jueves, 8 de abril de 2010

Artistas




Sé que sólo estoy viva para morir, que esa, la vida, es una antesala a la inevitable muerte. ¿por qué no nos suicidamos y le apuramos el paso a lo que llegará de cualquier modo? Porque la vida, y de eso estoy segura, nos enciende cosas impensables y nos aterriza a mundos inimaginables llenos de sensaciones encontradas.

Pocos se dan cuenta de cuán grande es la vida, de eso también estoy segura. Sé que la inercia de la sociedad es demasiado grande, que desde que nacemos nos predisponen a jugar un rol: estudiar, terminar una carrera, tener un buen empleo, comprar el coche, la casa duplex, matrimoniarse, tener hijos y demás rituales. Pero en el camino podemos encontrar cosas muy satisfactorias. Decía Henry Miller que de entre toda la mugre y podredumbre del ser humano emergía luminosa la raza de los artistas, los que no eran humanos, aquellos seres por los que la tierra no agonizaba, aquellos que caminaban por las calles con otro halo, distinguidos de la muchedumbre.

El artista cambia la realidad, al menos para sí, y entonces, en esa idea todo se va metamorfoseando. Yo, igual que Miller, antes me creía artista, pero ahora sé que lo soy. Escribo y con eso no cambio al mundo, pero me cambio a mí y por eso la tierra respira de otra manera. El arte es cuestión de lo que sucede dentro de uno y que luego se proyecta para alterar lo de afuera.

Poco a poco fui encontrando este vicio por escribir como algo que se tornara en arte, algo radical que moviera el curso de mi ser y que acaso pudiera tocar levemente las percepciones de algunos otros. Curioso es que llegué a ello por casualidad. La primera vez que escribí páginas sinceras fue a los quince años cuando estaba enamorada de alguien y me daba mucha vergüenza decírselo a la gente, tanto así que me lo guardé y cuando ya no pude más me lo empecé a contar a mí misma. Así surgieron mis diarios que poco a poco se tornaron en revelaciones y fueron inundando la conciencia hacia el cambio y el arte.

Todavía escribo de manera compulsiva, enfrasco mis sentimientos en la palabra, grito mucho en cada trazo, sufro, lloro, en una letra se me escapa la angustia del alma que se me inunda a veces, hacia dentro. Y me reinvento. Escribo porque estoy de sobra en el mundo y hay muy pocos que entre la multitud me encuentran, escribo por necesidad, por altruismo y por arte, escribo también, entre otras muchas cosas, como dijera el compañero Ektor, para no morir de tristeza.

Entonces que la vida se me acabe, no importa. La mayor parte del tiempo llevo puesta mi máscara de persona normal, pero a veces me la quito, cuando escribo, cuando puedo alterar el mundo y ser otra y entonces, me olvido también de que la vida es la antesala a la muerte y que si la muerte llega, tendrá en sus manos mis palabras.


Music on: Phillip Glass - The hours
Quote: "Son cosas que de tan ciertas sólo pueden ser olvidadas" Salvador Elizondo
Reading: Farabeuf - Salvador Elizondo

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