1.
El lugar se autodenomina “Museo de trago y de arrabal”; hay diez guisados a escoger, el menú está tanto en español como en inglés y con el consumo de tres copas, toda la comida es gratis.
Tiene dos pisos. Abajo llegan tríos a tocar un rato y el ambiente se podría clasificar como “familiar”; arriba hay rocola cargada con unos quinientos intérpretes distintos, también hay pista de baile y espacio para conjunto en vivo, dando un toque más nocturno al lugar. Asimismo, las meseras dan un toque de extraña realidad al lugar; no son bonitas ni delgadas, usan ropa exuberante, mini faldas o vestidos entallados que enmarcan de manera grotesca su cuerpo obeso y maduro. Usan maquillaje exagerado, casi todas han teñido su cabello suelto con luces rubias o colores llamativos. Cuando no están atendiendo clientes, se reúnen en el baño para arreglarse el atuendo o se sientan en la mesa del fondo, revisan su celular, cuentan su dinero y platican entre ellas.
2.
—Cerveza oscura —dice convencido el hombre que acaba de llegar, tiene alrededor de 60 años y unas canas acentúan su edad al tiempo que endurecen sus facciones. Está solo. En la mesa frente a él hay un grupo de estudiantes que acaban de pedir la última ronda de cerveza. Desde que el hombre llegó no les quita la vista de encima, los analiza de pies a cabeza, empieza extrañamente con el muchacho más joven, quizá es que encuentra fascinante su tatuaje en el brazo, luego da un pequeño vistazo al resto de sus acompañantes y detiene la mirada en una de las muchachas, es blanca, de cabello corto y pantalones claros, mismos que llaman la atención del hombre por encima del resto de las personas en la mesa. Pasa media hora, en lo que sus cervezas terminan y el hombre no distrae sus ojos de la muchacha.
Los amigos pagan y se retiran, el hombre la sigue aún con la mirada nada discreta hasta que se escabullen por la puerta y desaparecen.
3.
Existe cada vez más acentuado en los bares y restaurantes de México el concepto de “hostess”; se aplica por lo general a muchachas jóvenes y guapas con mayor rango que las meseras y se encargan de asignar las mesas, acompañar a los clientes a ellas y revisar que estén bien atendidos. Comúnmente, más importante que el nivel de educación o experiencia de las muchachas, los dueños piden como prioridad, para que alguien pueda ser candidata al puesto, que éstas sean atractivas y delgadas, nada mayor a talla 7.
En Dos Naciones pasa lo contrario. Existe una mujer que hace las veces de una hostess pero su físico no es comparable con la descripción anterior; es baja de estatura, morena y tiene alrededor de cincuenta años, es una especie de clon de Celia Cruz, la misma boca grande y el cabello de micrófono que la reina del azúcar usaba en los años sesentas. Lleva medias negras y zapatos abiertos de tacón, falda a la rodilla y un saco dorado con lentejuelas. Ronda las mesas preguntando a los clientes si no les hace falta nada y a ratos se sienta a descansar en la mesa más próxima a la entrada.
4.
—¿Te vas a cambiar de mesa, corazón? —dijo la mesera de rojo.
El hombre no contestó inmediatamente, pero después de unos segundos, asintió con la cabeza, regresó a su mesa original a tomar su chamarra y su paraguas para después encontrarse en la mesa a que había sido invitado. El hombre llevaba ahí unas tres horas, vestía una camisa verde a cuadros, pantalón de mezclilla y zapatos cafés. Pedía cubas y platicaba con las meseras, de vez en cuando bailaba con ellas, en especial, con una morena alta, de falda y botas, que si bien no era guapa, gozaba de un cuerpo voluminoso por mucho más estético que el de sus compañeras.
En la mesa de junto, de donde provenía la invitación, lo esperaba otro hombre: vestía de negro totalmente y usaba lentes oscuros. Después de unos minutos de conversación, el de lentes se levanta a poner música en la rocola mientras el otro se queda en la mesa y pide otro trago. A su regreso, intempestivamente toma sus cosas y se va. El hombre que lo ha esperado, sólo espera terminar su último trago y pedir la cuenta. Abajo, a una calle de la cantina, su compañero lo está esperando para ir a otro lado.
5.
En una de las mesas del fondo, junto a la pared hay otro hombre solo, viste camisa blanca y mezclilla, ha bailado con todas las meseras, parece que su preferida es aquella que usa una especie de corsé, medias negras y una minifalda a punto de convertirse en cinturón ancho. La llama a su mesa, le invita algo de tomar, platica con ella y la saca a bailar aunque él no tenga la más mínima idea de cómo hacerlo, ella a todo dice que sí, él habla sin parar, ella apenas sonríe pero sigue diciendo que sí, quizá obtendrá una buena propina.
Music on: This years love - David Gray
Quote: "Es que vivir es misión suicida" C. Lispector
Reading: Perros héroes - Mario Bellatin
1 comentario:
Fui al Dos Naciones hace como once años. Una compañera de la universidad, que por aquellos ayeres ya tendría unos cincuenta años, nos invitó —a mí y a otros imberbes amigos— a departir en torno de una de las mesas de aquella cantina. Entonces había ficheras y tampoco eran guapas, pero bailaban mucho mejor que yo y, encima, cobraban. Envidiosa, me quedé sentada a contemplar la enjundia de mis compañeros sobre la pista, sorbiendo un caldo de camarón demasiado caliente.
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