jueves, 14 de junio de 2007

Soñar tus besos, el cuarto, la escalera
y la sombra dormida de tus manos heladas
la almohada en que descansa tu cabello
y la luna que guarda tu reflejo.

Morir…
Saber que cada que abandonas el lecho se cierne la oscuridad en mis ojos
con cada paso que das que me condena
y ese balanceo antiguo de tus huellas calladas que se hunden en la alfombra como dagas en mi pecho.

Porque es la muerte la que dejas al camino
y es la palabra trunca que digo, ahogada y que tú no oyes

Un murmullo, un amor, un silencio

Y regreso a soñar tus manos
sin la distancia tan corta y tan larga que nos aleja

Es la muerte, la muerte la que nos lleva a no dejarnos,
a amar en nosotros la silueta de lo posible
desear tu voz que me hable al oído
y la prosa de tus caderas
el deseo mismo de desearte, tu cuerpo y el mío entrelazados
Soñar, sólo soñar la muerte, tal vez querer la muerte y completar el vacío

Un murmullo, un amor, un silencio

Y luego entender que uno a otro regresamos para consumar el beso que no podemos dar a otros, que somos náufragos y solitarios y por eso
nuestras manos regresan a tocarse tristes, temblorosas, heladas
porque no es el amor sino la terrible muerte la que nos junta los ojos siempre,
una vez más y más todavía

El destino, un murmullo, un amor un silencio.

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