jueves, 31 de diciembre de 2009

Cerrando ciclos

El ser humano es todavía un ser primitivo que necesita de fechas y calendarios para marcar momentos cruciales en su existencia. Así pues, se las ha ingeniado para medir el tiempo, aunque éste no se pueda medir en realidad, y ha creado diversos acontecimientos para situarlos en tales días o meses de eso que se atreve a llamar un año. Ahora, ya acercándose el casi mundialmente aceptado fin de año, vienen las reflexiones existenciales, los buenos deseos, los animosos propósitos optimistas y las lágrimas que buscan reparar heridas sucedidas a lo largo de ese lapso. Bien podemos tachar de falsas todas esas muestras solidarias de benevolencia y en muchos casos no nos equivocaríamos.

Podríamos simplemente tomar un cierre de ciclo personal y dejar de involucrar al resto del mundo para llevar a cabo tales o cuales propósitos; podríamos ser sinceros con nosotros mismos e iniciar proyectos de un día para otro, sin la antelación de un cierre de ciclo universal que en realidad no nos significa nada auténticamente. Pero somos primitivos y necesitamos una guía para hacer tales cosas. Entonces llega el año nuevo, los calzones rojos y amarillos (o ambos, dependiendo de la situación), las tradiciones familiares que quién sabe en dónde están enraizadas, tales como aventar lentejas, barrer y arrojar agua hacia afuera de la casa y salir corriendo con una maleta, entre otras peculiaridades.

Llega el año nuevo, y, aunque no debiéramos hacer los rituales antes mencionados porque ninguno de ellos afectará nuestras acciones y lo sabemos, hasta cierto punto es válido sostenernos de tales cosas, ritos que dada nuestra forma primitiva de aprehender el mundo, nos sirven para seguir adelante anclados a creencias que nos reafirman la existencia y nos ayudan a crear metas.

Así pues, brindemos por el año que comienza, deseemos las cosas buenas que en verdad queremos para la gente que apreciamos, demos abrazos a los familiares y otorguémosles un par de palabras que usualmente no les diríamos, sólo porque tenemos algo cercano a un nuevo inicio, y también seamos partícipes en alegría -¿por qué no?- de un ritual que no hace daño a nadie y que al contrario, ayuda a sacar buenas intenciones lo cual no se repite a menudo.

Cerraremos un ciclo y trataremos de saldar cuentas con lo que dejamos atrás para incorporarlo al futuro o para desecharlo, miraremos con nostalgia aquello que ya no es y a esa persona que ya no somos, sentiremos la soledad que nos invade al dar las 12 campanadas y estar en el limbo de un año y otro, pero después, daremos abrazos e intentaremos reconstruirnos en ese futuro incierto que también tememos pero que no aceptamos como temeroso, comeremos uvas, brindaremos una vez más, y el ritual habrá acabado. Lo que suceda después, dependerá de nosotros, más profundamente y como nunca en el resto del año.



Music on: Commercial for Levi - Placebo
Quote: "Estoy intentando fotografiar el perfume" C. Lispector
Reading: Agua viva - Clarice Lispector

viernes, 25 de diciembre de 2009

A merry merry Christmas... and a happy new year

 Me resulta complicado separarme de la racha feliz que imprime la navidad y que parece incrustarse en la piel y renacer en todos lados. Como dicen, si uno no puede con el enemigo, habrá que unirse. Quizá frente a cosas más trascendentes podría poner alguna objeción, pero de momento, sólo creo que nada de malo hay en rescatar ciertas cosas buenas de la época navideña y por esos detalles la celebro aún y la disfruto casi de la misma forma que el grueso de la gente.

Por supuesto no creo en Dios, consecuentemente, poco me importa si el 24 de diciembre nació Jesús o no, al contrario sé que toda la celebración viene de cultos paganos a dioses solares y que, para fines de evangelización y apropiamiento, los cristianos hicieron el sincretismo para hacer que Jesús naciera en ese día justamente; poco importa la historia en estos momentos. Es decir, qué más da que sea Jesús o Mitra, ciertamente en estos días se fomenta un consumismo bárbaro -valga la redundancia- en donde los centros comerciales se atascan de figurines y muñecos con la forma de Santa Claus (señor creado por Coca Cola y que para enojo de los cristianos, tiene más fama que Jesús); además de miles de consumidores que arriban a ellos en busca del regalo perfecto, de la cena perfecta y la ocasión perfecta.

Repito, eso, aunque deplorable en algunas de sus formas, no es lo que me importa en este momento. Algunas de mis aseveraciones pueden resultar un tanto ingenuas, como la que viene a continación, sin embargo, estoy convencida de que dentro del caos deprimente e irremediable en el que vivimos, siempre es reconfortante la esperanza de encontrar lo mejor de las cosas que nos rodean, es decir, hacer a un lado el consumismo y enfoncarnos en las personas y los momentos que valen la pena rescatar.

Creo en la amistad y básicamente, en cualquier cosa que la fomente o preserve. La cena navideña así como la celebración por el nuevo año son un par de ocasiones en las que la gente puede estar reunida con aquellas personas a las que considera importantes. Es verdad que mediante el engaño por el "cierre de ciclos" que ofrece el inicio de un año, la gente, en su innato deseo por cambiar, -aunque no de manera realmente convincente- se torna más sensible y se da la oportunidad de abrirse y construirse, además de otorgarse unos segundos para compartir con sus queridos y familiares, con la expectativa de que todo, en el futuro, habrá de ir mejor.

Ingenuo, claro que sí, pero a pesar de ello, es válido para reafirmar momentos, amistades, ideales y formas. Cenar con al familia y dar el abrazo en un ritual ya conocido y gastado es un acto que se sigue renovando y que en ocasiones todavía puede desencadenar un cambio o al menos, provocar un instante placentero lleno de alegría, aún entre la turbia realidad que poco a poco nos agobia cada vez más.

Los buenos deseos florecen, en especial los que sí son auténticos, las amistades se juntan y se da inicio a nuevas cosas. Cierto que para tales eventos no debería se necesario tener un día en especial, pero entendamos que aún somos primitivos y en constante búsqueda de rituales determinados que simbolicen algo para los nuestros y que nos impulsen colectivamente a cambiar.

Así pues, disfruto las fiestas navideñas, pues sé que siempre traen algo bueno. También doy mis buenos deseos a quienes considero que lo merecen, reparto de manera simbólica toda la felicidad y el amor del mundo (y más); ceno con la familia, llamo a los amigos, escribo un poco más y me doy más tiempo para mí. Lo disfruto. Y como pocas cosas, me deja una extraña sensación de satisfacción primitiva que no me avergüenza.

Music on: No sound but the wind - Editors
Quote: "Pasear sin rumbo es por entero una actividad científica" G. Fadanelli
Reading: Oryx y Crake - Margaret Atwood

jueves, 17 de diciembre de 2009

Sobre Malacara de Guillermo Fadanelli




Apenas hace unos días terminé de leer Malacara de Guillermo Fadanelli; nunca había leído una novela de él, lo conocía, sin embargo, por pequeñas columnas o textos en revistas. Siempre que leía sus cosas, por breves que fueran, sentía una sensación refrescante, sí, refrescante, no sé de qué otra manera definirlo. Fadanelli es un escritor pesimista y cínico pero también con una enorme sensibilidad (en serio, aunque lo duden), es capaz de contar cosas cruentas y decadentes, pero al final deja al lector esa extraña sensación que no está relacionada con la depresión por el mundo terrible en el que vivimos pero que tampoco otorga placebos absurdos mediante palabras. Eso es, creo yo, lo refrescante.

Ahora en Malacara he encontrado muchas más cosas que igualmente me capturaron y me dejaron un buen sabor de boca. En la novela, en realidad no suceden muchas cosas. Para no hacer el cuento largo y tampoco arruinar el final, sólo diré que trata la historia de un hombre (a veces con tintes demasiado autobiográficos) que vive en su departamento con una y otra mujer, a diferentes tiempos, y que nos cuenta las obsesiones que llenan su mente así como los pensamientos y locuras que lo hacen ser quién es y que de algún modo justificarían su comportamiento.

Aparte de la historia, la narrativa de Fadanelli envuelve para evidenciar, como suele hacerlo en sus escritos, esas partes de la existencia que todos sabemos pero que pocos se animan a decir. La lectura es muy ligera y los personajes, a pesar de sus vicios, resultan cautivadoramente simpáticos y totalmente reales.

Quizá Malacara no sea una de las novelas que comparten el título de mis favoritas, pero es una muy buena muestra de la literatura que se escribe actualmente en nuestro país, pues conjunta ideas, historias y formas atractivas al lector que, espero, puedan lograr ese efecto refrescante que Fadanelli logra en mí cada que lo leo.

Music on: I belong to you -  Muse
Quote: "El enamorado soporte mejor la enfermedad de su amante que su libertad" M. Proust
Reading: Oryx y Crake -  Margaret Atwood

jueves, 10 de diciembre de 2009

Despierto

Despierto, miro el reloj, son las 8:22 de la mañana; sobre el buró, reclinada cuidadosamente sobre el despertador se asoma una carta escrita hace unas horas proveniente de su mano; la dejó ahí para que yo la viera, esa carta lo contiene todo, mi razón y su razón, algo que explicara su partida, su ausencia tan eterna. Eso creo, al menos, no quiero pensar siquiera en leerla.

Pienso que quizá deba buscarla, como antes, como si nada hubiera pasado, como si anoche no me hubiera desvanecido en el juego y la pelea me dejara en soledad, tal vez deba buscarla en el café de chinos donde la conocí esa tarde, de hace años, cuando ella trabajaba en un cuadernito indescifrable y no dejaba de escribir. Siento que la conozco lo suficiente como para saber que he de encontrarla ahí, aún sin tener que leer el contenido de la carta.

Así que me visto, decido rápidamente que iré a buscarla, no puedo esperar, tampoco quiero saber, prendo un cigarro con los cerillos que guardo en el cajón del buró, al acercarme la imagino desnuda en mi cama, con la sábana que apenas le cubre los muslos, observo nítidamente, como si ahí estuviera, su cabello enredado en la extensión de la almohada. Cuántas veces habría de mirarla así, dormida, bajo la pálida luz de la luna, o a través de las franjas solares que se filtraban por las persianas mal cerradas.

Voy al café, es lunes, lo encuentro atascado de extraños, ella no está. He dejado la carta en el cuarto, no sé qué dice, me intriga, pero le temo más a la verdad. Recorro en mi memoria nuestros lugares, los parques, los puentes los museos, esos escenarios de mi tiempo y mi ser con ella. No sé a dónde ir primero a buscarla. Me siento, respiro cansado, echo la cabeza hacia atrás para que las lágrimas caigan hacia el interior de mi cuerpo, no hacia fuera. Es inútil, pienso que de nada sirve negarlo todo y aún así lo deseo. Regreso a casa, miro la carta, no puedo abrirla.

El cuarto que contiene su aroma floral me sofoca, sé que es apenas perceptible, que todo huele más bien a mí, al cigarro que da la impresión de durar el día entero; aún imagino sus ropas colgadas en la puerta que tiene clavado un espejo. Creo que enloquezco y en mi desesperación salgo de nuevo; recorro la ciudad hasta que la oscuridad se cierne detrás de mis pasos, hasta que todas las esquinas se ensombrecen y las luces apenas refieren una señal de resguardo. Llego a un café grande y viejo, soy ya uno de los pocos que acaban de llegar a pedir una mesa; el café que bebo ahí no me la quita de la cabeza. Regreso, tengo que regresar, es de noche. En mi cama cierro los ojos unos instantes, todo es oscuridad menos cuando inhalo y la punta del cigarro se enciende como fuego, aún me perece verla que se acerca a mí, todo es ella, está en todas partes.

Concilio el sueño con dificultad, despierto en intervalos de una hora: las dos, las tres, las cuatro, hasta que el sueño me vence y me deja en el amanecer plagado otra vez de su nombre y su olor de rosas silvestres.

Despierto, miro el reloj, son las 8:21 de la mañana. Tengo la sensación de haber vivido el mismo momento al despertar ayer: observo una carta en el buró, se recarga con gracia sobre el despertador. Veo cansadamente las inscripciones que la revisten en su exterior y sé, sin duda alguna, que fue su mano la que escribiera esos caracteres. El aire huele a perfume dulce y la luz de sol a través de la persiana dibuja una franja apenas perceptible en el suelo. Sé que ella se ha ido, lo veo en su carta que me repele, de la que me alejo porque quiero ignorar su contenido. Me levanto de la cama, es martes, fumo un cigarro y en él dibujo de nuevo su figura y su voz.

El hastío me lleva a buscarla, a repetir su cuerpo fuera de mi memoria, huyo hacia la ciudad, a los museos y los autobuses; los pies me pesan como si no fueran ya parte de mí, como si fueran restos de un cadáver que cargo sin remedio. Deambulo sin rumbo hasta el amanecer pensando en esa carta que no quise leer, que moví del buró y tiré al cesto de basura de la cocina.

Regreso a casa. Entrando de lleno en la habitación, me resguardo de la bestia que existe dentro de mí, que me atrae y me repele hacia el destino de la carta, la carta resplandeciente que aunque no está, aún cambia la realidad en el cuarto. Decido dormir un poco, el reloj no avanza, parece ser sólo un tictac engañoso, sospecho que el tiempo no existe. No he comido ni bebido nada desde la mañana, cuando vi la carta posada en el buró; en sueños la veo posada en donde amaneció. En mis sueños ella se me aparece, me llama, la encuentro en el café de chinos, en el restaurante que visité hace dos días. Pienso en bañarme, olvidar, lo logro apenas por escasos segundos. La noche acontece en una agonía incesante; el silencio de la madrugada me envuelve; no puedo dormir ya. Prendo un cigarro y con el humo en la oscuridad busco su nombre, su cuerpo, sus manos, no puedo asirla, el recuerdo la transporta, sé que se ha ido y aún soy demasiado cobarde como para corroborarlo.

Me levanto con el cigarro entre los dedos y la ceniza que está a punto de caer. Voy a la cocina; busco la huella de la carta y veo la impavidez con que me impela, el cigarro muere apagado en ella, prendo otro, y el cerillo se posa en la grafía que la decora, la flama se expande. Regreso a la cama sabiendo que sólo así podría liberarme de ella, de lo perverso que contenía. Sólo así conseguí dormir un poco más.

Despierto, miro el reloj, son las 8:20 de la mañana. Hay una carta posada en el buró, recargada contra el reloj despertador; adivino su procedencia, el perfume de sus manos aún resulta vivo en el aire, demasiado vivo, creo escuchar cómo va cerrando la puerta. Recuerdo haber vivido lo mismo el día anterior, la luz del sol entra por las persianas pero aún no llega a pintar el suelo. La carta, no la leeré, intuyo lo que ha estado sucediendo y pienso que quizá mañana, con un minuto más de gracia, podré tomar el momento justo en que me deja, en que posa con gracia la carta en el buró y me da la despedida. Podré acaso detenerla. Creo que mañana… mañana…



Music on: Starsailor - Some of us
Quote: "En cada noche hay un hombre destruido, un homnbre desfalcado, despilfarrado por la citidianidad" M. Maples Arce
Reading: Malacara - Guillermo Fadanelli

sábado, 28 de noviembre de 2009

Escribiendo

“Somos las sombras de lo que antes fuimos” Escribió, y se dijo a sí mismo que era una de las cosas más chingonas que se la habían ocurrido. Tal vez la había plagiado inconscientemente, no importaba.


Estaba tomando un té verde que no le gustaba mucho, pero que, finalmente era lo único que había ya en su casa. Escribía un capítulo de su novela; no estaba muy convencido de que fuera buena pero aún así no podía dejar de escribir. Pensó en que quizá debiera darle un giro más dinámico e incluir pasajes medio absurdos, sólo para son confundir al lector, quizá sería divertido. Pero ¿qué escribir? ¿Cómo incorporar una ficción ajena al resto de la historia sosa y seria que llevaba hasta ahora? Se acordó de que no hacía mucho tiempo había ido a un concierto, uno muy bueno y pensó en que tal vez podría escribir un poco sobre eso, que la realidad podía incluirse ligeramente en la ficción y que podría funcionar.


Así que comenzó: “Agarró el boleto del librero, donde lo había puesto y tomó el metro para llegar al Auditorio Nacional y encontrarse con su amigo.” Le pareció que ese inicio era muy malo, pero sólo era cuestión de trabajarlo. Siguió adelante, escribiendo cosas sobre el concierto sin una unión real, sólo ideas, pequeñas frases. Ya llevaba la mitad y se dio cuenta de que el texto le resultaba muy impersonal, sin embargo siguió escribiendo hasta terminar lo que él consideraba era una buena historia sobre un concierto y la aventura para llegar a éste.


Ya terminado lo releyó y aún así no le agradó del todo, ¿qué no le gustaba? Después de un rato cayó en la cuenta de que había escrito todo, absolutamente todo como si hubiera sido él, que había dejado de hacer ficción por completo, y que sólo estaba trasladando su experiencia al papel. Se preguntó si eso era malo, si estaba mal contar la realidad de esa manera y engañar al lector haciéndole pensar que se trataba de ficción.


Entonces resolvió que lo dejaría así, sólo que cambiaría la conjugación y la persona para hacerlo más cercano y no estar en deuda con la ficción, así que escribió un inicio nuevo, más sincero, más real: “Tú no tenías nada que hacer ahí, pero un amigo tenía un boleto que le sobraba, no había nadie más que lo pudiera acompañar, menos tan precipitadamente, iba a ir con su novia, pero ésta se había roto una pierna y no podía salir de su casa.”

“Ese si soy yo” dijo satisfecho. Y terminó el relato con gusto y facilidad, le gustó trasladar la realidad a la ficción, y le agradó tanto que pensó en que quizá debiera dejar de trabajar tanto en la ficción y mejor hacer ficciones con la realidad, es decir, escribir sobre lo que le pasaba y no tomarse tan en serio la idea de que el escritor debía tomar las cosas sólo de su imaginación.


Se preparó otra taza de té, se sentía bien y pensó en que tal vez podría hacer una historia sobre sus amigos, o sobre lo que le había pasado ayer, quizá sobre esa misma tarde, en el café, donde se había bebido varios americanos y había observado cómo una muchacha miraba y miraba al tipo de la mesa de enfrente, un extranjero que jamás se percató de que lo veían. O quizá podría escribir de aquella vez en el metro que una muchacha se le acercó mucho y después de ser comprimidos por la gente, le dio un beso, así nada más y se esfumó entre la multitud. Recordó que usaba una falda larga y una playera de tirantes y que de pronto, en un instante en que la gente era tanta quedaron frente a frente mirándose a los ojos.


“Sí, de eso quiero escribir” dijo “pero no quiero que me deje, en mi historia, no nos vamos a separar” No le había gustado haberse quedado impávido ante el beso de aquella mujer quien después de separar sus labios de los suyos se salió del vagón con el último tono de aviso para cerrar las puertas.


Siguió escribiendo una nueva historia, con el ánimo renovado, pensando en el encuentro con la chica y redactando historias propias, con bases reales pero con la licencia de agregar algo de ficción para hacerlas más interesantes, más a su gusto.


En eso estaba cuando tocaron la puerta. Tuvo que parar de escribir, se acercó a la perilla, vio por la rendija a ver si conocía a la persona que tocaba, no lo podía creer…

Recordó sus ojos y su mochila enorme, la traía en la espalda de nuevo, y su sonrisa. Entonces abrió. Y la chica sólo habló decididamente con los ojos fijos en él: “Te vi otra vez hace rato, en el café del que venías… y pensé que debía seguirte, esta vez sí. Llevo un rato ahí afuera pensando si tendría el valor de encontrarte, no sabía si te acordarías de mí”


Él la recordó, ¿cómo no hacerlo? La dejó pasar. “Claro que me acuerdo de ti” dijo él, “y ¿sabes que estaba haciendo?, estaba escribiendo sobre ti”.


La puerta se cerró y las luces se apagaron. Quizá la realidad se fundió con la ficción, ¿o al revés?




Music on: Miracula Aeternitatis - Violaine Corradi
Quote: "Hay cosas que sé sin conocerlas, presencias que siento mías aunque hayan quedado lejos por siempre" R. Bonifáz Nuño
Reading: Poesía - Salvador Novo

viernes, 20 de noviembre de 2009

Un comentario sobre la Biblia

De unos años para acá, creo que la mejor fábrica de ateos (o al menos de agnósticos) es la lectura de la Biblia. Pues cómo va a ser posible que una persona pensante siga creyendo, admirando y engrandeciendo a un dios cruel y bárbaro, ignorante y caprichoso que sólo juega con la pobre vida de los simples mortales que no le deben nada (acaso la vida y eso es también creerse demasiado las cosas).


Cuando era niña iba a misa e hice la primera comunión, igual que todas las niñas buenas enlistadas en el colegio de monjas, igual que todas ellas, no solía preguntarme mucho sobre la vida, afortunadamente, llegó un momento en que empecé a preguntar y de ahí no me he detenido. De las preguntas constantes llegué a la conclusión de que ese dios es el fabricante de cosas horribles y que sus métodos de acción son abruptos y vengativos.


He aquí una cosa curiosa: en misa leemos siempre los mismos versículos sobre los mismos pasajes; si ponemos atención se lee acaso un 20% del contenido real de la Biblia. En el catecismo nos enseñan el Génesis y de ahí hay un abismo enorme que se restaura de manera nebulosa, con la historia de los diez mandamientos, acaso el éxodo de Egipto queda incluido en la narración. Luego de eso milagrosamente nos encontramos con los tres reyes magos buscando la estrella de Belem y los múltiples milagros y calvarios de Jesús. Eso es todo.


Si a algún católico-cristiano le preguntamos si acaso es la Biblia su libro sagrado y el que contiene los preceptos de su religión, seguro contestará que sí. El problema es que la mayoría no conoce siquiera su contenido por el simple hecho de que jamás se lee. La Biblia es un símbolo, un instrumento, es incluso el libro más vendido y cada familia tiene uno (hasta más, porque en la primera comunión del niño o la niña es tradición surtir al infante con un ejemplar) sí, el libro más vendido pero el menos leído.


Existen muchos pasajes interesantes en la Biblia, que chocan con los preceptos que tenemos ciegamente, de Dios. Por supuesto, parto de la idea de que nada de lo que está contenido ahí es palabra suya, sino una serie de mitologías creadas por los pueblos primitivos y que se ha registrado mediante la escritura. Quedémonos con la versión oficial, nada de apócrifos, y nos bastará para crearnos una concepción más real de lo contradictorio y absurdo que es Dios y de las atrocidades que permite.


Como dicen, para muestra basta un botón (o botones). Noé (el del arca) tuvo relaciones sexuales con sus hijas, --dado que su esposa había fallecido y, recordemos, Dios se arrepintió de haber creado al hombre y por eso lo hundió y sólo salvó al buen hombre de Noé y su familia--; las hijas, concientes de que no había otra manera de legar una estirpe, decidieron emborrachar al padre y una por una, copular con él con el objeto tener hijos y continuar con al especie. Esa acción se llama incesto y las mismas maestras de educación en la fe que “enseñan” la Biblia, se aterrorizan y repudian tal acción. Pero, seguro que eso no lo pensó Dios ¿o si? Él es tan bueno, pero recordemos que también es omnisciente, entonces, ¿es un pervertido?


Otro ejemplo más. Se habla de la paciencia del buen Job, el hombre que a pesar de las pruebas de Dios, siguió firme en su fe, soportando con entereza lo que fuera que su creador le enviara. Lo que poco se sabe es que Dios y Satanás usaron como objeto de diversión a Job y lo pusieron a merced de sus caprichos sólo porque tenían ganas de comprobar qué tanto podía aguantar la adversidad. Cabe señalar que no le hicieron bromas ligeritas, sino que Satanás, con pleno consentimiento de Dios le deshizo sus cosechas y le quemó su casa, todo, por diversión. ¿acaso esto no recuerda al niño que por curiosidad agarra un insecto y empieza a arrancarle las patas sin tener conciencia del daño ajeno?


Es evidente que la religión cuyo sustento debe estar en la Biblia no lo está. Pero la cosa no termina ahí; dejemos de lado las referencias escritas, aquellas que están pero que se ignoran. Más preocupante es saber de dónde salieron las cosas que no están y que aún así se respetan, me refiero a los diez mandamientos que jamás aparecen en la Biblia, o la historia de los reyes magos que en ningún lugar afirma que son tres ni que son reyes, acaso se menciona que vienen unos magos de oriente, o bien, el inexplicable culto a san judas Tadeo, que alguien me explique, ¿de dónde salió?


Ahí hay una contradicción muy grande, y existen muchas más que no viene al caso evidenciar en este momento. Quiero pensar que si la gente leyera más la Biblia sabría más de su religión y que, si acaso fuese gente pensante, renunciaría a ella. Con esto regreso al principio: ¿quién desea sobajarse ante un Dios tan hipócrita y tan falso? Quiero pensar también que sólo lo hacen los que no lo han conocido, que para su desgracia es la inmensa mayoría. Aunque, fuera de mi ingenuidad, también sé que no es sólo la falta de conocimiento, sino un deseo por desconocer y negar lo que es evidente; ni hablar, algunos son más irremediables que otros




Music on: Elephant - Damien Rice
Quote: "Que no tendremos sitio alguno (ni hora amarga y suficiente) para llorar lo justo" F. Suárez
Reading: Poesías completas - Ramón López Velarde

sábado, 14 de noviembre de 2009

Sueños I

Un árbol cae en la orilla del tiempo

Borra el camino que mis dedos buscan

y el nombre que recuerdo.


Callado entre las sombras

como un cuerpo perdido entre la niebla:

tus ojos y tu aliento.


El silencio se rompe:

una palabra sorda

sigue la ruta que mi piel no alcanza.




Music on: Better together - Jack Johnson
Quote: "El arte es un fragmento de la naturaleza visto a través de un temperamento" E. Zolá
Reading: También la noche es claridad - Félix Suárez

viernes, 6 de noviembre de 2009

6 de noviembre

Sé que es un cliché hablar de la relatividad del tiempo. También lo es regresar a la fragilidad del amor y lo inútil de la vida. Sin embargo, como bien lo señala Borges, hay temas que a veces no dejan de atormentarnos. A veces todo cambia demasiado, a veces, en cambio, las cosas siguen igual, simplemente con mínimas variaciones casi imperceptibles. Acaso las cosas no cambian, y es sólo uno el que las percibe distinto. Tampoco lo sé de cierto. Depende de las circunstancias y las situaciones particulares, quizá.


Esta fecha siempre ha sido importante para mí, aunque de manera indirecta. Hace muchos años amé a un hombre que cumplía años en este día. Hace muchos años también, he perdido huella de su existencia y es sólo mi patético recuerdo lo que lo mantiene con vida dentro de mi memoria cuando menos. Sé cuántos años cumple hoy, si es que vive, lo pienso y camino detrás del recuerdo, irremediablemente, aunque sepa que el pensarlo no lo traerá de vuelta y que mucho menos redimirá nuestro tiempo.


Entonces, cuando compartíamos la vida y el espacio, le festejé un cumpleaños. El amor no conoce límites, y pese a la situación tan particular que nos envolvía, yo me esmeré para regalarle algo y hacerle saber que lo quería; unos años después confesé que ese “querer” se había transformado en amor y que no podía hacer nada para disimularlo o para frenar el ímpetu por escuchar su voz cada día, sentir sus manos y aspirar su aroma dulce que hasta hoy sigue destrozando mi entereza y mi razón.


El cambio es una ilusión. Sigo amando, en secreto, a ese hombre de antaño, el que no habla conmigo y que seguramente se ha olvidado de mí, estoy consciente de que tal vez sólo amo la idea de él y que hoy, ese que amé ya no existe. Pero esas cosas no importan en realidad. Es más importante lo que sigo sintiendo ahora, lo que el corazón roto aún explora para reconstruirse y después, inevitablemente, volverse a romper.


Algunas cosas no cambian en lo más mínimo. Más allá de lo que haya pasado o no con él, hay cosas más fuertes e inamovibles. Mi ridícula obsesión con el amor correspondido sigue arrancándome suspiros y me ha llenado el pecho de lágrimas, siempre hacia adentro, porque mis ojos ya rara vez pueden llorar. Mi corazón se ha convertido en una clepsidra cuyas gotas inundan el alma poco a poco sin remedio. Y por supuesto. Nadie muere de desamor, es sólo el dolor tan profundo y cruel que lastima infinitamente, pero que no mata. De cualquier modo, parafraseando a Sabines: habrá de amanecer.


En ocasiones consigo dejar de pensar pero no puedo dejar de sentir. Fechas simbólicas (aunque personalísmas) como hoy me recuerdan lo irremediable de ciertas situaciones y reiteran el absurdo de la existencia. Ya lo he dicho varias veces, Camus tenía toda la razón. Sólo se trata de un sin sentido, de un castigo como el de Sísifo, de estar subiendo piedras al fin de la montaña únicamente para que al llegar a la meta, nuestra carga preciosa caiga sin más hasta abajo y nosotros, cual seres absurdos y cobardes que somos, regresemos por la piedra –o una nueva piedra, que para el caso es lo mismo-, la pongamos a nuestras espaldas y retomemos la ruta hacia arriba, otra vez, aunque el desenlace sea exactamente igual.


Entonces, como sé que todo ha de ser igual y que el tormento es el mismo, acaso con diversos matices, regreso a mis tristes fantasías de algolagnia. Lo recuerdo una y otra vez, hasta que la realidad misma me recuerda que también debo olvidar un poco, para sobrevivir y para, de cuando en cuando, llevar a la cima otras piedras que no contienen necesariamente su nombre.




Music on: No I in Threesome - Interpol
Quote: "Amar es una angustia, una pregunta, una suspensa y luminosa duda" X. Villaurrutia
Reading: Ifigenia cruel - Alfonso Reyes

domingo, 1 de noviembre de 2009

El amor... ¿pueril?

-No sabes... me han pasado cosas bien raras- dijo ella después de tomar un trago de su café capuchino frío-, y bien tristes también.

Se llama Amanda y ese día se encontraba tomando un café con un viejo amigo, suerte que lo había visto en el metro, y más suerte que él la alcanzó a ver y que lograron concertar una breve reunión en un café cerca de sus casas.

-Pues sí-contestó él-, tanto sin vernos, ¿cómo te ha ido?

Hablaron de la escuela, de la familia, del mundo y de sus amigos, que qué se hizo éste o aquél, que si el Javier había entrado por fin en la UAM, que por qué Lucero se había salido de la facultad de medicina, que cuándo había nacido el bebé de Cynthia, que qué había pasado con el negocio de Toño, etc.; que si tus papás, que si los míos, que si tú o yo.

-Y entonces, Amandita, ¿sigues con tu novio?
-Si, algo así.
-¿Cómo que algo así?
-Sí, es complicado...

Ella jugaba con la chantilly sobre el café mientras veía las pulseras con picos que usaba su amigo; él fumaba un cigarrillo y se acomodaba los lentes que se le resbalaban.

-¿Y esas pulseras? ¿No te arañas a cada rato con tantos picos? Porque sí están como muy filosos ¿no?
-Nel, me las quito pa’ dormir y en el día tengo cuidado, luego llego a arañar a la demás gente pero pus sí me fijo.
-Qué loco.
-Sí, luego no es conveniente, pero ni pedo, están bien chingonas todas. La más grande me la compré apenas la semana pasada en el Chopo.

Ella pidió otro café igual y a él le sirvieron el tercer americano de la noche.

-Y ¿qué mas has hecho?
-Nada...
-¿No me vas a platicar qué onda con tu novio?
-Pues si... digamos que no sé si sea el amor lo que nos une ya, si es la costumbre, la aburrición, o el miedo de no tener nada... pero extrañamente, es como si supiera que no hay nada más para mí, que no tengo a donde buscar, ni quiero hacerlo. Es complicado...
-¿Y lo quieres?-
-Ya no importa, creo que sí... me he dado cuenta de que uno se deja llevar por la rutina y que el amor no dura para nada, en realidad ya no me importan un montón de cosas que tienen que ver con el amor, es absurdo... Sí, ya sé que vas a decir que yo no era así, pero es algo que no puedo remediar.
-Si, de hecho... ¿qué pasó con la niña ilusionada por la vida?
-Parece de risa, ya sé, pero la niña decidió aterrizar a la realidad. Ya no creo en nada. El amor como tú lo ves se me hace algo muy pueril, como una creencia que les dan a los niños cuando les dicen que existen los reyes magos y eventualmente se dan cuenta de que no es cierto; así es el amor, te crees una idea pero luego tienes que abrir los ojos y ver que eso no existe, que era una cosa de niños.

Se hizo un silencio breve, donde se cruzaron sus miradas.

-Oye ¿y el maestro ese del que estabas enamorada? El “sonrisas”- dijo él riéndose- ¿no lo has visto?
-No te rías... pobre tipo. Pero pues ahora que lo mencionas sí tengo noticias de él, lo vi hace poco; puta... un desmadre para encontrarlo en el teléfono de su casa; ya casi había desistido cuando un día de churro que lo encuentro, nos fuimos a tomar un café a un Sanborns del centro. Todo acabó mal también, puras ilusiones rotas, me cae. Nos besamos un buen y pues buena onda la cosa, pero después de unos meses él desapareció, luego me mandó un mensaje diciéndome que ya se iba a ir a Canadá a vivir con su hermana y ya, ni una palabra más de él; claro que después de un tiempo me enteré que eran puras mentiras, una amiga lo vio en el metro, bendito metro, todo pasa ahí, y me contó que él ya estaba trabajando en una prepa por Lindavista y pues ya de ahí decidí no volverlo a buscar.
-Qué desgraciado.

Ella tosió y volteó hacia la calle, luego volvió sus ojos al café y a sus dedos húmedos por el vaso.

-Pues si, qué se le va a hacer. Y la neta hasta ahorita lo quiero un chingo pero ni modos. También, me enamoré de él cuando estaba bien chica, tenía yo quince años y no sé, supongo que ese amor pueril sí pega muy cabrón.
-Ay Amandita, pues él se lo pierde. Oye pero cuando lo viste ya andabas con Ángel ¿no? O sea, ¿también te vale ponerle el cuerno?
-Sí, es que básicamente no creo en la fidelidad... si te platicara todo... bueno, algún día lo haré pero digamos que no me remuerde la conciencia ponerle el cuerno así, Ángel también me pone el cuerno, y la verdad me vale. Así es la gente.
-Chale.
-Sí, pero bueno ¿y tú?

Él suspiró calladamente, denotando un hastío silencioso.

-Ahhh, pues puro desmadre, corté con Laura hace como un año, luego anduve con una vieja que se vino a vivir acá desde Cozumel, tenía un depa bien chingón en Coyoacán, pero tampoco duró y ahora estoy ahí tomando lo que sea que se presente, pero sin emocionarme bien con nadie, me da hueva, no te creas que sigo pensando igual sobre el amor, también he cambiado. Aparte, tienes razón, ya a la gente le vale la fidelidad y eso a mí sí me importa, entonces mejor no me comprometo con nadie.
-Y sí da como hueva ¿no? Me cae que ahorita nada me importa, como tú dices, ni ganas tengo de buscar algo chido con alguien, nada más ando como divirtiéndome con lo que pasa, ahí con los chavos de la escuela o lo que venga. El otro día, no manches, hice algo bien loco; iba para la escuela y el metro estaba hasta la madre, y vi a un tipo, nada feo, treintón, que se me queda viendo y me quiere dar el asiento, nos empezamos a mandar sonrisas y ya te imaginarás, yo que me dejo consentir; total que le ganan el asiento que me iba a dar y quedamos bien pegaditos en la puerta.
-¿Y? Ya me estoy imaginando, pero a ver, cuenta.
-Y yo ya me iba a bajar, y así, casi para salir que le doy un beso bien dado, ya sabes, por puro gusto y que me salgo, creo que le dije algo, como “gracias por el asiento”, pero nada más.
-¿Así? Pobre güey, seguro se quedó pasmado.
-Yo creo, luego pensé qué mala onda de mí, de dejarlo así, pero ya no podía hacer nada, o sea, nada más me latió el tipo para un momento y de puro desmadre, ya sabes. Aparte pues, ¿cuántas veces se presentan esas oportunidades? Seguro le encantó, entonces que agradezca.
-Pus chale.
-Es que no lo tomé en serio, nada, ya no tengo ganas de tomar nada en serio. Puras cosas pueriles, te digo, es necesario abandonar la ilusión en todo, no esperar nada de nada y pues así mejor.
-No, yo creo que quizá no has encontrado a la persona indicada para que te sientas bien, aunque bueno, ¿yo qué te puedo decir? A mí tampoco me ha ido muy bien.
-No hay remedio para el amor, es algo que no vale la pena, sé que tú tienes la esperanza de algo, aunque digas que no estás ahorita muy ilusionado, pero la cosa es que tienes esperanza y yo no. ¿Qué más te puedo decir? Pura tristeza, es feo que a uno se le caiga el mundo, pero te digo, es algo que tiene que pasar.
-Ay... aguanta que está sonando mi celular.

Amanda tomó el último trago del capuchino mientras su amigo hablaba por teléfono. Vio la hora, habían estado ahí por casi dos horas sin que se dieran cuenta.

-Me tengo que ir-dijo él- Se me olvidó que iba a ir el Samy a la casa a que le prestara unas cosas; de todos modos ya es tarde ¿no?
-Sí, está bien, luego platicamos otro rato.

Pidieron la cuenta y pagaron. Ambos se despidieron con un abrazo y partieron hacia lados opuestos de la calle, cada uno para su casa, quién sabe cuándo se volverían a ver.


Music on: Deceptacon - Robbie Williams
Quote: "Damos la vida sólo a lo que odiamos". R. Castellanos
Reading: Hostias negras - Efrén Rebolledo

viernes, 23 de octubre de 2009

La locura

Comparto un poema que fue publicado en el suplemento de la Jornada de Aguascalientes: "Guardagujas" en su número de octubre. Forma parte de los incluidos en el volumen ganador del certamen Bernardo Ruiz. Se puede consultar también en la página de internet de la Jornada en el pdf, pero les ahorro la molestia (jaja)




La locura,

cuarto de noches insomnes,

polvo de huesos derramados en el tiempo.


Detrás de un hueco imprevisto,

la sangre de su voz escurre en el silencio,

se siembra en las gargantas de los hombres,

en las horas

en los momentos.


Es fantasma escabullido a la verdad y al deseo

la gotera de un alma vestida de sombras

la artesana creadora de vacíos.


Alimenta las raíces de las flores,

moja los cimientos de las casas,

pinta los platos,

surte las alacenas,

grita suspendida desde las lámparas,

alumbra desdoblada entre las almas,

teje en los cabellos de los mártires

habita el corazón

la piel

y las ojeras abultadas de esperanza.


Unos cuentan que es una enfermedad desprovista de cura

y que las almas contagiadas no se redimen nunca.


Otros creen que detrás de los espacios suspendidos en el aire

en la orilla más oscura del tormento

vive un hilo de luz colgado desde el techo:

huso redentor de la existencia,

salvación única de los caídos.


La única certeza de la locura

es que aquella

desnuda

sosegada

transparente

encanecida

es un desierto eternizado,

duplicado en el sueño de las lunas;

es una mancha que viste la conciencia,

hogar nebuloso de la razón y el intelecto;

es un gemido confinado a la cárcel de viento

guardada por su cómplice, el delirio;

es un murmullo,

un lastre

una luz tintineante,

un gusano vivo bajo la piel de los que anhelan.




Music on: Un error - Ximena Sariñana
Quote: "Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga" J. Rulfo
Reading: El almuerzo desnudo - W. S. Burroughs

viernes, 16 de octubre de 2009

Nostalgia de la muerte

"Vivir es una herida abierta", escribió Clarice Lispector, la vida es algo que nunca sana pero también algo que no necesariamente mata. Algo similar a la agonía de Prometeo, quizá. Esta vida se pasa día a día como si se estuviera en un limbo indescriptible del que se puede salir sólo con la muerte.


Parto de la frase de Lispector para retomar el tópico de Xavier Villaurrutia sobre lo que él llama "nostalgia de la muerte". Estamos viviendo una vida que no conocemos del todo y que no comprendemos, incluso parece que jamás encontraremos una satisfacción total y este andar absurdo nos llena de frustraciones. Quizá, como intuye Villaurrutia, existe algo previo (o posterior) que sí nos pertenece completamente.


Villaurrutia escribió un poemario maravilloso titulado precisamente así Nostalgia de la muerte. Más allá de la antítesis evidente, se podría apreciar una verdadera contradicción que de primera impresión, sobrepasa incluso cualquier pretensión poética: ¿Cómo va a ser posible tener nostalgia de algo que nos es totalmente ajeno, que jamás hemos tenido? Villaurrutia, a lo largo de los poemas de ese volumen regresa a la idea de la muerte vista desde muchos puntos, a veces está ahí a su lado, como un huésped, a veces habla con ella, en ocasiones la muerte se acerca pero es imposible precisar su esencia o el espacio que ocupa. De cualquier forma, la línea poética que maneja conduce al lector a la idea de que la vida es sólo una especie de estación robada al resto del tiempo, la muerte es entonces la única cosa que verdaderamente nos pertenece y esta vida es un accidente que nos ha alejado de nuestro estado de no existencia.


Así pues, es posible tener nostalgia de la muerte y desear el encuentro con esta más cuando nos encontramos en un mundo que no tiene ningún sentido y en el cual el trajinar es absurdo, el amor es imposible, el mutismo y el silencio es todo lo que nos llenan las venas. Esa es, a grandes resgos, la concepción de vida que retrata Villaurrutia, es también, acaso, un esbozo de lo que todos hemos llegado a pensar a cerca de la vida y de, oscuramente, también desear la muerte, quizá de la misma forma tener nostalgia de la muerte.


Vivir es una herida abierta, y el dolor acentúa quizá la nostalgia y el deseo por acercamos poco a poco a ese estado al que pertenecemos.


Aquí Nocturno de la alcoba:

La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.

Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.

Los dos sabemos que la muerte toma
la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio frío que levanta
entre los dos en muro, un cristal, un silencio.

Entonces sólo yo sé que la muerte
es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razón alguna
te incorporas o te pones de pie.

Y es el ruido de hojas calcinadas
que hacen tus pies desnudos al hundirse en la
alfombra.

Y es el sudor que moja nuestros muslos
que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.

Y es la frase que dejas caer, interrumpida.
Y la pregunta mía que no oyes,
que no comprendes o que no respondes.

Y el silencio que cae y te sepulta
cuando velo tu sueño y lo interrogo.

Y solo, sólo, yo sé que la muerte
es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos
y tus involuntarios movimientos oscuros
cuando en el sueño luchas con el ángel del sueño.

La muerte es todo esto y más que nos circunda,
y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atónitos, suspensos,
con una herida que no mana sangre.

Entonces, sólo entonces, los dos solos, sabemos
que no el amor sino la oscura muerte
nos precipita a vernos cara a los ojos,
y a unirnos y a estrecharnos, más que solos y
náufragos,
todavía más, y cada vez más, todavía.



Music on: 'Till there was you - The Beatles
Quote: "Todo pensamiento lanza un golpe de dados" S. Mallarmé
Reading: Caro Victrix - Efrén Rebolledo

sábado, 10 de octubre de 2009

Muero un poco, sólo un poco, con el tiempo

Me dirijo al sueño blanco cegador de la memoria

busco la muerte explosiva de un océano de estrellas,

voy detrás de ese murmullo creador de lo eterno.


Muero un poco, sólo un poco, con el tiempo.


Quiero aquello que es de niebla, de negro laberinto arraigado en el abismo,

esa chispa de penumbra asesina de la vida

el espacio cubierto por llano agudo de infinito.


Muero un poco, sólo un poco, con el tiempo.


Voy desnuda a ese lugar en el que aun los insectos vuelven su espalda a mi presencia,

a ese sueño que fluye como fluye el mar, el semen y la sangre;

sigo detrás del aullido por mis ojos derramados,

palpo en la huella del éxito el vacío de mis cuencas

sus cortinas rebosadas de humedad roja.


Muero un poco, sólo un poco, con el tiempo.


Mis ojos…

los encuentro acaso, aún tibios,

redondos

diminutos

manchados por la arena

vivos de paz entre mis manos temblorosas…


Muero un poco, sólo un poco, con el tiempo.


Music on: Don't look back in anger - Oasis
Quote: "déjame oirte prometer otra vez todos esos tesoros solares que llevas dentro de ti" H. Miller
Reading: Tres libros - Julio Torri

viernes, 25 de septiembre de 2009

Mi bestiario I

El gato:

Se arrastra con sigilo y cautela entre los muebles, las personas, los árboles: juega incansable y deja la huella de sus breves garras incrustadas en cualquier lugar. También duerme, cierra los ojos profundos y vivos, expresivos hasta el borde de la locura; despierta y con un leve contoneo regresa a hacerse presenta ante el que cree ser su dueño.


Pareciera que la elegancia en un momento de desesperación hubiera deseado tener cuerpo y vida, luego, el resultado de su deseo se consumó: se transformó en la majestuosidad y fiereza de este pequeño ejemplar, dócil y fiero ante el cariño, erizado en ataque o tierno retozando contra uno; en ocasiones sucede que nadie logra entender lo que esconde el pelaje que reviste su anatomía.


Algunos dirán que fue creado para que el hombre sepa lo que se siente acariciar al tigre, otros no dirán nada al respecto y callarán ante el sonido dulce y también amargo que de su boca diminuta y peligrosa, emana sin consideración alguna.




Music on: We are golden - Mika
Quote: "Nosotros no comprendíamos el amor, pero lo hacíamos" I. Thays
Reading: Lascas - Salvador Díaz Mirón

jueves, 17 de septiembre de 2009

Un recuerdo...

Quiero seguir hablando de ti… porque creo que si hablo y si comparto con la gente a ese que eras podrás seguir vivo para mí, sin importar que estemos separados desde hace tantísimo tiempo. Quiero seguir hablando de ti, porque no recuerdo haberme perdido así por nadie más que por ti, hundida en aquel ayer teñido de nostalgia. Quiero seguir hablando de ti y más que eso, seguir hablándote a ti, a ese ente fantasmagórico que aún acecha mis sueños y que con un murmullo devuelto por el aire es capaz de trastocar mis silencios.


Quiero decirte que guardo la cuenta del tiempo que llevamos sin vernos, que me acuerdo del último mensaje que me mandaste y de la llamada que ya no me respondiste. Me acuerdo que fue más o menos por estas fechas, hace años, cuando te escribía todavía te quiero, mi amor, pienso en ti y todas esas cosas que uno dice cuando ama y peor, que uno siente con la fuerza suficiente para creerlo como la única verdad posible.


Quiero decirte, amor (mi amor todavía) que me duele tu distancia y que aún cierro los ojos esperando regresar a ese lugar que dejamos abandonado, a ese lugar tan común y tan sucio, a todos esos lugares, amor, en donde estuvimos juntos. Todo era tan simple: un salón de clases, una estación del metro, un Sanborns 24 horas, un taxi. Tan simple como tu abrazo sobre mi espalda, tan simple como tu sombrilla que me protegía de la tormenta en las puertas de Bellas Artes.


Quiero decirte que ahora las cosas en mi vida son distintas, que ya tengo trabajo, que terminé la escuela, que finalmente no estudié lo mismo que tú y que me dejé llevar por mi necedad de perseguir la poesía y que, después de varios esfuerzos, he logrado hacer algo satisfactorio con todo lo que escribo. Pero quiero decirte ante todo, que a pesar de creerte encerrado en lo más profundo de mi memoria, sellado con la llave del posible olvido igual que objeto mágico en leyenda medieval, hoy me di cuenta de cuán engañosa puede ser lo que nos atrevemos a llamar realidad.


Hoy un hombre vino a la oficina, un hombre común, delgado, maduro, de piel morena (común y corriente, como tú): Nos cruzamos casualmente en el pasillo, ni siquiera lo miré a los ojos, pero eso me bastó para recordarte nítidamente. Ese hombre, puedo asegurarlo, usaba la loción con la que entonces solías distinguirte. Ese aroma que en mi obsesión fui a comprar atrapado en una botella pequeña a la perfumería que está cerca de mi casa, sólo para rociarlo a lo largo de mi ropa y mi uniforme azul, sólo para pensarte más cercano y más tangible.


Quiero decirte ahora muchas cosas más amor mío, más en este instante en que me he quedado sola en la oficina y no tengo otra cosa en la cabeza sino tu rostro, tus besos y tu piel. No quiero pensar, sólo quiero hablarte, robarle una estación breve al resto del tiempo para estar contigo unos instantes y regresar. Igual que Proust, amor, ¿te acuerdas cuando hablábamos de Proust y cuando te escribía pedazos del monólogo de Molly Bloom?


Quiero hablarte, negar unos minutos más el hecho de que hace mucho, pero mucho tiempo que te he perdido para siempre, negar que me dueles y que en uno de mis cajones guardo un cuaderno en donde escribo todas las palabras que son sólo para tus oídos, aunque oscuramente sepa que no habrás de escucharlas nunca.


Quiero hablarte, amor, un poco más, esta tarde, hasta que el sol en el horizonte me aguante el aliento.




Music on: Olsen Olsen - Sigur Rós
Quote: "¡Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente!" J. Sabines
Reading: La tumba - José Agustín