sábado, 20 de enero de 2007

La realidad... tan ignorada

Vivimos en un mundo absurdo, verdaderamente absurdo y cegado, en una sociedad condicionada e ignorante de su propia condición. Debemos cubrir una serie de reglas sociales y atenernos a ciertos códigos tanto civiles como morales.

La vida se reduce a simples reglas: haz lo que todos hacen (no lo que quieres hacer) y sé lo que todos esperan de ti (no lo que quieres ser), esto para existir dentro de la esfera sin salirse ni un centímetro, de lo contrario voltearán a verte como el bicho raro entre la fauna uniforme y encontrarán el detalle que te hace diferente. Cásate, ten hijos, cree en Dios, ve a la universidad (simples ejemplos), vive en el mundo y sé como el mundo, en pocas palabras, mimetízate con el ambiente y no pienses, sobre todo no pienses.

Así es esto, y lo peor del caso es que estamos ya tan condicionados a que las cosas deben de ser de esa forma, que incluso no pensamos que existe la posibilidad de no hacerlas de ese modo. Pero es posible... y para demostrarlo me remito a una pregunta que aunque no lo parezca de entrada, viene mucho al caso: ¿qué preferirías, si te preguntaran: tener la razón o ser feliz? La pregunta (a mi modo de ver) remite a la realidad de alguien que ha descubierto un mundo aparte al que todos ven pero que no pueden hacer que los otros lo vean, de esta forma, la persona tiene la razón pero los demás lo ignoran y curiosamente el grupo de los "demás" es más feliz porque ignora que hay un mundo fuera del que se le ha enseñado.

Esta misma pregunta, curiosamente, se remonta a un mito platónico de antaño, el de la Caverna, donde se representa, de una manera más primitiva, a un hombre que ha descubierto algo más allá de la cueva a la que todos sus iguales han estado confinados; el hombre los trata de convencer de que hay un mundo afuera, en la luz, pero jamás es escuchado y al contrario, es condenado.

La existencia actual no dista mucho del dilema platónico en realidad. Sin embargo, es posible evadir la condena, tener la razón y también alcanzar la felicidad. El hombre que se da cuenta de su verdadera condición entiende que no hay necesidad de cambiar a los otros, que de todos modos se niegan a ver otras posibilidades, por lo tanto, no se tiene que sufrir por hacerlos abrir los ojos y esta superioridad nueva (me gusta llamarla así) proporciona al hombre inteligente un grado de conocimiento y superioridad imborrable sobre sus congéneres, porque es ahora un hombre seguro de tener la razón y tan inteligente que puede manipular a los otros a voluntad y así evitar la condenación al desenvolverse en su mismo mundo, el hombre inteligente puede hacerlos creer que se mimetiza con ellos, controlarlos, entenderlos, burlarse de su pequeñez y finalmente ser feliz.

El Conde de Lautréamont en sus Cantos de Maldoror, entre otras cosas, demuestra precisamente lo anterior y enfoca la "rareza" a un plano de hegemonía que trae incontables posibilidades, todo a través de pensar y conocer, de atreverse a ver más allá de lo establecido y encontrar la verdadera naturaleza del hombre en todo su potencial, al grado que se vuelve inhumano (en cuanto que lo humano no parece llenar las expectativas) y se vuelve simplemente un ser superior.

De esa forma, se vive en el mundo con la felicidad del conocimiento y la totalidad de la razón...

2 comentarios:

Fernando Brambila O. dijo...

Me parece una reflexión súmamente lúcida.

Con respecto a la pregunta de si es mejor tener la razón o ser felíz (por cierto, ¿donde he oído esta pregunta?), tal vez la respuesta radique en considerar hasta qué punto te afecta lo que otros piensen de tí. Es posible forzar a otras personas a que compartan tu punto de vista pero, ¿para qué? Al final, nadie podría decir que tiene la razón absoluta, desde que todos vemos el mundo a nuestra manera.

Tal vez lo importante no sea tanto "ser" o sentirse superior a nadie, sino ser congruente contigo mismo, escoger lo que tú consideras que es lo mejor mientras no aplastes a otro para conseguirlo.

Aquí, viéndolo bien, hay material para un auténtico diálogo platónico...

Anónimo dijo...

¿Ser feliz o tener la razón?... Siempre dependerá del contexto.
Hay quien es feliz simplemente por tener la razón y quien no es feliz de ningún modo. El reducir a esa mínima expresión la profundidad de un tema de tanta relevancia resulta un tanto superficial.
El punto medular de la discusión realmente es ¿Hasta qué punto la correlación con el sistema social del mundo me permite desarrollarme en la persona que realmente soy? Sabemos que en su generalidad el mundo está diseñado para que la mente que pueda cuestionar tal diseño no se desarrolle, y en caso de desarrollarse, que no sea escuchada, todos atienden las reglas por repetición pero sin concientizarlas. Vivir en automático según el molde. Puede parecer trágico, pero es solo un filtro, un filtro que logra que solo alguna las mentes lleguen a tal cuestionamiento, mentes más desarrolladas que se encuentran en otro plano de existencia; pero dicho cuestionamiento no debe ser un proceso de segregación o de renegar de la realidad, el comprender el verdadero funcionamiento del mundo y tener la capacidad de estar al margen de la ignorancia que priva en la vida “normal”, no evita disfrutar de la vida misma, no en un estado de negación o de mimetismo, sino de adaptación, entenderse como un proceso lógico de la evolución, Demostrar (de nuevo) que Darwin tiene razón. Cromagnones y Neanderthales conviviendo. No hay que negarse, sino lograrse. Vivir como uno escoge. Los demás, a veces los demás solo son peldaños.