Hace 5 años yo hubiera dicho que mi
aspiración era la de un amor apasionado, tan grande que pudiera superar incluso
la vida; ahora mi aspiración es a conseguir la indiferencia. A estas alturas ya
he sobrepasado la náusea, ya no se trata más de revelaciones. La cosa ahí está,
y uno simplemente tiene que decidir si vivirla como es en su verdad absoluta o
refugiarse en engaños.
Decidí vivir la verdad, lo evidente, aunque
el mundo se empeñara en decirme lo contrario. A veces me llega la sensación de
que merezco más, mucha gente lo dice y está convencida de que uno no tiene que
conformarse con nada, especialmente en una relación de pareja. Pero a mí no me convencen; al contrario, creo que especialmente en una relación de pareja uno
no puede ponerse en una posición en la que exige cosas de otro, en la que uno
espera acciones o resultados de algo que uno no mismo puede controlar.
Es verdad que a veces es complicado, porque
inevitablemente uno sueña y se olvida de que la cosa no depende sólo de uno; cierto que quisiera que me den cosas, que deseo que cierta persona en particular me dé
exactamente las cosas que quiero, espero, necesito. Mas ese deseo es estúpido. Luego
de un rato regreso a la tierra y entiendo que el mundo puede equivocarse y que
en realidad no necesito de nadie para ser feliz y plena. Así que repito, hay
que hacer la cosa simple, no es que rechace la idea de estar con alguien ni de amar a alguien ni de buscar cosas juntos, sólo digo que la cosa no es sólo en blancos y negros y en realidad es bastante sencillo si nos ponemos con la cabeza fría: si uno está con alguien y quiere a alguien es porque
lo acepta como es y así lo acompaña y así lo ama, no hay más. Y creo que para
evitar las complicaciones uno tiene que cambiar la perspectiva; entender que
nada hay más grande que la libertad propia, y que finalmente el inmiscuirse en
una relación comprometida es en realidad contentarse con un tipo de resignación, que el amor no es un arrebatador sentimiento pasional ni eterno, sino que a la larga implica una aceptación estoica del otro, uno se resigna a que las cosas no dependen
de uno nada más, uno se resigna a que se tiene que acoplar a lo que es el otro y quererlo como es. Pero el mundo no dice nada de esto, al contrario, el mundo enseña a ser maniqueos: o tienes todo o no tienes nada, o
estás plenamente feliz o renuncias. El mundo enseña a aspirar a la eternidad,
al sueño en conjunto, a mirar siempre hacia la misma dirección, a los finales
felices sin problemas. Y como digo, entremedio hay muchos bemoles y tonalidades que el mundo
generalmente no menciona.
He tratado de poner en práctica mi
aprendizaje sobre el placer de la nulidad, a ver que nada es más grande que yo
y mi libertad. Mas es difícil, por la espera, por saber que hay cosas que no
llegarán y encaminarse a una existencia como la de los pobres que aguardan cada
día a Godot. Eso es tortura. El mundo dice “si no te gusta vete, corta lazos,
olvida, ya habrá alguien que te merezca”. Hace varios años dejé de entablar
relaciones emocionales con un hombre porque aunque me quería a su manera, no me
era suficiente, su forma de querer no era lo que yo creía merecer. Ahora me
pregunto ¿qué es lo que se merece uno? De nuevo, el mundo enseña que te lo
mereces todo, que debe haber alguien que te lo dé todo y por lo general no
pensamos en lo errada que puede estar esa sentencia. Yo decidí no volver a
alejarme de la gente que me quiere sólo porque no me quiere como yo quiero
que me quiera (y esto aplica no sólo a las tan conflictivas relaciones de
pareja). Decidí no ver más allá, sino quedarme a examinar los intersticios, no entregarme al
maniqueísmo y pensar un poco. Al irme de todos modos existió la tortura, de la
cual según yo estaba huyendo. Si me quedo cerca o hago como que me alejo, la
espera y el dolor son iguales. Tendría que encontrar la forma no de huir sino
de trascender el dolor, de no enajenarme con promesas que no tienen fundamento,
de amar, sí, pero entender que eso no es más grande que la vida, que no hay
nada de malo en buscar una cierta indiferencia.
El héroe existencialista por excelencia:
Sísifo es feliz en la indiferencia, y no sólo en la indiferencia sino en la
tortura, en la peste, en lo que algunos llamarían “mediocridad”. Mas la
mediocridad afirma que uno no necesita de alguien para elevar el vuelo ni que
otro otorgue la esperanza de seguir arriba, la mediocridad confirma la
indiferencia pero nos lleva a concentrarnos en uno mismo. Hay una escena
memorable en la película Closer, en donde uno de los protagonistas confiesa su
infidelidad y decide dejar a su novia por su amante. La novia pregunta
desesperadamente, después de la terrible confesión: “¿por qué me dejas? ¿qué
tiene ella que no tenga yo? ¿sabes que nadie te amará como yo? ¿es acaso porque
ella es más madura, más profesional?” Y el hombre responde cadavérico: “nada
de eso, es porque ella no me necesita”. Entonces pienso ¿por qué habríamos de
necesitar al otro de una manera que nos causa pesar y tristezas? ¿por qué el
mundo nos enseña a perseguir una vida en la que busquemos sin parar a otro y hasta
no encontrarlo no ser felices y luego sentirnos miserables y necesitados si lo
perdemos? Una vez más, considero, el mundo se equivoca.
Sé que no quiero necesitar de alguien para
ser feliz. Mas el mundo es poderoso y parece que siempre gana, entonces me
bombardea con sus formas para que yo piense que estoy mal. Pero recuerdo una
vez más a Camus y su sentencia de que el hombre absurdo es el que se contenta
con lo que tiene y con lo que sabe, y me queda claro que contentarse no es
conformarse. Mas odio, odio profundamente cuando me ataca el deseo de que las
cosas sean otra cosa y peor, que esas cosas no dependen de mí y de todos modos
me hacen sentir miserable. El mundo se equivoca, pero frecuentemente gana.
Sé que construyo utopías, pero hay que
hacerlo, no tengo por qué esperar nada de nadie, no tengo por qué seguir los
patrones que sigue toda la gente. Y debo escribirlo de vez en cuando para no
olvidarme de lo que soy y lo que quiero porque ante todo lo que no quiero es
sufrir y sentirme miserable por cosas que yo misma propicio a causa de mis
ilusiones e ingenuidades. Tengo que ser fuerte y ganarle un poco al mundo, tengo que recordar que no
soy ordinaria y que no tengo por qué conformarme con lo ordinario que permite
la ceguera, sino contentarme con la verdad y su desnudez, por más terrible que
sea. La rebelión de Sísifo era ser feliz en su castigo, y con ello podía hacer
que los dioses se quebraran la cabeza por su respuesta; la mía es aspirar a lo
que no aspira el resto de la gente y declarar que el mundo se equivoca.
Music on: Sigur Ros - Brenninstein
Quote: "soy vertical pero preferiría ser horizontal" Sylvia Plath
Reading: 1Q84 - Haruki Murakami
1 comentario:
Sin saberlo acabas de redactar el motivo de mi aflicción. Ojalá yo asuma algún día esto.
Gracias por escribirlo, debería leerlo cada mañana.
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