viernes, 10 de agosto de 2007

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Quizá tenías razón… y cuánto me duele que así sea. Quizá lo mejor haya sido olvidarnos uno de otro, tú ya te has olvidado de mí desde hace mucho tiempo, creo, aunque, ¿cómo saberlo con certeza? Yo me rehúso al olvido, dicen que el olvido es la supervivencia pero ¿de qué me serviría olvidarte? Si lo hiciera, seguramente cometería los mismos errores que cometí entonces contigo, y quiero pensar que tengo la oportunidad de redimirme, aprender, salir adelante sin retornar al ciclo que tuve contigo. Tal vez lo que necesito no es el olvido en sí, sino sólo la idea de la supervivencia.

Pero aún estoy confundida… sola, angustiada, tal vez loca. Hasta hace un mes tenía la idea de conocerte y no sólo eso, de saber dónde buscarte y a dónde llamarte, pero el orgullo, o no sé, el sentido común tal vez...

En estos meses, desde la última vez que hablamos me hice a la idea de que efectivamente lo mejor sería el abandono, o al menos el alejarme del vicio de tu nombre por un tiempo, no llamarte por teléfono, ni mensajitos ni nada de irte a buscar a donde sé (o sabía) que te encontraría. Pero es que todo parece un ciclo inevitable, cansado pero eterno, no fui fuerte, no sé siquiera si esa es la palabra que deba usar, y un día de hace no mucho, que estaba de vacaciones y el cerebro se concentró en otras cosas, decidí que tal vez podría ser capaz de cerrar el ciclo del dolor que sufrí por tu culpa y que entonces podía llamarte por teléfono como una persona civilizada, ya sabes, preguntar cómo estas, qué tal te ha ido, nada de ofensas ni reproches, como algo nuevo que tuviera un tinte saludable y con futuro.

Y entonces, después de pensar qué te diría y de prepararme para escuchar tu voz otra vez, ahí tienes que llamo y nada. El teléfono suspendido con ese terrible sonido, el tururú que indica que ese número ya no existe. Bueno, hablarte a tu casa, es lógico, pero nadie contestaba nunca, ni la contestadora siquiera, y el teléfono sonaba y sonaba siempre y nada más.

Luego ya no supe qué hacer. Sí, quizá era mejor esto, pero entonces, ¿por qué me duele haberte perdido así? Ya no sé donde buscarte, de pronto recordé que ya no trabajabas en la preparatoria y que la última vez que hablamos estabas buscando nuevo empleo, ya no tenía a dónde buscarte o a dónde llamarte, la angustia me cerró la garganta.

Por meses y meses te creí seguro, sabía que estaba enojada contigo, dolida, pero aún sabía que si pasaba cualquier cosa te podría encontrar si marcaba un número, si iba a tu casa… pero ya no tengo eso tampoco, me dijiste que te habías divorciado y que estabas viviendo con tu hermana pero yo jamás supe donde vivía tu hermana y tampoco lo podía averiguar. Así que me quedé sin nada, con sólo el recuerdo y una sensación increíblemente extraña, algo entre la desilusión y el alivio, algo que se gesta desde dentro y va saliendo poco a poco, algo que no sé si debiera hacerme reír o llorar.

¡Qué frágil ha sido todo esto!, yo tan segura de ti a pesar del dolor y tú que de pronto decides desaparecer. Es lo mejor, quiero pensar que lo es… pero… qué duro, me siento perdida, quién sabe desde hace cuánto que te perdí y ahora, la certeza de tu ausencia me está deshaciendo, por un lado, pero por otro sé que ahora ya no hay nada qué hacer, absolutamente nada sino seguir adelante con la vida. No poder hacer nada duele, cómo duele tu ausencia, cómo duele saber que hay una ausencia, saber, sólo saber, cómo te extraño, ahora más, si ha sido orgullo, vanidad, sentido común o destino, cómo es que te pude haber perdido así…

2 comentarios:

Angel Pastrana dijo...

Te leo, creo que puedo hablar por la mayoría de la gente que te lee, te leo y no creo que se pueda comentar nada, no creo que se pueda agregar nada. Eres para leerte y creo que cualquier comentario estaría de más. Eres perfecta. Felicidades. Un saludo.

Angel Pastrana dijo...

Ahh! Te busca el representante de Sigur Ros, quiere hablar contigo por lo del título. Saludos