miércoles, 23 de enero de 2008

Viajando con Louis Ferdinand Céline: "Voyage au bout de la nuit", entre la decadencia y el pesimismo.

Siempre al borde del abismo, en el ejército, la cárcel, las consecuencias de su antisemitismo y la pobreza, con el tiempo Louis Ferdinand Destouches (después llamado Céline, nombre que adoptó en honor a su abuela) viene a convertirse en uno de los grandes novelistas de su tiempo y para generaciones posteriores.

Giselle Dexter y Roberto Bardini en su ensayo “Celine, profeta de la decadencia” escriben que “Lo cierto es que no existe polémica acerca de su talento: casi todos los prólogos a sus obras incluyen. Junto con el repudio a su elección ideológica, las alabanzas al estilo literario: “escritura hablada”, “anárquica expresividad”, “grafía desquiciada”. Entre las etiquetas también hay que incluir “absoluto cinismo”, “pesimismo radical” “nihilismo deslumbrante”. Sus admiradores políticos, incluso, lo llaman “el profeta de la decadencia europea”… Y se podría continuar”[1] Respecto a eso, es posible agregar muchas cosas más, Verdaderamente, Céline es uno de los genios, en parte ignorados y en parte alabados de las letras francesas del siglo XX. Su prosa logra concentrar el lenguaje coloquial lleno de una gran crudeza y artisticidad al mismo tiempo. Las historias son tristes, cruentas pero verdaderas y tienen el espíritu intrínseco de la Europa entre guerras cuyas consecuencias tanto preocupaban a su autor.

El Viaje al fin de la noche (1924) es una de sus obras más importantes; en ella cuenta básicamente, la vida de un hombre que se enfrenta a diversas cosas que le hacen ver la existencia de una manera totalmente pesimista. El personaje principal de Viaje… es en buena parte el reflejo del Ferdinand real con las obligadas mezclas ficcionales necesarias para crear literatura; dentro de las cosas que aparecen como rasgos implícitos de su biografía se encuentran: el viaje a África, la experiencia en la guerra, el grado de doctor, entre otras. Esta técnica de la mezcla de la biografía en la ficción se ha utilizado en varias obras literarias de la época, como por ejemplo en La Náusea donde el Roquentin de Sartre de una forma muy directa logra reflejar las ideas del propio Sartre a través de un relato bastante sencillo cuyos acontecimientos a veces parecen un pretexto para la misma inclusión de las ideas de su autor.

Tópico de Cáncer y Trópico de Capricornio de Henry Miller tienen también este dejo de biográfico en donde no se sabe a ciencia cierta en qué lugar se ha terminado la biografía y comienza la ficción; Miller, al igual que Céline deciden no cambiar tampoco el nombre de su personaje principal, en los Trópicos nos topamos con la imagen bastante realista de un Henry Miller y estamos en contacto con al vida de sus compañeros, que también han existido y que acaso sólo se les ha cambiado el nombre.

Aparte de los detalles autobiográficos y las coincidencias antes mencionadas, estos autores comparten con Céline la idea de presentar un mundo pesimista y condenado en donde no hay manera de buscar redención o de obtener una vida menos miserable.

Cabe resaltar asimismo que Céline es heredero de los poetas malditos y que el Viaje… puede ser considerado como un antecedente literario de la filosofía existencialista de Sartre y no sólo eso sino que su huella se encuentra incluso en los miembros de la Generación Beat.

Céline logra expresar sus ideas de pesimismo a través de las experiencias que va pasando a lo largo de su vida y no sólo muestra sus cambios personales sino que refleja lo que sucede con sus amigos y conocidos quienes de una o de otra forma se ven afectados por los acontecimientos que también lo aquejan a él.

El pensamiento pesimista que maneja Céline no es gratuito, pues responde a una serie de acontecimientos históricos que le afectan a él directamente pero que también están afectando al mundo. Uno de estos acontecimientos es la guerra, evento que cambia el mundo de manera brutal pues cabe resaltar que una buena parte de Europa estaba esperando la guerra con los brazos abiertos, con la idea de que ésta podría ser el factor que hiciera surgir una nueva raza. Esto al menos para la primera; ya en la segunda (que entonces obviamente, no había distinción entre la primera y la segunda, históricamente) la visión es ya distinta; sin embargo, aquí Céline se declara abiertamente partidario del nazismo, cosa que, al terminar la guerra con los aliados como vencedores, la posición de Céline lo afecta de manera directa en su vida pues termina en el exilio y por un tiempo en la cárcel a causa de sus ideas antisemitas.

El Viaje al fin de la noche sitúa la vida del protagonista en diferentes etapas de su existencia, mismas que se trastocan por el descubrimiento paulatino del personaje sobre lo decadente que es el hombre y lo irremediable de su situación. En un principio se habla mucho sobre la guerra, de la manera tan cruel en la que todo se desarrolla y no sólo eso sino de la indiferencia que presenta la gente ante la muerte de los otros. La guerra no es sino un juego, parece, un juego intrascendente (como casi todo lo que hay en la vida, según Céline). En la guerra Céline se da cuenta de la cruda verdad sobre la intrascendencia e inutilidad del ser humano en todos los aspectos pues la guerra le enseña que todos los hombres valen sólo por el valor de cambio de la moneda imperante y que las vidas no se cuentan ya en calidad de personas sino de los gastos que implican a la larga:

Si me necesitaban, ya podían llamarme como Dios manda y entonces les costaría veinte francos. La miseria persigue implacable y minuciosa al altruismo y pues, esperé a que vinieran a llamar, pero nadie vino. Para economizar, seguramente”
[2]

Esta forma de pensar, de tratar al hombre como mercancía olvidando su calidad de ser humano es en parte un anticipo de lo que sucedería posteriormente en los campos de concentración nazis donde la conciencia por la vida humana se perdió completamente y el exterminio no era sino una técnica de matar, como el modus operandi que prueba y garantiza el buen funcionamiento de una fábrica, sin tomar en cuenta que el producto de la misma está conformado por vidas humanas y sufrimiento desbordante. Céline cuestiona fuertemente la calidad de vida y el futuro de una existencia bajo esos parámetros.

De regreso al personaje, después de que logra escapar a la guerra, no desiste con la crítica de ésta pues se da cuenta de que la gente no tiene ni la menor idea de lo que una guerra significa y que sólo se contenta con que los soldados les cuenten historias heróicas y maravillosas sobre una realidad falsa:

La guerra, no cabe duda, afecta a los ovarios: exigían héroes, y quienes no lo eran del todo debían presentarse como tales o bien prepararse para sufrir el más ignominioso de los destinos
[3]

Otra etapa de su vida la pasa en África, en donde ve la terrible explotación que hay de los negros, observa que toda África es un territorio que sobrevive gracias a la pederastia y cuya base económica es el trabajo de los esclavos y nada más. Ahí existe un gran racismo por parte de los blancos y los africanos no tienen prácticamente derecho a nada pues son considerados basura; así habla de ellos un general europeo que se encuentra dando la bienvenida a Ferdinand:

En cuanto a los negros, en seguida te acostumbrarás a ellos, a su cachaza sonriente, a sus gestos demasiado lentos y a los pletóricos vientres de sus mujeres. La negritud hiede a miseria, a vanidades interminables, a resignaciones inmundas; en una palabra, igual que los pobres de nuestro hemisferio, pero con más hijos aún y menos ropa sucia y vino tinto.
[4]

Y luego, en una frase tan coloquial y tan horrible: “¡Pedazos de noche vueltos histéricos! Ya ve usted cómo son los negros, ¡se lo digo yo! En fin, una panda de asquerosos… ¡Degenerados, vamos!...”
[5]

En África, aparte de eso, se enfrenta a las enfermedades y a las epidemias, a la falta de sanidad e higiene que lo terminan enfermando terriblemente y que finalmente lo llevan a salir de ahí, hacia América.

Entonces la siguiente etapa que narra en el libro es la vivida en América, en Nueva York, una ciudad de pie en donde todo es grande, suntuoso, extravagante pero que también esconde los vicios más bajos del hombre en burdeles y en barrios pobres escondidos entre la luminosidad de los ricos, un país horrible, igual de horrible que todo lo demás:

Mi hastío se agravaba ante aquellas extensiones de fachadas, aquella monotonía llena de adoquines, ladrillos y bovedillas y comercio y más comercio, chancro del mundo, que prorrumpía en anuncios prometedores y pustulentos. Cien mil mentiras meningíticas.
[6]

Entonces el sueño americano se le descubre como una mentira, un engaño más de todas las cosas que había creído como ciertas.

El pesimismo ha crecido paulatinamente en este punto, y continúa al pasar de New York a Detroit y no parece terminar pronto; la vida en Estados Unidos sólo muestra la prostitución y lo vacío de la gente. Posteriormente, Ferdinand ha de regresar a Europa, a París y a otros suburbios de Francia, donde su vileza como persona no disminuye y donde el mundo no lo satisface y el hombre no es sino un absurdo inconciente de su propia existencia.

En esta etapa de su relato Ferdinand de dedica a ejercer como médico y es en esta profesión donde, lejos de encontrar alguna manera de ayudar a las personas, como se pudiera pensar, se enfrenta con más falsedad, menos interés por la vida humana y sabe que él tampoco es capaz de ayudar a nadie, mucho menos a sí mismo.

Las reflexiones de Céline están en gran medida delimitadas por la condición del hombre y de su manera de actuar; a lo largo del Viaje…, el autor nos presenta, por un lado la evolución del pensamiento del personaje, pero también demuestra que en muchas cosas, el pensamiento no es capaz de evolucionar hacia nada sino que al contrario, regresa a lo mismo, como si las ideas de Ferdinand no fuesen capaces de cambiar nada, ni a sí mismo y para esto el final es representativo pues con la muerte de su amigo Robinson, Ferdinand se da cuenta de lo intrascendente que ha sido su vida y de la condena que ésta es pues él no ha sido capaz de encontrar la muerte, cosa que sería lo mejor que pudiera haber encontrado.

El uso de lenguaje soez y vulgar, directo, el retrato de la gente sólo muestra sus cualidades más viles, más prácticas, más naturales; esto, mezclado con el pesimismo, conforma una obra literaria que está bien estructurada como literatura y que también refleja el pensamiento del hombre en conflicto existencial en un mundo que ya no tiene nada que ofrecerle.

Ahora bien, después del Viaje y después del retrato de una sociedad horrible, el lector debería preguntarse si acaso es posible hacer algo al respecto de su existencia misma. Céline no deja abierta ninguna puerta a la esperanza ni a la redención del alma del hombre que está atrapada en un mundo que no se preocupa por nada ni por nadie. Al final, la vida se reanuda de la misma manera mecánica y absurda, sin ningún sentido y todo ese viaje al interior de Ferdinand ha servido únicamente para él pues el resto de la gente no está ahí para entenderlo. Quizá la muerte pueda subsanar el vacío pero la contradicción del hombre entra al darse cuenta de que es más fácil renunciar a cualquier cosa antes que a la vida, lo cual convierte a la vida misma en una condena para la cual no hay salida posible mas que el ciclo absurdo de aquello que aún algunos se atreven a llamar vida.

El paralelismo entre el Ferdinand literario y el real es bastante notorio. Los dos están en el borde de un abismo al que por alguna razón, quizá solamente por humanidad, no pueden acceder, pero los dos saben, gracias a las experiencias en su vida que para la humanidad no hay salvación alguna. A propósito del título; el viaje que se hace a la noche es un viaje a la vida misma “Viajar al fin de la noche es no extraviarse del camino de la soledad y la maldad: no intentar nada para alejarse del abismo, no maquilar la pesadilla.”
[7] Céline busca la estación definitiva y llegar al fin a través del encuentro de la verdad y la sinceridad, porque “la verdad de este mundo es la muerte”[8] aunque tampoco esta sirve de mucho, ya que dada la situación sólo queda elegir entre morir o mentir y, como dice Ferdinand: “Yo nunca me he podido matar.”[9]

[1] Giselle Dexter y Roberto Bardini, “Céline, profeta de la decadencia”, (consultado: 02/12/07) en: http://es.geocities.com/paginatransversal/celine/index.html
[2] Louis-Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche, Carlos Manzano (trad.), Edhasa, España, 1983, p. 322.
[3] Ibíd., p. 95.
[4] Ibíd., p. 148.
[5] Ibíd., p. 172
[6] Ibíd., p. 210.
[7] Andreu Navarra Ordoño, “Céline: el hombre enfadado”, (consultado: 02/12/07) en: http://www.babab.com/no11/celine.htm
[8] Céline, op. Cit, p. 207.
[9] Ibíd.

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