miércoles, 25 de abril de 2007

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Soñar la vida, el negro en tus ojos
preguntar dónde acaban esos sueños
ilusión de mortales fríos, necios

Saber cuál es la forma de tus manos
entender la dulzura de lo eterno
conocer el lenguaje de tus besos

Cómo robar de tu mirada clara
el pedazo de alegría que falta
para secar el río que en mi rostro
se pierde en la belleza de tus piernas

O cómo hacer que mi palabra exista
y que la escuchen tus oídos necios
que el tiempo pueda envolver el silencio
y se detenga para que te quedes

Vivir el sueño de la imagen triste
en el lecho de las horas surreales
los besos han perdido la verdad
con las caricias vanas, solitarias

Llorar el tiempo inalcanzable y solo
perderse y no saber que lo perdido
es hallar el recuerdo lastimado
de la pasión que rompió la distancia

Desear que el goce no estuviera muerto
Y que nuestros cuerpos aún se amaran

Repudiar la palabra que te asusta
y siembra el olvido en tu frente ciega
que fabrica el desenlace funesto
donde la vida dulce y la esperanza
se condenan a no encontrarse nunca

Amar y odiar para escribirte a solas
los versos prohibidos y decadentes
del deseo de vivir para la muerte
y de no existir más para la vida.

martes, 17 de abril de 2007

¿Una realidad sin lenguaje? Interpretación del mundo en La pasión según G. H. de Clarice Lispector

El hombre siempre ha buscado una manera de entender el universo complejo que lo rodea, una manera de, al menos, designarlo. Ya desde Platón inicia la eterna discusión sobre la esencia de las cosas y el nombre que éstas deben tener, si el nombre les pertenece de una manera inherente o si tan sólo se trata de una designación arbitraria y práctica.

Mucho se habrá de discutir desde entonces y a través de las épocas y esa interrogante principal, de una u otra forma, siempre llega a ocupar un lugar en la mente del ser humano. Ya en la antigüedad como en el presente, aparecen filósofos y pensadores que recurren al tema y exponen sus teorías e ideas, mismas que generalmente responden a las inquietudes particulares de la época en que viven.

Clarice Lispector nace en 1925 y desde muy joven comienza su actividad literaria. Sus inquietudes creadoras no se reducen únicamente a conflictos de lenguaje o hermenéutica, sin embargo, sus reflexiones sobre el conflicto de la designación, de la palabra en sí, resultan interesantes pues están ligadas a cuestiones filosóficas, principalmente, relacionadas con el existencialismo.

El siglo XX es un siglo en el que, debido a sucesos tales como el avance tecnológico y las guerras, permite a los filósofos tomarse un tiempo para reflexionar sobre su propia condición en el mundo y el sentido de su propia existencia. El mundo se ha tornado en un lugar confuso, lleno de tecnología y progreso, pero también lleno de soledad y confusión. La vida del hombre se ha convertido en un completo sin sentido y el sólo hecho de vivir genera una terrible angustia.

La perspectiva de Lispector frente a la problemática del lenguaje, la designación y la hermenéutica del mundo en sí tiene una fuerte relación con la condición humana en conflicto y en angustia. En su novela La pasión según G. H., escrita en 1964, Lispector cuestiona la verdad o el acierto del lenguaje utilizado para designar objetiva y concretamente la realidad; asimismo, propone una forma nueva de interpretar al mundo, al manifestar la posición del ser humano frente a su entorno y la interpretación a la que se puede llegar mediante el distanciamiento del antropomorfismo.

La estructura de su novela se puede explicar, en términos básicos, como una serie de reflexiones a las que llega la protagonista una mañana común y corriente en la que por accidente aplasta una cucaracha con la puerta, hecho que provoca en ella el encuentro y la reflexión sobre el lenguaje, la designación, la imposibilidad de prescindir de ésta y la posibilidad de pensar otros mundos en que la designación (producto del antropomorfismo) no fuera la base de su existencia.

Lispector cuestiona fuertemente el poder de la palabra y la tremenda influencia del lenguaje en todo nuestro actuar. Ciertamente no podemos negar el lenguaje, Lispector no lo niega, pero sí busca desacralizarlo.

La importancia del lenguaje como medio para controlar el mundo se remonta a La Biblia; Dios le da a Adán la libertad para nombrar a cada especie animal sobre la tierra, esto con la consigna de que este nombramiento, esta designación, permite el control del hombre sobre las especies, todo a través del nombre, del lenguaje.

La idea de control o posesión a través de la palabra ha sido retomada por numerosos filósofos, por ejemplo, (y este ejemplo es pertinente pero por supuesto no es el único) Ernst Cassirer quien enfatiza la necesidad de objetivar el mundo a través del lenguaje para construirlo y entenderlo, para él, el lenguaje crea al mundo, le da el sentido único porque lo objetiva. Wittgenstein por otro lado, concluye que la realidad no es efectivamente objetivable y que es sólo el uso lo que determina la forma de entender el mundo y no el mundo en sí. Sin embargo, a través de la palabra se hace una apropiación de ésta con respecto a la necesidad humana. Cabe destacar que en ninguno de los planteamientos anteriores se presenta algún tipo de angustia.

Lispector se atreve a ir más allá; la autora, más cercana a una idea nietzscheana en la que el mundo es visto como un compendio de metáforas y representaciones, se da cuenta de que la realidad que tiene enfrente es más grande que ella y que la interpretación que puede hacer de ésta no es sino un intento fallido en donde la vida misma se torna para mirarla, en la novela es la vida a través de la cucaracha aplastada, la que le hace pensar en su condición de ser humano tan pequeño e insignificante frente a un mundo en el que el lenguaje no es suficiente para objetivar nada ni para entender nada. El concepto de verdad es bastante cuestionable, también el de realidad: “la verdad tiene que estar exactamente en lo que jamás podré comprender” es decir que la humanidad no es capaz de entender esa verdad y mucho menos comunicarla.

Después de un gran proceso de auto descubrimiento, la voz de Lispector a través de la protagonista, termina también en el descubrimiento del mundo, una conciencia que puede vincularse a la revelación de Roquentin en La Náusea o en menor medida, en el Mersault de El Extranjero; un descubrimiento tanto hacia el interior y en la calidad de ser humano como hacia el lugar que éste representa en una sociedad.

El lenguaje para Lispector termina convirtiéndose en una molestia; en sus reflexiones puntualiza, por un lado, la necesidad de un mundo con un lenguaje que lo designe pero, por otro, la certeza de que ese lenguaje puede ser errado; así, la paradoja consiste en tener un lenguaje incompleto, incorrecto, carente, pero al mismo tiempo saber que éste es todo lo que se tiene:
“poseo a medida que designo; y éste es el esplendor de tener un lenguaje. Pero poseo mucho más en la medida que no consigo designar. La realidad es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla, y como no la encuentro.”

El lenguaje, en lugar de ser una herramienta útil, se convierte en una traba para entender lo que es la realidad y lo que es ella; el lenguaje es falso pero necesario, es angustiante, es impreciso, pero aún lo es todo.

Roquentin siente una náusea que equivale al descubrimiento de su existencia como tal, como un ser más en esta tierra, así, Lispector tiene un descubrimiento similar, una especie de náusea que la hace verse sola en un mundo que le ofrece más posibilidades que las que ella es capaz de de tomar. Es un descubrimiento que requiere valor y genera la misma conciencia de existencia que presenta Roquentin.

La interpretación de la realidad a través de los ojos de Lispector, realidad que muchas veces se ve reducida a la cucaracha en un intento por fragmentar y reinventar el mundo, es un proceso de entendimiento con la naturaleza de uno mismo y de las cosas, esta idea, para que triunfe, debe salirse del antropomorfismo y del deseo de controlar la realidad en su totalidad.

La novela se presenta de manera circular, inicia y termina planteando la problemática de la humanización. Lispector habla de la vida humanizada en el sentido de haber querido entender la realidad a partir de su condición particular: “yo había humanizado demasiado la vida” y luego, la gran conclusión: “mi vida no tiene un sentido solamente humano, es mucho mayor, es tan grande, que, en relación con lo humano, no tiene sentido.”

La autora dice que la vida le es, ella descubre que en este mundo, en esta realidad, la misma racionalización de las cosas resulta muy humana y por lo tanto, innecesaria e inútil, que la reflexión elaborada sobre la propia existencia se reduce a una ignorancia total, a un vacío que solo puede ser llenado, como en Sartre, con la conciencia de esa existencia y de la carencia de finalidad (o de racionalidad) en ella.

Con lo anterior, la autora propone también una vuelta a las cuestiones primitivas, retoma un poco la idea nietzschena sobre el mito y con ello pide un regreso a aquella vida inicial en la que la racionalidad no lo controlaba todo ni el hombre quería entenderlo todo. Lispector dice, en el último párrafo de la novela:

"El mundo no dependía de mí; esta era la confianza a que había llegado: el mundo no dependía de mí, y no comprendo lo que digo, ¡nunca! Nunca más comprenderé lo que diga. Pues ¿cómo podré hablar sin que la palabra mienta por mí? ¿Cómo podré decir, sino tímidamente: la vida me es?"

Con esto concluye el gran proceso de descubrimiento y se concreta una nueva visión, una hermenéutica más sencilla, más real, más apegada a la condición realmente humana y precisamente por ello, no tan comprensible ni tan controladora; esta falta de comprensión es crucial ya que busca romper la barrera antropomórfica para designar al mundo.

La vida no tiene sentido definido, el lenguaje tampoco. Es inútil buscar sentido en algo que está condenado a no entenderse simplemente por estar más allá de la concepción humana y de las capacidades lingüísticas inherentes al ser humano.

¿Una realidad sin lenguaje? Ésta existe porque la realidad es independiente del hombre, pero que el hombre sea capaz de pensarla así, es imposible. Aquí la idea se torna paradójica una vez más. ¿Qué es el lenguaje entonces? ¿Sirve para designar puramente las cosas? Ya vimos que no pero, ¿podemos prescindir de él? Evidentemente, tampoco.

Es inútil dejar a las palabras la tarea de designar verdades y ésta es la humilde aportación de Lispector a la hermenéutica, la imposibilidad, sí, pero también la sencillez de la no ambición y la aceptación de las faltas. Aquí no importa pensar qué tan simbólico o qué tan representativo es el lenguaje; aquí importa más el hecho de dejar de pensar que el mundo está regido por la percepción humana y así desacralizar el poder de la palabra, la hegemonía del hombre sobre el universo.

martes, 10 de abril de 2007

El laberinto

Ayer vino a buscarme otra vez, tenía los ojos bien abiertos y llorosos. No quise abrir. Ya no quiero abrir más. A nadie.

Vivo encerrado en el centro de un laberinto de posibilidades, si dejo de moverme puedo quedarme a pensar, pensar, sólo pensar en que no quiero las posibilidades de afuera sino las mías nada más. Soy como el minotauro, siempre puede salir pero no quiere, no es una bestia tonta, no es que no pueda, es más importante no querer, saber que afuera no tiene nada qué hacer.

Hace unas horas regresó, me empezó a hablar en un lenguaje que casi no entendí, gritándome cada vez más y más. No quiero salir, no lo entiende, nadie entiende. Las variantes que hay afuera me aterran, no sabría cuál tomar. Aquí me gusta quedarme y pensar, tal vez saber, que no hay tiempo (tal vez no lo haya ni aquí ni en ningún otro lugar), que las mañanas y las tardes son las mismas (el espejo las repite iguales siempre), que no hay nada qué decidir ni qué pensar en realidad, más que lo mismo. Aquí juego conmigo y repito el paisaje las veces que quiera, porque nunca hay posibilidad de error. Conozco el universo, me conozco a mí; los errores y los cambios no tienen lugar conmigo y yo soy yo y también soy el centro del laberinto.

El viento se alcanza a colar a través de uno de los vidrios que se me rompieron la semana pasada (¿la semana pasada o hace un mes o hace una hora? el tiempo aunque existiera, no es contable aquí dentro). El pequeño agujero permite que el aire circule, el aire que extrañamente también es el mismo, extrañamente porque viene afuera y afuera sí hay cambio, hay movimiento, estoy seguro.

Duermo cada que quiero, cuando me da sueño, ya sea aquí o en las habitaciones infinitas que se reproducen en los espejos encontrados; todo se repite, yo me repito incansablemente hasta la eternidad. Me gusta.

Sé que vendrá a buscarme de nuevo, siempre lo hace, el cuándo no importa, afuera las cosas también se repiten pero no en intervalos iguales, pero sé que lo hará, que regresará. Pero yo no quiero salir al laberinto, estoy en el centro equilibrado del universo donde no existe la duda. A veces quiero que alguien me acompañe, cierto, pero también sé que cualquier otro romperá el balance de la estabilidad creada por mí, sólo por mí, por eso ya no abro la puerta, temo el caos.

Anoche pasó algo extraño, (¿anoche?) estaba soñando con la duplicación de mi universo y no sé cómo, pero los espejos estaban caídos cuando desperté, los coloqué de nuevo en su lugar, no estaban rotos. Noté que el centro, mi centro, era más pequeño que antes, pero no pude explicarlo. Ahora sucede otra cosa, las paredes se achican, lo sé, lo estoy viendo. Ya no controlo lo que pasa aquí dentro, el laberinto se ha expandido ¿cómo es posible? Parece que tocan a la puerta, pero ya no encuentro la puerta, ha cambiado. Ahora parece que entiendo; esta mañana, al encontrar los espejos tirados pensé en mi existencia, en la angustia de la falta de la reflexión de mi imagen repetida, en la soledad, sentí confusión; entonces no le di importancia pero ahora entiendo. No sé si los espejos cayeron a consecuencia de lo que había estado pensando incluso en mis sueños o si todo se trastornó al hacerme conciente de la realidad.

Dije que yo era como el minotauro; pero a diferencia de él, yo no tengo un propósito al estar aquí, él estaba cumpliendo un destino, no es que el minotauro no tenga nada qué hacer afuera, es que su razón está adentro; pero conmigo es diferente, yo solamente estaba huyendo a mi destino personal, encerrado en mí, en el centro donde la vida no es posible; al darme cuenta de ello, con el escalofrío que yo creía que era simple confusión, fue que el laberinto se expandió y dejó de haber un centro, y como yo era el centro yo mismo dejé de existir.

Los sonidos, los toquidos en la puerta tal vez me querían avisar que esto llegaría, que la repetición no era suficiente, que la renuncia a las opciones me dejaría con la única opción certera e ineludible, la muerte.

El laberinto se expande más y más, apenas puedo moverme de un lado al otro, no hay más aire que respirar…

jueves, 5 de abril de 2007

Bésame...

Bésame con tus labios tibios
en mis ojos salados.

Yo ya no soy.
Dejé de ser cuando tu mirada
se cruzó con la suya.
Me deshice.
Volé
Desaparecí.
Pero seguía viendo.

Bésame una última vez
con tus labios que saben a los suyos.

No sé si existo.

Lloré.
Lloré hasta hartarme,
hasta ahogarme en la desilusión.
La muerte estaba conmigo
bajo el agua de mi tristeza.

¿Morí?
Creo que morí
pero seguía sintiendo.

Bésame con tus labios
ignorantes de mi dolor
en esta piel helada.
La luz de día cegó mis ojos.
Senti frío.

Ya no soy,
no hay duda,
ya no soy.

Recordé tu aroma por última vez
y te fuiste para siempre.

Bésame.
Bésame en un adiós
con tus labios tibios
en aquello que ya no soy,
que ya no seré.

Bésame con la muerte.