viernes, 19 de octubre de 2007

Reflexiones sobre el Indigenismo en Ciudad Real de Rosario Castellanos

Luis Villoro en Los grandes momentos del indigenismo en México habla del devenir histórico del indigenismo, término que él define como “aquel conjunto de concepciones teóricas y de procesos concienciales que, a lo largo de las épocas, han manifestado lo indígena”.[1] Por otro lado, Horst Pietschmann dice que el indigenismo muchas veces es definido por la apropiación de la realidad por parte de los blancos: “la historia del indio en América, si es que existe, es unilateral y manipulada, hecha al margen de ellos, es decir, una seudohistoria revelada por otros, falsificada con buenas o malas intenciones.”[2]

El indigenismo se refiere al estudio y tratamiento de los asuntos indígenas, supone también cierto grado de crítica social; en el marco literario, presenta al indio como personaje principal y éste o los que junto con él forman parte de la obra literaria, son contemporáneos al autor de la misma.

Ciudad Real es un intento de representar lo indígena, la obra se inclina mucho a la apropiación de la realidad por parte de los blancos de la que habla Pietschmann. Esta obra de Rosario Castellanos comprende diez cuentos, todos tienen alguna conexión con Ciudad Real (antiguo nombre de San Cristóbal de las Casas) aunque a veces el asunto principal de ellos no suceda propiamente en esa ciudad. Los personajes principales no siempre son indígenas pero en cada cuento se deja ver un poco de lo que es el imaginario de éstos o la forma que tienen de pensar. Desgraciadamente, Castellanos no puede evitar ponerse en una situación privilegiada frente a ellos; cierto que hay denuncia por la forma en que éstos viven y las desgracias que sufren, pero también es cierto que en cada cuento la conclusión es siempre la misma: los indios están así porque son ignorantes y cerrados a la educación.

En la obra no se ve el esfuerzo por parte del blanco por tratar de entrar a la ideología del indio y de entender por qué es así y siempre está presente la idea de que son los indios los que deben renunciar a sus creencias, no viceversa. En realidad, la postura de Castellanos no es criticable desde el punto de vista realista y práctico en la sociedad, tal vez es más fácil ignorar eternamente a los indios (lo cual no es nada nuevo); sin embargo, si lo que Castellanos hace es denominado indigenismo, entendido éste con el afán de denunciar y reivindicar, ¿dónde queda el deseo por valorizar lo indígena, lo verdaderamente indígena, o la valoración de su cultura? ¿es suficiente hacer sólo la denuncia?

Los indios en la obra de Castellanos son como fantasmas, uno representa a todos, con la misma ignorancia y la misma fisonomía. En palabras de Sabine Harmuth: “el individuo indio se disuelve en un todo colectivo lo que a primera vista resulta convincente a causa de sus actividades vitales semejantes”[3]. Todos son como sacados del mismo molde irrompible; si Castellanos pretende hacer una denuncia a la condición del indio al ponerse en su lugar, fracasa rotundamente; la autora narra la vida del indio desde los ojos de los blancos, desde la visión irremediablemente discriminatoria. Los indios son animales, no alcanzan a pensar o quizá lo hacen pero sus pensamientos no se adecuan para nada a los pensamientos de los blancos y la rivalidad, cuando menos ideológica, y la diferencia entre unos y otros es irremediable.

En Ciudad Real aparecen las clases sociales, como en todos lados: están los ricos, gente educada y dueña de terrenos, la clase media, gente con estudios pero sin posesión de terrenos, también están los pobres, que aunque pobres, siguen siendo más elevados que los indios, sólo por hablar español y hasta abajo, los indios.
Muy por debajo del agua, algunos cuentos tratan de demostrar que el problema de injusticia hacia los indios tiene su base en la sola existencia de los mismos, la forma de narrar está diseñada para que el lector se plantee la posibilidad de pensar una realidad sin indios, porque éstos son lastres, ignorantes, herméticos y totalmente prescindibles; si acaso sirven es para explotarlos como sucede en el cuento de “El advenimiento del águila” donde el secretario municipal abusa de la ignorancia del indio para sacarle dinero que terminará usando el secretario para su propio beneficio; y sino para explotarlos, para cavar tumbas sin sospecha que es lo que pasa en “Cuarta vigilia”, cuento que afirma que la muerte de un indio no es algo que se deba tomar como importante.

La apropiación de la cultura dominante por parte de los indios es la única solución viable en la obra de Castellanos (acaso también en la realidad), pero como éstos no la aceptan, la segunda opción es su exterminación. Castellanos denuncia la tortura del indio, como pasa en “La suerte de Teodoro Méndez Acubal” quien, protagonista del cuento, es tachado de ladrón por el simple hecho de haberse encontrado una moneda tirada. En otros cuentos, por otro lado se establece que de cierta forma, el mismo indio tiene este trato porque se ha negado a abrir su cultura y a ser parte de la sociedad dominante. Esta situación se presenta en los cuentos: “La rueda del hambriento” donde los indios no aceptan las medicinas del doctor, que pueden curarlos, pero sí los encantos del brujo o en “El don rechazado” que ejemplifica la ignorancia de una india que no entiende de justicia, al menos no de la forma entendida por los blancos, y que prefiere regresar con el ama que la maltrataba porque la india se sentía posesión del ama.

Los pueblos representados en los cuentos son diversos, aparecen personajes pertenecientes a diversas culturas, pero éstos aún son fantasmas, no tienen una identidad que los defina pero sí una ignorancia común: indios ignorantes que no saben de justicia ni de verdades.

Castellanos sólo habla de las tradiciones del blanco frente a las seudo creencias del indio. El blanco tiene la razón, tiene la religión verdadera, los cuentos la detallan y explican, los narradores se detienen en justificar su condición mientras que los indios siguen siendo los seres que necesitan una guía, los que no tienen posibilidad de redimirse por su ignorancia, los que practican ritos retrógrados, mismos que los blancos no quieren conocer y sólo se limitan a juzgar.

Sabine Harmuth habla de respuestas para ayudar al indio, estas son: la educación, la reivindicación socio-económica y la autodeterminación cultural[4]. Castellanos se vale de la denuncia y también afirma también que la educación es la clave para ayudarlos, sin embargo, el indio sigue siendo un animal ignorante que no acepta cambios en su vida. Ahora bien, tal vez cabría preguntar ¿por qué los habrían de aceptar? Es como si se le dijera a los millones de católicos que Dios no existe, ¿lo aceptarían? Consecuentemente, si aceptaran los cambios, ¿no perderían con ellos su cultura, su identidad?

Dejando de lado las cuestiones que se relacionan directamente con el problema del indio, hay muchas otras cosas que vale la pena destacar en los cuentos de Castellanos; la prosa es fluida y firme, la autora logra incorporar términos indígenas en el texto sin necesidad de formular un glosario en la parte de atrás, con esto de alguna forma busca valorizar su lenguaje aunque de nuevo, en un intento de integración a la cultura dominante. La narrativa de Castellanos es sincera, los diálogos no parecen forzados e imprimen un toque realista en la elaboración de escenarios y recreación de situaciones.

La problemática real de los indios no es algo que competa a este ensayo propiamente, pues estas palabras se limitan a encontrar la huella del indigenismo en esta obra específica. Sin embargo, Castellanos deja ver, a través de sus personajes, que considera que la raíz del problema se remonta al pasado y que para solucionar el problema es necesario plantar semillas de educación desde las bases para que las culturas se integren paulatinamente a la sociedad dominante. Lo anterior, queda demostrado, es muy difícil de realizar, por eso Castellanos también deja abierta la posibilidad de pensar en un mundo sin indios.

La atemporalidad con que muestra muchos aspectos de sus cuentos refuerzan esta idea y demuestran que la situación con los indios no ha podido cambiar debido precisamente a una falta de bases ideológicas sólidas que hagan posible el cambio. La reivindicación del indio existe en los cuentos de Castellanos como una posibilidad pero no como un logro ya que necesita de un cambio de raíz que debe darse a través de una reivindicación que considera la integración, para no dejar abierta la puerta del exterminio.

Castellanos, entonces, logra hacer una tarjeta postal sobre los indios en Ciudad Real y sus alrededores, todos con problemas e inquietudes similares a través de una prosa bien lograda. Del indigenismo, ciertamente, hay mucho que cuestionar, no en cuanto a lo que ella trabaja sino a la realidad del indio en la actualidad, la autora de alguna forma propone una reflexión al lector para que piense en el problema real del indio dentro y fuera de la literatura.

[1] Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo en México, Casa Chata, México, 1979, p. 15
[2] Horst Piettschmann, “Der indigenismos in México: eine Problemskizze”, 1989, en: Christian Wetslaff-Eggebert (ed.), Realitat und Mythos in der lateinamerikanischen Literatur. Akten des Internationalen Literatursymposiums in Lindau, Colonia/Viena: Bohlau p. 29.
[3] Sabine Harmuth, “La novela indigenista hispanoamericana”, en Apropiaciones de la realidad en la novela hispanoamericana de los siglos XIX y XX. Coordinador: Hans Otto Hill, Frankfurt, Madrid: Vervuert, Iberoamericana, 1994, p. 185.
[4] Sabine Harmuth, “La novela indigenista hispanoamericana”, Ibíd., p. 186.

2 comentarios:

Angel Pastrana dijo...

La sociedad actual exige que, para poder integrarse, se renuncie a patrones que resulten contrarios a ella, no suena descabellado, de hecho es lógico, pero el amalgamiento de dos culturas con tanta diferecia racial marcada requiere de una tolerancia que no es característica de esta misma sociedad.

Tal vez la segregación cultural ha sido la mejor opción encontrada, esperando que el progreso pase por encima de las etnias apartadas y las extinga.

En la realidad es muy díficil a veces que aceptemos nuestra herencia cultural y/o étnica, mucho más lo es aceptar a dichos grupos como seres iguales a nosotros, mientras la educación no nos demuestre que los bárbaros son los que ganaron la guerra, esta situación prevalecerá.

Anónimo dijo...

Si, probablemente lo sea