Odiseo es la figura que se convirtió en epítome del viaje, lanzándose a la aventura con la promesa de regresar a casa con su amada. Más allá del tópico literario, el viaje es sinónimo de cambio, principio y fin, transmutación de relaciones y momentos; también es una extraña conciencia de habernos sido otorgada una segunda oportunidad. Dicen que en el viaje uno se reencuentra con partes de uno mismo que creía perdidas, abstractas o ausentes. El regreso, que se considera inevitable como parte del viaje, tal como Odiseo nos lo dirá, implica una forzosa diferente visión de lo abandonado.
Escúchame bien, amor. Estoy rascando fuerza de voluntad en las entrañas y en las lágrimas, medio enceguecida por la brillante verdad, me encamino a un viaje incierto hacia un lugar que no conozco, que tampoco deseo porque no estás tú. Mucho exotismo se dice de los viajes, pero qué me pueden decir a mí que en el instante de la partida encuentro los pasos como vértigos y abismos inevitables. Otra vez no estás tú. Debo irme.
Todos nos transformamos en el viaje, también los que se quedan, como Penélope, tejiendo la eternidad con sus manos para ocultar el tiempo cernido sobre su piel. Todos cambiamos porque todos estamos viajando constantemente. La vida misma es un viaje, es un pretexto para salir a caminar otros pasos y encontrar nuevas cosas. Se viaja a veces más en tres días de intimismo que en un año de ausencia. Siempre se está viajando, pero poco nos damos cuenta.
Así es como funciona, escucha: la mente se abre como un camino infinito y no se sabe hacia donde, pero se va andando. Hace unos días viajé físicamente, lejos de tí, huí del smog, la lluvia y el ruido, pero nunca me alejé totalmente de ti. Estuve como Penélope, esperando algo ido, sin darme cuenta de que la que había partido era yo porque así tenía que ser. Es sólo que se siente extraño ser yo la que se va, aunque ahora que lo pienso sólo me fui porque tú ya te habías ido y no tenía a nadie por quién aguardar la noche o sostener el silencio.
Tanto que se escribe durante el viaje que podría ser el inicio de una verdadera epifanía. No siempre es así. En mi mente voy caminando por una oxidada vía de tren, en mi alma sé que debo ir hacia delante, siempre, sin claudicar. Detrás de mí se encuentran unas huellas que ya no reconozco, quiero dejar de que me pertenezcan, dejar de ver en ellas una parte de mí, no voltearé. Lo que hay atrás lo conozco lo suficientemente como para no olvidarlo y para no regresar sobre él.
Te digo esto una última vez: escribo desde el silencio, y desde la distancia que cada día se hace más certera, digo que no quise cambiar pero tuve que hacerlo porque te adelantaste al proceso, lo cierto es que ni me pude quedar atrás ni logré alcanzar la velocidad de tu movimiento. Pienso que simplemente estamos caminando hacia lugares distintos y que cada uno viajará con la dirección que mejor convenga a sus pasos. Establezco un límite, a partir de aquí no hay huellas que me acompañen.
Muchas cosas suceden en el viaje, pero más suceden por la ausencia. Penélope cambió tras los veinte años en que Odiseo estuvo ausente, lo cierto es que uno no puede tejer y destejer eternamente, ella bien sabía que nada sería igual. ¿Por qué habría de serlo? El reconocimiento físico de un viaje es sólo inicio de otro, abre la paradójica situación de cambiar y al mismo tiempo ser los mismos, conservar la misma esencia. Penélope espera por la redención, Odiseo matará a sus pretendientes y a pesar del tiempo, el equilibrio regresaría brevemente. Pero ¿acaso Penélope no deseó también viajar? Yo viajo hoy, porque aunque el regreso no sea del todo placentero, tengo que buscar, viajo hoy, porque no tengo nada que tejer, ni por quien aguardar y sobre todo, porque ya no puedo esperar.
Music on: Right to be wrong - Joss Stone
Quote: "En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser" Albert Einstein
Reading: Sobre héroes y tumbas - Ernesto Sabato
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