jueves, 15 de enero de 2015

Cumpleaños

Sé que hay cosas que jamás podré entender. Lo sé pero no consigo contentarme con eso. Y no es que sean cosas tan trascendentes como la vida y la muerte o el sentido de la vida; no, son cosas insignificantes, de esas que extrañamente le dan un sazón distinto a la existencia, que nos hacen sentir bien. Y cuando aquellas cosas se alteran o desaparecen, escribo, pues la escritura me rescata de todos los abismos, al menos momentáneamente.


Voy a escribir una serie de “incomprensiones”, de “dolores”, de esos que causa lo que creo que fue amor. Hace unos meses estaba dispuesta a enamorarme, ¿dispuesta a enamorarme? Sí, así como suena, un poco raro, pero así era. Y no es que haya sido la primera vez que me desprecian, pero esto fue diferente y no consigo deshacerme del pesar, sobre todo porque no puedo entender qué fue lo que sucedió, qué hice mal, en qué momento, si estaba actuando de manera diferente a como lo hice en mis relaciones anteriores, de todos modos salió mal.

Escribo ahora porque hoy es su cumpleaños, escribo porque pienso en él, porque busco comprender y repasar algunas partes del camino andado quizá por suplicio personal… Y es que me pregunto ¿en qué momento todo se derrumbó?, ¿por qué decía quererme como a nadie, por qué decía admirarme y a pesar de eso decidió hacerme sentir lo más insignificante respirando por la tierra? Y peor, ¿por qué jamás quiso venir a verme y, cuando lo hizo, él ya tenía una novia?, ¿para qué vino a verme entonces? Todos los años que pasamos siendo amigos ¿no valieron nada?, ¿cómo es posible que unos meses logren derrumbar una amistad de años?

No fue mi culpa decirle que no me iba a conformar con las sobras, y no me arrepiento de haberlo dicho, no, porque él era una persona que jamás contestaba mis llamadas, una persona a la que le estuve rogando por meses para que nos viéramos, recuerdo perfecto que era diciembre y le dije “veámonos, platiquemos, vamos por un café o algo así, sencillo” y él dijo amablemente que esperara todo diciembre pues tenía mucho trabajo y pendientes que arreglar. Yo acepté, pero terminó diciembre y también terminó enero… llegó febrero y lo invité a mi cumpleaños y no le importó, prefirió trabajar o hacer quién sabe qué cosas, en lugar de gastar un par de horas conmigo.

Y así fue sucediendo, jamás nos veíamos, él era feliz con un mensaje, con hablar por Whatsapp y mandarme poemas y canciones. A mí no me fue suficiente. Ah, pero claro, cuando le comenté que había aplicado para una beca en Alemania enloqueció y dijo que él no quería estar con alguien que estuviera constantemente huyendo. Y yo no entendí nada, pero terminé lastimada porque estaba despreciándome por querer hacer algo que a mí me entusiasmaba hacer, la sola idea, la posibilidad de irme unos meses lejos me hacía feliz, pero para él era como estar con alguien que sólo busca la manera de alejarse ¿y qué no se estaba alejando él con su imposibilidad de verme? Le dije que de todos modos él no tenía tiempo para mí, que daba igual que yo estuviera en México, en Alemania o en Timbuctú siempre que hubiera conexión de internet para mandarnos cursilerías vía Twitter. Para él eso parecía suficiente, sin embargo enfureció con la simple posibilidad de que pudiera alejarme. No entiendo, nunca entendí, creo que nunca podré hacerlo.

Se molestaba porque salía con otras personas, pero él nunca quiso salir conmigo, lo que quería era que yo lo esperara paciente y estoicamente, enamorada y entregada, a pesar de que nunca tenía una hora siquiera para que nos viéramos para tomar café. Y sin embargo, lo quería, sí, lo quería pero el querer, ni siquiera el amar, es suficiente cuando no viene de la misma manera de las dos partes.

Él se consiguió una novia, yo, eventualmente, acepté de lleno salir con alguien más, renunciando a él por completo. Y todavía seguimos hablando algún tiempo, tiempo en que invariablemente salía a colación el dolor, el haberme lastimado y despreciado, yo nunca le pude perdonar que me hubiera despreciado y pisoteado de esa manera, que, aun sabiendo lo importante que era para mí que me acompañara a presentar mi libro, él decidió otra cosa, fue incapaz de mover sus actividades un par de horas para verme y sabía que era importante para mí y no le importó. Quizá estaba exigiendo demasiado pero no podía repetir el mismo patrón otra vez. Después dejamos de hablar porque él dijo que prefería evitarme pues ya no hablábamos de cosas chidas sino que mi conversación se centraba en lo maravilloso que era mi novio, me decía que ya no podíamos conversar sobre poesía o sobre música pues yo siempre mencionaba lo feliz que ahora era con mi nueva vida. Y yo tampoco entendí, si él me despreció, si nunca tuvo tiempo de verme, por qué le molesta que sea feliz, por qué le molesta que haya decidido entregarme con todo a este hombre con el cual me siento a gusto, quien es capaz de organizar su tiempo para darme tiempo, quien me busca constantemente y me entiende.

Siempre que hablo con él me lastimo. Me lastima y lo lastimo, al parecer, me ha hecho llorar y sufrir como nadie antes en el mundo, lo cual es irónico pues él, más que nadie en el mundo sabía mi historia personal, sabía de algunos patanes de los que me enamoré y me trataron como basura, sabía mi asquerosa sensibilidad y mi declarada manera de soñar despierta. Y, sin embargo, me lastimó más que todos juntos, me hizo llorar por días preguntándome qué demonios había yo hecho mal, cómo podía siempre echarlo todo a perder, hiciera lo que hiciera.


En fin. Hace dos meses que no hablo con él, es poco, pero me parece que es demasiado, el tiempo se distorsionó durante un año en que pretendimos –o pretendí- construir algo más de lo que éramos, un año en que le rogué que nos viéramos. Y ese año no se puede comparar con los 10 que ya llevábamos siendo amigos, mas el caso es que gracias a ese año de dolor, todo el tiempo anterior se fue directo a la basura.

La última vez que dejamos de hablarnos yo tomé la iniciativa y le escribí, lo hice porque subió a Twitter una canción de la cual me enamoré al instante de escucharla. Le escribí y él dijo, lo recuerdo bien, que pensó que jamás le volvería a escribir. Lo hice, no sé por qué, pero ahora, desde hace dos meses, he sido demasiado fuerte y no he hecho nada para que siquiera sepa que existo, reviso su estado de conexión al Whatsapp y como un ritual que necesito para no dejarme de envenenar el pensamiento, leo sus tweets y veo si, acaso, me ha aceptado de nuevo como su amiga en el Facebook. 

Hace dos meses que no hablamos, irónico, después de días, semanas y meses de hablar todos los días por Whatsapp –claro, pues el teléfono nunca lo contestó- ahora nada. Es tan cierto lo que escribió Sabines, de que en una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Y la poesía, eso… eso teníamos en común, versos infinitos de Sabines, de Cortázar, de poetas desconocidos del siglo XIX, acompañados de canciones memorables y hermosas de Pearl Jam, Snow Patrol y Radiohead. Éramos simples, antes de que deseara más que esa simpleza. Quise más, no deseaba satisfacerme con las sobras –ya lo había hecho una vez y no deseaba hacerlo de nuevo- y, finalmente él se consiguió una novia, yo fui insuficiente a sus deseos, me desechó; y yo, estúpida, lloré por él y lloro por todo lo perdido.

Hoy es su cumpleaños y como estoy enferma le regalo este repaso del dolor, disfrazado de una muy sutil esperanza de que vendrá, en algún momento, a revisar este sitio, que es el único que podría unirnos, de manera impersonal. Quiero pensar que si algo sigue queriendo de mí, es esto, las letras, lo que nos acercó en un principio. Sé que es paradójico cómo me pidió que le dedicara mis libros de manera ultra especial, me pidió que escribiera “soy tuya” y lo hice, porque así me sentía, paradójico cómo me dijo “tienes poesía hasta en la risa” y luego decidió no saber nada más de mí. Sé que me leerá, eventualmente. Yo no volveré a hablarle. Debo asumir que murió, que perdí no sólo a un posible amor sino a un amigo de años, a causa del amor, maldito amor que no terminó de quemarme, que me dejó parcialmente mutilada y con recuerdos demasiado tangibles.


Aunque si lee, ¿qué más da? Sé que vive porque escribe frases de Sabina en su cuenta de Twitter, pero también sé que en cualquier momento podría intentar suicidarse de nuevo y quién sabe, podría tener éxito. Sé que quizá sólo estoy escribiendo esto deseando que yo pueda decirle algo con estas letras, darle un mensaje muy ambiguo que básicamente quiere decir que aún lo pienso pero no volveré a buscarlo. Por ahí leí el otro día en el internet una frase que decía: “no sé qué me da más miedo, si verte otra vez o no volver a verte nunca”; no lo sé, sinceramente no lo sé, por mi parte, el episodio está cerrado, y mientras, escribo. 

Music on: One - Ed Sheeran
Quote: "We have ligered int he chambers of the sea." - T. S. Eliot
Reading: Poesía reunida - Amparo Dávila

No hay comentarios.: