“Somos las sombras de lo que antes fuimos” Escribió, y se dijo a sí mismo que era una de las cosas más chingonas que se la habían ocurrido. Tal vez la había plagiado inconscientemente, no importaba.
Estaba tomando un té verde que no le gustaba mucho, pero que, finalmente era lo único que había ya en su casa. Escribía un capítulo de su novela; no estaba muy convencido de que fuera buena pero aún así no podía dejar de escribir. Pensó en que quizá debiera darle un giro más dinámico e incluir pasajes medio absurdos, sólo para son confundir al lector, quizá sería divertido. Pero ¿qué escribir? ¿Cómo incorporar una ficción ajena al resto de la historia sosa y seria que llevaba hasta ahora? Se acordó de que no hacía mucho tiempo había ido a un concierto, uno muy bueno y pensó en que tal vez podría escribir un poco sobre eso, que la realidad podía incluirse ligeramente en la ficción y que podría funcionar.
Así que comenzó: “Agarró el boleto del librero, donde lo había puesto y tomó el metro para llegar al Auditorio Nacional y encontrarse con su amigo.” Le pareció que ese inicio era muy malo, pero sólo era cuestión de trabajarlo. Siguió adelante, escribiendo cosas sobre el concierto sin una unión real, sólo ideas, pequeñas frases. Ya llevaba la mitad y se dio cuenta de que el texto le resultaba muy impersonal, sin embargo siguió escribiendo hasta terminar lo que él consideraba era una buena historia sobre un concierto y la aventura para llegar a éste.
Ya terminado lo releyó y aún así no le agradó del todo, ¿qué no le gustaba? Después de un rato cayó en la cuenta de que había escrito todo, absolutamente todo como si hubiera sido él, que había dejado de hacer ficción por completo, y que sólo estaba trasladando su experiencia al papel. Se preguntó si eso era malo, si estaba mal contar la realidad de esa manera y engañar al lector haciéndole pensar que se trataba de ficción.
Entonces resolvió que lo dejaría así, sólo que cambiaría la conjugación y la persona para hacerlo más cercano y no estar en deuda con la ficción, así que escribió un inicio nuevo, más sincero, más real: “Tú no tenías nada que hacer ahí, pero un amigo tenía un boleto que le sobraba, no había nadie más que lo pudiera acompañar, menos tan precipitadamente, iba a ir con su novia, pero ésta se había roto una pierna y no podía salir de su casa.”
“Ese si soy yo” dijo satisfecho. Y terminó el relato con gusto y facilidad, le gustó trasladar la realidad a la ficción, y le agradó tanto que pensó en que quizá debiera dejar de trabajar tanto en la ficción y mejor hacer ficciones con la realidad, es decir, escribir sobre lo que le pasaba y no tomarse tan en serio la idea de que el escritor debía tomar las cosas sólo de su imaginación.
Se preparó otra taza de té, se sentía bien y pensó en que tal vez podría hacer una historia sobre sus amigos, o sobre lo que le había pasado ayer, quizá sobre esa misma tarde, en el café, donde se había bebido varios americanos y había observado cómo una muchacha miraba y miraba al tipo de la mesa de enfrente, un extranjero que jamás se percató de que lo veían. O quizá podría escribir de aquella vez en el metro que una muchacha se le acercó mucho y después de ser comprimidos por la gente, le dio un beso, así nada más y se esfumó entre la multitud. Recordó que usaba una falda larga y una playera de tirantes y que de pronto, en un instante en que la gente era tanta quedaron frente a frente mirándose a los ojos.
“Sí, de eso quiero escribir” dijo “pero no quiero que me deje, en mi historia, no nos vamos a separar” No le había gustado haberse quedado impávido ante el beso de aquella mujer quien después de separar sus labios de los suyos se salió del vagón con el último tono de aviso para cerrar las puertas.
Siguió escribiendo una nueva historia, con el ánimo renovado, pensando en el encuentro con la chica y redactando historias propias, con bases reales pero con la licencia de agregar algo de ficción para hacerlas más interesantes, más a su gusto.
En eso estaba cuando tocaron la puerta. Tuvo que parar de escribir, se acercó a la perilla, vio por la rendija a ver si conocía a la persona que tocaba, no lo podía creer…
Recordó sus ojos y su mochila enorme, la traía en la espalda de nuevo, y su sonrisa. Entonces abrió. Y la chica sólo habló decididamente con los ojos fijos en él: “Te vi otra vez hace rato, en el café del que venías… y pensé que debía seguirte, esta vez sí. Llevo un rato ahí afuera pensando si tendría el valor de encontrarte, no sabía si te acordarías de mí”
Él la recordó, ¿cómo no hacerlo? La dejó pasar. “Claro que me acuerdo de ti” dijo él, “y ¿sabes que estaba haciendo?, estaba escribiendo sobre ti”.
La puerta se cerró y las luces se apagaron. Quizá la realidad se fundió con la ficción, ¿o al revés?
Music on: Miracula Aeternitatis - Violaine Corradi
Quote: "Hay cosas que sé sin conocerlas, presencias que siento mías aunque hayan quedado lejos por siempre" R. Bonifáz Nuño
Reading: Poesía - Salvador Novo