El ser humano es todavía un ser primitivo que necesita de fechas y calendarios para marcar momentos cruciales en su existencia. Así pues, se las ha ingeniado para medir el tiempo, aunque éste no se pueda medir en realidad, y ha creado diversos acontecimientos para situarlos en tales días o meses de eso que se atreve a llamar un año. Ahora, ya acercándose el casi mundialmente aceptado fin de año, vienen las reflexiones existenciales, los buenos deseos, los animosos propósitos optimistas y las lágrimas que buscan reparar heridas sucedidas a lo largo de ese lapso. Bien podemos tachar de falsas todas esas muestras solidarias de benevolencia y en muchos casos no nos equivocaríamos.
Podríamos simplemente tomar un cierre de ciclo personal y dejar de involucrar al resto del mundo para llevar a cabo tales o cuales propósitos; podríamos ser sinceros con nosotros mismos e iniciar proyectos de un día para otro, sin la antelación de un cierre de ciclo universal que en realidad no nos significa nada auténticamente. Pero somos primitivos y necesitamos una guía para hacer tales cosas. Entonces llega el año nuevo, los calzones rojos y amarillos (o ambos, dependiendo de la situación), las tradiciones familiares que quién sabe en dónde están enraizadas, tales como aventar lentejas, barrer y arrojar agua hacia afuera de la casa y salir corriendo con una maleta, entre otras peculiaridades.
Llega el año nuevo, y, aunque no debiéramos hacer los rituales antes mencionados porque ninguno de ellos afectará nuestras acciones y lo sabemos, hasta cierto punto es válido sostenernos de tales cosas, ritos que dada nuestra forma primitiva de aprehender el mundo, nos sirven para seguir adelante anclados a creencias que nos reafirman la existencia y nos ayudan a crear metas.
Así pues, brindemos por el año que comienza, deseemos las cosas buenas que en verdad queremos para la gente que apreciamos, demos abrazos a los familiares y otorguémosles un par de palabras que usualmente no les diríamos, sólo porque tenemos algo cercano a un nuevo inicio, y también seamos partícipes en alegría -¿por qué no?- de un ritual que no hace daño a nadie y que al contrario, ayuda a sacar buenas intenciones lo cual no se repite a menudo.
Cerraremos un ciclo y trataremos de saldar cuentas con lo que dejamos atrás para incorporarlo al futuro o para desecharlo, miraremos con nostalgia aquello que ya no es y a esa persona que ya no somos, sentiremos la soledad que nos invade al dar las 12 campanadas y estar en el limbo de un año y otro, pero después, daremos abrazos e intentaremos reconstruirnos en ese futuro incierto que también tememos pero que no aceptamos como temeroso, comeremos uvas, brindaremos una vez más, y el ritual habrá acabado. Lo que suceda después, dependerá de nosotros, más profundamente y como nunca en el resto del año.
Music on: Commercial for Levi - Placebo
Quote: "Estoy intentando fotografiar el perfume" C. Lispector
Reading: Agua viva - Clarice Lispector
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