lunes, 20 de abril de 2015

"Say her name", o de cómo la vida de Aura Estrada llegó a mi vida



Creo que existen libros que llegan a nuestras manos en el momento exacto y preciso, que su arribo nos produce un cambio significativo en la existencia. La primera vez que sentí esto fue con La pasión según G. H., de Clarice Lispector, yo tenía apenas unos 20 años, llegó el profesor de "Seminario de filosofía de lenguaje" quien se suponía que debía darnos textos del medievo, pero decidió que sería mejor leer a Lispector, a Borges y a Octavio Paz. La segunda vez que aquello pasó, con mayor intensidad incluso, fue cuando leí Trópico de Cáncer, de Henry Miller, algunos años después, para la clase de "La generación perdida", en el sexto semestre de la licenciatura.

Esos han sido mis grandes parteaguas en la carrera literaria; después de ellos han habido algunos otros que, por supuesto, han sido muy significativos en mi existencia: No incluye baterías, de Alejandro Páez Varela; La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera; 1Q84, de Haruki Murakami, entre varios otros.

Pero hacía tiempo que no experimentaba esa empatía única que me pasó con Lispector y Miller. Y me llegó a través de un libro inesperado: Di su nombre (Say her name), de Francisco Goldman, un libro que cuenta la vida de Aura Estrada, desde la pluma de su esposo. Fue inesperado porque ni siquiera lo compré yo. Vi que una amiga subió un fragmento a facebook y me interesó, pregunté el título y, para mi cumpleaños, otra amiga, viendo mis actualizaciones, también en facebook, y mi extraña intriga por dicho libro, me lo regaló.

Desde el inicio me identifiqué profundamente con Aura. Ella murió a los 30 años, la edad que ahora tengo yo. Por lo que escribió Francisco, supe que teníamos muchas cosas en común: la escritura obviamente, además de otras excentricidades como pintarse el pelo de colores, tener un tatuaje, usar vestidos con jeans abajo, entristecerse por cosas que a otros parecen nimias, amar a un hombre considerablemente mayor, disfrutar la playa, no haber crecido con un padre. Yo también estudié letras, llegué a odiar la cerrazón de la academia; yo también creo que escribir es uno de los grandes motores de mi vida. Sobre la academia, Aura escribió en su diario lo siguiente:



Aura murió a causa de un accidente provocado por una ola, en la playa de Mazunte; Francisco hizo lo necesario por transladarla a un hospital para que fuera atendida; primero hacia Pochutla y luego vía aérea a la Ciudad de México. Pero Aura no sobrevivió. Murió esa misma noche, se había lastimado algunas vértebras, necesitaba ayuda para respirar y no sentía sus piernas, murió y con ello, una parte de la vida de Francisco, quien escribió el libro para recordarla y para darla a conocer a la gente, para dejar testimonio de su amor y para que, de alguna manera, la existencia de Aura pudiera trascender, aunque ella se haya quedado muy corta en el camino de realizar sus planes.

El libro es, sobre todo, triste. La pérdida del ser amado es, tal vez, una de las cosas más desafiantes que se deben (¿deben?) superar. Francisco, creo yo, sigue cargando un luto muy profundo, sobre todo porque en sus páginas se lee un amor verdaderamente incondicional y apabullante. Francisco trata de hacer perdurar los recuerdos, pero se enfrenta con la imposibilidad y la fragilidad. Existen varias partes que me parecieron sublimes, mas las que hablan de la memoria me resultan especialmente atinadas:



Vaya que es triste la pérdida; nuestras pequeñas tragedias cotidianas son nada comparadas con la muerte. Aun así, creo que a Francisco podría quedarle el consuelo, -manso, casi imperceptible- de que Aura se marchó justo en el momento en que más se amaban; así Francisco no tendría que sufrir la posible decadencia y puede vivir sabiendo que fueron lo más felices que se hubiera podido, esa idea tiene que ser su consuelo, su talismán para sobrevivir.

Años después de la muerte de Aura, además de escribir el libro, Francisco se hizo cargo de hacer una página web en honor a su esposa, también ha conseguido patrocinios que permitan otorgar un premio literario junto con una estancia artística a escritoras. Creo que esto es una de las maneras de hacer que la memoria de Aura no se pierda, y lo ha logrado, ahora yo sé de ella y trato de que más gente sepa de ella, de su vida, sus letras y sus ganas de vivir.

Qué irónica es la vida, qué raros somos todos. Existen seres que tienen grandes deseos hacer cosas, de simplemente seguir existiendo, mientras hay otros que renuncian por voluntad. Cuenta Francisco que él no estuvo en la sala de terapia intensiva cuando Aura dijo lo que serían sus últimas palabras. Su madre la sostenía cuando ella dijo: "no me puedo morir, tengo muchas cosas que hacer". Así la vida. Que sobreviva su memoria, es lo más que se puede hacer ahora.




Music on: Even though - Norah Jones
Quote: "En la herida la sal halle su suerte" - Francisco Hernández
Reading: After dark - Haruki Murakami

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