sábado, 28 de diciembre de 2013

No visitaré el reino esta mañana


Homenaje a Francisco Hernández

No visitaré el reino esta mañana ni pasado mañana y tal vez nunca. Mi corazón está hundido en lo más abismal de los mares de la tristeza. La palabra nunca me alcanzará para decirlo todo, el lenguaje siempre mentirá por mí, pero como sea debo intentarlo. No buscaré mis pasos por el solar sombrío ni escucharé a los cuervos picotear esmeraldas alrededor del foso. Hago un réquiem a través de alas rotas, dedicado a lo perdido, a la realidad más pura. Soy nada a tu lado, te miro y recuerdo cómo mi ingenua alma quería pasar el resto de los días junto a ti. No seguiré el curso del torrente con la bandera en alto ni ensartaré a los peces de vísceras hinchadas que llegan a la orilla. Seré testigo impávido de cómo tus besos son de otra, para otra, con la que haces todo lo que quería que hicieras conmigo. La desolación nunca fue más pesada. Como una herida que no cierra, sobrevive luminosa la duda, nunca poder saber si acaso, de haber actuado de otra manera, las cosas hubiesen sido distintas, o si tal vez sólo fue mi propia estupidez que no quiso ver las señales de catástrofe generadas hace meses. La duda, la duda es una gotera ácida traspasándome el pecho. No estaré para levantar la tienda bajo la vibración de las colmenas ni mi corazón será turbado por la memoria de tu cuerpo desnudo. Y no sabré nunca qué estuvo mal, o si yo estuve mal. Allá, en el reino, otras manos amasarán la lluvia con la ceniza que llena el sayo de los muertos. Seré un ser para el abandono y sabré, todos los días hasta mi muerte, que miras hacia lados tan distintos, que sientes cosas tan diferentes a mí. Me entregaré a andar ese camino de espinas con la estúpida esperanza de poder llegar a ver otra luz, a dejar de sentir, a trascender (aunque no a vencer o eliminar) el dolor. Allá se harán pedazos los íconos, uñas ajenas adormecerán los muslos de las parturientas y las mejillas de los niños serán pasto de esos pequeños monstruos que vuelan en parejas, conducidos por un ejército de piojos. No volveré a tocarte. Tu nombre ya no pronunciaré. Nada, nada qué decir que me salve, nada que llorar que me limpie. No tengo ya nada sino el maldito recuerdo, Aquí, sobre la espalda de un combatiente que agoniza, acepto la derrota y esta imbécil nostalgia por el reino.

Music on: Aevin Endar - Jónsi
Quote: "El tiempo, eso que yo conozco como tiempo, se mide con tu ausencia". Francisco Hernández
Reading: Engaño - Philip Roth

martes, 17 de diciembre de 2013

La pérdida


Hace unos días terminé de leer Kitchen de Banana Yoshimoto, pensé que se trataba de una novela, pero en realidad, el libro contiene dos noveletas, Kitchen y Moonlight Shadow. Ambas historias tratan del amor desde la pérdida. De formas diferentes, las dos cuentan cómo se construye un amor a partir de la ausencia de otro, un amor extraño, poco convencional, pero más fuerte, en ambas está presente la muerte y la pérdida de los seres queridos: ¿a dónde vamos cuando nos quedamos sin la mitad de nosotros mismos? ¿cómo nos reconstruimos después del dolor? ¿en qué momento dos soledades similares, dos seres que han sufrido pérdias parecidas pueden encontrarse para sanarse mutuamente? De eso tratan, a muy grandes rasgos, las historias de Yoshimoto.

Moonlight Shadow narra la muerte trágica de un amante, ¿qué puede hacer la novia, viva, sin él, muerto? Me parece interesante, en general en la literatura japonesa, la posibilidad de abrir puertas hacia otras dimensiones, Murakami lo hace frecuentemente, Yoshimoto lo hace en Moonlight Shadow; esta puerta funciona como una posibilidad de redención, una suerte de cierre y de paz. En la puerta, la mujer, deprimida y abandonada puede decir adiós al amante que la muerte le arrebató, es una oportunidad única y mágica, en ella realiza un cierre y se llena de paz.

Justo el fin de semana hablaba con un amigo sobre el amor y, concretamente, sobre el instante en que una relación era perfecta, sin posibilidad de hacerla mejor y donde las dos partes son en extremo felices, tanto, que no quisieran que se les terminara ese amor jamás. Él me decía que dada la certeza de que todas las relaciones cambian y no es posible dejarlas en el limbo de la perfección más allá de unos instantes, lo mejor sería que, en ese justo momento la muerte llegara a separarlos. Es una situación más cómoda que trágica, si lo miramos así, pero algo tiene de verdad. Es cierto que las relaciones cambian, que los momentos perfectos desaparecen y que, muy probablemente, todo terminará; entonces la única manera de conservarnos perfectos es dejando de existir, que viniera la muerte y nos arrebate lo perfecto, para que en nuestras mentes y nuestras vidas, sepamos que lo tuvimos todo y así nunca saber nada de los momentos posteriores en que todo, seguramente, habría de cambiar y de descomponerse.

Me quedé pensando en ese consuelo. ¿Será que es mejor renunciar a lo perfecto justo en el instante de la perfección? Culpar a la muerte resulta mucho más conveniente, mediocre, quizá, pero conveniente. ¿Será que deberíamos agradecer que la muerte nos arrebate el amor a cambio de nunca ver el deterioro de nuestro amor? Algo de esa propuesta me parece interesante, pero en esta ocasión no tengo una respuesta al respecto, todavía no.


Music on: Another world - Antony and the Johnsons
Quote: "Pienso que estaría bien que las personas a las que amo fueran más felices de lo que son ahora"
Reading: El libro del desasosiedo - Fernando Pessoa

lunes, 9 de diciembre de 2013

Sor Juana también habla del amor



Sor Juana Inés de la Cruz afirma en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz que el único escrito auténticamente suyo y hecho a voluntad era el Primero Sueño. Pero habría que ser bastante ingenuos si creemos que nada del resto era sólo escrito por encargo. Los sonetos amorosos demuestran una clara experiencia en el tema; la monja, estando enclaustrada, entendió a la perfección una de las vicisitudes más fundamentales en las relaciones amorosas, es decir, el viejo adagio de amar y buscar a quien no nos ama y despreciar e ignorar a quien nos busca y nos quiere. Ella lo escribió así:

Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco:
a quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y al que le hace desprecios enriquezco;
si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido
y al padecer de todos modos vengo;
pues ambos atormentan mi sentido;
aquéste con pedir lo que no tengo
y aquél con no tener lo que le pido.

Y es la misma cantaleta de siempre, terriblemente actual. Sor Juana se dio cuenta de que así funcionaban, en buena medida, las relaciones humanas. No es que me sorprenda que seamos los mismos hace 500 años que ahora, a pesar de los renovados acuerdos sociales y culturales; no me sorprende, pero sí me intriga que nuestra naturaleza sea así de simple y de primitiva. Parece que no somos capaces de amar sino lo que no tenemos y por estar empecinados en lo que no tenemos, despreciamos a la gente que nos procura, nos cuida, nos llama, nos busca y hasta nos quiere.

En este momento, lo que escribo con pretexto de Sor Juana, se torna totalmente personal. Es cierto que quiero a alguien, que tengo, pues, mi Lisardo, alguien que si bien no me aborrece, sí me roba buena parte de mis esfuerzos y no  me da lo que yo quiero. Por otro lado tengo varios Felicianos, gente que me busca, que quiere estar conmigo, que me llama, que me pregunta cómo estoy y qué voy a hacer, que quiere verme. Y yo, como la monja, los hago a un lado. Me he dado cuenta de que este no es, para nada, un caso aislado, sino que forma parte de la vida. Supongo que sucede que, de pronto, uno encuentra exactamente lo que está buscando, o no lo encuentra y sigue en la deriva de lo que cree que quiere.  Pasa como a Summer y Tom, de 500 days of Summer, pasa que uno encuentra al amor de su vida, mientras el otro, no. Y así nos la vamos llevando, hundidos siempre en este tipo de contradicciones, sufriendo algunas veces por no lograr lo que queremos –por no ser suficiente para el otro-  y sí, es tormentoso de los dos lados. Uno se dice a sí mismo “no soy una mala persona” pero en el camino, por propio enamoramiento (o empecinamiento) ya hemos despreciado y quizá lastimado gente por perseguir lo que creemos que hemos encontrado, por no dejarlo ir jamás.

Así somos y nos creemos el cuento de que hacemos lo correcto, pero ¿habría que esperar a encontrar exactamente lo que uno quiere? ¿Y mientras qué? Aquí Sor Juana ofrece un giro interesante a la situación, tangible a través de otro de sus sonetos amorosos, en el cual se encuentra finalmente resignada al dilema, donde se dice derrotada y conforme en la mediocridad. Escribe:

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Por ahí he leído y escuchado de bocas de la gente que es mejor buscar emparejarse con alguien que te quiera y te procure y te busque y así, sin importar que no sientas lo mismo. Sor Juana termina aceptando esto: quédate con quien te quiere, en lugar de ser la sobra del que no. Así lo entiendo, en mis parafraseos tropicalizados de la excelsa poeta. Y no estoy de acuerdo. De todos modos se sufre, eso sí, pero no por aceptar ser ese “violento empleo” de quien nos quiere, alcanzaremos más felicidad. La mediocridad, en esta situación, no la acepto. Prefiero seguir penando por quien no me quiere que resignarme a estar con quien no quiero pero sí me quiere. Sor Juana eligió, todos tenemos la opción de elegir. Una vez elegí la mediocridad y tampoco tuve buenos resultados, quizá vale la pena buscar más, quizá.

El ser humano, como sea, no deja de ser primitivo: si tiene algo perfecto lo desprecia, si tiene algo seguro, no lo cuida; en cambio busca con fervor lo que no le dan en bandeja de plata. Así somos. Pero ese ya es otro asunto, y, tomando la frase de Michael Ende en La historia interminable: “esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.”

Music on: Us and them - Pink Floyd
Quote: "Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay". Alejandra Pizarnik
Reading: El libro del desasosiego - Fernando Pessoa

lunes, 2 de diciembre de 2013

Shakespeare -forever- in love


No recuerdo hace cuántos años vi por primera vez esa película. Me encantó la chispa jocosa, la música, los ambientes; por supuesto que amé la idea de Shakespeare haciéndose tonto con una joven enamoradiza y vestida de hombre, amé a una Viola ingenua y con la rudeza necesaria para aventurarse en el teatro. Claro que toda la trama parece, en verdad, otra comedia más de propio Shakespeare. Pero lo mejor, y al mismo tiempo más terrible de todo, es el amor. La película no tiene final feliz. No es una historia que busque la redención de los personajes en pos de una más alta justicia. Las cosas terminaron como tenían que terminar, luego de su breve y apasionado amorío, fue necesario regresar a la realidad. Viola termina cumpliendo los votos de matrimonio con un hombre que no ama; William acaba con el corazón roto, creyendo que ya no escribirá más. Sin embargo, los amantes ganan algo: consiguen, de un modo muy extraño, la eternidad, la trascendencia, el amor perfecto y la capacidad de conservar el instante intacto.

Esta idea de la permanencia ha sido de interés para varios escritores. Muchos años después de Shakespeare, John Keats escribió su poema "Oda a una urna griega" en el que proyectó a la perfección la eternidad y lo imposible de ésta. En el poema se describe con detalle el grabado de una urna griega, ahí aparecen dos amantes, a punto de encontrar sus labios en un beso. Keats explica que ellos gozan de una felicidad eterna, pues el grabado los rescata en el instante en que son más plenos y felices pues están a  punto de unir sus bocas. Cierto que Keats también sugiere que en esta suerte de suspensión también hay una condena, ya que realmente jamás van a tocarse y sólo se quedan suspendidos en el instante previo, mas la redención radica en que no se puede verdaderamente alterar ese momento perfecto y en aras de su conservación, lo que sucedería o podría suceder después no es tan importante.

Habría que preguntarse cuál es la más grande perfección y qué acusa mayor trascendencia en el recuerdo, la de un instante perfecto, tangible y conservable; o la de una vida entera, totalmente incierta. Yo me quedo con el instante, no hay más. Muchos años después de Keats, Octavio Paz regresó a rescatar la belleza de lo efímero y la paradoja que existe entre lo permanente y lo mutable. Los amantes de Keats son los más felices pues en su haber no cuentan con más que ese instante pleno en que no pueden sino estar alegres y dichosos. Keats, a través de esta urna, nos está salvando del precipicio. Paz diría que es sólo en el instante donde se puede hacer poesía, donde puede contenerse el todo y que es entonces donde existe una verdadera manera de salvarse, incluso de trascender. Los jóvenes William y Viola se salvan a sí mismos del precipicio, de una manera muy poco convencional. El final, como ya dije, no es feliz;  nos indica que nunca van a estar juntos, que el matrimonio arreglado de Viola con Sir Robert de Lesseps es inevitable y que la fama y prestigio del aún joven escritor está por comenzar y debe quedarse en Inglaterra a continuar su oficio. No es un final feliz,en el sentido en que estamos acostumbrados, pero es un final loable que apuesta por conservar la eternidad.

En el último diálogo que ellos sostienen, se establece algo fundamental: el recuerdo sin marchitarse. Muchas veces al seguir adelante en una relación con alguien las cosas lejos de mejorar, empeoran, los recuerdos agradables se tornan en dolorosos y resulta difícil rescatar los instantes de dicha. Esto no sucederá jamás para Viola y William, ellos se separan y afirman: "tú no envejecerás jamás, ni desaparecerás, ni morirás para mí"; y este sentimiento es recíproco. En esta declaración los amantes establecen un recuerdo perfecto el uno del otro, el cual guardará cada idilio, cada beso, cada palabra dicha, en una perfección que en muchos casos se pierde para los que siguen adelante.

Esa es la verdadera eternidad, el verdadero instante preciado y puro. Esto es lo que buscaba Paz al rescatar los instantes. Es lo que quería decir Keats al loar el momento exacto en que se encapsula la perfección. En efecto, de esta manera Shakespeare estaría siempre enamorado. Ahora bien, que a costa de la eternidad uno tenga que abandonar lo que más ama es una lástima. O quién sabe, quizá no lo es.

Music on: Ludus - Arvo Pärt
Quote: "Amar a alguien y poco a poco ya no amarlo. El único dolor que me permito" Jorge Volpi
Reading: Kitchen - Banana Yoshimoto

jueves, 28 de noviembre de 2013

El dolor es una araña dentro de mí



Edgar Allan Poe se drogaba con todo lo que podía, tenía sueños de opio en los que visualizaba sus más grandes creaciones, mas su arte no era sólo producto de la alucinación. Poe, en sobriedad, cuando apenas durante el viaje había esbozado lo que sería un cuento, se reponía para redactar de manera perfecta y tranquila, gracias a la razón, todo aquello que había visto en el sueño.

Puedo decir que ya estoy sobria, en un estado de sobriedad asqueroso después de haberme enfrentado, una vez más, al desencanto y a la tristeza. Ya puedo escribir, aunque el dolor no se haya ido. Pienso que eso, el dolor, es como una araña pequeñita que vive dentro de mí, que ha estado ahí desde siempre y sólo de vez en cuando se alborota y comienza a recorrerme, yo y mi araña viva, de ojos puros y totalmente ignorante de lo que causa. Ahora puedo escribir y hablar un poco. El amor ha sido muy difícil para mí, no tengo otra manera de ponerlo, he tratado de cambiar mis formas, de buscar otras cosas, a otras personas, pero siempre regreso a la misma situación en la que yo doy y no recibo nada. Hace tiempo había llegado a la conclusión de que estaba mejor no recibir nada de nadie y que tener una relación de libertades y cero complicaciones era saludable y yo estaba bien. Pero me engañé, sí esperaba algo de él, esperaba que no cambiara, esperaba, de una forma estúpida, un poco de eternidad. Sabía que él no podía amarme como yo lo hubiera querido, pero aún así me amaba y me era suficiente, de alguna manera me compré la idea de que esa era “su manera de amar” y no se me ocurrió pensar que fuera solo “su manera de amarme a mí” ni que pudiera, en verdad, amar a otra persona de una forma en que nunca me amó a mí. Me compré una idea tonta, sin fundamentos, llegué a ella sin argumentos válidos y pasó lo que tenía que pasar: se enamoró de otra como nunca lo hizo de mí, decidió hacer con otra lo que nunca quiso hacer conmigo.

No se lo reprocho, estas cosas pasan (que me pasan muy seguido, sí, sin duda), no lo odio pero deseo, si acaso es momento de ponerse a desear, deseo que todo esto hubiera pasado antes, que aquella otra hubiera aparecido antes, para poner fin, desde entonces, a algo que estaba condenado a fracasar, ojalá hubiésemos sido más sabios con nuestro tiempo, yo me malgasté con mis esperanzas. Ojalá él hubiera sido menos comodino, menos egoísta; ojalá yo hubiera sido menos paciente, menos cordial. Pero lo hecho ahí está. Ya es demasiado tarde. Una vez más me regreso al punto de partida, en el que establezco que no quiero tener tratos con la eternidad y ruego por ser lo suficientemente fuerte para no querer buscarla en nadie más, con ninguna de sus formas. Lo leo como un mantra y espero lograrlo; está probado que soy capaz de resistir las decepciones y que, como Villaurrutia afirmó tener la muerte dentro de sí, yo tengo el dolor en mí, pero eso no significa que guste de removerlo y de que me aceche.

He aceptado, después de otro fracaso, que el amor correspondido no es para mí. Repito, entonces me dejé llevar por la idea de que él me quería, a su manera, y que era suficiente. Antes yo había dejado a alguien porque su manera de querer no me era suficiente y no quería abandonar otra vez, por la misma razón. Igual todo salió mal. Quizá es mi condena, que nadie jamás pueda darme lo que quiero y entonces yo sólo tendré que decidir si quedarme con las sobras y seguirme comprando ideas involuntariamente, o quedarme sola. No puedo dejar de nombrar el poema de Borges, “El amenazado” y sobre todo los primeros versos: “Es el amor, tendré que ocultarme o que huir. / Crecen los muros de su cárcel como en un sueño atroz”. Así veo el amor y lamento mucho haberlo querido ver de otra manera, en algún otro momento.

Claro que sé que hay cosas más importantes que el amor (ahora más bien, veo al dolor como el eterno compañero) y no estaría tan clavada en este hecho de no ser por la evidencia trascendental: “él puede y quiere amar, sólo decidió no amarme a mí” y peor “le tomó sólo semanas hacerlo”  y yo, después de intentarlo por años, no logré nada, eso es un fracaso personal que con nada se salva, un dolor que, a través de mi araña, estará rondándome todo el cuerpo hasta siempre. Es verdad que hace unos 4 o 5 años pasé por algo igual y es verdad también que uno cambia y pone las expectativas en otras cosas y emprende nuevos proyectos y conoce más personas y todo eso ayuda, pero no puede negarse el dolor, ese dolorcito manso e inocente. Y ¿qué hacer? Yo ya no quiero hacer nada con esto, sólo dejarlo ir, poco a poco. Sólo escribiré, en medida de lo posible, luchando hasta el cansancio para quedarme vacía por completo, sin esperanza alguna, asumiendo que el mundo no tiene sentido y buscando el coraje para seguir viviendo, no hay más. Pienso también en eso de “no cometer los mismos errores”, pero también sé que se haga lo que se haga, bien, mal, echándole ganas o no, nunca va a ser suficiente, el esfuerzo no es suficiente, nada es suficiente y como leí por ahí, en los artículos de Alejandro Páez: “Detrás de la amistad, el amor, el esfuerzo, el trabajo, el alcohol, la dedicación y todo lo que nos da felicidad por un instante, descansa el dolor.” Y sí, mi dolor es como una araña invisible y pequeñita, condenada a jamás abandonarme.


Con todo lo dicho, apenas he podido esbozar lo que siento. Aún en sobriedad existen cosas que no pueden salir con facilidad, palabras que no se pueden decir.  Samuel Taylor Coleridge igualmente tuvo un sueño visionario antes de escribir “Kubla Kahn”; con la distancia necesaria en comparaciones, puedo decir que él supo, como yo sé ahora, que luego de la visión, el viaje y el sueño alucinante, el traslado de esa experiencia a palabras que todos conozcan es un mero intento condenado al fracaso, la palabra nunca podría ser capaz de expresar todo lo que vio ni cómo lo vio ni mucho menos cómo lo sintió, pero valía la pena hacer el intento. Yo he hecho el intento para salvación personal, no soy visionaria, ni vate, ni siquiera poeta, no cambiaré las masas a partir de mi aprendizaje, pero creo firmemente, como Clarice Lispector que “hay que hablar porque hablar salva” y además porque no soy partidaria del olvido, porque si escribo ahora será más fácil recordar mañana y podré seguir adelante a pesar de los fracasos inminentes; así lo canta Leonard Cohen “there is a crack in everything, that’s how the light gets in”.

Music on: Leonard Cohen - The partisan
Quote: "Festejemos porque el lodo sabe a rosas para los que aman" Alejandro Páez Varela
Reading: Kitchen - Banana Yoshimoto

jueves, 14 de noviembre de 2013

Páginas verdaderas

Eduardo: 2 de octubre
Tenía que verte porque tenías que darme el vestuario que no entregaste desde que dejaste de ir a ensayar. Llegaste una hora tarde y mientras te esperaba en metro Hidalgo, leía "Abril rojo" de Santiago Roncagliolo. Estaba mentalmente predispuesta a que me fueras indiferente, o quizá no, quizá aún vivía en mí una pizca de esperanza para que todo se reconstruyera. Te acompañé a Ciudad Azteca y en el camino leíste la carta que te escribí, una de las mejores que haya escrito en toda mi vida. Me costaba trabajo recordar la última vez que te había escrito, ya hacía años de eso, fue un día que te acompañé a Iztapalapa a ver unas clases de ballet con Andrés. Esta carta era por mucho más sincera y más triste; sus líneas retumbaban en mi cabeza, esas líneas creadas apenas la noche anterior.
Cuando estaba contigo pensé en Antonio; estaba anclada en una nube de alegría; creía demasiado en él y en todas aquellas cosas que la gente dice que pueden ser posibles. Me preguntaste por él aunque siempre preguntas sin la verdadera intención de saber porque te importe en realidad. Leíste mi carta y por supuesto, tu respuesta fue nula, nada de acción ni de palabras, seguiste hablando de Estephany, a la que te acompañé a ver, tontamente, con tal de estar un poco más de tiempo contigo.
Era la 1:35 cuanto tomé el metro de regreso; llegué a Chabacano a ver a Erick a las 2:15; bien sabía que iba a llegar tarde por estar contigo y aún así no te importó. No exageres, llegas en 15 minutos, dijiste. Erick me esperó, estaba sentado en el andén con dirección a Tasqueña; me preguntó cómo estaba, yo negué la verdad una vez más y en cambio le dije que bien; mi placebo fue hablarle de Antonio, le enseñé las fotos y también le dije que estaba segura de que él era el indicado. Sí, amiga, me dijo, verás que sí; por la forma en que me lo dices, se nota que sí lo es.
Hasta que llegué a mi casa me di cuenta, Eduardo, que hoy cumpliste un año con tu novia, ¿por qué me pediste que te acompañara? ¿por qué me hiciste ver cómo la llenabas de abrazos? Creo que soy sólo yo la que se engaña. Sin embargo esperaba en pausa, por que algo cambiara.

David: 25 de octubre
Generaste un cambio imperceptible en mí y no lo supiste en ese momento. Yo misma tampoco lo supe. Sucedió como esas veces en las que se cree o se intuye secretamente que algo extraordinario ocurrirá, se siente en el aire y en los huesos una sutil diferencia, una sensación sin palabras, como un brillo inusitado en los ojos de esa persona que pronto cambiará la perspectiva de las cosas sin que lo sepa siquiera. Fue sólo una intuición quizá, eso que vi en tus ojos mientras caminábamos al metro y hablábamos de Sabines.
Hacía mucho tiempo que Eduardo no iba a ensayar con nosotros. Tú apenas lo conocías y bien sé que no te caía nada bien. Ese día llegó para entregar unas cosas. Yo no lo vi inmediatamente. Estaba concentrada intentando lograr que las secuencias en mi cabeza se ligaran con mis pies. Traías puesto tu pants azul de la Nacional y tus botines blancos, los que están rotos en el costado. Mayra me sacó de concentración porque Eduardo me estaba buscando a mí precisamente para darme sus cosas. Fui con él y vi en sus ojos un abismo terrible poblado por esa tristeza que siempre lo caracteriza. También encontré una ausencia inmensa y un desprecio inagotable desbordándose en su ser; traía jeans, los tenis cafés que más le gustan y una camisa azul a rayas. Me dio el traje de Negritos en una bolsa de plástico y lo hizo sin siquiera verme. Le di la espalda; regresé al ensayo y no quise darle importancia, pero para entonces había perdido por completo la secuencia que estabas enseñando. Dejé de intentar y observé que me mirabas y que había algo en tus ojos también, pero no pude pensar más allá, ni descifrarte.
De regreso al metro tomabas una Bonafina grande que habías salido a comprar a la mitad del ensayo, platicamos sobre el Soundtrack de nuestras vidas, sobre esa música verdaderamente clásica, acompañante incondicional. Fue la primera vez que hablamos sobre el instante y el olvido y sobre "Eternal sunshine of the spotless mind." Después fuimos al cajero, afuera del metro Hidalgo, había conflicto en reforma, para variar, me acompañaste a tomar el camión y desde ahí te vi regresar al metro.
Probablemente no te acuerdes de todo esto, David. Entiendo que no es muy circunstancial, pero así es la forma en que empezó todo, con simpleza, en ese día en que no sucedieron muchas cosas pero en que sucediste tú, simple y espontáneo como siempre. Ese día quise ver futuro en tu camiseta de Bob Marley y tu arete en la oreja izquierda. Mi conflicto con el futuro era muy fuerte, David, me hizo sentirme pesada también, pero por un momento, un instante de magia, pensé que de hecho podríamos tener un futuro tú y yo.

Antonio: 4 de noviembre
Hoy pasaron muchas cosas. Regresé a casa deseando escuchar tu voz; dije que te amaba y no respondiste. No sé qué contestar, no sé si de verdad lo sientes, dijiste con desgano. Pudiste haber muerto y sólo después de un rato fue que lo asimilé; parecía obra un destino más grande que todos nosotros, como si una mano celestial hiciera a alguien decirte que ya terminaba tu servicio en Reforma y que tenías que presentarte en la oficina de Masaryk desde hoy.
Hablé contigo a las 8:13 y cuando contesté, antes que cualquier cosa, dijiste: Estoy bien. Escuchábamos a The Fiery Furnaces en el auto, Christian, Angy y yo, mientras un tráfico infernal nos atrapaba en Homero, no llegamos a tiempo al Vive Cuervo, no alcanzamos boletos, la taquilla había cerrado y en el tráfico pensaba en ti, sin saber realmente si me llamarías.
También vi a Eduardo en la tarde, estaba triste y su tristeza aún pudo conmoverme, a pesar de todo. Pasaron muchas cosas hoy: Barack Obama sería anunciado presidente de Estados Unidos en la noche, hoy, cuando más tarde varias cosas serían otras. Camilo Mouriño ya estaría muerto para entonces y nosotros igual de distanciados sin que ese Estoy bien en tus labios me hubiera significado nada cuando lo escuché.
Comí con Eduardo en el restaurante que está atrás de la escuela, también pedimos café: un capuchino frappé adornado con crema batida, chispas de chocolate. Eduardo seguía mal, sus ojos me recordaban algo que quizá había dejado en algunos de mis sueños y que no recordaba que habían sido inspirados por ellos.
Estuviste en mi mente más de una vez y no había forma de que lo supieras; Eduardo me contó que, de nuevo, tenía problemas con su novia. Mientras hablábamos me preguntó por ti, si tenía novio, pues. Yo dije sí, aún le dije que sí y después recordé que el domingo anterior, eso que teníamos yo lo había terminado de la manera más tonta y más cobarde, porque soy muy egoísta también.
Eduardo me contó las novedades de su vida, como siempre lo hace, y me di cuenta de cuán iguales éramos él y yo, siempre dudando de nuestras propias aseveraciones, siempre pensando en que el otro nos estaba engañando, no sabiendo cuán molestas podían ser nuestras dudas, apenas entendiendo que los dos nos hundíamos alimentando ideas falsas en nuestras cabezas. Somos muy iguales, igual de tristes, igual de oscuros.
Christian y Angy fueron a buscarme a las 6:10; Angy me preguntó por qué no había llegado a la clase. Es que estaba con Eduardo, le contesté y de paso se lo presenté, es que él me había pedido que no entrara a clase, que teníamos que hablar. Nos subimos al coche y dejamos a Eduardo en el metro, al despedirme me abrazó con fuerza y me dijo que olía muy rico, me sonrió y no entendí qué buscaba con esa sonrisa. Luego, después de mirarnos por unos segundos, lo besé con lentitud en la mejilla y él correspondió el beso desinteresadamente.
Me acordé de ti justo antes de que me llamaras. ¿Bien por qué? me preguntó Christian, y entonces tú dijiste del avión estrellado en el edificio de Reforma. De regreso del Vive Cuervo llevamos a Angy a una clase de yoga cerca de la embajada de Estados Unidos. Hablamos sobre Cortázar y Rayuela. Me imaginé siendo La Maga y que tú eras Horacio Oliveira, pensé que me estabas buscando eternamente sólo para recordarme que aún existías.
Luego de dejar a Angy, Christian me llevó al metro Hidalgo. De camino a casa, en el radio que tenían sintonizado en el camión, se anunciaban las noticias: Barack Obama estaba a punto de ganar, las votaciones aún no terminaban en California ni en Missouri, los saldos de los muertos del avionazo en Montes Urales estaban saliendo. Luego pensé por primera vez de manera conciente en la gran casualidad de que tú no estuvieras ahí, o en el hecho de que realmente no existen casualidades en la vida.
Tal vez para esta hora ya lo sabes; en la mañana te dejé un mensaje en el Messenger diciendo todo lo que te amaba, en la noche dije que tal vez la razón por la que todavía estabas aquí era por mí. No es sólo por ti, dijiste. Y mencionaste también mi nombre, mismo que desde tus labios me resultó demasiado fuerte, demasiado helado, como si se tratara de mí, pero con demasiada verdad. Obvio no, te dije, y después de un silencio agregué: pero eso me gustó para creerlo. Pensé en Edipo y en esos dioses en los que yo no creo pero que tal vez sí te salvaron; y pensé también en la ironía de amar en ti todo eso que repudio en el resto del mundo.
Muchas cosas pasaron hoy. De noche la noticia grande: la victoria definitiva de Obama, los muertos del accidente, el reloj que pasa sin que yo pueda terminar lo que tengo que entregar para mañana en el servicio, Eduardo que regresó a su casa para enfrentar más problemas, Christian que gastó mucha gasolina y se sintió nostálgico cuando puse canciones de Band of Horses en el Ipod… y yo pensando profundamente en ti.

Antonio: 11 de diciembre
Qué sencillas se hacen ahora las cosas, con una cuenta de Messenger y un espacio en Hi5. Esos son los motivos y razones de nuestras verdades, y eso es, honestamente, terrible. Estuve hablando con Violeta, me dijo tantísimas cosas que en verdad no podría reproducir con fidelidad. El caso es que, como siempre, tú no estás, te estás convirtiendo en un fantasma que a pesar de ser etéreo, lastima insoportablemente.
Pero a pesar del dolor, Antonio, hace poco seguía escribiendo de ti, rehusándome a que fueras sino un recuerdo. Hoy ya no lo eres, apenas puedo decir que te conozco y que no significas absolutamente nada en mi vida. Violeta me pidió que guardara la conversación, quizá para poderte confrontar de alguna forma, pero lo cierto es que el amor que te tiene es más grande que todo y no importa cuántas cosas le dije o le pude haber dicho, sus ojos no ven sino la perfección detrás de tu abrazo y tus palabras. Así que guardé la conversación, pero desde este día no la he abierto de nuevo. Violeta, su presencia me duele también aunque esté igual de lejos que tú, porque ahora su nombre va ligado al tuyo, porque esta noche me enteré del engaño y fue como si mi vida se sumergiera en un halo de oscuridad y silencio en donde la redención no sería jamás permitida.
Hoy estaba esperándote otra vez. Era tarde. Sabía que no llegarías, pero te esperaba, Antonio, como te he esperado mucho tiempo, como se siente esperar a Godoy, esperar la esperanza misma. Esperar cuando menos una llamada, un mensaje. Pero después de que Violeta me lo dijo todo, la decepción, la forma en que me negaste ante ella, supe que ya no podía creerte más.
Llegaste como una aparición, hablamos los tres, si es que se puede decir “hablar” al hecho de compartir algunas líneas por internet. Y dijiste no te amo, nunca te amé. Desperté pavorosamente de un sueño que pensé que era compartido. La noche se me hizo eterna; te soñé repetidas veces en varios momentos ya imposibles, falsos, quiméricos. Era un día caótico para mí. Llegué a mi casa después de asistir a un evento en Bellas Artes y el camión me dejó muy lejos pues los peregrinos fervorosos de la Virgen de Guadalupe estaban tapizando, literalmente, todas las calles aledañas a mi casa. Regresé a la computadora, sólo para encontrarme con esa bienvenida. Hoy lo sufro, pero mañana me entregaré al equilibrio y desaparecerás.

David: 28 de febrero
Eres diferente a todo lo que conozco, quise decirte, pero no pude, tuve miedo de quererte demasiado, ya habíamos tenido muchos atropellos y no quería condenarlo todo sin remedio, una vez más.
Disfrutamos de un encuentro carnal sencillo y placentero. De pronto, en mi fragmentada memoria, soy capaz de encontrar recuerdos totalmente cruciales, como si en un texto escrito en un sólo tipo de letra, pudiera resaltar involuntariamente esos momentos, esos párrafos que se encienden en negritas grandes y cursivas exclamatorias o algo así. Eso mismo me lo dijiste tú y agregaste que esa madrugada había sido una de las mejores de toda tu vida. ¿Te puedo creer? Aún lo pregunto. Yo también te quiero, David, en este momento eres mi caos, lo fuiste desde que te miré y en tus movimientos supe que había algo extraordinariamente diferente. Estaba flotando, David, pensando incansablemente en ti.
Quiero que esta sensación jamás termine aunque sepa que, honestamente, no se puede aspirar a la eternidad ni a prolongar ese instante hermoso en el que me dices que me quieres. Creo que acaso hay pocos momentos en los que uno quisiera detener el tiempo. Igual que Joel y Clementine en el lago congelado, así deseo que nos quedemos siempre. Fue más que maravilloso, un episodio en el que no quiero dejar de estar nunca, sé que aunque todo termine y se consuma en las arenas del tiempo, no quiero olvidar jamás todo esto.
Eran las 11 en mi fiesta de cumpleaños y juré que no aparecerías. Pero lo hiciste y el aire cambió de tono desde ese segundo en que entraste. Supe que no debía idealizar, que el sueño es uno de los peores vicios a los que el ser humano puede entregarse. Hoy no pensé en Eduardo, sino porque mencionaste su nombre y te dije que estaba enojada con él y que ni siquiera le había dicho de la fiesta, ni a él ni a su Estephany.
Alguien más me preguntó por Antonio y él me importó aún menos. Hoy todo era sobre ti y sobre tus besos, sobre la posibilidad, David, porque a pesar de que no lo sabes, me ofreciste una posibilidad y yo quise creer aunque también supiera que en la credibilidad estaba perdiendo también muchas cosas.
Mis diarios tienen tu nombre, lo tienen desde hace unas semanas. Te encuentro doblemente interesante por tu personalidad tan completa, tus expresiones, tu ir y venir, tu andar mágico y ligero, tu caos y tu locura, tan parecida a la mía pero más abierta. Hoy muchas de las cosas que hago están porque tú las inspiras.

Eduardo: 30 de marzo
Claro que pienso en ti, Eduardo, no se me olvidan nuestros encuentros, nuestros disgustos que, a pesar de todo, siempre terminaban bien. Tal vez es sólo algo que yo quiero creer por absurda y tonta que soy. Mas una parte de mí sabe que había algo de real en todo aquello, algo real que no es malo y que no duele, a pesar de todo, Eduardo, contigo siento que todo puede reconstruirse, a pesar de todo y eso me da miedo.
Hoy dijiste que nos diéramos una oportunidad y yo me reí para mis adentros. Es demasiado tarde, te dije. No sé si eres mi amigo, Eduardo, o qué es lo que eres. Te quiero a pesar de tus ausencias y tu tonta inmadurez. Tus ojos, son tus ojos tristes los que aún me llaman al deseo por buscarte y estar contigo aunque sepa también que no habrá nada más. No sé si entiendas que todo el tiempo en que te quise tú no hiciste ni el menor intento por buscarme, y que este cuento es tan trillado que me asquea verme en una situación tan pueril, y también porque descaradamente decidiste que ya no querías seguir intentando conmigo y te fuiste con Estephany y yo, más tonta todavía, aún así te ayudé a que fueras feliz con ella.
Quise decirte que ya era demasiado tarde, en verdad, te lo quise decir más de una vez, pero mis palabras me resultaban ya innecesarias. Ese día aún me dijiste que Estephany y tú ya no continuarían. Me pediste que cerrara mi ciclo. Dijiste también que tú cerrarías el ciclo de tu amor abortado con ella y que sólo así podríamos tú y yo darnos una oportunidad. Me pediste, mientras me tomabas de la mano, que cerrara mi ciclo con David pues ahí no había esperanza de nada más. Quise creerte y una parte de mí lo hizo. Esa misma noche le escribí a David para decirle todas esas cosas que ya no tendría oportunidad de decirle, pero después tú me enviaste un mensaje al día siguiente diciendo que habías visto a Estephany y que la besaste de nuevo. ¿De qué sirvió entonces todo? ¿De qué sirvió que hoy me besaste también? ¿De qué sirvió que tomaras mis manos y me dieras tu discurso sobre la importancia de pensar en un nosotros?
La verdad es que ese día -porque los días contigo siempre se tornan en algo pesado-, regresé a mi casa con una enorme esperanza. La vida es muy irónica y va poniendo trampas a cual más se camina sobre ella. Después de escribirle a David y cerrarlo todo, él me contestó, me escribió que me quería. Y ya sabes lo que pasó, Eduardo, porque es lo mismo contigo, con esas palabras me reconstruí de nuevo y esperé y anhelé y en adelante quise buscarlo más y más.

Antonio: 12 de abril
¿Por qué estás buscándome? Quizás tenga mucho que decirte, pero nada de lo que emane de mi boca importará; asimismo, Antonio, sé que no tiene valor lo que sea que tú estés diciendo. La decepción fue demasiado grande y he muerto levemente, levemente todavía, aunque lo hubiera deseado pesadamente.
No puedes escucharme y por eso lo grito con más fuerza; no te amo, ya me es imposible, te ame tanto que morí de sufrimiento, porque sólo una pasión tan grande es capaz de deshacer el alma de esta manera. Estoy renaciendo para no conocer ni odio ni amor y simplemente disfrutar. Por eso te dije que no te amaba y que tampoco sentía ni la más mínima cantidad de odio; sí, cometí un error al hacerme presente, Antonio, pero necesitaba decirte que no estaba dispuesta a morirme simbólicamente por el dolor que me causó tu nombre, nunca más.
Hoy fui a casa de tu prima, me pintó las uñas; desayunamos hot cakes de manera nostálgica, pues eso no lo hacíamos sino cuando íbamos en la secundaria; también me tomó unas fotos con el talento inherente que tiene para tal actividad. En la noche las pasé a la computadora. David se conectó y le conté, entre otras cosas, eso. Hoy me tomé unas fotos lindas, escribí y una a una las fui pasando por la imagen del Messenger. David me dijo que me veía muy bien e incluso me dijo que él también sabía sacar fotos y que me podía tomar unas con su cámara. Yo dije que sí, con la oscura conciencia de que sus palabras seguramente no se trasladarían a los hechos.
No te pienso, Antonio, sino de pronto, ya ni siquiera como parte de un recuerdo, sino como una tarjeta postal a la que uno voltea de vez en cuando y no significa nada, porque es la imagen de un lugar no visitado aún y que no tiene ningún interés. Te pensé sólo cuando David me dijo que le gustaría un lugar muy iluminado para tomar las fotos y yo recordé el hotel al que fui contigo, el único que conozco por aquí; entonces, sólo entonces pensé en ti. Y fue totalmente intrascendente.
Sé que me piensas, Antonio, y no me puede importar menos. Verte es como ver otra cara más entre la multitud que no me remite a nada. Podría decirte esto muchas veces pero aún siento que no necesito gastar nada de mí para buscarte de nuevo y que me escuches. Te estás desvaneciendo, gracias a la decepción. Y de la decepción sólo se puede salir renovado, con una indiferencia pegada a cada uno de los poros de la piel y con un deseo enorme por dejar de sufrir la vida y simplemente vivirla.

David: 25 de abril
Esta noche recibí una llamada tuya, totalmente imprevista. La influenza nos dejó encerrados en casa. Como si se tratara de un apocalipsis, la histeria colectiva ganaba adeptos, a ti te habían invitado a una fiesta y yo también tenía planes, un amigo me quería llevar a un bar a escuchar tocar a su primo, pero la influenza y el sentido común, nos confinó a encerrarnos en nuestras casas.
Estaba leyendo a Elena Poniatowska: El tren pasa primero, un libro que me regalaron desde Navidad y que no había podido leer. También escuchaba a Ray Charles en mi ipod, entonces me llamaste. Eran como las 11 de la noche y no colgamos sino hasta las dos. La verdad es que quería decirte demasiadas cosas, David, decirte que tu nombre estaba descentrando mi ser y que tu presencia, aún a distancia hacía que mis manos sudaran y mi corazón enloqueciera, quería decirte también que adoraba tu caos en particular y que el caos siempre ha sido para mí, esa partitura sobre la que se escribe la realidad. Pero tenía muchísimo miedo de que no se concretara, una vez más, la felicidad. Tampoco quería hacerte partícipe de mis traumas, temía que huyeras como todos o que, peor aún, te quedaras anclado dolorosamente como el hórrido cuervo, posado tranquilamente sobre el busto de Palas con la consigna de no alzar el vuelo nunca más.
Fui a la sala para hablarte con más libertad, mientras bebía un poco del vino que estaba en el refrigerador y disfrutaba la plática contigo, como si de verdad estuvieras cerca de mí. Sé que jamás me otorgaste la promesa de nada y eso, de alguna forma me hace feliz, de una forma imprevista y rara.
Hablamos de ti más que de mí, me gusta escucharte, me gusta que no dejas que existan silencios entre una palabra y la otra y que el silencio sólo a veces proferido no es sino la antelación para otra de tus reflexiones. Me dijiste cosas que no sabía y por ellas, lejos de dejar de quererte, me interesé más en ti.
Escuchabas reggae: Bob Marley, Jackie Mittoo y Cultura Profética; al otro lado del auricular no se distinguía, pero pensaste que sí, y ya no quise decirte lo contrario. Detrás de algunos mensajes cifrados me dijiste: Vámonos; yo callé y luego con más ímpetu dijiste otra vez: Vámonos, dejemos todo, después de que termine mis exámenes, vámonos, a donde sea, no importa… Vámonos. Y yo dije simplemente Sí.
También me pediste que nos viéramos por Messenger al día siguiente, en la noche, pero no llegaste nunca. Qué curioso, una sola acción desencadena una serie de reacciones indecisas y tristes. Hoy sé que debo escapar, David, debo hacerlo constantemente, debo dejar de refugiarme en palabras y en deseos que no se cumplen. No quiero seguir buscando porque sé que concluiré que no sólo te quiero sino que te amo también. Tengo que desaparecer, tengo que dejar de abrir puertas que se cierran invariablemente de la misma manera. No quiero que me duelas tú también.
Decidí hacerme liviana. Después de leer a Kundera y su Insoportable levedad del ser, me quise pensar como sin peso, y supe que ese momento era el momento de desaparecer. Ya no quería la posibilidad y tampoco una vida sin promesas, no quería nada, sino lo imposible: deseaba huir contigo, pero también sabía que una vida de dolor no es algo que yo pueda soportar y que tú eres caos y el caos no lleva a nada y que pese a todo, yo necesito un asidero para sobrevivir. Pensé en Eduardo una vez más, aún no me queda claro el por qué.
Y aunque quise huir no lo hice en ese momento. Fui a la cama pensando en ti de nuevo, pensando en la posibilidad que no me prometiste pero que yo misma me forjé y decidí creer, pensando en si habría de verdad algún encuentro futuro que hiciera que el mundo se abriera en luminosidad, que me arrancara de la soledad.

David: 15 de  mayo
Por fin hicimos la tan platicada sesión de fotos. Estuvimos bien, pero éramos otros, apenas podías abrazarme, sentí que tus besos contenían un halo de tristeza indescriptible. Ese día todo cambió, y sigue cambiando, pasa como siempre, fui feliz y luego todo se empezó a nublar de manera crónica e inevitable. Nunca más mencionaste el hecho de que te querías ir. Después de ese día te costaba mucho trabajo decir que me querías. Yo te quiero, David, te quiero igual que antes y hasta más y otra vez me pregunto, ¿qué hubo de mal en mí o en nosotros, qué parte de mí está descompuesta?
En el momento de despedirme de ti supe que algo se había roto, que no nos volveríamos a ver, que bajo la lluvia estaba creciendo una enorme distancia aún a pesar de que nuestras manos seguían entrelazadas.
¿Te he perdido ya? Regreso a pensar que no prometiste nada, eso no lo olvido, también sé que tal vez no tuvimos un buen comienzo. Poco a poco me estoy resignando a que te he perdido, a que todo siempre tiene que terminar de la misma manera, pero me resulta complicado porque mientras más pasa el tiempo también te quiero más y más quiero estar a tu lado y crear instantes que se guardarán en la memoria y que, con suerte, no me dolerán cuando los recuerde. Te estoy perdiendo.

Eduardo: 27 de mayo
Ya estoy armando lo de mi compañía, te invito para que bailemos ahí. Eso me escribiste en un mensaje desde el teléfono de tu mamá. No puedo decirte que sí, por salud mental. Claro que extraño bailar y verte hacerlo, claro que me encantaría ver cómo ya eres el director y das clases y estás haciendo eso que siempre quisiste después de todo el trabajo que te costó en Amalia Hernández. Pero te diré que no, Eduardo, te diré que no puedo porque estoy trabajando los fines de semana y porque no quiero quedarte mal, pero en realidad lo haré por el lugar en donde estás haciendo todo, cerca de casa de Estephany y con ella como una de tus bailarinas principales. ¿Qué tengo yo que hacer ahí? No, no podría, Eduardo, porque las cosas serían igual de tortuosas, porque eres mi gran debilidad y no necesito rendirme ante tus encantos, ¿para qué?

Antonio: 11 de junio
No se me olvida que hoy es tu cumpleaños. Estamos lejos. No te odio, me repito constantemente que no te odio, sólo odio ver cómo puedes amar a alguien que no soy yo y cómo en ese momento en que te creía para mí pude pensar que era tan feliz. Sé que seguro hice algo mal pero no sé qué fue. De llegar a retomar la plática contigo quisiera contarte que he ido a la escuela, como siempre, me he enamorado otra vez aunque las historias siempre sean igual de tristes. Lo pienso como un recuerdo que se va borrando conforme pasa el silencio de mi voz. Te he visto en fotos, he recibido un par de mensajes tuyos, quiero contestar, enviarte una solicitud de amigo de facebook, pero me he detenido, sé que debo detenerme, a pesar de que el recuerdo me mate y sólo me recuerde cuán diferentes eran las cosas hace apenas un año.

David: 25 de junio
Dijiste que escoger algo era renunciar a lo demás. No lo dijiste por mí, no soy tan importante. ¿Yo? Sólo te puedo decir que ya no estoy escogiendo nada. Una vez escogí, escogí estar contigo, pero ¿qué puedo hacer cuando tú has escogido otra cosa? Supongo que tienes razón, lo supongo porque aún no lo sé, pero afirmarlo de esa forma me ayuda a sobrevivir. Me hundo en el pasado, en el recuerdo. En este instante me es imposible salir del ostracismo. No espero que lo entiendas. Es como si hubiera puesto pausa a mi existencia, y aún en esta suspensión pudiera ver cómo el resto del mundo camina sin parar. La única que no se mueve soy yo. Puedo ver cómo te mueves tú también, lejos. Y es frustrante no poder fluir a la par de nada, ni de mi propio ritmo.
No te culpo. No hay verdaderos mártires sino lo que uno mismo se construye y se cree, no soy una mártir, sólo erré al creer que tú y yo existíamos en el mismo espacio y pensábamos la misma cosa. Qué estupidez, lo sé, ¿cómo he de pedirle a otro, a cualquiera, que se meta en mis pensamientos y que, encima, los comparta? Me dejé llevar por un instante disfrazado de eternidad, me perdí en ese día glorioso que pasamos juntos, y nunca vi que después de eso ya no habría más. Nunca hay más, al menos no para mí. Algunos no estamos destinados al amor. Eso lo pienso una y otra vez como una especie de placebo que me aleja un rato de la inevitable verdad.
Mañana. Mañana es una palabra que no comprende el tiempo de ninguna forma. Mañana puede ser dentro de dos semanas, o dentro de un mes o un año, es lo que menos importa ahora. la vida es suficientemente tortuosa como para querer otorgarle un lugar específico al sufrimiento, sabiendo que en eso también se fracasará. Pero mañana, mañana sabré que puedo salir de aquí, que puedo dejar de derretirme, que el movimiento existirá, que fluiré. Pero también sabré que te seguiré adorando desde la distancia, que te veré pasar e intuiré tu forma del otro lado de las cerraduras y que todo esto, todo este dolor, igual que el paso del tiempo, es algo totalmente inevitable.
Dijiste que escoger algo era renunciar a lo demás. Todavía no sé si puedo escoger algo, cualquier cosa, y que esa cosa, no te contenga a ti.

Eduardo: 22 de diciembre
Ya no me sorprende esto, Eduardo, que después de semanas sin saber de ti de pronto aparezcas diciéndome que de nuevo estás a punto del colapso emocional porque Estephany y tú ya no hablan y están mal. Aquí estoy para escucharte, lo sabes, aunque el alma se me taladre al ver que a pesar de lo mal que estás con ella no se te acaba ni el amor ni la necedad. No importa lo que yo te diga, te he repetido hasta el cansancio que la dejes y dejes de sufrir tú, pero me doy cuenta que sólo necesitas a alguien que te escuche, no a alguien que te aconseje.
Para colmo terminas diciéndome que nos veamos, que hace mucho que no estamos juntos. Te he dicho que no y veo que no me has creído. Insistes y poco a poco me va dejando de importar. Ya no estaré contigo nunca más, Eduardo, aunque sigas siendo una de mis debilidades. Nunca estamos en el mismo plano, no me amas ni me amarás nunca, sé que momentáneamente estarás pensando en mí, pero de nuevo todo regresará a ella y mi ilusión se quedaría volando, rodeándote, llenándome de ti y de esas cosas que nunca serán. Es mejor así. Te he dicho las cosas pero no creo que hayas entendido completamente. Quizá el tiempo lo haga todo más claro, cuando nos veamos menos y nos entendamos más.

David: 27 de diciembre
Me hablaste de tu novia, casi directamente. En todo este tiempo no lo habías hecho, no mencionaste nada, quién sabe por qué, fue suficiente que aquel día de mi exposición de poesía visual me hayas dicho que no cuando quise besarte, pero me lo hiciste saber de manera indirecta a través de sutiles comentarios en Hi5 o Facebook. Es un poco patético si lo pienso con detenimiento. Te he escrito una última vez diciendo que estoy feliz por ti y tu chica. No, no te he mentido, no tengo rencores de ninguna clase, ¿para qué amargarme más? Yo he repetido que te quiero, porque eso no cambia, pero tú eres incapaz de decírmelo. Hasta cierto punto, lo entiendo, poco a poco me fui convirtiendo en una persona difícil de tratar, intento ponerme en tu posición, pienso de manera positiva y me digo que en realidad no quisiste lastimarme, pero ya sencillamente no me quieres más y eso es difícil de lidiar porque yo sigo ahí con las mismas palabras de siempre.
Todo pasa David, igual pasará esto. Los recuerdos duelen, pero el dolor ya es parte de mí y en realidad, bajo esos términos ya no lastima. Estas últimas palabras que te digo serán un punto final en nuestra extraña relación de altos y bajos. Estoy segura de que no volveremos a vernos, es más, estoy segura de que estando los dos conectados en Messenger con nuestro respectivo halo verde de total disponibilidad, no habremos de hablarnos, yo no lo haré y tú, por supuesto, mucho menos.
Estará bien así, David. En verdad.

Antonio: 31 de diciembre
A veces no termino de entender muchas cosas. Pienso que ya no necesito entenderlas y que debo dejar que todo se vaya consumiendo poco a poco. Tampoco tengo demasiado que decirte, pero a pesar de eso quiero creer que quizá una palabra me hará saber qué fue lo que sucedió y cómo fue que entendí todo de una manera tan incorrecta. De decirte, te diría que recibí el mensaje donde hablabas de tu mamá y que sí, también me llegó aquel otro deseándome cosas buenas para el año por iniciar. No los contesté porque no necesito tenerte en mi vida.
Tampoco puedo desearte nada, ni bueno ni malo, pues es como hablar a un desconocido con el que nunca he compartido nada, ni siquiera la casualidad de un encuentro. Tomaré este día en que has escrito como un nuevo punto de partida y para eso que la gente hace al cerrar ciclos y dejar de mirar atrás. Soy otra, nada que ver con aquella que te amó hasta el delirio. De eso, seguramente, ya te has dado cuenta.


Music on: Meo suo i eyrum - Sigur Rós
Quote: "La mejor cura para el amor es todavía la antigua medicina de siempre: el amor correspondido." Friedrich Nietzsche
Reading: El origen de la tragedia - Friedrich Nietzsche

lunes, 15 de julio de 2013

Albert Camus: del absurdo a la rebelión

           


              El mito de Sísifo (1942) es uno de los ensayos más significativos del escritor argelino Albert Camus (1912 – 1960). En él explica la filosofía del absurdo como una exigencia del despertar en la cual el hombre cuestiona el sentido de la vida. El mito de Sísifo, El extranjero (1942), y El malentendido (1944) son parte de una determinada fase de pensamiento en la que la atención está volcada hacia el absurdo, así lo escribió Camus en sus Cuadernos: “Sísifo terminado. Los tres Absurdos están acabados. Comienzo de la libertad” (Suances; 2004, 192). Inmanentes al absurdo son la evasión, la pasión y la libertad. Mas una de las respuestas ante el absurdo, cuando el mundo ya es más bien terrible, es la rebelión, tema con el que cierra esta etapa y se encamina hacia nuevas reflexiones en cuanto a esta consecuencia.

Camus logró ejemplificar mediante la literatura esta peculiar sensación de «absurdo» y «rebelión» y cómo el hombre llega a ellas. Si bien La Peste no pertenece a lo que Iuri Lotman designó como el «tríptico absurdo» existen aún en esta obra rasgos y personajes que siguen reafirmando las ideas en torno al absurdo que el escritor dejara muy en claro en El mito de Sísifo. Por ejemplo, la figura del extranjero, del alienado, le sirvió como vía para demostrar un estado en el que el hombre experimenta un “despertar” y al mismo tiempo una “espesura” ante un mundo que le parece totalmente irracional, figura crucial que aparece tanto en El extranjero, como en La peste.

En El mito de Sísifo, Camus reflexiona fundamentalmente sobre el dilema del valor de la vida y afirma que el único problema filosófico serio es el del suicidio, es decir, si la vida vale la pena o no de ser vivida. El autor dice que la gente se suicida porque se da cuenta de que vivir no vale la pena, que la existencia exige la realización de ciertos gestos y que cuando uno decide morir es porque ha reconocido que dichos gestos son ridículos y que el sufrimiento es inútil. Bajo estas circunstancias el hombre ya no puede hallar una explicación a su existencia, se siente extranjero, un ser que no tiene ni recuerdos de patria, ni esperanza de tierra prometida. Esta sensación es justamente la del absurdo, algo que no se puede explicar o palpar de manera objetiva, pero que vive en el hombre y en su inteligencia. Lo absurdo es fundamentalmente una rebelión de la carne, un darse cuenta de que el mundo es «espeso» y «extraño». Este absurdo es un malestar, una náusea, una inquietud del hombre ante el hombre mismo. Entre todas las definiciones que el autor ofreció para la idea del absurdo, la más iluminadora acaso sea la que percibe que lo absurdo “nace por el contraste entre el deseo de racionalidad humano  y el silencio irrazonable del mundo.” (Suances; 2004, 189). Cabe señalar que el autor se refiere constantemente a la noción de confrontación, de un choque y también de una paradoja. El hombre al entender el absurdo está siendo testigo de una iluminación a la que le sigue la decisión de permanecer en la sombra, en palabras de Camus “la lucidez frente a la existencia y la evasión fuera de la luz” (Camus; 1999, 15). La absurdidad nace de una comparación entre una acción y el mundo que la supera, entre un estado de hecho y cierta realidad. Lo absurdo no está en el mundo ni en el hombre sino en su presencia en común. Para Camus es muy importante la conciencia de la lucha, no tanto la del equilibrio; dice que “el hombre absurdo, por el contrario, no procede a esa nivelación. Reconoce la lucha, no desprecia en absoluto la razón y admita lo irracional” (Camus; 1999, 53). La aceptación no es sinónimo de estatismo, el absurdo no es negar que existe la razón, sino aceptar que también existe lo irracional y que la misma inteligencia permite al hombre darse cuenta de lo que nunca podrá llegar jamás a comprender.

Camus parte de un sistema donde desde el principio existe la «no significación» del mundo, para luego encontrarle un nuevo sentido y una profundidad. Lo absurdo es “el divorcio entre el espíritu que se desea y el mundo que decepciona, mi nostalgia de unidad, el universo disperso y la contradicción que los encadena” (Camus; 1999, 67). El siguiente paso es aceptar el «espesor», darse cuenta y ligarse por siempre a él. Mas lo que importa al autor es explorar no al absurdo como resultado sino partir de éste como inicio y resolver las consecuencias o los caminos a los que el absurdo como punto de partida puede dirigir. En sus novelas, así como en su obra ensayística, Camus discute conceptos tales como el suicidio, la rebelión, la libertad, la evasión, la esperanza, la pasión, pero sobre todo y con todas las posibilidades, una actitud que afirma la vida y que en últimas instancias conduce a la rebeldía.

En La Peste (1947) el autor se ocupa de crear un ambiente que se corresponde con la idea de que el absurdo está al principio, la atmósfera, así como la ciudad de Orán responden a paisajes cuya sordidez y estatismo llevan a sus habitantes a la aburrición y a actuar a través de hábitos y costumbre. La aridez insalvable y la absurdidad, aunque no explicada como tal, se presenta desde las primeras páginas cuando el narrador apunta que: “hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa” (Camus; 2012, 10). Mas en Orán no sucede esto, la costumbre impera en la ciudad, un lugar en el cual no hay manera de buscar otra cosa sino el mismo páramo siempre.

Por otro lado, en El extranjero, Camus demuestra que el mundo es irracional y la vida gratuita. Lo “absurdo” no se explicita como tal en este volumen, sino que se demuestra a través de acciones y pensamientos de los personajes. Desde las primeras páginas el autor presenta a Meursault como un protagonista que está consciente de la absurdidad de toda la existencia, un hombre que además entiende lo absurdo no solamente como lo contradictorio sino como un rasgo de lo arbitrario. Así, la vida de Meursault no parece tener sentido alguno: “Antihéroe indolente, no camina hacia una meta, sólo vive ciega y automáticamente, repitiendo los gestos, los pensamientos, las sensaciones” (Suances; 2004, 185). Su vida es azarosa, así la entiende él, y este azar se manifiesta en las decisiones que toma, por ejemplo, al matar al árabe o al casarse con María, decisiones hechas bajo el convencimiento de que ejecutar una acción u otra da lo mismo.

Camus no pudo haber elegido mejor y más paradójico título que El extranjero, Meursault que se afirma a sí mismo como un ser igual a todos, “como todo el mundo” (Camus; 1994, 99), es la persona más alienada y sólo a veces es consciente de su estado de alienación. Como todo el mundo ama a su madre, como todo el mundo sigue la corriente en las acciones cotidianas de la sociedad, y, sin embargo, tanto sus pensamientos como actitudes están deslindados de la sociedad a la que pertenece, por ejemplo, asesinar al árabe sin la consciencia de la fatalidad, no arrepentirse de su crimen, no sentir verdadero pesar ni por el crimen ni por no haber llorado en el funeral de su madre.

En La peste, Camus trabaja a otro personaje extranjero: Rambert, otro ser alienado quien, contrario a Meursault, no cree pertenecer al resto de la sociedad aunque de hecho sí lo hace. El narrador dice sobre Rambert que: “la base de su argumentación consistía siempre en decir que él era extraño a la ciudad y que, por lo tanto, su caso debía ser especialmente examinado” (Camus; 2012, 91). Rambert al igual que algunos de los otros personajes pasan por un proceso en el que cambian sus maneras de ser, al principio tiene esperanza y hace lo posible por escapar; al principio lucha en contra de su condición de extranjero, busca una salvación, una puerta de salida, como lo hiciera en su momento Meursault, pero al final, el absurdo de la existencia les pueden más, Camus hace de sus personajes diversas versiones de los héroes absurdos: Rambert al igual que Meursault tienen un poco de esperanza, pero paulatinamente se van deslindando de ella y al final ninguno de los dos se esfuerza por encontrar la puerta de salida sino que se quedan viviendo en la misma situación. Meursault acepta su muerte, acepta que no es libre, que morirá y renuncia a la esperanza, Rambert es también un prisionero del cerco instalado a causa de la peste, aunque es tarde cuando cae en cuenta de esto. El narrador escribe que algunos habitantes de Orán, “como Rambert, llegaron incluso a imaginar que seguían siendo hombre libres”. (Camus; 2012, 140)

Como es evidente, en ambas novelas, Camus también pone en tela de juicio el concepto de libertad. Mario Vargas Llosa escribió sobre El extranjero que “como otras buenas novelas, se adelantó a su época, anticipando la deprimente imagen de un hombre al que la libertad que ejercita no lo engrandece moral o culturalmente; más bien, lo desespiritualiza y priva de solidaridad, de entusiasmo, de ambición” (Vargas; 2002, 211). De modo que la libertad, tan exaltada en las sociedades occidentales es presentada precisamente como la causa de la condena. La libertad en este libro también es una cosa absurda, contradictoria y sin sentido; Meursault era libre, en su libertad mató a un hombre y terminó condenado. Los habitantes de Orán, en teoría son libres, pero la realidad es que viven en un encarcelamiento forzoso a causa de factores que no pueden controlar. Meursault, encerrado y condenado, reflexiona sobre los límites y las consecuencias de su libertad propia. Aunado a la libertad, añade el concepto de evasión, Meursault se pregunta si acaso existe la posibilidad de escapar del engranaje social, quiere saber si lo inevitable, en este caso su muerte, puede tener otra salida. Esta reflexión es importante pues trata de subvertir el cauce de lo absurdo inevitable; Meursault dentro de la celda se pone a pensar en los condenados a muerte que por alguna causa habían logrado escapar de su condena, mas su pensamiento sigue teniendo al azar como un factor clave “de que en su precipitación irresistible, el azar y la posibilidad, por una vez, al menos, habían cambiado alguna cosa” (Camus; 1994, 156). Este tema lo abordó durante una conversación con el guardia jefe de la prisión quien le explica que la razón por la que están todos aquellos en la cárcel es para privarlos de la libertad pero que, sin embargo, a pesar de dicho castigo, los presos “concluyen por satisfacerse por sí mismos” (Camus; 1994, 113).

La satisfacción de sí mismos, aún sin gozar de libertad, es una cuestión que a través de Rambert regresa a tratar en La peste, y es una de las cuestiones más importantes dentro de las líneas que toma el absurdo como conclusión. Al final, Camus demuestra que no existe al final una puerta de salida pero que la vida en su absurdidad más absoluta no debe por esto ser odiada y evadida sino abrazada y vivida con alegría. El absurdo niega la libertad eterna pero otorga libertad de acción. Antes del absurdo, el hombre actúa como si fuera libre, tiene metas, esperanzas, luego del absurdo todo se derrumba, la muerte es la única realidad. No hay mañana ni futuro, así que “la muerte y el absurdo son los principios de la única libertad razonable” (Camus; 1999, 79) y con esto “el hombre absurdo vislumbra así un universo ardiente y helado, transparente y limitado, donde nada es posible pero todo está dado” (Camus; 1999, 79). Meursault dice que: “lo que interesa es la posibilidad de evasión, un salto fuera del rito implacable, una loca carrera que ofrece todas las posibilidades de esperanza” (Camus; 1994, 156). En este momento, Camus está a favor de un «salto» que pudiese mover el rumbo inalterable de la existencia. Meursault quiere dar ese salto pero el mismo engranaje social se lo impide. Sin embargo, hacia el final Meursault entiende que el hombre se acostumbra a todo y que la clave es una resignación alegre frente a lo inamovible. Meursault pierde la esperanza, su mundo es totalmente indiferente y saberse cerca de la muerte le da bríos para vivir de nuevo.

Camus reitera en El mito de Sísifo que todos los filósofos existenciales proponen la evasión como salida, lo que llamaría «el salto», más para él la evasión no es la respuesta, lo cual se puede ejemplificar mediante los pensamientos finales de Meursault en donde él reflexiona sobre las puertas de salida y de los condenados que quizá lograron escaparse. Meursault comprende que la verdadera salida está en el renunciamiento a la esperanza. En la ciudad de Orán, los efectos de la peste generan diversos sentimientos en sus habitantes. Al principio, en ellos existe la esperanza de que aquello terminará y que podrán regresar a sus actividades normales, muchos se niegan a pensar en que ya son esclavos y tienen esperanza. Camus en El mito de Sísifo (1942) escribió que: “el pensamiento de un hombre es ante todo su nostalgia” (Camus; 1999, 66); los habitantes de Orán se consuelan con su nostalgia, con sus inútiles recuerdos, se sienten como exiliados y extranjeros, “el sufrimiento profundo que experimentaban era el de todos los prisioneros y el de todos los exiliados, el sufrimiento de vivir con un recuerdo inútil. Ese pasado mismo en el que pensaban sólo tenía el sabor de la nostalgia” (Camus; 2012, 64).

Es comprensible, dice Camus, que el hombre ante la consciencia del absurdo vuelque su existencia hacia diferentes cosas que lo alejen de esta consciencia y así «saltan» hacia un mundo a su medida. Este salto supone la posibilidad de lo eterno, enemigo a la inmediatez y finitud propia del sentimiento y realidad del absurdo. Camus luego de establecer la imposibilidad de conocimiento total propone que a pesar de ello y a pesar de todo debe mantener la apuesta por lo absurdo, es decir, no efectuar ese salto. Meursault es el personaje absurdo por excelencia, renuncia a la esperanza, es indiferente y ha entendido el engranaje absurdo de la vida, mas no se suicida, vive en él y responde a él en todos los sentidos. El problema con Meursault es que vive en un mundo en donde el resto de la gente ha dado saltos hacia asuntos morales, hacia la sociedad correcta, hacia las normas y reglas de la religión, en fin, hacia una serie de cosas que les permiten saltar, evadirse y evitar el absurdo. Como Meursault no salta, sino que es fiel a sí mismo y aprehende la absurdidad del mundo, es condenado por ser un extranjero, un hombre que no tiene patria ni consciencia de futuro. Consecuentemente, otra consideración fundamental para el hombre absurdo es la conciencia de que no existe el mañana, a saber, que la inmediatez es fundamental para la concepción de la existencia. A Meursault sólo le ocupa el presente. Camus establece que el hombre absurdo no contempla la idea del mañana; no vive sino en el presente, en la inmediatez. Esta falta de proyección a futuro convierte a Meursault en un hombre extraño al mundo, “se siente extranjero  en un mundo privado de luces e ilusiones, pues no percibe más que incoherencia. No es de ningún lugar, ni tiene proyectos de futuro, sólo le preocupa el presente. Entonces, cuando el mundo no es más que un paisaje desconocido, cuando el corazón no encuentra apoyos en un universo cerrado, se experimenta lo absurdo y uno se convierte en extranjero” (Camus; 2004, 186).

Asimismo, el narrador de La Peste insiste en que la actitud que adoptan sus habitantes no es la de una simple resignación por carecer de futuro sino una certeza y un consentimiento gracias al cual “sin memoria y sin esperanza, vivían instalados en el presente” (Camus; 2012, 153). La ciudad de Orán también asume que no tienen un futuro: “había que esperar todavía. Pero a fuerza de esperar se acaba por no esperar nada, y nuestra ciudad entera llegó a vivir sin porvenir” (Camus; 2004, 214). Al igual que Meursault, los habitantes de Orán se van alejando de la esperanza: “no había sitio en el corazón de nadie más que para una vieja y tibia esperanza, esa esperanza que impide a los hombres abandonarse a la muerte y que no es más que obstinación de vivir” (Camus; 2004, 216). Pero tiempo después algunos, como Cottard y Rambert logran renunciar a la esperanza, y viven. La falta de esperanza y la consciencia de que nada está claro son características de este despertar con el absurdo. Cabe mencionar que Camus critica en su ensayo, a los racionalistas y su tendencia a explicarlo todo y prefiere partir de los postulados de los filósofos irracionales que no necesitan el conocimiento absoluto del mundo. El hombre absurdo es aquel que no necesita que le expliquen más, el hombre absurdo se contenta con lo que sabe, con lo que conoce. El “amor fati” del que habla Nietzsche en Ecce homo resuena por ser un antecedente para el pensamiento de Camus, pues es la actitud perfecta que el hombre debe adoptar frente a un mundo en eterno devenir al que hay que decirle siempre que sí:

Mi fórmula para la grandeza en el hombre es el amor “fati”; no querer tener nada de diverso de lo que se tiene, nada antes, nada después, nada por toda la eternidad. No sólo se debe soportar lo necesario y no esconderlo –todo idealismo es mentira frente a lo necesario-, sino “amarlo”. (Suances; 2004, 76).

Ahora es preciso retornar al concepto principal que abre El mito de Sísifo, es decir, el del suicidio, tal como lo explicita Camus en la primera página del ensayo: “el tema de este ensayo es justamente la relación entre lo absurdo y el suicidio, la medida exacta en que el suicidio es una solución para el absurdo” (Camus; 1994, 16). Sin embargo, es el hecho de que no es posible escapar del absurdo el verdadero motor del ensayo. Camus nota el error frecuente del hombre, quien por diversas causas, cree que negarle un sentido a la vida conduce necesariamente a declarar que ésta no vale la pena de ser vivida, sin embargo, sucede que en la negación de dicha premisa radica la fuerza de la actitud vital frente al absurdo, a saber, que la absurdidad de la vida no requiere forzosamente escapar de ella.

Dentro del ambiente de enfermedad y plaga de La peste, existe un personaje que enarbola la actitud que Camus describe como la ideal para el hombre absurdo frente a la vida, éste es el suicida Cottard, cuya visión de la vida evoluciona desde su primer intento fallido de matarse. Este personaje enarbola el proceso que Camus describe en El mito de Sísifo en tanto que luego de fracasar en el suicidio se convierte en el héroe absurdo, el hombre que acepta y que es feliz en la irracionalidad y absurdo, que puede estar alegre en la cárcel y en la condena. De acuerdo a los apuntes de Tarrou, Cottard es un hombre satisfecho: “él está amenazado como los otros pero justamente lo está con los otros. Y además cree seriamente, estoy seguro de ello, que no puede ser alcanzado por la peste. Se apoya sobre la idea, que no es tan tonta como parece, de que un hombre que es presa de una gran enfermedad o de una profunda angustia queda por ello mismo  a salvo de todas las otras angustias o enfermedades” (Camus; 2012, 162). De manera que Cottard, en su forma de pensar, afirma que una vez logrando la aceptación de la absurdidad, el hombre puede dejar de estar afectado por ella. Camus es consecuente con la noción de que su ensayo “considera a lo absurdo, tomado hasta ahora como conclusión, como un punto de partida” (Camus; 1999; 11). Asimismo, Cottard tiene su manera de explicar este sentimiento que está desde el inicio y que no es una consecuencia: “la condena es un principio, no es un fin. Mientras que la peste… ¿Quiere usted saber mi opinión? Son desgraciados porque no se despreocupan” (Camus; 2012, 165).

Cottard está afirmando una manera de vivir en la cual se acepta la vida tal cual es. Él es el ejemplo de que el suicidio no es la consecuencia del absurdo. Es un hombre que luego de haber intentado el suicidio apuesta por la afirmación de la vida. Camus afirma que “no hay espectáculo más hermoso para un hombre sin anteojeras que el de la inteligencia enfrentada a una realidad que la supera” (Camus; 1999. 73). El sentimiento de Cottard también se corresponde con la crítica al racionalismo y a un mundo del que el hombre exige tener conocimiento total. Uno de los más importantes críticos al racionalismo fue Friedrich Nietzsche quien otorgó una primacía a los instintos y a la voluntad por encima de la racionalidad y el deseo de conocer. Nietzsche está a favor de la aceptación de un mundo cuyas certezas no podemos entender: “Se ha negado lo irracional, lo arbitrario, lo contingente, como si fuera la causa de múltiples daños físicos” (Suances; 2004, 38-39). En El mito de Sísifo, Camus afirma que el conocimiento total de las cosas que nos rodean es imposible, y que el hombre debe aceptar dicha situación tal como es. Antes mencioné que el hombre absurdo se contenta sólo con lo que sabe y nada más y que esta actitud es alegre: “el punto central de esta alegría es la infinita afirmación de las cosas sin pensarlas, sin racionalizarlas, envueltas como están en la casualidad” (Suances; 2004, 66). El discurso de Camus se apoya en filósofos del irracionalismo, como Heidegger, Nietszche y Kierkegaard, cuyos postulados estaban cimentados en la pasión, la voluntad y los impulsos. A Camus no le interesa seguir peleando en contra de la racionalidad, sabe que el ser humano parte de una imposibilidad de conocimiento y propone un estado no de ascesis sino de aceptación ante este hecho, es decir, no niega la razón, pero afirma que con la razón y a través de la inteligencia se debe concluir que el mundo es en sí absurdo, que no se lo puede conocer y que el hombre está rodeado de elementos irracionales: “este mundo en sí no es racional, es cuanto se puede decir. Pero lo que es absurdo es la confrontación de esa irracionalidad con el deseo profundo de claridad cuya llamada resuena en lo más hondo del hombre” (Camus; 1999, 24).

El hombre absurdo, además, se exige a sí mismo vivir solamente con lo que sabe y se arregla con lo que es, el hombre absurdo quiere saber si es posible vivir sin apelación. Camus propone que la vida se vivirá mejor cuanto menos sentido tenga ésta, el absurdo no es una negación, es un vivir iluminado por la consciencia: “vivir es hacer que viva el absurdo” (Camus; 1999, 72). No porque la vida sea absurda hay que renunciar a ella. La conclusión más importante para Camus dentro de su percepción del absurdo es que no se le debe dar la espalda, que aunque la vida no valga la pena de ser vivida, tiene que vivirse, el hombre tiene que ser rebelde ante el determinismo y aún más importante, tiene que ser feliz:

Al contrario de Eurídice, lo absurdo sólo muere cuando se le da la espalda. Por eso una de las pocas posiciones filosóficas coherentes es la rebelión. Esta es un enfrentamiento perpetuo del hombre con su propia oscuridad. Es exigencia de una posible transparencia. Pone el mundo en tela de juicio en cada uno de sus segundos. Así como el peligro proporciona al hombre la insustituible ocasión de asirla, también la rebelión metafísica extiende la conciencia a lo largo de la experiencia. Es esa presencia constante del hombre ante sí mismo. No es aspiración, carece de esperanza. Esta rebelión no es sino la seguridad de un destino aplastante, sin la resignación que debería acompañarla (Camus; 1999, 72-73)

Si Camus ha elegido a Sísifo como el héroe perfecto para ejemplificar el absurdo de la existencia, no es sólo por haberse tratado de un ser tan rebelde que en múltiples ocasiones se atrevió a retar y burlar a los dioses. El regreso al mito fue por la trascendencia de los mitos y porque “Camus considera que la sabiduría antigua trágica coincidía con el heroísmo contemporáneo” (Suances; 2004, 190). Esta consideración está inspirada en los postulados de Nietzsche tratados en El origen de la tragedia donde explica la importancia de algunos héroes al ser rebeldes absurdos que se creen dueños de su destino, así como en La voluntad de poder, en donde explica que la afirmación sin condiciones de la voluntad de poder está basada en la noción de querer vivir. Nietzsche se instala en la afirmación vital a partir de sus conclusiones con respecto a la tragedia griega, en donde la lucha y la aceptación del dolor no desdicen la vida sino que la afirman:

La tragedia se da en Grecia cuando ésta acepta el dolor no sólo sin desdecir por ello la vida, sino afirmándola por eso mismo. La tragedia no es algo que provoque el terror y la compasión; en ese caso debilitaría, desorganizaría; sería un proceso de disolución, de decadencia, algo peligroso para la vida. No; la emoción trágica consiste en la embriaguez de vivir la vida a pesar de la lucha que éste lleva consigo. La emoción trágica es más bien un tónico que lanza a la vida tomando el dolor y las dificultades como estímulo (Suances; 2004, 20)

Los griegos entendieron que algo de loable había en la rebeldía ante el destino y que el hecho de ir en contra de los dioses significaba más bien una actitud de embriaguez de la vida. Sísifo, tal como lo presenta Camus, es el héroe que lucha y se rebela sabiendo que su castigo es inevitable y como sea es feliz. El mismo Camus expresa que Sísifo es, en esos instantes en que se sabe en una actividad inamovible es dueño de su destino y su rebelión consiste en ser feliz. El hombre absurdo “seguro de su libertad a plazo, de su rebelión sin futuro y de su conciencia perecedera prosigue su aventura en el tiempo de su vida” (Camus; 1999, 89). Todo es infecundo, no hay futuro, el único pensamiento no engañoso es un pensamiento estéril. Lejos de sufrirlo, tal como Nietzsche en El origen de la tragedia Camus entiende que lo absurdo no siempre es angustia: “hay una felicidad metafísica en sostener la absurdidad del mundo” (Camus; 1999, 123).

Ahora bien, la rebeldía que Camus trabaja posteriormente en otras de sus obras, tales como Calígula (1944) y El hombre rebelde (1955) se deslinda de la aceptación neta del absurdo y se encamina hacia la acción. Con este tipo de rebelión, Camus no ve al hombre sólo como individuo sino que lo considera como parte de la colectividad y preocupado por ella. En La peste, la compasión y simpatía de los personajes muestran que sólo la rebelión concilia al ser humano con su destino. “Mientras que Meursault y Calígula, como Sísifo, habían cedido a la suerte que les había tocado, el doctor Rieux se apiada de los que sufren y comprende que no puede aislarse” (Suances; 2004, 193). De modo que la característica de la rebelión radica en una protesta por el espectáculo de la sinrazón y en una actitud que engendra acciones. Así pues, la consecuencia por la que tanto se preocupó Camus en El mito de Sísifo está en la rebelión y una de sus manifestaciones, la que más le importa al filósofo, radica en la creación artística.

No es casualidad que tanto Nietzsche como Camus llegaran a la conclusión de que la rebeldía tiene una de sus mejores salidas en el arte. “El artista actúa como testigo de su época, proyectando para los tiempos venideros, reparando y modificando la realidad, por medio de la creación. Creando, se puede dar unidad a lo disperso. En definitiva, más allá del nihilismo, considera que es posible un pensamiento y una acción que sin pretender resolverlo todo, permita hacer frente a la realidad de modo creador” (Suances; 2004, 195). En el fondo, a pesar de las desolaciones, nihilismos y desesperanzas, es verdad que se funda, para el pensamiento de Camus, una solución en la acción en la rebeldía y en el arte que se convierte en un sinónimo de la voluntad de vivir, en el medio que afirma al hombre y que reitera que el pensamiento existencialista de Camus no es pesimista y que acaso no está tan separado del humanismo sartreano que encuentra su salida en las acciones que harán trascender al hombre.

La salida, que no es el salto, pero sí la consecuencia feliz de una vida absurda está en el arte. Nietzsche afirma que tenemos el arte para no morir de la verdad. Dentro de un mundo que no es totalmente comprensible y bajo su idea de que la voluntad de verdad es enfermiza, propone una vida a favor de la creación, de la voluntad y de la «no verdad»: “vivir por tanto, es inventar, crear, o sea, construir un sentido en nuestro trato con los hechos. El nuevo honor es se creadores” (Suances; 2004, 70). Para Camus crear es vivir dos veces, la obra es en sí un fenómeno del absurdo ya que en ella están todas las confrontaciones del pensamiento enredado en lo absurdo. La obra absurda exige a un artista consciente de sus límites. El arte es una respuesta para la absurdidad del mundo pues “si el mundo fuera claro no existiría le arte” (Camus; 1999, 129); el arte absurdo ilustra tanto el divorcio como la rebelión, es tanto un ejercicio de desapego como de pasión en donde arde la inutilidad de la vida del hombre.

El artista absurdo trabaja y crea para nada y lo sabe, pero también sabe que el artista “debe dar al vacío sus colores” (Camus; 1999, 147). La creación artística es “la rebelión tenaz contra su condición, la perseverancia en un esfuerzo condenado estéril” (Camus; 1999, 149). La creación absurda es rebelde, libre y diversa. Por esta actitud de rebelión y libertad a Camus le interesa sobremanera la figura de Sísifo, pues se trata de un héroe rebelde cuyas acciones están condenadas a la repetición eterna y cuyo castigo no va a terminarse jamás; sin embargo, Sísifo es el héroe que como Meursault, hace suya la condena y dentro de ella logra alegrarse. A Camus le interesa particularmente Sísifo en el momento en que regresa hacia abajo, ese instante es el de la conciencia, cuando es más fuerte que su roca. Al respecto, Camus encuentra en el pensamiento de Tarrou, una demostración del absurdo más pleno en el momento del descenso. Tarrou piensa así: “la primera mitad de la vida de un hombre era una ascensión y la otra mitad un descenso; que en el descenso los días del hombre ya no le pertenecían, porque le podían ser arrebatados en cualquier momento, que por lo tanto no podía hacer nada con ellos y que lo mejor era, justamente, no hacer nada” (Camus; 2012, 101). Mas Sísifo es el más dichoso justo en el momento en que desciende, porque entonces es dueño de su roca, consciente y feliz con su destino. Camus propone justamente que ese descenso puede ser dichoso, que lo absurdo y la felicidad pueden ir de la mano, “la felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. El error consistiría en decir que la felicidad nace forzosamente del conocimiento de lo absurdo. A veces ocurre que el sentimiento de lo absurdo nace de la felicidad” (Camus; 1999, 159). Y aquí Camus regresa a ejemplificar a través de los héroes griegos, por ejemplo Edipo: “juzgo que todo está bien, dice Edipo, y esa frase es sagrada. Resuena en el universo feroz y limitado del hombre. Enseña que no todo está agotado, no ha sido agotado” (Camus; 1999, 159).

Esta felicidad absurda se presentó en Meursault al momento de haber renunciado por completo a todo, justo en el límite, al voltear los ojos al abismo, el hombre puede despojarse de todo y aceptar su vida. Dentro de Orán, el narrador cuenta que en horarios específicos, la ciudad de muestra del despliegue de la más grande pasión por la vida: “todos los días de once a dos, hay un desfile de jóvenes de ambos sexos en los que se puede observar esta pasión por la vida que crece en el seno de las grandes desgracias” (Camus; 2012, 103). Estas manifestaciones tienen lugar justo en medio del desastre. Además, los habitantes de Orán tiene, por lo general, una buena actitud: “en conjunto no eran cobardes, abundaban más las bromas que las lamentaciones y ponían cara de aceptar con buen humor los inconvenientes, evidentemente pasajeros” (Camus; 2012, 69).

Camus se había planteado en El mito de Sísifo si acaso era posible vivir sin apelación, mas lo importante, se da cuenta después, no es vivir lo mejor posible sino lo más posible. De nuevo, no se trata de entregarse al suicidio y renunciar sino de existir en la absurdidad. Hay que ser alegres, no a pesar de que el mundo es irracional, sino porque el mundo es irracional. 

Bibliografía:
Camus, Albert, El mito de Sísifo, Alianza, Madrid, 1999, 179pp.
------------------, El extranjero, Emecé, Buenos Aires, 1994, 175pp.
------------------, La peste, Random House, México, 2012, 255pp
Suances Marcos, et. Al., El Irracionalismo Vol. II, Síntesis, Madrid, 2004, 221pp.

Vargas Llosa, Mario, La verdad de las mentiras, Alfaguara, Madrid, 2002, 414pp.

Music on: Half light 1 - Arcade Fire
Quote: "Toda buena poesía consiste en el espotáneo desbordamiento de intensas emociones"
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