jueves, 20 de septiembre de 2007

My own private New York lover...


Esta noche las palabras no me alcanzan,
o las lágrimas, o las sonrisas, o cualquier cosa..

Mejor pudiera simplemente morirme de risa y renunciar a entenderte,
mejor debiera no conocerte.
Pero es que aún quiero ser tu Anaïs,
esa que te haga perder el juicio y trastornarte hasta lo más profundo de lo que eres,
de eso que eres y que no entiendo.

Las palabras, amor mío, qué son las palabras...
dulces gotas de sangre de una herida eternamente abierta.
O tu mirada, la profunda mirada de la tristeza y el conocimiento;
es el cielo apocalíptico del terrible destino que nos une pero que ignoras,
es la muerte que no me otorga la redención.

Yo no puedo estar con otro que no seas tú,
necesito a ese ser malvado, mentiroso y triste, profunda y extrañamente triste
porque alguien más bueno, más lindo, o más honesto me aburre.

El olvido, otra vez, qué es el olvido;
no es que quiera olvidar tus manos
o tus labios
o tu cuerpo
no es tampoco que llore la noche en el susurro de tu sexo perfecto
ni que el aire me devuelva tu nombre en la condena de la vigilia incorregible.

Eres tú, eras siempre todo tú y las horas perdidas en el atardecer de tus labios
todo tú y el tiempo que no vuelve,
todo tú y el corazón desmembrado, el tuyo, el mío que es tuyo, el mío que es nada.

Tal vez ya soy como Anaïs
ya soy cruel, mala y mentirosa
y tengo que amar al dueño de la primavera negra, pero sólo de vez en cuando
y hacer que él me ame eternamente.

Esta noche no me quedan más lágrimas de culpa
ni sueños áureos para el limbo de la conciencia;
y nada me es suficiente;
esta noche la estatua de tu nombre se ha encarnado,
he perdido;
esta noche no sueño otra cosa que tus ojos, no vivo más allá de los recuerdos,
al final, te has ido;
esta noche, tristemente, no he muerto.

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