Esta parte de la vida se llama “el peligro de herir
susceptibilidades al decir lo que siento”. Entonces estoy en un grupo de Whatsapp. Una amiga
me agregó, junto con otras personas, para hacer una cadena de oración a las 15
horas, para pedir por su papá, que estaba muy dedicado de salud. La cadena comenzó el 4 de septiembre. Nunca entendí si la oración debía hacerse sólo ese
día, cuando creó el grupo, o si era una actividad que se haría todos los días a la misma hora, tampoco
entendí si, en este último caso, se debía dejar de rezar cuando su papá
recuperara la salud.
Yo no participo en rezos, no soy una mala persona, intento
ser solidaria y ayudar en medida de mis posibilidades, pero no creo que rezar sea
útil para nadie, así que no lo hago. Estuve semanas leyendo las oraciones que la
gente del grupo escribía siempre alrededor de las 15 horas. Entendí que eso
significaba que a esa hora estaban haciendo oración. A veces no ponían
oraciones como tal ni anunciaban que se estaba rezando, sino que llenaban la
pantalla con emojis de gente rezando (o al menos el emoji que parece que está
rezando porque, según sé, el Whatsapp tiene montones de dibujos inspirados en la
cultura japonesa y aquellos que parecen estar rezando, en realidad están agradeciendo). Los emojis eran la manera
más sencilla de decir “oye, seguimos rezando, a la hora en que quedamos, míranos”.
Como dije, yo nunca participé de eso. Traté de hablar con mi
amiga, preguntar cómo estaba, ofrecer mi ayuda. Llegué a pensar que si para
ella era importante o útil tener a gente rezando, bueno, bien podría yo
hacerlo, pero también pensé en lo absurdo que me resultaba hacer algo en lo que
no creo. En fin, pasó tiempo en la misma dinámica. Hace unos días su papá
finalmente falleció. ¿De qué sirvieron las oraciones?, me pregunté, aunque yo
ya lo sabía: de nada. En los momentos del funeral, la gente
escribió cosas distintas, ahora pidiendo el descanso eterno y anunciando lugar
y hora de los rosarios. Hace un rato, cuando dieron las 15:00 de nuevo la gente
siguió rezando, ¿para qué? Estuve a nada de escribirles “ya se
murió, ya no hay que rezar por su salud, que era lo que inicialmente se estaba
haciendo”, me contuve, hay que entender que a veces no hay necesidad de decir
cosas y que muchas veces lo que uno piensa o dice puede lastimar a los demás. Nadie
pidió mi opinión, además.
Creo que uno puede tratar de no ofender pero que también
tiene derecho a decir lo que piensa. Esta soy yo diciendo lo que pienso. Es absurdo
todo eso, absurdo rezar, absurdo creer. En estos temas me siento alienada, no
comprendo cómo funciona el mundo o la gente, cómo es que creen en lo que creen.
Yo recuerdo muy bien que en mis días de estudiante en una escuela de monjas se
nos alentaba a rezar para cualquier cosa; recuerdo aún mejor un caso en el
cual, igualmente, alguien estaba muy enfermo y la monja dijo “hay que rezar
para que se haga la voluntad del Señor”. Yo no podía tener más de 13 años cuando
escuché eso y se me hizo la cosa más estúpida del mundo. Si voy a rezar a un
ser superior todopoderoso, debería pedir para lograr algo que yo quiero, no
para que haga lo que él quiera conmigo; es verdaderamente estúpido.
Esto es lo que soy. No debería pedir disculpas al respecto. Vivimos
en un mundo en el que muchas veces debemos -¿debemos?- cumplir las expectativas de otros,
directa o indirectamente. Y es muy cierto que no voy por la vida tratando de
hacer daño, pero he aprendido que uno puede hacer daño involuntariamente, tal
como lo escribió Murakami: “Hay personas que pueden herir a otras, sólo por el
mero hecho de existir”. Lo único que nos queda es ser responsables de nuestras
palabras, de nuestros daños, y “aguantar vara” sobre lo que pensamos, creemos y
expresamos.
Ahora, no sé si sea momento de salirme el grupo aquel en Whatsapp, no lo hice antes porque mi amiga lo usaba como medio para informarnos cosas sobre la salud de su papá y, aunque no parezca, sí es algo que me importaba, porque le afectaba a ella. No veo el punto de permanecer ahí, no sé si sea buena idea escribir, aún no lo decido. Quizá deba esperar un poco, aunque eso no me ayude a comprender más, en serio no lo sé.
Music on: Gregory Allan Isakov - Second chances
Quote: "Ser feliz cuesta el mismo trabajo que cualquier otra cosa". Alejandro Acevedo
Reading: La señora Dalloway - Virginia Woolf
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