jueves, 30 de septiembre de 2010

Llegó la muerte

Me preguntan (la gente, en general, que no sabe bien a bien cómo acercarse al tema) que si pienso en él, sí, incluso olvido que está muerto; se me aparece en sueños y ahí no soy realmente consciente de que ha muerto, es sólo cuando despierto que todo regresa y tengo en el pecho un dolor manso, solitario, indescriptible. Murió mientras yo estaba en una fiesta, el celular se llenaba de llamadas perdidas mientras yo, segura y tranquilamente, me bebía una cerveza y reía con mis amigos.


Me preguntan también que si se han deshecho de sus pertenencias, yo digo que sí, bueno, yo me quedé sus calcetines y el desodorante guardado en el closet (aun sin abrir) y lo he usado a pesar de estar diseñado para hombre, a mí me da lo mismo. Mi mamá tiró la cama con todo y sábanas y el ropero con todo y ropa. Dice que no quiere tener más recuerdos del cuarto que también mató a sus padres y a otra de sus tías (¿pero qué podíamos hacer sino reciclar los cuartos?)


Esa noche llegué a casa para encontrarlo en pleno rigor mortis, las paredes del cuarto parecían haberse oscurecido un tono arriba del azul celeste que lo revisten, estaba tendido sobre aquella cama llena de recuerdos y sábanas a rayas. Eran las 7 de la noche y esa mañana aún me había despedido de él con la perturbada sensación de que sus ojos ya no me habían visto, con la certeza extraña de que él mismo estaba presintiendo su muerte o quizá viendo cara a cara a muerte a través de nosotros. Sus ojos no hicieron contacto con los míos. Y aún así me fui rápidamente bajando la escalera buscando el dinero exacto para el camión, los lentes, la bolsa, el agua, los cigarros, la comida. Me fui.


Todavía sus cenizas descansan sobre el piano donde mi mamá ha hecho una especie de altar con fotografías, flores, velas y agua. Si no las ha ido a llevar a la cripta es por culpa de la burocracia, porque la iglesia demanda una serie de papeles que la clínica de afiliación no ha podido proporcionar. Mi familia le sigue rezando (acción inútil, por supuesto), no hay manera da resucitar con un rezo y la realidad es que todos ignoramos si existe un alma que debamos salvar del limbo. En fin, difícil resulta de todos modos abstraer que la vida, cuerpo y memoria de una persona quepa íntegra en una minúscula urna que un niño puede cargar sin problema. La vida se burla de nosotros siempre, habría que darnos cuenta de eso.


Dice mi hermana que se murió en el consultorio del doctor, ya casi para regresar a casa, que vomitó una última vez y se estiró sobre la camilla, dice que el médico no quiso hacerse responsable, y que ella y su esposo lo sacaron en silla de ruedas haciendo de cuenta que seguía vivo, dormido, pero vivo. No me imagino cómo habrán hecho para hacerlo entrar en la camioneta y atravesar la ciudad de sur a norte con el cuerpo desvencijándose y tensándose en raras posiciones al mismo tiempo.


No nos ponemos a pensar en cuánto nos afecta la muerte ni cómo nos llega a cada uno. Mi mamá llora por las esquinas, literalmente, tratando que nadie la vea. Los demás no hacen nada, solamente callan. A veces rezan. Yo me conformo con no verlo apareciéndose en mis sueños, y ya poniéndome exigente, deseo poder olvidar, simplemente ir olvidando todo lo que fue para que no duela más.


Te acuerdas dónde guardaba los cheques, cuándo le pagó al contador, a quién hizo el último pedido de mercancía, cuántas deudas había por pagar. No. Nadie se acuerda, nadie sabe, tampoco, cómo cambiar la llave del lavadero que ha estado goteando desde hace días (mi hermana lo intentó y al contrario la dejó con una fuga incontrolable para el agua caliente; la fría, por otra parte, tiene que abrirse para el lado contrario al normal, si no, no funciona). Nadie sabe.


Los muertos no se van solamente con ellos mismos, se llevan una parte inconmensurable de nosotros, una parte íntima y a la vez desconocida. Aun pienso encontrarlo en el sofá frente a la televisión, en el patio o en la oficina. El olvido, como la vida, son un par de bastardos desgraciados; se me olvida que ha muerto, esa es la verdad, pero realmente no puedo olvidar lo que sí importa, lo que sí es real: que ya no está y que su no estar pesa mucho.


Pero habrá que seguir, tomar la vida menos en serio y sonreír. Ya no reciclaremos ese cuarto. Mi mamá ha mudado sus cosas a mi habitación, no he podido negarme. Estamos tristes, de una tristeza que no se cura. Y actuamos en el escenario de la vida en un profundo silencio. Hoy también me puse un par calcetines que le pertenecieron, tenía muchos; también usé su desodorante, porque alguien tenía que usarlo.




Music on: Betrayal/Forgiveness - Apocalyptica
Quote: "La ciencia no nos ha enseñado todavía si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia" E. A. Poe
Reading: La Caverna - José Saramago

1 comentario:

Anónimo dijo...

...Son líneas indudablemente acertadas.... Y ese señor en verdad que era maravillosamente sabio... Me gusta leer lo que escribe... SALUDOS ADRI, soy Indira