miércoles, 20 de enero de 2016

Es el mundo

A veces no sé qué es lo que me hace llorar. Pero lloro, así, de pronto. Trato de relacionar el punto exacto o la cosa específica que pudiera haberme hecho llorar. Pero o no lo encuentro o la cosa es tan estúpida o tan insignificante, que no me puedo creer que haya sido eso.

Y pues, acabo de ver en el muro de mi novio un post sobre el paseo en bici de Rosarito – Ensenada, al que él va alegremente con todas las ganas del mundo. Y claro, él, tan deportista, puede echarse los 80 kilómetros, subidas incluidas, sin ningún problema, él, que corre diario ¡y lo disfruta! Y yo… yo pues, he intentado hacer ejercicio en muchos momentos de mi vida, y he fracasado, me harto de ir a los gimnasios y a las múltiples clases, y no sólo me harto sino que en más de una ocasión he salido llorando.

No me avergüenza lo que soy: ordinaria y obesa; estúpida hasta decir basta, una persona que lo único que puede hacer (y eso de manera intrascendente y ociosa) es escribir imbéciles penas, por eso las escribo, porque no me da pena lo que soy (y sin embargo, lo sufro, eso sí). En ocasiones trato de hacer algo al respecto, trato de arreglar un problema que traigo arrastrando desde siempre, y, como sé que paso once horas sentada en una oficina, opto por dejar de comer chatarra, aunque eso también me resulta muy difícil, sobre todo porque tengo hambre todo el tiempo. Al respecto, en menos de dos semanas subí tres kilos, ¿cómo le hice?, no me lo explico, pero así fue, las básculas no mienten. Y me derroto tan rápido que la mejor solución que se me ocurre es atascarme de pizza. 

Así que me encuentro al borde de la lágrima, aguantándome, porque uno tiene que trabajar en una oficina y no está bien ser la chillona y llamar la atención de esa manera. Pero así estoy, respirando con trabajos, y todo por un estúpido post que pone mi novio sobre las maravillosas resoluciones de año nuevo, como ir al paseo ese, y hacerlo sin paradas y mejorar sus tiempos cada día. Y lloro porque yo sólo soy una gorda que no merece a alguien así, porque me siento humillada al no ser lo que él quisiera (aunque lo niegue), y... bueno, más allá de eso, no sé por qué; sólo me invade una tristeza inmensa de ver todo lo que él es y yo no alcanzo.

Lloro porque no sé qué hace él con una persona tan asquerosa (lloro, ni modo, ya se me salieron mis lagrimitas, adiós profesionalismo laboral), lloro porque soy tan poca cosa y siento que estoy derrotada desde el principio, pero mi maldita necedad no me lleva a mejorar ni a acostumbrarme, sino a llorar y llorar todo el tiempo.

No, no tengo un daño en mi cerebro, como él ha llegado a sugerir, un daño que de alguna manera explique por qué me da la chilladera repentina sin causa aparente. La razón es, como siempre, el mundo que me queda demasiado grande, y yo, que resulto, a fin de cuentas, mediocre e insuficiente.

Music on: The universe - Gregory Alan Isakov
Quote: "Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo". Alejandra Pizarnik
Reading: Pájaros en la boca - Samanta schweblin

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