La noche trae con su oscuridad un silencio sublime. Yo recuerdo imágenes extrañas que me orillan a pensar que la vida no es más que un juego, que no importa, que es un accidente.
Cierro los ojos y veo cómo los bosques alzan el vuelo y los caminos se entrelazan, los hombres se confunden y deciden echarse al agua ya que los peces danzan en la superficie.
Trato de continuar con mis visiones, me divierten, pero no puedo continuarlas sola. Suena el teléfono una vez más en el día pero no es tu voz la que está al otro lado, nunca eres tú.
¿Dónde estás? Llevo años esperándote; anoche te hice de cenar y cuando hube terminado recordé que hacía mucho que no regresabas a cenar, a desayunar, a dormir conmigo.
La mente a veces me juega malas pasadas; cuando me doy cuenta de la realidad ya es demasiado tarde. Por eso me guata vivir de mis sueños y ahí tomar tu mano al ver el ocaso, reír cuando nos abrazamos y tocar tu cabello.
¿Cuánto tiempo llevo esperándote? No sé. Te digo que esta mala memoria me traiciona; desde que me hace enojar he optado por ignorarla. Por eso no sé cuánto has estado ausente, tampoco indago si acaso regresarás, ya no.
Trato de retomar mi visión y parece que veo que llegas volando, luminoso, junto con águilas que guían tu camino. Luego, la gente sale del agua y los peces vuelven al mar. El cielo se abre mágicamente y tú estás conmigo.
Las rosas marchitas del jardín de renuevan y vuelven a nacer. La respiración del mundo se siente ligera, perfumada, dulce. Los ojos tristes y secos que portaba mi rostro ahora sonríen y parpadean con esperanza. Estamos juntos.
"La literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes" André Breton
sábado, 24 de noviembre de 2007
viernes, 16 de noviembre de 2007
Vienes a mí vestido de Apolo, pero eres Lucifer y lo sé...
A veces la poesía no es suficiente, no cuando se trata de tí. Eres como el rayo de luna de Bécquer... y te escribo aunque sé que nunca vendrás a leerme, y lo hago porque no quiero decirtelo de frente, porque de todos modos no entenderías. Pero te explico, y te digo que el rayo de luna es sólo eso, una luz efímera que se refleja en la tierra en uno u otro momento fugaz y que yo, igual que Bécquer, hubo un tiempo en que creí que ese rayo de luna no era sólo eso sino algo más real y tangible.
Y así estaba, como el amante perdido, el que perseguía el movimiento perfecto de la amada, de lo que era una simple fantasía, el rayo de luna, la ilusión, lo que no existe, o tal vez lo que existió pero no es lo que parecía ser. Todo eso eres tú, un rayo de luna, un reflejo falaz y con un toque de maldad que me sigue cautivando.
Hoy ya no te persigo, parece que vienes a mí, pero lo dudo; me he quedado en otro plano temporal, en uno en donde he congelado el instante de un recuerdo para cancelar toda posibilidad de futuro; de pronto veo que te me apareces vestido de Apolo, pero eres Lucifer y lo sé y no te detengo porque estoy condenada a la luz del infierno que sale de tus ojos tristes, muy tristes, tan tristísimos que no puedo dejar de mirarlos, de sentir compasión de ellos. Eres a veces el Lucifer hermoso, el tangible, pero el que huye y sólo de vez en cuando apareces como Apolo, un Apolo que también es bello y malvado como la luna, engañoso, intranquilo y tan irremediablemente hermoso. Esos dos en uno, en uno perfecto, uno que oscuramente sé que no existe.
Y yo no tengo otra cosa sino palabras torpes para describir el efecto que me produces, tan cerca y tan profundamente fuera de mis manos. Tus ojos, esos ojos... no sé si existes, porque la maldad es engañosa a las formas, y yo también dudo de si existo, si existen mis palabras, las que se pierden aquí y allá, en la poesía que no logro hacer, en la luna que miro y otra vez sé que eres tú y yo sólo deseo quedarme aquí, en este presente eterno que me llena de dudas pero no me lastima...
Y así estaba, como el amante perdido, el que perseguía el movimiento perfecto de la amada, de lo que era una simple fantasía, el rayo de luna, la ilusión, lo que no existe, o tal vez lo que existió pero no es lo que parecía ser. Todo eso eres tú, un rayo de luna, un reflejo falaz y con un toque de maldad que me sigue cautivando.
Hoy ya no te persigo, parece que vienes a mí, pero lo dudo; me he quedado en otro plano temporal, en uno en donde he congelado el instante de un recuerdo para cancelar toda posibilidad de futuro; de pronto veo que te me apareces vestido de Apolo, pero eres Lucifer y lo sé y no te detengo porque estoy condenada a la luz del infierno que sale de tus ojos tristes, muy tristes, tan tristísimos que no puedo dejar de mirarlos, de sentir compasión de ellos. Eres a veces el Lucifer hermoso, el tangible, pero el que huye y sólo de vez en cuando apareces como Apolo, un Apolo que también es bello y malvado como la luna, engañoso, intranquilo y tan irremediablemente hermoso. Esos dos en uno, en uno perfecto, uno que oscuramente sé que no existe.
Y yo no tengo otra cosa sino palabras torpes para describir el efecto que me produces, tan cerca y tan profundamente fuera de mis manos. Tus ojos, esos ojos... no sé si existes, porque la maldad es engañosa a las formas, y yo también dudo de si existo, si existen mis palabras, las que se pierden aquí y allá, en la poesía que no logro hacer, en la luna que miro y otra vez sé que eres tú y yo sólo deseo quedarme aquí, en este presente eterno que me llena de dudas pero no me lastima...
viernes, 9 de noviembre de 2007
¡¡¡ Sangre para Baal !!!
Navegando por este gran mundo electrónico llegué a enterarme de una página en la que renace el culto al dios Baal (www.baal.com), aquí se busca renacer el culto mediante la revalorización de la imagen de este dios pagano, misma que está bastante mal colocada en el mundo de los dioses, gracias a las condenas a éste por parte del cristianismo y judaismo, principalmente.
Lo interesante del asunto no es tanto que exista una página de internet que promueve la adoración a este dios en particular; para mí, la adoración a cualquier dios me resulta repugnante y totalmente primitiva (tal vez sólo es algo demasiado humano) y considero a las religiones en general como una traba para el desarrollo intelectual del hombre y como una forma de manipular a las masas. Poco importa que se trate de Baal o de Isis o de cualquier dios pagano, más importa, al contrario, el hecho de que, primero, la religión (cosa que debería ser espiritual, no material) haya entrado en el mundo electrónico del capitalismo y otra, más importante, que las religiones con más adeptos se enfrenten a la competencia con dioses paganos que supuestamente quedaron en el olvido hace miles de años.
Lo anterior sólo confirma algo que no es muy fácil evidenciar para una mente medianamente atenta a su alrededor, y esto es que la decadencia del hombre no termina ni terminará. Para este tiempo y para después de todo lo que ha sucedido con la historia de la humanidad, ésta debería ya ser capaz de abandonar toda idea de dios; personalmente, no concibo cómo alguien aún puede creer en un dios, yo lo aceptaría de una humanidad del siglo XIX, pero no ya del siglo XX y mucho menos el XXI. A lo que voy es a que la decadencia del pensamiento humano es tal que en lugar de renunciar a la idea de dios, lo sigue buscando en otros dioses que son igual de falsos que cualquier otro; Baal no es mejor ni peor que Jehová o Vishnú, el que sea, para mí todos representan lo mismo; el hombre sigue insistiendo en el hecho de que existe un dios que lo puede salvar de su miseria y de la condena de su existencia que aún no logra comprender y que no le proporciona la felicidad.
El hecho de que las religiones también tengan su lugar en internet es algo que más bien me resulta una ironía, como una broma de alguien que se burla de la ingenuidad humana. Ahora, como adquirir un producto en E-Bay, es posible pedir a domicilio una pequeña estatua de Baal para rendirle culto en la comodidad del hogar. Esto tiene que ser una broma, una burla hacia la gente que sigue adelante con esto (tristemente demasiados, pues Baal ya tiene una buena cantidad de seguidores sólo en Estados Unidos), es de risa pensar que el hombre pueda llegar a pensar que a través de un producto que llega por FedEx se puede alcanzar una mejor calidad de vida (digo, lo creería quizá de cualquier producto llegado por mensajería instanténea, pero jamás de una estatua tan inútil como cualquier decoración prescindible en los hogares).
Cierto, la religión se ha comercializado también, lo cual me remite a mi cuestión primordial, ¿cómo es posible que la gente siga creyendo en un dios de esta manera y a estas alturas? y peor ¿por qué creen que encontrarán algo nuevo en dioses del pasado que son los mismos sólo que con distinta forma, pues numerosos estudios han comprobado que la existencia ideológica de Jesús es extrañamente similar a la de Mitra, el dios del sol?
Esto es para reír, considerando que puede ser una buena broma, o para llorar, pensando que es demasiado real.
Lo interesante del asunto no es tanto que exista una página de internet que promueve la adoración a este dios en particular; para mí, la adoración a cualquier dios me resulta repugnante y totalmente primitiva (tal vez sólo es algo demasiado humano) y considero a las religiones en general como una traba para el desarrollo intelectual del hombre y como una forma de manipular a las masas. Poco importa que se trate de Baal o de Isis o de cualquier dios pagano, más importa, al contrario, el hecho de que, primero, la religión (cosa que debería ser espiritual, no material) haya entrado en el mundo electrónico del capitalismo y otra, más importante, que las religiones con más adeptos se enfrenten a la competencia con dioses paganos que supuestamente quedaron en el olvido hace miles de años.
Lo anterior sólo confirma algo que no es muy fácil evidenciar para una mente medianamente atenta a su alrededor, y esto es que la decadencia del hombre no termina ni terminará. Para este tiempo y para después de todo lo que ha sucedido con la historia de la humanidad, ésta debería ya ser capaz de abandonar toda idea de dios; personalmente, no concibo cómo alguien aún puede creer en un dios, yo lo aceptaría de una humanidad del siglo XIX, pero no ya del siglo XX y mucho menos el XXI. A lo que voy es a que la decadencia del pensamiento humano es tal que en lugar de renunciar a la idea de dios, lo sigue buscando en otros dioses que son igual de falsos que cualquier otro; Baal no es mejor ni peor que Jehová o Vishnú, el que sea, para mí todos representan lo mismo; el hombre sigue insistiendo en el hecho de que existe un dios que lo puede salvar de su miseria y de la condena de su existencia que aún no logra comprender y que no le proporciona la felicidad.
El hecho de que las religiones también tengan su lugar en internet es algo que más bien me resulta una ironía, como una broma de alguien que se burla de la ingenuidad humana. Ahora, como adquirir un producto en E-Bay, es posible pedir a domicilio una pequeña estatua de Baal para rendirle culto en la comodidad del hogar. Esto tiene que ser una broma, una burla hacia la gente que sigue adelante con esto (tristemente demasiados, pues Baal ya tiene una buena cantidad de seguidores sólo en Estados Unidos), es de risa pensar que el hombre pueda llegar a pensar que a través de un producto que llega por FedEx se puede alcanzar una mejor calidad de vida (digo, lo creería quizá de cualquier producto llegado por mensajería instanténea, pero jamás de una estatua tan inútil como cualquier decoración prescindible en los hogares).
Cierto, la religión se ha comercializado también, lo cual me remite a mi cuestión primordial, ¿cómo es posible que la gente siga creyendo en un dios de esta manera y a estas alturas? y peor ¿por qué creen que encontrarán algo nuevo en dioses del pasado que son los mismos sólo que con distinta forma, pues numerosos estudios han comprobado que la existencia ideológica de Jesús es extrañamente similar a la de Mitra, el dios del sol?
Esto es para reír, considerando que puede ser una buena broma, o para llorar, pensando que es demasiado real.
sábado, 3 de noviembre de 2007
A las tres de la madrugada...
A las tres de la madrugada, aquí, detrás de mi ventana, el cielo nublado y el aire frío que mueve los árboles, el edificio de enfrente, las tres de la madrugada; es a las tres de la madrugada que espío su ventana desde mi ventana y me pregunto si lo ha matado ya, si acaso ha bebido también su sangre, porque siempre se ponen a discutir a esta hora, que es cuando él llega. Se ilumina el cubo de su departamento, una luz entre cien ventanas apagadas; él la golpea y ella baja la mirada con sumisión y llora unas lágrimas de dolor oscuro e incomprendido mientras se arrincona en la otra habitación. Pudiera escapar, pero no quiere, porque algún día lo matará, ella me lo ha dicho, me lo dijo esa tarde lluviosa en que nos tocamos bajo las sábanas limpias de su recámara, esa recámara que conozco muy bien; me lo dijo la mañana soleada en que amanecimos en su sofá desnudos, después de confesarnos la vida entera en una noche, cuando él no estaba en la ciudad. Un día lo matará, sólo espera el momento justo para hacerlo, y yo le creo, le creo a sus ojos tristes, a sus manos frías, a su cabello largo; le creo a su cuerpo tibio y sus pies pequeños. Tal vez no lo haga ahora, a esta hora, a las tres de la madrugada, mientras sabe que la observo, que puedo mirarla desde mi oscuridad, aunque ella, desde su luz, no pueda encontrarme. Pero no puedo dejar de mirarla, de mirarlo a él, de odiarlo un poco, de envidiarlo más, a ratos, sólo por tenerla cerca ahora. He querido intervenir, hacerle saber que ella es más grande que cualquier razón humana o cualquier sentimiento terrenal, he querido salvarla, pero un mortal no puede salvar a un dios y ella me ha dicho que tiene que ser así, que ella misma terminará con él. Entonces regreso a mi cama cuando sus luces se mueren de nuevo y ella regresa también, temerosa, a la cama que comparte con aquel que le da la espalda en el lecho. Y yo sueño, sueño solo, sólo con el día en que ella se dará el festín tan ansiado y lo matará, y beberá su sangre, y guardará sus miembros destazados en el clóset, o en la basura, o en su propio cuerpo. Y entonces, en algún momento, en ese momento, a las tres de la madrugada, esas luces no se prenderán y ella podrá ser mía, sólo mía, si el capricho de su deidad no la obliga a matarme y destazarme a mí también, sólo por amarla demasiado.
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