Podría escribir todos los días sobre el impacto que me provoca la finitud de las cosas. Sé que así tiene que ser, que no hay remedio y sin embargo cada que sucede, cada que me veo apelada por esa maldita finitud todo se vuelve a derrumbar como si me hubiera llegado por sorpresa, como si jamás hubiera oído hablar de ella.
Hay quienes dicen que si la veo tanto y tan frecuentemente es porque la estoy buscando. Pero no es así, es sólo vivir con una certeza de algo y de que ese algo sea tan grande que no se puede evitar. ¿De qué me serviría estar elaborando quimeras mentales si ya conozco la verdad? Yo concluyo que cuando la situación se sale de control hay que dejar pasar y dejar hacer y con eso evitar la lastimada.
La pregunta entonces radica en optar por ensoñarse con las cosas conociendo su finitud o conociendo su finitud decidirse por cortar su flujo, apresurar el inclemente e inevitable tajo, adelantársele al destino, por decir algo, tomar las riendas de lo que sabemos acabará y terminarlo con nuestras propias manos para quizá pensar que tenemos el control sobre las situaciones.
Yo opto siempre por dejar que las cosas fluyan, dejar que se den, que sucedan, hacerlas suceder mientras esté en mis manos y postergar el momento del fin sin olvidar que habrá de llegar. Siempre he tratado que el fin no llegue por mí si no por los demás, así pienso que efectivamente duró lo que tenía que durar. Casi siempre lo logro, casi. Dejar pasar, dejar hacer.
Pero vuelvo a lo mismo, a pesar del pleno conocimiento del desarrollo de las cosas, existe una cierta incertidumbre, un sutil dolor al ver cómo todo se derrumba. He mantenido la sangre fría, sin congoja ni problema, casi siempre, pero, ahí va el pero otra vez, esa maldita finitud de todo me taladra irremediablemente y me suspende en desasosiego.
Uno no es dueño de todas las circunstancias. No he encontrado otro remedio. Sólo dejar pasar, dejar hacer.
Music on: Invierno - Vivaldi
Quote: “Toda mi lucha fraudulenta procedía de no querer asumir la promesa que se cumple: yo no quería la realidad.” Clarice Lispector.
Reading: Sexus - Henry Miller
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