jueves, 24 de julio de 2008

De la canción de amor de J. Alfred Prufrock y del genio de T. S. Eliot

Poema la Canción De Amor De J. Alfred Prufrock de Thomas Stearn Eliot

Nota: el texto a continuación presentado es una traducción de su original en inglés; para las citas textuales he decidido utilizar el original para hacer evidente la cadencia, el ritmo, las antítesis y las metáforas que sólo se pueden apreciar de manera completa en el original; de cualquier modo, incluyo la traducción de las mismas como nota al pie.

Vamos, tú y yo,
a la hora en que la tarde se extiende sobre el cielo

cual un paciente adormecido sobre la mesa por el éter:
vamos a través de ciertas calles semisolitarias,
refugios bulliciososde noches de desvelo en hoteluchos para pernoctar
y de mesones con el piso cubierto de aserrín y conchas de ostra,
calles que acechan cual debate tediosode intención insidiosa
que desemboca en un interrogante abrumador…
Ay, no preguntes: «¿De qué me hablas?»

Vamos más bien a realizar nuestra visita.
En el salón las señoras están deambulando

y de Miguel Ángel están hablando.
La neblina amarilla que se rasca la espalda sobre las ventanas,

el humo amarillo que frota el hocico sobre las ventanas,
lamió con su lengua las esquinas del ocaso,
se deslizó por la terraza, pegó un salto repentino,
y viendo que era una tarde lánguida de octubre,
dio una vuelta a la casa y se acostó a dormir.
Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.

Para el humo amarillo que se arrastra por las calles
rascándose sobre las ventanas.
Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.
Para preparar un rostro que afronte los rostros que enfrentamos.
Ya habrá tiempo para matar, para crear,
y tiempo para todas las obras y los días de nuestras manos
que elevan las preguntas y las dejan caer sobre tu plato;
tiempo para ti y tiempo para mí,
tiempo bastante aun para mil indecisiones,
y para mil visiones y otras tantas revisiones,
antes de la hora de compartir el pan tostado y el té.
En el salón las señoras están deambulando

y de Miguel Ángel están hablando.
Ya habrá tiempo. Ya lo habrá.

Para preguntarnos: ¿Me atreveré yo acaso? ¿Me atreveré?
Tiempo para dar la vuelta y bajar por la escalera
con una coronilla calva en medio de mi cabellera.
Ellos dirán: «¡Ay, cómo el pelo se le está cayendo!»
Mi sacoleva, el cuello que apoya firmemente mi barbilla,
mi corbata, opulenta aunque modesta y bien aseguradapor un sencillo prendedor.
Ellos dirán: «¡Ay, cuán flacos tiene los brazos y las piernas!

¿Me aventuro yo acaso a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo suficiente
para decisiones y revisiones que un minuto rectifica.
Pues ya los he conocido, conocido a todos:

conocido las tardes, las mañanas, los ocasos;
he medido mi vida con cucharitas de café,
conozco aquellas voces que fallecen en un salto mortal
bajo la música que llega desde el rincón lejano del salón
Entonces, ¿cómo he de presumir?
Pues he conocido ya los ojos, conocido a todos,

los ojos que nos sellan en una mirada formulada
estando yo ya formulado, en un alfiler esparrancado;
bien clavado retorciéndome sobre la pared.
¿Cómo comenzar entoncesa escupir las colillas de mis costumbres y mis días?
Entonces, ¿cómo he de presumir?
Pues he conocido ya los brazos, conocido a todos,
brazos de pulseras adornados, níveos y desnudos
(mas al fulgor de la lámpara cubiertos de leve vello de oro).
¿Será el perfume de un vestidolo que me hace divagar así?

Brazos sobre una mesa reclinados o envueltos en lospliegues de un mantón.
Entonces ¿habré de presumir?¿Y cómo he de comenzar acaso?
Diré tal vez: he paseado por callejuelas al ocaso

y he visto el humo que sube de las pipas
de hombres solitarios en mangas de camisa, sobre lasventanas reclinados.
Hubiera preferido ser un par de recias tenazas

que corren en el silencio de oceánicas terrazas.
¡Y la tarde, la incipiente noche, duerme sosegadamente!
Acariciada por unos dedos largos,
dormida, exhausta… o haciéndose la enferma
sobre el suelo extendida, junto a ti, junto a mí.
¿Tendré fuerza bastante después del té y los helados y las tortas,
para forzar la culminación de nuestro instante?
Aunque he gemido y he ayunado, he gemido y he rezado,
aunque he visto mi cabeza (algo ya calva) portada en una
fuente,yo no soy un profeta -y ello en realidad no importa
demasiado-he visto mi grandeza titubear en un instante,
he presenciado al Lacayo Eterno, con mi abrigo en sus
manos, reírse con desprecio,y al fin de cuentas, sentí miedo.
Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,

después de las tazas, la mermelada, el té,
entre las porcelanas, en medio de nuestra charla baladí,
hubiera valido la penamorder con sonrisas la materia,
enrollar en una bola al universopara arrojar
la hacia algún interrogante abrumador.
Poder decir: «Soy Lázaro que regresa de la muerte
para os revelarlo todo, y así lo voy a hacer»…
Y si al poner en una almohada la cabeza, una dijera:
«No. No fue esto lo que quise decir.No lo fue. De ninguna manera».
Hubiera valido la pena, al fin de cuentas,

sí hubiera valido la pena,después de los ocasos, las zaguanes, las callejuelas
salpicadas,después de las novelas, de las tazas de té y de las faldaspor los pisos arrastradas.
¿Después de todo esto y algo más?
Me es imposible decir justamente lo que siento.Mas cual linterna mágica que proyecta diseños de nervios
sobre la pantalla,hubiera valido la pena, si al colocar un almohadón o
arrancar una bufanda,volviendo la mirada a la ventana, una hubiese confesado:
«No. No fue esto lo que quise decir.No lo fue. De ninguna manera».
No. No soy el príncipe Hamlet. Ni he debido serlo;más bien uno de sus cortesanos acudientes, alguien capaz

de integrar un cortejo, dar comienzo a un par de escenas,
asesorar al príncipe; en síntesis, fácil instrumento,
diferente, presto siempre a servir,político, cauto y asaz meticuloso.
A veces, en realidad, casi ridículo.A veces tonto de capirote.
Me vence la vejez. Me vence la vejez.

Luciré el pantalón con la manga al revés.
¿Me peinaré hacia atrás? ¿Me arriesgo a comer melocotones?

Me pondré pantalones de franela blancay me iré a pasear a lo largo de la playa.
He oído allí cómo entre ellas se cantan las sirenas.

Mas no creo que me vayan a cantar a mí.
Las he visto nadando mar adentro sobre las crestas de la marejada,
peinando las cabelleras níveas que va formando el oleajecuando de blanco y negro el viento encrespa el océano.
Nos hemos demorado demasiado en las cámaras del mar,

junto a ondinas adornadas con algaseojas y castañas,
hasta que voces humanas nos despiertan, y perecemos ahogados.

El año: 1917: el hombre: T. S. Eliot; el momento: la Generación Perdida. Estas tres características se funden para crear un nuevo modo de ver Edmundo y consecuentemente el arte, que es una forma de representar al mundo y al hombre. T. S. Eliot se enmarca como uno de los fundadores de la llamada Generación perdida, es un hombre que busca más allá de la belleza convencional en el arte y que experimenta con juegos, metáforas e historia que funden una tradición antigua a punto de desmoronarse junto con la vanguardia en la que no hay tampoco demasiadas esperanzas.

Cierto que el texto más conocido de Eliot es La tierra baldía, publicada en 1922; sin embargo, la Canción de amor de J. Alfred Prufrock es una composición poética con la misma carga de desencanto que mira incluso, hacia terrenos de lo que posteriormente se conocería como Existencialismo.

T. S. Eliot es un poeta capaz de proyectar la poesía misma hacia la crudeza de la realidad y el desencanto de los sueños; la Canción de amor de J. Alfred Prufrock marca la modernidad de su época en varios aspectos, algunos son: el lenguaje, las metáforas, el contenido, la forma y la intención.

T. S. Eliot consigue una perfecta armonía de un modo antitético y ambiguo, un ejemplo de ésto se manifiesta en la capacidad de contraponer la imagen de un atardecer comparándolo con un paciente a punto de ser operado, “When the evening is spread out against the sky / Like a patient etherised upon a table”[1]. Aquí tenemos la primera marca de modernidad al emplear comparaciones completamente imposibles y fuera de la convención; el poema está cargado de imágenes de este estilo que contrasta en varias ocasiones con metáforas y alegorías, “Licked its tongue into the corners of the evening, / Lingered upon the pools that stand in drains”[2].

Es interesante la expresión sincera del poeta al afirmar que él no se cree dueño de las circunstancias, de nada, a veces ni de sí mismo, detalle que también marca la modernidad pues, por lo general, los poetas tendían a creerse los portadores o creadores de la verdad. Esta revelación de la no-verdad es crucial en el sentido del poema, pues matiza las emociones y las circunstancias. También se seña de la desesperación de la época en donde los asideros con la realidad comienzan a desaparecer.

El manejo del tiempo es también novedoso, es ambiguo y a la vez claro, por ejemplo, el poeta afirma en una línea que habrá tiempo para todo lo posible, hasta lo imposible, sin embargo en la siguiente línea se da cuenta de la realidad, su realidad, representada por su propia vejez. Es curioso pues no deja de insistir en que hay tiempo de sobra, como si la temporalidad trascendiera al ser humano y él pudiera tener la conciencia de esta trascendencia, como si existiera la certeza de que siempre hay tiempo, quizá tiempo en otro lado. La ambigüedad, por más extraña que sea le es familiar al lector pues éste también entiende la intemporalidad del tiempo y la incapacidad de asirlo aún sin olvidar la conciencia de entender lo que representa.

La contraposición de metáforas y la capacidad de utilizar palabras comunes como corbata y alfiler en una línea absolutamente poética, “My necktie rich and modest, but asserted by a simple pin”[3], es un talento digno de admirar, pues las personas que son capaces de crear metáforas e imágenes tan expresivas con las palabras más cotidianas son personas que poseen una gran virtud, pues se han dado cuenta de que no se necesita ser rebuscado ni incomprensible para ser genial y expresar lo que sienten de manera universal.

La incertidumbre en el poema es un elemento clave, el poeta no está seguro de nada, como ya se mencionó y es muy curioso el hecho de que redacta líneas hermosas, puramente poéticas aún cuando no está seguro de nada de lo que hace. Da vueltas y vueltas a esa temporalidad tan intangible del momento en que se vive, “In a minute there is time / For decisions and revisions which a minute will reverse[4]”, con lo que reaparece la antítesis que trata de explicar a través de la retórica la ambigüedad presente.

El poeta está confundido, sabe que ha conocido la vida y todo lo que ésta conlleva y no se puede jactar de nada de lo que ha vivido pues siente que no hay certezas y aunado a la inexistencia de éstas se da cuenta de que la vida es tan grande y tan compleja que no existen las palabras suficientes para describirla, que todo lo que pronuncie será un leve balbuceo de lo indecible a través de las metáforas que pueda vagamente articular.
Eliot reconoce la sensibilidad de los hombres y su pequeñez; el tiempo de los profetas termina en la decadencia de su siglo: “I am no prophet and here’s no great matter; / I have seen the moment of my greatness flicker
[5]” Afirma que, de nuevo, no hay nada certero, ni para él ni para nadie, que no hay nadie prescindible en el mundo, mucho menos él; sin embargo, aún después de esta revelación él sigue siendo un hombre sorprendido por el mundo y temeroso de éste; “And in short, I was afraid[6]” Ha visto demasiado, pero no lo entiende, lo cual resulta abrumador. La revelación de un mundo sorprendente, incomprensible y enorme lo hace ver su pequeñez y lo obliga a aceptar su paso accidental por la vida del mundo.

Todo versa en una incertidumbre tremenda, casi pavorosa, él no entiende lo que pasa y dado que no lo entiende, se pregunta si acaso tuvo sentido lo que sucedió, ya que siente que ha sido demasiado y a la vez nada. “Of one, setting a pillow by her head, / Should I say: “That is not what I meant at all”[7]. La vida no puede ser descrita porque no es entendida, lo cual remite a una de las ideas principales: él no es un profeta, sino un hombre común.

Ahora, ¿Cómo puede ser que esta vida tan compleja y tan inexplicable sea medida en novelas y tazas de té? Es posible pues las palabras sencillas son el medio más viable para tratar de explicar lo inexplicable. Es impresionante sentir el choque de pensar primero que hay tiempo para todo y después llegar a la conciencia de la vejez para luego cuestionarse si habrá valido la pena todo lo vivido. Y aún hay más incertidumbre a lo largo de las últimas páginas: preguntas sin respuesta, preguntas que quizá no sean relevantes, pues aluden a cosas banales, pero aún preguntas inciertas; “Shall I part my hair behind? Do I dare to eat a peach?”[8].

El choque más fuerte del poema viene al final, no importa lo que se haya dicho al principio, asumiendo que hubiera certezas, verdades absolutas y respuestas aparece el último verso para derrumbarlo todo; “I have heard the mermaids singing, each to each / I do not think they will sing to me”[9], es decir que, si es que hay una certeza tangible es la de afrontar que el mundo en el que se vive y de cierto modo, por el que se vive, no tiene ni el más mínimo interés en el individuo. Al final, con metáforas y surrealismos concluye el poema: “We have lingered in the chambers of the sea / by sea-girls wreathed with seaweed red and brown / till human voices wake us”[10]. Con ese último párrafo viene la culminación de toda la falta de argumentos vitales y filosóficos; se ha terminado la época de los sueños, en realidad no importa lo que pasó o no pasó antes, ahora el poeta se enfrenta de lleno a la caída a la realidad que es pavorosa y terrible. Las sirenas no existen pero eso no es tan importante porque seguramente jamás existieron; pero el poeta manifiesta un desencanto colosal cuya causa misma es la existencia humana.

Es muy duro pensar que el hombre deshace los sueños antes de emprenderlos y con esto se asume la realidad del hombre y la finalidad de su existencia: un accidente en la materia, una especie condenada a ahogarse por su propia causa.

El poeta tiene una incertidumbre muy humana dado que le es imposible negar su origen; también tiene sueños, visiones, ilusiones, todas las que paradójicamente son rotas por el hombre mismo.

Entonces, ¿Es acaso que el poema es pesimista? No, es realista y humano, existencialista quizá, porque el poeta está frente a la crudeza de despertar el mundo y darse cuenta de que no hay tanto tiempo como había contemplado y que finalmente no hay nadie que cante para él. Sin embargo, a pesar de chocar con el desencanto, existe también el consuelo de que no se ahoga sólo, que el despertar de sus sueños, afortunadamente, no es un acto individual ya que desde la primer frase se manifiesta la compañía: “Let us go then, you and I[11]”; hay alguien con él y se ahoga con él. Este hecho rescata la tragedia del despertar pues el hombre siempre se sentirá mejor acompañado de alguien que en comunión con su eterna soledad; aquí es donde entra el amor pues sólo el amor puede hacer que el ahogamiento no sea insoportable. Pensar que no se ahoga sólo es una luz al final del túnel, es la condensación de la humanidad entera, siempre con esperanza.

En el lenguaje empleado en el poema, pareciera que está retratando la realidad, tal como la ve o la interpreta, pero el hecho de que no hay verdades absolutas lo detiene; pareciera que no tiene miedo de exponer la realidad, pero por tratar de buscar este realismo es que es más duro enfrentar el miedo de ahogarse por causa de la realidad misma, una realidad demasiado pesada y realmente desconocida.

La dureza y fuerza del desencanto unido mágicamente con la sinceridad, retrata los sentimientos de un hombre, quizá cualquier hombre, que habita en la tierra y reflexiona un poco por ella y por sí mismo.


Bibliografía:
T. S. Eliot, La canción de amor de J. Alfred Prufrok. Los hombres huecos (Jaime Augusto Shelley, ed.). México; UAM (Col. Cuaderno de la memoria, 1) 1996, 67pp.
[1] Cuando la tarde se ha extendido contra el cielo / Como un paciente eterizado en una mesa.
[2] Lamió los rincones del atardecer, / Se demoró en los charcos del desagüe.
[3] Mi corbata fina y discreta, asegurada con un alfiler sencillo.
[4] En un minuto hay tiempo / Para decisiones y revisiones que un minuto revocará.
[5] No soy profeta y eso no importa mucho; / He visto el momento de mi grandeza vacilar.
[6] En suma, tuve miedo.
[7] Si a una, acomodándose un cojín junto a la cabeza, / Se le ocurriera decir: “ No es eso lo que quise decir, de ningún modo.
[8] ¿Partiré mi pelo por detrás? ¿Me atreveré a comer un durazno?
[9] He oído a las sirenas cantarse, una a la otra. / No creo que canten para mí.
[10] Nos hemos demorado en las recámaras del mar / Junto a doncellas marinas coronadas de algas rojas y cafés / Hasta que nos despiertan voces humanas, y entonces nos ahogamos.
[11] Vamos pues, tú y yo.


Music: A moment lost - Enya
Quote: "Vivir cómo dolía. Vivir era una herida abierta." C. Lispector

No hay comentarios.: