miércoles, 18 de marzo de 2015

El presente perpetuo


He tenido muchos episodios de mi vida anclados a la música, no sé cómo dejar de hacerlo pues, en ocasiones esa relación se realiza de manera involuntaria. Esto les pasa a todos, quizá sólo soy yo la obsesionada, porque una parte de esa obsesión, a su vez forma parte de otro problema que traigo cargando a cuestas, esto es, la imposibilidad de la eternidad de la mano con la tremenda nostalgia que acompaña saberse en otro lugar, alejado de cosas que ya terminaron y no volverán a ser.

Es curioso porque, en realidad, no es que tenga una vida terrible, me va muy bien. Es sólo que todavía no sé cómo arreglarme con los recuerdos, cómo reconciliarme con las cosas que no pudieron ser, cómo aceptar que hay sólo una elección, que no hay marcha atrás. La música es un pretexto excelente, me funciona como la magdalena proustiana que lanza la mente hacia atrás con sólo un estímulo. Pero existen recuerdos menos musicales, igual de tristes, ¿de tristes?, sí, una suerte de tristeza los envuelve.

Hace años estaba en San Miguel de Allende con una persona que ahora ya no es parte de mi vida. Mirábamos la preciosa catedral en la noche y creo que, de alguna manera, los dos sentimos lo mismo, cosa rara, pues pasando el tiempo nos fuimos alejando más y más, hasta perdernos. Y bueno, así es la rareza, lo mágico, lo espontáneo, no puede ser de otra manera. Olvido un poco las palabras exactas, pero trataré de ponerlo lo mejor posible; él dijo: "Hay que recordar bien esto y disfrutarlo porque quién sabe cuándo volvamos a estar en este lugar los dos juntos como ahora; tal vez nunca". La finitud, la ruptura, nada de ilusiones por regresar. Así es él ¿era? Quizá entonces él ya sabía que no andaríamos por esta vida juntos mucho tiempo. Después de unos meses yo lo empecé a sospechar, que habría que despedirnos y la certeza de mi presentimiento fue abrumadora, pues supe que no sería sencillo, como no lo fue. Pero ese instante, el inmaculado instante se quedó en mí y se quedará por mucho tiempo más, estoy segura (y más curioso que todo es que no podría decir por qué exactamente recordé ese instante peculiar, en este momento). No podría recordar con tanta precisión nada más importante de esa noche. Ahora lo veo como el inicio del derrumbe y la certeza de que, en efecto, no volveremos a estar juntos para nada, mucho menos sentados coincidiendo en aquel pueblito, de noche, mirando una catedral hermosamente iluminada, queriéndonos ¿queriéndonos? sin decírnoslo.

Me pregunto si acaso él recordará esto como yo lo hago, o si siquiera lo recuerda, de alguna manera; me pregunto si fue cierto que por un instante coincidimos, que nos dijimos lo que nos dijimos e hicimos lo que hicimos. Los recuerdos no siempre son compartidos y dependiendo del cristal con que se mire, la tragedia es la misma que su redención: se van perdiendo, insalvables.

A mí, todo recuerdo me llena de la misma nostalgia, sin importar el lugar en el que esté viviendo ahora, el pasado entero se tiñe de un halo irreal, inaccesible y trae consigo esa tristeza mansa de las cosas que uno no pudo ya rescatar, a veces ni siquiera entender. "El presente es perpetuo", escribió Octavio Paz, qué belleza hubiera sido esa, lograr un presente perpetuo, a pesar de que eso implicaría privarnos de muchas cosas más. Mucho se dice que el ser humano es ambicioso, pero la realidad es que todos nosotros hemos deseado ese presente perpetuo, sin más ambiciones o aspiraciones, un momento incuantificable extendido hacia una eternidad anhelada aunque desconocida.

Así pues, un recuerdo más es otro presente perpetuo en fracaso, otra incertidumbre, otro derrumbe. Es el cauce de nuestras vidas; pero afortunadamente tenemos la oportunidad de crear nuevos recuerdos, de anhelar nuevos presentes perpetuos. No importa que aquéllos fracasen, mientras nosotros no renunciemos.



Music on: It takes a lot to know a man - Damien Rice
Quote: "El tiempo transcurre rápidamente, nuestras penas no se transforman en poemas y lo invisible permanece como es". 
Reading: La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse - A.E. Quintero

lunes, 2 de marzo de 2015

Se habla de cerrar



Desperté en la mañana de mi cumpleaños número 30 y lo primero que hice fue poner música de Sigur Rós, no se me ocurrió otra manera de seguir armando el soundtrack de mi vida, tampoco pensé que al cumplir 30 debía cerrar un ciclo y vivir hacia adelante, como muchos sugieren. Pensé, eso sí, en mi presente: en el hombre que me ama, al que he aprendido a amar, porque sé que a amar se aprende, pensé en la calma que me infunde su presencia pero igual pensé en que, aunque él sea mi presente, no tengo por qué cancelar el pasado, ya que el pasado es aprendizaje y, si bien el amor es grande, también existen muchas cosas que son más importantes o mayores que el amor.

Pero vamos por partes. Primero el hoy: esa mañana pensé en la extraña sensación de “contentud” inexplicable y me sentí en paz. El dolor sigue presente, en diversas formas; siempre existe la manera de entrar en la tristeza, en la nostalgia, en la maldita duda y en la melancolía de no haber podido resolver misterios anteriores, casos de angustia sin respuesta. El desamor con sus infinitas vetas, sus casos únicos, su imposibilidad de hacer un manual para no volver a padecerlo y, al mismo tiempo, su permanencia arraigada en los bordes del alma.

Ahora estoy en paz. Y entiendo perfecto que la paz está infundada en la aceptación y la mediocridad; es decir, estamos en paz porque hemos decidido aceptar, acostumbrarnos. Y a mí me ha causado mucho conflicto esa parte de la forzada costumbre, aceptar que el mundo es una mierda pero que no hay otro lugar a donde ir. Esta es la actitud del hombre absurdo, aprender a contentarse con lo que se tiene, ser feliz con lo que se puede, con lo que hay. Pero, por ningún motivo, aunque sepamos la absurdidad y finitud de las cosas, por ningún motivo renunciar a la acción, seguir realizando, construyendo, y al mismo tiempo, aceptando. Difícil misión, lo sé, la vida no es fácil.

Mi aspiración ha sido, desde hace varios años, llegar a ese estado de felicidad que se halla al aceptar lo absurdo del mundo. A veces lo logro. Por ahí alguien me dijo alguna vez que estar enamorado no es precisamente hermoso, pues tiene cosas muy gachas. Lo creo, todo lo que existe tiene su cara fea, amarga, oscura. A mí no me ha tocado, esta vez, esa parte. Nada es totalmente blanco ni totalmente negro, y, como me dijeron también alguna vez, la vida también se trata de lo feo. Ni modo, sea fuerte, apechugue, acepte que nada es color de rosa. Sé de cierto que en cualquier momento llegará el momento del derrumbe. Mientras, continúo.

Continuar, también parece sencillo, y no lo es. Es de nuevo ese viejo discurso de cerrar el ciclo, de trascender. ¿Cómo lograrlo? Bueno, pues yo he logrado moverme gracias al cansancio, y ahora mismo explico esta aparente contradicción. Uno se cansa de aguantar, yo me cansé. Me cansé del desprecio, me cansé de intentar y, sobre todo, de esperar que otra persona me diera algo que yo necesitaba, ¿no es acaso esto el amor: creer que el otro me debe dar aquello de lo que yo tengo necesidad? Me cansé de sobre esforzarme por cosas que no dependían sólo de mí, me cansé de enfocar mis ilusiones en quimeras y creer que merecía más de lo que tenía, sí, por razones que nunca pude definir.

Me he cansado también de las definiciones y las búsquedas. Estoy en paz, aunque haya quienes me recriminen con el argumento de que he tenido tan poco en mi vida (emocionalmente hablando) que cuando tengo un poquitito más, creo que es mucho para mí. No soy una persona que piense que merece muchas cosas, más bien, no soy una persona que piense que otros me deben dar muchas cosas, “la completitud” es una ilusión tan vana como la esperanza o la luz al final del túnel. Por el cansancio se da uno cuenta de este tipo de cosas.

Mi único deseo es, como siempre lo ha sido, la eternidad. En este sentido no he logrado evolucionar ni aceptar. Pero he bajado la línea de las aspiraciones. Sólo quiero que este estado de “no querer más” me dure por los siglos de los siglos, vaya, quizá la línea no se ha bajado, sólo se ha concretado. El caso es que hace algunos años pensaba que mi vida tendría que tener un amor aplastante, incendiario; amar a alguien como una actividad correspondida que se convirtiera en el motor de mi existencia, eso quería. Ya desde hace tiempo pienso que esto no sólo es ilusión pura, sino que, de existir, no vale la pena. Prefiero la mansedumbre y el equilibrio de algo simple que la fuerza desolladora de un amor en ráfaga, destructivo.

Cuando uno llega al cumpleaños, es el momento en que más se habla de cerrar ciclos, varias personas mencionaron el tema junto con su felicitación. A mí no me queda muy claro cómo debe hacerse eso o si en verdad es lo que debe hacerse; ¿cómo se trasciende?, ¿cómo se dejan de buscar los frutos secos de una parte de la existencia que lleva pudriéndose años?, ¿cómo se decide uno a tirar todo eso a la basura? Uno mismo es el resultado de esos ciclos, no pueden cerrarse. Yo he tratado de hacerlo, pero mi mente romántica no puede evitar el regreso; ahora las visitas al pasado se quedan sólo en la memoria, al menos, pero no se han terminado. Trato de hacer eso que la gente llama “cerrar ciclos”, pero se me ocurre hacer un ritual que incluya una pieza de Sigur Rós, acto que en sí mismo es contradictorio pues su música es parte de buena parte de mi pasado. Qué importa.

Tampoco sé exactamente en qué consiste la felicidad. Creo que es un estado de tránsito, más que un objetivo. Si fuese un objetivo muy poco tendría sentido atraparlo, quizá no sbaríamos qué hacer con él. El presente es bueno, ahora, quisiera que, como Paz, fuese perpetuo. Pero soy más partidaria de los eternos retornos. Si la felicidad es constante, es un vehículo, el regreso no debería ser tan complejo. Entonces, ¿cerrar? No estoy tan segura, quizá haya quien cierre por mí y yo no tenga que preocuparme por hacerlo, tal vez ni siquiera me dé cuenta. Pero si voy a cerrar esto lo haré con Sigur Rós, no creo que pueda hacerse de otra manera.




Music on: My blue supreme - Interpol
Quote: "El deseo ha volado dejando sólo un rastro de perfume tras de sí." Mark Strand
Reading: Tres veces al amanecer - Alessandro Barico