jueves, 17 de noviembre de 2016

¿Cuánta vida te está costando tu sueldo?




La cosa tiene un gran preludio: todo empezó cuando terminé la maestría y estaba quedándome sin beca, un muy buen amigo me dijo que se necesitaba una "asistente" en el Centro Cultural del México Contemporáneo, el cual pertenecía al sindicato de maestros (SNTE); entré, era un trabajo sencillo: contestar llamadas, hacer citas para la coordinadora, dar informes, llevar la agenda cultural y de la jefa, atender a los artistas. Después de un año haciendo es chamba, la jefa vio algo de potencial en mí y decidió ponerme a cargo de Relaciones Públicas, lo que sea que eso signifique. En menos de un mes después, por cuestiones de incomodidad (la directora era hija de Elba Esther Gordilloy ahora ella estaba en la cárcel), el sindicato decidió que lo mejor era correr a todos los que trabajaban ahí, sin preguntar ni considerar nada.

Luego de eso, mi buen amigo me pidió que lo ayudara a dar unas clases en un Cetis, también lo apoyé con cosas que necesitaba y, como en realidad quien me estaba pagando era él (de dónde, no lo sé, mucho menos cómo, pero no entremos en detalles), me siguió pagando lo acordado a cambio de las nuevas actividades asignadas. Un día me dijo que necesitaban a alguien con buena ortografía y redacción para que ayudara a revisar un periódico que hacía el SNTE en la FIL de Guadalajara, así que me mandó para allá a hacer corrección de estilo y apoyar con una que otra cosita. Entonces conocí a una señora, directora de la Editorial del Magisterio, quien me ofreció un trabajo fijo. Yo, atenida a lo que me pagaba mi amigo y sabiendo que pronto dejaría su puesto de Secretario General en el SNTE, decidí tomar ese trabajo. Es una editorial, me dije, qué bonito ha de ser.

Y comencé. Y poco a poco se me fueron bajando los ánimos y fueron creciendo las decepciones. La verdad es que nunca había hecho corrección de estilo de manera profesional. De modo que ahí aprendí mucho, en serio mucho, más de impresión y edición que de corrección, pero lo aprendí. Y también aprendí lo que no se debe hacer. Resultó que la tal Editorial era más bien una imprenta, cuya directora no sabía la diferencia entre una imprenta y una editorial. Resultó que había un plan de independizarse del sindicato y funcionar como debería ser una editorial de verdad, pero esto nunca se concretó. Bueno, la supuesta independencia sí, con una gran ceremonia de inauguración en un nuevo lugar, y a la cual se invitaron a las editoriales más importantes de México (o al menos eso creía yo, pues en realidad se invitaron a las imprentas más importantes de México). Total que el proyecto nunca resultó lo que yo me imaginaba. Era una editorial sin editores, sin catálogo, sin línea editorial y que pretende cobrar a los autores porque no los ve como autores sino como clientes. Con todo respeto externé mis ideas, le dije a la jefa que no podía cobrar a los autores porque eso no es lo que ellos buscan ni esperan; ella dijo que si no les cobraba de dónde iba a sacar dinero, que aquello era un negocio y que me quitara esas ideas de la cabeza; evidentemente no tiene idea de cómo funciona una editorial y por más que se lo digan no le interesa escucharlo. Encima, habría que sumarle que no sabe los contenidos de lo que se publica, que piensa que todas las personas que quieren escribir libros son ególatras y que se asquea cuando sabe que hay muchas propuestas de publicar poesía; "poetas no", decía.

Yo estaba decepcionada y desesperada. Desde que inició el año (con apenas un año trabajando ahí) empecé a buscar otras opciones, sin encontrar nada que me gustara y con sueldos bajísimos. Después de la inauguración estuve a nada de renunciar, pero la necesidad de la lana y los gastos me detuvieron; fui a entrevistas, no me llamaron, busqué por ahí y por allá sin hallar nada que fuera suficiente como para renunciar de una vez por todas. Hasta que un buen día encontré un anuncio en Facebook en Ediciones Era donde pedían gente con un perfil como el mío y que supiera hacer lo que más o menos sé hacer. Y tuve la fortuna de que quisieron contratarme. Una cosa buena del sindicato es que paga muy bien (y cómo no, si todos sabemos las arcas que se llevó doña Elba Esther), pero ya llevaba mucho tiempo pensando si era realmente importante tener dinero a cambio de estar en un lugar que no me gusta, o bien, no tenerlo pero estar en un lugar que de entrada tiene mejor horario, cuyos directivos saben bien cuál es la chamba y donde, por supuesto, estoy cerca de la literatura.

Esta oferta de Era salió en el momento menos esperado. Ya estaba resignada a terminar el año ahí, ahogada de trabajo hasta los fines de semana debido a su pésima planeación (eso o renunciar, definitivamente), atendiendo a peticiones que me parecían incongruentes y fuera de lugar (como fabricar una botarga para la FIL Guadalajara y tener un stand que no exhibe ni vende libros, sí, en la feria del libro más importante de Latinoamérica). Pensé en aplicar al doctorado, cosa que tampoco me llenaba de felicidad pero al menos parecía una puerta de salida ante tanta frustración. Afortunadamente, la luz llegó, con Era, algo que no tenía entre mis planes, pero que me salvó. Y además, con todo lo que busqué y todo lo que aprendí, me hice buena haciendo corrección de estilo y cuidado editorial (allá, en el sindicato, la jefa cree que esa chamba es cosa que cualquiera que sepa leer puede hacer), le eché ganas y me hice muy buena, tanto que me llaman de Editorial Planeta y de Editores Mexicanos Unidos, y trabajo con libros de literatura que generalmente valen la pena (nunca había leído La Isla del Dr. Moreau ni Moby Dick y me las eché mientras las corregía). Estoy en mucha paz, tanta que ya tengo tiempo para retomar mi blog y puedo regresar a mis pendientes de escritura.

Bueno, no todo es miel sobre hojuelas: me pagan la mitad de lo que me pagaba el sindicato, pero no me importa. ¿Cuánta vida te está costando tu sueldo? Me lo pregunté y decidí que no podía seguir dejando la vida en algo que no sólo no me gustaba, sino que incluso me avergonzaba; es real que cuando me preguntaban de mi trabajo yo no quería ni abrir la boca, de la pena. Ahora, después de buscar y buscar, no me avergüenza, porque por fin trabajo en una editorial de verdad, vaya, una editorial.


Music on: Sweetheart - Jont
Quote: "En el insomnio de la noche caben / caravanas en el desierto / e hileras de pingüinos saltando al agua". Elsa Cross
Reading: La campana de cristal - Sylvia Plath