No sé cómo mirar para no verte.
Todo el dolor del cielo ha descendido
en humedad hiriente posada en mis heridas,
se ha mutado en pasión púrpura de muerte,
de la luz con salitre enajenada
y las uñas colmadas de ilusión roída.
Respiro cansada de encontrarte,
de llegar al horizonte y verlo frío,
de desear que la presencia de tu aliento,
de tus dedos, tus ropas y tus tiempos
y tus huellas en la alfombra desvanecidas,
se sepulten en la cárcel de un último lamento,
y se incendien consumiéndose de enojos.
A veces,
embriagada de delirio,
te creo desaparecido,
te ahogas en mis mares más allá de la distancia.
Las ventanas del recuerdo se duermen en la aurora
mas una sombra aún existe plegada en las cortinas,
en mis solas sábanas blancas;
renace luminosa en las paredes,
alerta enemiga a mis pesares:
Es tu nombre de dagas afiladas,
el ocaso que taladra a través de mi oreja,
la música de Orfeo que acompaña mis tristezas.
En mis sueños veo un amanecer distinto,
un día nuevo de flores silvestres enraizadas en mi espalda.
Y aún maldigo la memoria que guarda celosa y arraigada
la brisa de tu almohada y tus antiguos deseos.
Te encuentro en un huésped no invitado y aún dueño de mis besos,
de mis postales, mis sandalias lo mismo que de mis instantes.
Niego la razón ante un cielo despejado,
creo tu forma azulada ya perdida,
y aún respiro de la sangre que transita insospechada
bajo las arrugas de mi piel que clama tu silueta,
y aseguro que en la condena de tus manos,
no hay esperanza de reparo a las heridas que se cuecen en el alma.
Engañosa será siempre la verdad
igual que las estrellas.
La luz de estas llega a mis ojos a pesar de que tal vez,
hace años que murieran;
es sólo su fulgor imprevisto que juega en mis cuencas falsas;
la verdad tan insondable,
los colores que transforma de tus palmas y tus huesos,
una luz enrarecida, mentirosa de tu forma envanecida.
Las mañanas terminan e inician en la tortura,
en tu inmortal dorada aparición,
dibujada en mi presente,
escuchada con el eco de tu cuerpo ahogado en mi garganta.
La redención visitará mis ojeras
entregadas al paso minucioso de la muerte;
serás fuego de mi palabra aunque te desprecie,
mis flores te eternizan,
te susurran en espejos,
la piel de los silencios moran en la vida
como una pesadilla que arruga el alma ilusionada,
serás la luz siniestra que habita las pupilas
y que de niebla, imprevista, las adormece.
Y otra vez, ya no sé, acaso lo intente…
no sé cómo mirar para no verte.
Music on: Sex on fire - Kings of Leon
Quote: "Sólo lo difícil es estimulante" J. Lezama Lima
Reading: Nueve aquitania - Jordi Soler
1 comentario:
Querida Clarice ¿qué te digo? Eres buena, muy buena.
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