Existe un altar en mi mente que lleva un nombre especial, un nombre que contiene las cinco letras del deseo, un nombre anclado en todo lo que soy, desde mi piel hasta mis huesos, desde mis lágrimas hasta mis silencios.
Es tortuoso amar con tanta devoción y desmesura, lo sé, más yo misma lo he elegido de esta manera. Es tortuoso tener que olvidar y no poder hacerlo, no querer hacerlo tampoco, y no llorar sino hacia dentro hasta que el mismo cuerpo se siente pesado por el agua salada de lágrimas canceladas. Pero la tortura es la única condición del hombre, ese es mi fútil consuelo. Es terrible, pero es cierto.
El nombre del que hablo es el nombre de mi amor, de mi otredad necesaria, de mi anhelo por temblar con una luna en el agua y absorber el aliento confundido y simultáneo de la boca que deseo, es el nombre de aquello que quiero poseer aunque sea por unos instante fugaces y amarillos pero que no logro asir de ninguna manera en la realidad. Ese nombre es ordinario, común, terrenal; no corresponde a un héroe no es para nada como un dios, no, acaso tan sólo al momento de besar.
Me duele pensar en él, es cierto; pero a veces el dolor es dulce. El dolor que me causa sentirlo en la distancia de eternidades que me separa de su cuerpo y sus manos, crece igual que crece la soledad y la sombra; el dolor se potencia aún más al anclar los pies en la tierra y saber que este nombre está hecho más de la materia que se fabrican los sueños que de la forma y la consistencia de eso que llamamos “lo real”.
Duele profundamente, en lugares que no se sabían huéspedes de dolor; duele porque el amor, todo el amor del mundo que se alberga en mi corazón desgarrado no basta para hacer que él cambie sus ideas, que deje de pensar en minutos que no me contienen, y que acabe de hacerme agonizar sin que lo sepa. Ni todas las palabras del mundo bastarían para hacerle ver lo mucho que lo deseo. Es una labor totalmente inútil. Mis pasos se encaminarán por sus montañas eternamente sólo para mirar sus ojos y ya en la cima serán los míos quienes contemplen la caída segura de mis esperanzas e ilusiones. Y luego retomaré el camino con tal de encontrar sus párpados una vez más. Sin remedio, sin cambio en su mutismo.
No hay manera de huir del encanto de su nombre; entonces, continúo regando las flores que cubren mis silencios y su altar permanece embellecido y plagado de colores. Soy tan absurda que intuyo el desenlace de la historia; ni el corazón ni la mente olvidan por completo, sin embargo, después de un tiempo, entierran. Sé que la tragedia terminará de la misma forma que terminan todas, que su nombre se irá desvistiendo y que después, cuando termine de hacerlo, habré de llenar el vacío con otra cosa, otro altar de dolor que secretamente tendrá como base su cuerpo, el recuerdo de una noche que no guardó el cielo y la misma palabra: deseo.
Music on: I'm losing you - Corinne Bailey Rae
Quote: "Amar a alguien y poco a poco no amarlo. El único dolor que me permito." J. Volpi
Reading: La insoportable levedad del ser - Milan Kundera
1 comentario:
Esa etapa en la que tenemos que sortear la furia de la distancia o de la despedida,y que inevitabemente nos obliga (casi siempre)a olvidarnos del amor un poco,ya que estamos tan asustados por lo que sentimos en ese momento que no quisieramos vivirlo de nuevo y sin embargo visto desde su persectiva,tambien es bello sentir ese infinito dolor que el amor nos deja en la boca despues de ese beso que talvez sera el ultimo y que nos fue regalado por un dios o un simple mortal...bello para variar madame.
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