Soy una persona ordinaria, no soy inteligente. Solía
pensar que esas carencias se podían compensar con otras cosas, como ser
disciplinada y trabajadora. Pero en estos días me he dado cuenta de que tampoco
tengo aquellas cualidades de las que me jactaba. Recomienzo: soy una persona
ordinaria, no soy inteligente, tampoco soy disciplinada ni trabajadora.
La disciplina, vaya, yo pensé que significaba otra cosa.
El diccionario de la RAE apunta este significado: “Doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral”. Yo pensaba la disciplina como
algo relacionado con la constancia y la perseverancia, no la veía como sólo el
adoctrinamiento, mucho menos encaminado a cuestiones morales. Me dicen
disciplina y veo a un tipo que corre todos los días, y que tiene esa,
precisamente, “disciplina” para no alejarse de una costumbre establecida a
punta de rigor. Ese tipo, entendería yo, es un hombre disciplinado. Pensaba
también, bajo la misma percepción, que esa disciplina se extendía hacia cualquier
actividad a la que se le dedica un esfuerzo específico y sobre todo una
constancia.
Entonces, además de haber estado engañada sobre mí misma,
estaba engañada sobre el significado de lo que yo tenía como característica de
mi persona. Qué desastre. Bueno, para el caso, no la tengo, intento cosas que en un
momento dejo de hacer, me aburro, me fastidio con facilidad. Caí en la cuenta
de que si he logrado lo que he logrado es porque he tenido un capataz atrás de
mí que me obliga a hacerlo; si no lo tuviera no lo hubiera conseguido. Pienso
en la maestría, por ejemplo…, ¿cómo es que tuve éxito? Pues a punta de los
azotes de mi asesora y de saber que Conacyt me había regalado una beca a cambio
de mi grado académico. Si escribí mi primer libro fue porque estaba en un
taller que me exigía llevar textos nuevos y hacer ejercicios y entregarlos a
cambio de una calificación, lo hice muy rápido y lo hice bien, gracias a la
presión. Creo que no funciono de otra manera, que si no tengo algo o alguien
que esté sobre de mí, no hago las cosas. Ahora bien, si fuera inteligente vería
esas cosas como estímulos y no como presiones, pero no. Y la evidencia no me es
suficiente para imitar el patrón sin que haya alguien atrás de mí. Ya lo he dicho: no soy
inteligente.
Es por eso que nunca termino una rutina de ejercicio,
porque me molesta mucho y no hay quien me regañe; mi propia voluntad es débil y
no me basta pensar en los beneficios que podría obtener a largo plazo,
simplemente renuncio. Cuando me pongo a dieta, lo hago en serio porque cada
semana voy con el nutriólogo y sé que si no bajé nada me va a regañar y a
presionar, entonces sólo así dejo de comer; es muy triste mi patetismo, pero es
real que si nadie me exige, yo, por mí misma, soy mediocre y prefiero comer,
ver el Facebook todo el día, “estupidear”. Eso es fácil, es para gente ordinaria,
para gente como yo.
No soy una persona grande, tampoco creo que lo que hago
vale la pena; me pregunto por qué es que escribo… creo que escribir es una de
las pocas cosas que hago por iniciativa, sabiendo que no hay ningún resultado
específico para con el mundo ni para conmigo misma, nada remunerado, nada
dirigido, sólo escribo, y ya, y esta escritura no me cuesta ningún esfuerzo. Escribo,
generalmente sin presiones de ningún tipo, sólo lo hago… por necedad, a veces…
por aburrimiento, otras veces, porque no aguanto guardarme lo que siento, y
porque conozco el lenguaje, los puntos y las comas, o no sé, tal vez no sé la
razón o si haya una razón.
Y de nada sirve, claro, porque estas palabras son
irrelevantes, suelo sucumbir al hecho de que soy tan prescindible que no tengo
nada importante que decir. No es cuestión de actitud ni de perspectiva, es de
realidad. ¿Será que la disciplina, signifique lo que signifique, ayudaría a ser
un poco más de lo que uno es? ¿Qué estímulo es necesario para la grandeza, o
qué presión, para el caso de quedarnos perdidos en minucias semánticas? ¿Ayuda
acaso creerse más de lo que uno es? ¿La autoestima y la confianza tienen algo
que ver aquí?
Repito: yo soy una persona ordinaria, a veces me agota el
simple hecho de pensar. Me estresa que el mundo espere cosas de mí, que no puedo darle o que no quiero.
Repaso mis líneas de vida. Sé que mi héroe más grande es un tipo que asume un
castigo con felicidad y nos enseña que la existencia del ser humano no es sino
un constante fracasar que debe abrazarse con alegría. ¿Será que veo a la vida misma como un castigo? Además soy contradictoria:
ensalzo la mediocridad pero me duele no ser suficiente para nada; quiero la
grandeza pero no trabajo para alcanzarla porque sé que he intentado demasiado
con fracasos inacabables; tengo sueños pero no la fuerza para perseguirlos. ¿Es
esto una cuestión que tiene que ver con la disciplina o con la falta de ella? A
veces creo que es sólo cuestión de aprender a vivir en el mundo tal cual es sin
cuestionarme nada, para concluir como Pessoa, “y el universo se me reconstruye sin
ideales y sin esperanzas”, quizá esa es la verdadera manera de vivir: sin exigencias, sin presiones, sin esa cosa extraña llamada
disciplina que no termino de tener ni de entender. O no... y nunca lograré hacerlo. Que lo ordinario sea
suficiente: eso.
Quote: "He fracasado en todo. Como no me hice ningún propósito, quizá todo fuese nada". Fernando Pessoa
Reading: La señora Dalloway - Virgina Woolf
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