miércoles, 29 de enero de 2014

¿Y si todo fuera renuncia?


El poeta Marco Fonz escribió un último poema antes de suicidarse con toda la intención de que, en efecto, fuese el último. El título es: “Estudio no.1 de cráneo con luna llena”. He estado pensando mucho en los poetas que deciden irse antes de tiempo o que, más bien, deciden funcionar bajo su propio tiempo y sus propias reglas, dejando atrás al mundo, definitivamente. Fonz escribe en ese poema unos versos que me resultan fascinantes:

"Todo existe porque se aleja / alguna ola humana
algún vocablo lunático con su melena romántica
alguna mujer con su luz propia sobre el papel de sus símbolos".

Es decir, que uno existe en tanto se va alejando, alejando de este mundo, quizá. Kafka ya había establecido que el mundo en sí era una suerte de tratado inverosímil y absurdo frente al cual no se puede luchar y ganar, habría que asumirnos como un insecto asqueroso y ver que este hecho no inmuta a nadie, y seguir viviendo. Y me dirán que no es verdad que la muerte no inmute a nadie, y tendrán razón, pero la mano de aquel que renuncia tiene otras miradas para su propio destino, pues ha decidido no acostumbrarse a ser ese insecto que habita un mundo inmutable; aquel que renuncia desea ser algo que la realidad no le permite y entonces, opta por una existencia que es tal sólo en tanto se aleja. Fonz lanza en ese mismo poema la sentencia ¿y si todo fuera renuncia? Y aunque no contesta abiertamente en el poema sí lo hizo con su vida. Renunció.

Han habido otros grandes poetas, verdaderamente grandes, sabios y geniales que se han visto seducidos por la muerte, y no sólo seducidos sino totalmente encantados. Xavier Villaurrutia fue partícipe, toda su vida, por ese encanto, hasta que sucumbió a él. El poeta afirmaba tener a la muerte dentro de sí, como una semilla que le crecía y con la cual había aprendido a existir. Es ya sabido que Villaurrutia trató a la muerte en casi toda su obra —no es casualidad que su obra cumbre se llame Nostalgia de la muerte—, en ella se aprecia cómo el autor vivió escondido entre la sigilosa sombra nocturna y el intersticio, el poeta que siempre coqueteando con la muerte, renunció a la vida, con su propia mano.

Reza un proverbio persa que “la renuncia es la verdadera corona”. Renunciar a la vida es la más grande renuncia de todas. Parece que existen ciertas almas suprasensibles o extremadamente alertas que aunque al igual que todos entienden que la gravidez del mundo será algo que nunca podrán superar, no logran satisfacerse con eso. Alejandra Pizarnik también optó por la renuncia, ingirió barbitúricos en la primera oportunidad que tuvo de salir del hospital psiquiátrico. Virginia Woolf es otro caso, y ella, para asegurarse de tener éxito en esta misión se metió piedras en los bolsillos para que le fuese imposible salir a flote. Ejemplos hay más pero de momento no hace falta ahondar en ellos.

Regresando al poema de Fonz, creo que no pudo haber encontrado mejores palabras para terminar ese poema, pues es una declaración por lo fascinante y poderosa que es la muerte: “aquel fosforescente cráneo / que competía con su leve rumor de encanto / con la más fugaz y alta luna llena”. El cráneo, tomado como metonimia, fue finalmente más grande que la luna y si puede serlo, también puede ser más grande que la vida. Una vez más ¿y si todo fuera renuncia? No es que trate de dar razones concretas para sus suicidios, seguro me equivoco. Pero la manera que tengo de explicarlos es esa: la necesidad de renunciar completa y totalmente a una existencia que les resulta demasiado pesada y abrumadora. Llego a esa conclusión un poco a partir de una conversación que tuve recientemente con un amigo, él me dijo algo tan seco y directo como: “El mundo va a ser feo. Acostúmbrate.” Y luego: “No es falta de decisión, es apechugar.” Quizá simplemente ellos decidieron no “apechugar” y optaron por la última renuncia.

Siempre he sostenido que se requiere más valor para renunciar que para continuar, puesto que esta renuncia lo engloba todo. Uno puede renunciar a un montón de cosas pequeñitas sin mayores consecuencias, se renuncia a pintarse el pelo, a algún trabajo, a ciertas formas de vida; se renuncia a terminar una carrera o a estar en una relación. Y para todas esas pequeñas renuncias, la gente tendrá una buena cara que ofrecer y entenderá que debemos renunciar un poco, a ciertas cosas. Si uno renuncia a comer carbohidratos porque quiere adelgazar, la gente lo verá bien, o si renuncia a ir al gimnasio porque prefiere aceptarse como es, también lo verá bien, en general. Incluso cuando uno renuncia a tener una relación tortuosa con alguien, con mayor seguridad y aprobación la gente dirá que qué bueno que lo hizo, que era lo mejor para estar bien. Pero renunciar de manera global es incomprensible y no es exaltable. Qué tal si la vida misma provoca mayor desazón y mayor tortura que ese último ejemplo, el de una relación amorosa fracasada, qué tal si uno encuentra que toda la existencia, en todas sus formas y particularidades no ofrece nada que valga la pena de nada. Ahí viene la renuncia.

A pesar de todo creo, como Camus, que la renuncia implica perder el juego, mas no por eso me parece menos loable querer perderlo. Perder está muy desvalorado, perder podría significar, en algunos casos, ganar. Sin embargo, todavía creo, todavía lucho en contra de todo lo que existe para seguir existiendo. Es verdad que me duele demasiado el mundo, pero carezco de valor para renunciar a él porque me invade una tremenda y estúpida esperanza que me hace pensar que yo sola podré vencerlo, que debería triunfar ante la porquería, en lugar de luchar absurdamente contra ella. Pero qué pasará conmigo si un día me canso, si no puedo, finalmente y como hace la mayoría, conformarme, como me dice mi amigo: “apechugar”. Temo un poco el día en que me canse y tampoco quiera apechugar. Temo el día en que de pronto me convierta en una mujer valiente cuya única valentía se concentre en no querer soportar el mundo, porque ese día no me va a ser suficiente la fuga hacia lugares o personas o situaciones, como suelo hacer todos los días, y quizá en ese momento, cuando el mundo me aplaste por completo voy a optar por la renuncia y pensaré conscientemente: ¿y si todo fuera renuncia? Existiré sólo en medida en que me alejo. La renuncia, hay que pensarlo así, será la verdadera corona.

Music on: Gravity - Coldplay
Quote: "La resignación es un suicidio cotidiano" Honoré de Balzac
Reading: La infancia de Jesús - J. M. Coetzee

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola nuevamente:
Acabo de leer tu publicación e indudablemente ésta y la de Weltschmerz van muy de la mano, y como de costumbre me quedan unas cuantas preguntas:

* ¿Cuál es tu objetivo en esta vida?

* ¿Todos somos mediocres por el solo hecho de querer progresar en algo personal y dejar a un lado lo que simplemente no nos funciona?

* El "apechugar","conformarse" y/o "decidir tomar otro camino" ¿significa que mi percepción del mundo es errónea y que estoy contaminando a los demás solo por tratar de adaptarme a mi realidad?

* Si yo decido "darme por vencido" y "navegar" hacia otros mares ¿quiere decir que estoy haciendo del mundo un lugar más podrido o que le estoy haciendo un favor al mismo?

* En tu publicación "Weltschmerz" entendí que el mundo está podrido y todo aquel que se "conforma" es mediocre, pero me queda la duda ¿cuál mundo te refieres? ¿al de "cada cabeza" o al que nos toca vivir en carne y hueso?

Saludos desde la Ciudad de México

Adriana Dorantes Moreno dijo...

Hola, por desgracia (o quizás afortunadamente, ve tú a saber), no tengo las respuestas a tus preguntas, sólo puedo intentar esbozar un argumento. ¿Cuál es mi objetivo en esta vida? Bueno, responderé como respondió Sartre, pues igual que él estoy convencida de la futilidad de todo lo que uno hace, y sin embargo, no por eso hay que dejar de hacerlo, Sartre en La Náusea estableció ese estado de revelación en el que el hombre se da cuenta de que su existencia carece de sentido alguno, mas su puerta de salida no es el estatismo sino la acción, yo sigo haciendo cosas, con objetivos menores quizá, objetivos pequeños que se reflejan en las cosas que me gustan, pero básicamente, el objetivo global es no dejar de hacer cosas, porque si uno deja de hacer cosas llega a esa renuncia completa y, como lo explico, aunque entiendo por qué unas personas optan por la renuncia, yo todavía no estoy en ese momento de abandonar por completo, todavía no.

Ahora bien, no creo que yo haya escrito en algún momento que la mediocridad sea querer progresar, creo que ambas ideas son antitéticas. También creo que ninguna percepción del mundo es errónea. Paz escribió, muy acertadamente, que "la verdad es personal y por lo tanto no se puede comunicar", me parece que eso viene en El arco y la lira, pero no estoy segura. Lo que yo hago al escribir es comunicar mi verdad y la manera en que veo al mundo, sí, el mundo que nos toca vivir a todos, aunque también sea el mundo de cada cabeza. Es, simplemente, lo que yo veo, lo que yo siento, lo que yo percibo, mi verdad. Cada quien decide qué hacer en el mundo, unos renuncian, otros no, unos se dan por vencidos, otros no, no sé si haciendo tal o cual cosa, se le esté haciendo un favor al mundo o no, creo que, más bien, al mundo mismo ni siquiera le importa.

Gracias por leer.

Saludos.