martes, 16 de enero de 2007

En la vida ¿o la muerte? (cuento, o algo así))


“La muerte toma siempre la forma
de la alcoba que nos contiene.”
Xavier Villaurrutia

Abres la puerta de tu casa y ahí está ella de nuevo, te mira, te analiza, tú no la quieres ver, tú no la quieres, no la conoces, no la entiendes, pero sabes que sin embargo, ella ahí está siempre sin que tú puedas evitarla.
En las noches, con esa mirada te pone a sudar, tan cerca, tan lejos, un espíritu, un sueño, ella tan extraña, tan distante, pero tan tuya. La quieres tocar y no puedes, te huye diplomáticamente, pero nunca te deja de ver.
El espejo te descubre, un hombre cansado de la vida pero aferrado a ella, siempre tomas en tus manos el rosario que tu esposa te dejara al irse, lo agarras con fuerza, sólo recorres las cuentas con los dedos, porque no quieres rezar, porque rezar no te sirve de nada. Ves tus ojos tristes, sientes tu corazón que late con hastío, y tu frente que suda frío.
Ahí, en la esquina del espejo hay otra cosa, como una forma indefinida, junto a tu reflejo está el de ella, convergen tu sombra y la suya, está enredada a tu cuerpo como los amantes que se retuercen en el lecho. Ella es tú, ella es todo lo que tienes, tu aroma, tus pensamientos, tu dolor, todo es ella, tus pasos cansados, tu respiración ingenua, tus manos aferradas al rosario inútil, todo, el sentido de la vida.
Regresas al cuarto las veces que quieres regresar y sales cada que lo deseas, vas a la calle, a llenarte del mundo que no te conoce, de la monotonía; pero siempre es lo mismo, ya sea adentro o afuera, la gélida brisa, la piel húmeda, el sofocamiento, ahí están los dos siempre, irremediablemente, piensas que tal vez eternamente.
Duermes con una mezcla de miedo y de resignación. Despiertas de nuevo con la luz de la mañana que te indica que una vez más has sobrevivido a la noche, que ella te dejó vivir un día más, unas horas más. Sales, haces una rutina que imita lo que te atreves a llamar vida, regresas luego al cuarto, a mirarle y no mirarla, a tenerla y odiarla.
Una noche, un calor extraño te despierta, te levantas y no la ves, la buscas, ¿por qué? no lo sabes, no te importa; es la costumbre quizá, pero no está, el cuarto no está frío tampoco, no sientes su mirada ni ves su sombra reflejada en el tocador por la luz de la luna, no estás sudando. La buscas otra vez. No sabes bien qué quieres encontrar pues no sabes lo que ella es, sólo lo intuyes, porque nunca se ha dejado tocar, sólo se ha dejado sentir; sales del cuarto con el rosario en la mano, piensas, caminas, no la encuentras y regresas confundido.
Ahí, entre las arrugas de la cama, bajo las sábanas, crees ver un cuerpo, pero no lo reconoces. Entonces te acercas más porque piensas que es ella, la que duerme a veces contigo, la que te respira al oído, la que nunca te deja. Pero no es ella, levantas la sábana y ves unas manos grandes que se aferran a un rosario, unos ojos cansados sin poder dormir, eres tú, ella ha no te ha dejado, sólo te ha llevado consigo sin que te dieras cuenta, durante la noche, al fin; ahora, sólo te deja contemplar lo que no eres, lo que ella al fin ha reclamado como suyo.
Sonríes, no eres nada, nunca fuiste nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vida, muerte, tratamos de englobar todo en conceptos, para que no nos sea ajeno, para que forme parte de nosotros, para que sea parte de nuestra cotidianeidad. Si nos es conocido, no nos asusta. Hemos emparentado a la muerte para no temerla, para decir que la entendemos, para decir que la conocemos.

Lo cierto es que no nos conocemos ni a nosotros mismos, creemos que vivimos la vida solo porque tenemos una leve noción de nuestra existencia, pero no somos capaces de vislumbrar lo finita que es, y no somos realmente concientes de ella misma, conceptualizamos para generalizar, para no detallar, para no tener que entender.

Este pasaje es un viaje hacia ese mundo que nos negamos, es un descubrimiento de lo que nuestros senidos perciben, pero que nuestras ideas transgiversan, adecuan. Pero este viaje nos lleva más allá, y nos demuestra que solo entendemos la vida cuando nos despedimos de ella.

Fernando Brambila O. dijo...

Me pareció un muy buen texto: es a la vez un cuento tradicional de fantasmas bastante bien logrado (sigue las reglas básicas) y una buena reflexión acerca de las obsesiones que nos devoran en vida.

No sé si fuera a propósito, pero siento un tono muy melancólico en todo el texto.

En resumen, un cuento (o algo así) bastante logrado.