Es muy difícil, digan lo que digan, simplemente querer a alguien. Por más que uno se engañe y se diga fervientemente que uno está más allá de todo eso, que tales cosas no pueden llegarle a pegar como a todos, que tal cosa no puede suceder, sucede. La barrera se rompe y cuando uno menos piensa ahí está en el abismo que causa el apego a la gente, con angustia por no saber, por deseo de saber y al mismo tiempo con la consciencia de que saberlo todo puede generar más problemas. Siempre se complica querer a alguien. Ya no digamos amar, pues es doblemente difícil. Es la cárcel, es la guerra, es la derrota.
Escribió Borges, a quien recuerdo hoy en especial por ser su aniversario luctuoso número 26, un poema llamado “El amenazado” en donde sencillamente condensa todo esto que trato de decir en un torpe balbuceo:
Es el amor. Tendré que ocultarme o que
huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejercitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejercitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
No hay mejor manera de decirlo. Amar es entregarse a una causa perdida, es algo tan grande y tan impenetrable que de poco valen todas las demás cosas. Yo me refugio en la poesía, dedico mis esfuerzos ya no a preguntarme por qué antes me llamaba y ahora ya no lo hace o en hacerme telarañas en la cabeza sobre si desea estar conmigo realmente, o por qué le cuesta tanto trabajo decirme que me ama, sino que ahora me concentro en leer y en tratar de escribir un poco al margen de esas cosas tan nimias y al mismo tiempo tan magnificentes, como el amor, que aunque las ponga en el margen, no dejan de trastornarme.
Tal como lo ha dicho, señor Borges, así es: es estar en un sueño atroz. Y eso que he aprendido con el tiempo a dejar de hacer preguntas para las que no quiero la respuesta, he aprendido a quedarme en la mediocridad, a no cuestionar, a no esperar, sino simplemente a ser como yo soy y dejar que el otro sea como es y que me quiera en tanto le sea posible y ya. Yo seré la misma y el estado mediocre me ha salvado de algunas estupideces y algunas ilusiones.
Pero siempre regreso a sentirme como el amenazado, como si el amor fuese la causa primera y última de la huida declarada, como si tuviera que salir de una cárcel de muros infinitos, en donde habita una eterna noche , donde el sueño no apacigua ningún sentimiento. Entonces trato de no pensar, de volcar mis esfuerzos una vez más hacia otras cosas, cosas que considero más trascendentales. Pero me engaño. Lo cierto es que quiero, lo cierto es que amo, con cada célula de mi ser y hay una parte, muy enterrada ya, en mí que anhela tenerlo todo, y lo peor, no es tenerlo todo con cualquier persona… es sólo un solo hombre el que me trastorna y me hace desvariar de esta manera a estas horas de la noche. Un solo nombre y un solo cuerpo del que necesito el néctar y la constancia, uno solo que es como es y no va a ser lo que yo pida. Ese del que por culpa del amor, maldito amor, me hace que me duelan los espacios que lo recuerdan, los ecos de un abrazo perdido, la luz que alguna vez compartimos, en ese instante caprichoso y desvanecido que suele conformar la percepción.
Yo amo, señor Borges, amo y duele. Encamino mis tropas hacia la resistencia, hacia el dolor de no estar a su lado y ante la certeza. Lucho un poco, pero sé que debo perder. Me repito un mantra para quedarme en donde estoy, para alejar al amor, para confinarlo al margen, al a frontera donde no lastime. Pero fracaso. Como usted ha dicho: es el amor, habrá que ocultarse o que huir.
Music on: Valtari - Sigur Rós
Quote: " y yo arrojo fuera de la noche mis últimas angustias que los pájaros cantando dispersan por el mundo" Vicente Huidobro
Reading: El tambor de hojalata - Günter Grass