Seguramente hoy, por la noche, esperaré un mensaje o una
señal de ti, y seguro es que mañana por la mañana levantaré el celular para
escribirte. Me detendré, por supuesto, porque recordaré lo mucho que no quiero ser una vez más como la imbécil que se desvive por
ilusiones sin sentido. La vida, en sí, no tiene sentido, eso lo sé desde hace
bastante tiempo, pero también sé que no tengo ninguna necesidad de seguir
caminando hacia lo que entiendo como explícitamente inútil desde ahora, no hay
por qué añadir a la vida un sufrimiento más, ya tengo suficientes.
Y entonces voy a odiar la tecnología, porque todos los días
escribes algo y yo te leo, porque no tengo la voluntad de no entrar al twitter
o a tu blog. Tú eres tu blog, en el sentido más amplio que tal cosa pueda
entenderse. También soy un poco más racional de lo que
parezco y bastante más ordinaria de lo que tú crees. Sé que leernos a la distancia ha sido
siempre nuestra única constante, que ha sido un error mío querer tener más,
querer pedir, demandar, exigir, llorar por lo faltante. Yo siempre lo dije
desde el principio, que tendríamos una bonita relación por Whatsapp, pero me
resulta tan terriblemente absurdo, más absurdo es, todavía, que tú insistas en
que no va a ser siempre así ¿Siempre? ¿Quién puede, acaso, controlar la
eternidad?.
Escribo ahora esto para que sepas que es tal como te
platiqué cuando te mandé “The moon song” y no te gustó, cuando te dije por
primera vez que así éramos; te dije que deberías ver “Her” y que quizá
entenderías la manera en que nos veo a nosotros, la situación es tan absurda que
parece que uno de los dos carece de cuerpo. No parece, me corrijo, así es. No
me gustó la película, he de confesarlo, y la odié no por su destreza fílmica o
alguno de esos argumentos lo suficientemente válidos como para aprobar o desaprobar algo
objetivamente, sólo la odié porque es algo que ya estaba viviendo: desear a
alguien que vía redes sociales y aplicaciones de celular está siempre al
pendiente de mí, pero que es incapaz de trasladarse a un plano más real. No
tienes cuerpo y lo peor es que no deseas tenerlo, no deseas estar a mi lado,
asumo que no deseas escucharme pues tampoco respondes el teléfono. ¿Cómo podría
asegurarme, además, de que si estás “en línea” por el Whatsapp todo el día no
mantienes las mismas relaciones con otras personas igual que conmigo? Insisto,
no tienes cuerpo ni deseas tenerlo. Al menos Samantha deseaba realizarse
físicamente.
Se terminó, eres un sistema operativo que caducó, una cuenta
de Twitter que en cualquier momento puedo dejar de seguir o bloquear, una
cuenta de Facebook que no existe; eres un emoticón al otro lado de un celular, una
idea, bellísima idea de que tenemos tres canciones que nos unen o un par de
versos exactos, o alguna otra cosa que en realidad nunca hemos experimentado
juntos. Puedo entender tus razones pero no puedo trascenderlas. A ti te basta
que seamos así, me queda claro; y lo lamento porque a mí no. Eres nada más un
video que mandas por Youtube, una foto que no es nunca de ti, sólo eso, una
manera de amar que mi corporalidad no entiende, un deseo que no termina de
satisfacerse. Qué lástima que yo quise más, qué lástima que caí, como Theodore,
antisocial, con una herida irreparable en el corazón, en la añoranza de
alguien, algo, tan asquerosamente artificial.
Quizá eres más grande que yo, quizá entendiste desde hace mucho tiempo el daño que causa el amor, el dolor de ser como todos los demás. Pero yo soy simplemente ordinaria,
terrenal, orgánica y falible. Yo no puedo.
Music on: Last mile home - Kings of Leon
Quote: "Nada tiene sentido; he despertado / en un mundo al revés". Rubén Bonifaz Nuño
Reading: La infancia de Jesús - J. M. Coetzee
1 comentario:
Tan cierto...
(1)
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