamente, pero el hecho de haber perdido años de mi vida amando fantasmas sí me afecta; años, meses, días, el tiempo que sea en el cual he invertido esfuerzos para lograr cosas, tiempo de viajes abismales sosteniendo algo con una errada seguridad, sólo para perderlo. Yo creo que todas las veces ha sido mi culpa y he tratado de hacer las cosas de manera diferente, uno vive y aprende, dicen por ahí. Yo aprendo y desaprendo porque no he hallado el camino correcto, no he encontrado la manera de no entrar en ese infierno bajo las mismas condiciones y consecuencias. Me sucede que a veces creo que “algo” es lo correcto y luego caigo en el desencanto, en el error, inevitablemente. Y me carcome, sobre todo, la evidencia viva y latente que me recuerda todos mis errores. Uno cree que ciertas cosas son posibles, uno cree en el amor, de una o de otra forma. Uno cree, estúpidamente, uno cree. Y cree que por una vez en la vida Eurídice no se va a desvanecer, que uno no va a cometer el error.

A veces pienso que es mejor adentrarse al abismo con lámpara y cuerdas, poco a poquito, en lugar de dejarse caer. En muchas ocasiones deseo que la agonía termine antes, pero, absurdamente, jamás se me ocurre desear que no hubiese iniciado. Estos abismos se tienen que recorrer, así como la vida se tiene que vivir. Muchas veces me he preguntado si acaso hay algo roto en mí, me lo pregunto casi todos los días, de hecho, si hay algo que hace que la gente simplemente no se enamore de lo que soy cuando yo estoy dando todo lo mejor de mí. Y pienso tonterías como “ojalá le hubiera dicho a tiempo que no me parecía lo que hacía, que yo quería más, que no aguantaba sus ausencias” pero sé que eso tampoco cambia nada, decir o no decir, por desgracia, no salva. Actuar o no actuar; sufrir o no sufrir. La verdad, el resultado es el mismo. Entiendo que no hay que encontrarle tres pies al gato. Uno se enamora, o no. La gente se gusta, o no. La gente desea encontrar la manera de estar junta o no. La gente elige una cosa por otra, o no. Y sin embargo, no hay respuesta que me contente.

Ya no se trata de aprendizaje; hay millones de maneras de volver a hacerlo todo mal. No hay una regla general para el amor, para fortuna o no nuestra, no la hay. Quizá lo mejor es estar a la deriva como Orfeo y Eurídice mientras caminan, tal vez esa vida no está tan mal. Al menos ellos están seguros de su actuar, seguros y a salvo, hasta que Orfeo decide salir de ahí y voltear. No tengo una solución, no sé cómo conservar, cómo no desear más, cómo escapar a la maldición y perderlo todo. Es más complicado amar que no amar, eso me queda claro. Es mentira eso de que el amor es suficiente. Nada es suficiente. No importa todo lo que uno haga, lo que se desviva o lo que invierta, siempre se va a terminar. Así se quede uno acatando las reglas, la tentación existe y el voltear hacia Eurídice se manifiesta en miles maneras. Caminando los dos, es inevitable, uno o el otro se va a volver a enamorar, tarde o temprano, el hecho de que siempre volvemos a amar no es una sentencia que nos dé, necesariamente, esperanza.

Un hecho importante es que, para muchos, conseguir “todo lo que quieres” nunca es en realidad “todo lo que quieres”, siempre se desea más y de tanto, aquello que se supone que se anhela, por lo que se supone que se está dejando la vida, desaparece. Entonces regreso a la incompletitud, al amor imposible y a la sentencia: nada es suficiente y por eso se pierde todo, sin remedio.          

Music on: Stubborn love - The Lumineers
Quote: "Nunca como a tu lado fui de piedra". Rosario Castellanos
Reading: Diario invento - Francisco Hernández