lunes, 20 de mayo de 2013

El mundo se equivoca


Hace 5 años yo hubiera dicho que mi aspiración era la de un amor apasionado, tan grande que pudiera superar incluso la vida; ahora mi aspiración es a conseguir la indiferencia. A estas alturas ya he sobrepasado la náusea, ya no se trata más de revelaciones. La cosa ahí está, y uno simplemente tiene que decidir si vivirla como es en su verdad absoluta o refugiarse en engaños.

Decidí vivir la verdad, lo evidente, aunque el mundo se empeñara en decirme lo contrario. A veces me llega la sensación de que merezco más, mucha gente lo dice y está convencida de que uno no tiene que conformarse con nada, especialmente en una relación de pareja. Pero a mí no me convencen; al contrario, creo que especialmente en una relación de pareja uno no puede ponerse en una posición en la que exige cosas de otro, en la que uno espera acciones o resultados de algo que uno no mismo puede controlar.

Es verdad que a veces es complicado, porque inevitablemente uno sueña y se olvida de que la cosa no depende sólo de uno; cierto que quisiera que me den cosas, que deseo que cierta persona en particular me dé exactamente las cosas que quiero, espero, necesito. Mas ese deseo es estúpido. Luego de un rato regreso a la tierra y entiendo que el mundo puede equivocarse y que en realidad no necesito de nadie para ser feliz y plena. Así que repito, hay que hacer la cosa simple, no es que rechace la idea de estar con alguien ni de amar a alguien ni de buscar cosas juntos, sólo digo que la cosa no es sólo en blancos y negros y en realidad es bastante sencillo si nos ponemos con la cabeza fría: si uno está con alguien y quiere a alguien es porque lo acepta como es y así lo acompaña y así lo ama, no hay más. Y creo que para evitar las complicaciones uno tiene que cambiar la perspectiva; entender que nada hay más grande que la libertad propia, y que finalmente el inmiscuirse en una relación comprometida es en realidad contentarse con un tipo de resignación, que el amor no es un arrebatador sentimiento pasional ni eterno, sino que a la larga implica una aceptación estoica del otro, uno se resigna a que las cosas no dependen de uno nada más, uno se resigna a que se tiene que acoplar a lo que es el otro y quererlo como es. Pero el mundo no dice nada de esto, al contrario, el mundo enseña a ser maniqueos: o tienes todo o no tienes nada, o estás plenamente feliz o renuncias. El mundo enseña a aspirar a la eternidad, al sueño en conjunto, a mirar siempre hacia la misma dirección, a los finales felices sin problemas. Y como digo, entremedio hay muchos bemoles y tonalidades que el mundo generalmente no menciona.

He tratado de poner en práctica mi aprendizaje sobre el placer de la nulidad, a ver que nada es más grande que yo y mi libertad. Mas es difícil, por la espera, por saber que hay cosas que no llegarán y encaminarse a una existencia como la de los pobres que aguardan cada día a Godot. Eso es tortura. El mundo dice “si no te gusta vete, corta lazos, olvida, ya habrá alguien que te merezca”. Hace varios años dejé de entablar relaciones emocionales con un hombre porque aunque me quería a su manera, no me era suficiente, su forma de querer no era lo que yo creía merecer. Ahora me pregunto ¿qué es lo que se merece uno? De nuevo, el mundo enseña que te lo mereces todo, que debe haber alguien que te lo dé todo y por lo general no pensamos en lo errada que puede estar esa sentencia. Yo decidí no volver a alejarme de la gente que me quiere sólo porque no me quiere como yo quiero que me quiera (y esto aplica no sólo a las tan conflictivas relaciones de pareja). Decidí no ver más allá, sino quedarme a examinar los intersticios, no entregarme al maniqueísmo y pensar un poco. Al irme de todos modos existió la tortura, de la cual según yo estaba huyendo. Si me quedo cerca o hago como que me alejo, la espera y el dolor son iguales. Tendría que encontrar la forma no de huir sino de trascender el dolor, de no enajenarme con promesas que no tienen fundamento, de amar, sí, pero entender que eso no es más grande que la vida, que no hay nada de malo en buscar una cierta indiferencia.

El héroe existencialista por excelencia: Sísifo es feliz en la indiferencia, y no sólo en la indiferencia sino en la tortura, en la peste, en lo que algunos llamarían “mediocridad”. Mas la mediocridad afirma que uno no necesita de alguien para elevar el vuelo ni que otro otorgue la esperanza de seguir arriba, la mediocridad confirma la indiferencia pero nos lleva a concentrarnos en uno mismo. Hay una escena memorable en la película Closer, en donde uno de los protagonistas confiesa su infidelidad y decide dejar a su novia por su amante. La novia pregunta desesperadamente, después de la terrible confesión: “¿por qué me dejas? ¿qué tiene ella que no tenga yo? ¿sabes que nadie te amará como yo? ¿es acaso porque ella es más madura, más profesional?” Y el hombre responde cadavérico: “nada de eso, es porque ella no me necesita”. Entonces pienso ¿por qué habríamos de necesitar al otro de una manera que nos causa pesar y tristezas? ¿por qué el mundo nos enseña a perseguir una vida en la que busquemos sin parar a otro y hasta no encontrarlo no ser felices y luego sentirnos miserables y necesitados si lo perdemos? Una vez más, considero, el mundo se equivoca.

Sé que no quiero necesitar de alguien para ser feliz. Mas el mundo es poderoso y parece que siempre gana, entonces me bombardea con sus formas para que yo piense que estoy mal. Pero recuerdo una vez más a Camus y su sentencia de que el hombre absurdo es el que se contenta con lo que tiene y con lo que sabe, y me queda claro que contentarse no es conformarse. Mas odio, odio profundamente cuando me ataca el deseo de que las cosas sean otra cosa y peor, que esas cosas no dependen de mí y de todos modos me hacen sentir miserable. El mundo se equivoca, pero frecuentemente gana.


Sé que construyo utopías, pero hay que hacerlo, no tengo por qué esperar nada de nadie, no tengo por qué seguir los patrones que sigue toda la gente. Y debo escribirlo de vez en cuando para no olvidarme de lo que soy y lo que quiero porque ante todo lo que no quiero es sufrir y sentirme miserable por cosas que yo misma propicio a causa de mis ilusiones e ingenuidades. Tengo que ser fuerte y  ganarle un poco al mundo, tengo que recordar que no soy ordinaria y que no tengo por qué conformarme con lo ordinario que permite la ceguera, sino contentarme con la verdad y su desnudez, por más terrible que sea. La rebelión de Sísifo era ser feliz en su castigo, y con ello podía hacer que los dioses se quebraran la cabeza por su respuesta; la mía es aspirar a lo que no aspira el resto de la gente y declarar que el mundo se equivoca.

Music on: Sigur Ros - Brenninstein
Quote: "soy vertical pero preferiría ser horizontal" Sylvia Plath
Reading: 1Q84 - Haruki Murakami

1 comentario:

A dijo...

Sin saberlo acabas de redactar el motivo de mi aflicción. Ojalá yo asuma algún día esto.
Gracias por escribirlo, debería leerlo cada mañana.