jueves, 23 de abril de 2009

La insoportable levedad del ser

Hace ya bastante tiempo que no me sentía tan entusiasmada y satisfecha después de una lectura. Creo que la última vez que me sucedió fue precisamente con The cathcer in the rye y he de confesar que esa sensación de total placer posterior a la lectura no aparece muchas veces en la vida de una lectora.

Tiene pocos días terminé de leer La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, libro que verdaderamente me estimuló el pensamiento de manera que hacía mucho no lo hacía una buena lectura. No pienso ahondar demasiado en el hecho de que es un clásico ya y también una de las mejores obras de Kundera. Al contrario, quisiera dar mi aporte personal, pues estoy convencida de que los buenos libros, las buenas películas, las buenas obras de teatro, o algún otro estímulo de ese estilo, sólo tienen su real validez cuando logran trastocar la mente y el alma del lector.

La novela se sitúa históricamente en el periodo de la invasión de Rusia a Checoslovaquia, por ahí de los años 60’s y 70’s. Los personajes, a pesar de resultar tan lejanos a una realidad latinoamericana, tienen matices que los resaltan como universales y cercanos. Cada uno está perfectamente definido, desde Tomás hasta el perro: Karenin lo cual es un enorme logro del autor, sin duda.

Sin embargo, el gran acierto de Kundera en esta novela -y que creo es una de las cosas que aciertan generalmente en las buenas novelas- es la mezcla tan profunda de los personajes, la recurrencia a ciertas situaciones, algunas básicas (como un sombrero negro o) y otras totalmente profundas, bizarras y filosóficas (como la referencia a Parménides y Nietzsche, por mencionar algunas). Este balance es el enorme interés que la obra despertó en mí pues confirma que no sólo es importante el fondo sino la forma.

Kundera acuña frases totalmente geniales de boca de todos sus personajes así como de un autor que de pronto se sumerge a sí mismo dentro de la trama y adopta la forma ficcional casi de manera imperceptible. Sabina, Franz, Tomás y Teresa: los cuatro, personajes principales perfectamente construidos, todos sumergidos en ciertos absurdos personales y tragedias colosales para su situación, que en realidad no nos resultan tan ajenas.

Decir que sólo cerrando los ojos es que se puede ver al infinito, o bien, pensar cuán terrible es que día a día soñamos secretamente con la muerte de aquellos a los que amamos, o quizá, que el amor, en cuanto se hace público, comienza a ser pesado. Todo aquello no es sino una pequeñísima muestra de algunas reflexiones incrustadas en este libro que contiene más allá de una forma deliciosa, un fondo lleno de matices históricos y personales en donde se discute fuertemente cuál es la situación de la existencia del hombre y su error, cuál es la terrible e insoportable levedad de una vida que, por suceder una sola vez, parece que no ha sucedido nunca y que por eso, es leve, y que por eso, no pesa nada y que por eso no trasciende y aún así, es más compleja que ninguna otra cosa que podamos pensar.

Hacen falta libros de este estilo. La historia, quizá puede bien ser supeditada por un plano más profundo de pensamiento y reflexión que hacen de la lectura una experiencia exquisita. Así es como me gustan los libros y, encontrar uno que cumpla mis espectativas es simplemente, delicioso.

Music on: Mighty ruler - dim Sherman
Quote: "Es imposible que nos perdamos el uno al otro. Recorreré los astros durante milenios, adoptaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, para volver a encontrarte una sola vez." F. Hölderlin
Reading: El tren pasa primero - Elena Poniatowska

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