jueves, 2 de mayo de 2013

Un poco sobre Quién vive




He tenido gratas experiencias con la presentación de Quién vive, he aprendido mucho, me he dado cuenta de que es esto lo que quiero hacer por el resto de mi vida, seguir leyendo poesía, seguir escribiendo poesía, no hay más. Y quiero compartir el tránsito, el descubrimiento y la pasión. 

La experiencia global ha sido maravillosa. Si bien empezó cuando el libro salió de la imprenta, el impacto personal sucedió cuando tuve la oportunidad de hablar del libro con la gente. A finales de febrero del 2013 visité un CCH para dar una charla sobre poesía muy en general y sobre la creación del libro. Los chavos, bien aleccionados por su profe, de que se tenían que portar bien y hacer preguntas inteligentes, hicieron bien la chamba y unos de ellos se sacaron interrogantes interesantes, interesantes porque eran bien básicas. Uno de ellos me preguntó que por qué escribía, que qué había en la literatura y concretamente en la creación que me era tan fascinante. Es difícil dar una sola respuesta, pero como sea uno piensa, trata de dar la respuesta perfecta y llega la paradoja, que el poeta se queda sin la palabra y sólo resuelve con el silencio. Así que me traté de ir a lo más básico, porque a veces nos olvidamos de lo básico. Y es que de la poesía me gusta lo más evidente y lo más complicado: el lenguaje, la palabra, la magia que trae el decir, no por nada antes del caos lo primero que hubo fue palabra, verbo y no deja de sorprenderme la necesidad primigenia de nombrar para ser. No por nada se han hecho estudios filosóficos e intentos poéticos para descifrar y encontrar la manera de nombrar, desde El Cratilo hasta la deconstrucción del habla en los proyectos de vanguardia y tantísimas cosas más.

Además sé que la palabra escrita es creación, no sólo comunicación, que el lenguaje tiene muchas posibilidades más allá del famoso circuito del habla que nos enseñan en la secundaria, que la poesía no es sólo comunicar sino que es un arte fascinante por sus técnicas, sus historias, sus figuras, así como sus grandes escritores. Recuerdo que en una clase de poesía que tuve hace poco la maestra citó a José Emilio Pacheco, con una frase que me parece fundamental, totalmente simple y que sirve perfecto para entender la poesía, Pacheco decía: “No dejo de pensar en lo que México sería si la gente supiera de poesía el uno por ciento de lo que sabe de futbol, su historia, sus técnicas, sus grandes figuras, su pasión, su misterio”. Personalmente no creo en definiciones categóricas, pero estoy convencida de lo importante que es leer y entender las funciones del lenguaje. A todos los poetas les preguntan al menos una vez en su vida qué es la poesía, me lo han preguntado a mí y no tengo tanta vida. No me voy a sacar ni la conocidísima respuesta Becqueriana ni intentaré sacudirme con un dilema filosófico al estilo borgeano. Sin embargo, me convence la idea de Nietzsche sobre que el hombre tiene al arte para no morir de la verdad. Yo quiero a la poesía para eso, para poder desnudar un mundo, para denunciarlo, y también para poder crear una ficción a la medida. Recuerdo que en la última presentación que realicé en la feria del libro de Irapuato, regresó la pregunta sobre "qué es poesía". Me gusta pensar que la poesía es una paradoja irrenunciable, y creo que sólo así podría explicarlo, más allá de las pretensiones ficcionales o la mirada peculiar del mundo; es como tener a Eurídice tomada de la mano, saberla propia pero al mismo tiempo saber que no es posible voltear a verla porque la perderemos; la poesía es así, ¿qué sería del poeta si por fin consigue la palabra exacta? claro: moriría, mas como no la tiene la sigue buscando y es una búsqueda que no termina. Igual que Orfeo, el poeta está en un inacabable proceso, con la palabra en el brazo pero consciente de que nunca la va a tener por completo, y sin embargo no renuncia, si llega a poseerla por completo, pierde. 

Le debo muchas cosas a Quién vive, hay muchas cosas de mí en él, pues pertenece a una época de descubrimientos personales, de decepciones y de encuentros, de esperas y renuncias forzadas, de llantos que regeneran una parte del alma que nunca vuelve a ser la misma. El título, ya que soy muy mala para hallar títulos aplastantes, proviene de un verso de Xavier Villaurrutia, de Nostalgia de la muerte, un libro muy querido para mí y muy estudiado desde muchos modos en las clases, es una obra ante cuyo encanto terminé rendida, por los silencios, las ausencias, los lugares intermedios que no se pueden habitar y que son imposibles pero que se buscan de todos modos. Este ambiente tiene Quién vive, es un libro también de alguien que desea y sueña, alguien que no se contenta con lo perdido pero que no puede sino vivir de su nostalgia para hallar una manera de reconstrucción. Trata sobre la espera, sobre el dolor y sobre la carencia, temas que me movían, me inquietaban y de cierta forma me siguen rondando sin poderme dejar.

El libro está dividido en cuatro partes. La primera contiene un guiño poético a uno de los grandes escritores mexicanos, injustamente olvidado, Severino Salazar, a quien le hago un homenaje por uno de los pasajes más impactantes de su libro Donde deben estar las catedrales; en esta parte también hablo de algunos demonios cotidianos como la tristeza y la soledad, sobre la vieja dupla del amor y la muerte y sobre algunos seres míticos cuyas historias me fascinan: Ícaro y Sísifo, quizá porque pienso igual que Camus, que de alguna manera la sabiduría antigua trágica coincide con el heroísmo contemporáneo, en especial en este par de necios y rebeldes que a causa de su hybris sufrieron el peso del destino inamovible y el castigo de los dioses. La segunda parte abre con un epígrafe de Francisco Hernández que alude a lo fantasmal y al recuerdo que duele. Abre con la retahíla del cuervo que repite una sola frase, para afirmar lo que se ha perdido o ya no podrá volver a ser. También visito a los ángeles y su condición no humana pero tampoco divina y recorro los paisajes de la nostalgia, de lo ido. Hago un canto a la imposibilidad y al deseo de que las cosas sean otra cosa, a través de las oraciones, la manera más común de pedir por lo imposible, por aquello que sabemos fuera de nuestro control, y que muchas veces intuimos como azaroso y perdido.

La tercera parte puedo decir que es mi preferida, porque se trata de los sueños, me fascina el intersticio en el que el hombre se encuentra cuando duerme, Homero designó al sueño y a la muerte como hermanos gemelos y esa idea que los lleva siempre tan de la mano me incitó a pensar entonces en el despertar como un levantamiento trémulo que desemboca en un deseo más profundo por dormir, o mejor morir. La última parte viene a confirmar la angustia del grito que con miedo hacemos entre la desolación: “Quién vive”, en este momento hago una última revelación a través de unos poemas más íntimos, más desnudos, el primero inspirado en el poema “Autorretrato” de Rosario Castellanos, y los siguientes dando pie a la plenitud de mis carencias y mis dolos, la pérdida del amor, los silencios forzados y la conclusión que llegó a través de la Beatriz de Dante, personaje que para mí es el epítome de lo que se busca hasta la eternidad, hasta los infiernos, pero que en mi caso, en este poemario, no se encuentra ni se concreta.

Así el resultado. Para ir terminando, quiero decir también que muchos de estos poemas surgieron gracias a la guía de ciertos profesores que me compartieron no sólo el gusto por la poesía sino la técnica, la pasión y el misterio de la palabra y la creación. Si nos ubicamos en la caverna de Platón y siguiendo a la idea de María Zambrano, los poetas no quieren escapar a la cueva para hallar una verdad en el mundo sino que dentro de la penumbra son felices, cultivando su propio jardín, creando en las sombras. Hice una presentación en Minería, también en febrero; se hizo allá la pregunta sobre los temas que se escogen (o no), sobre los que escribimos invariablemente. Yo regreso a las mismas cosas siempre, en parte por decisión, en parte por obsesión. Creo que todos tenemos nuestras propias tierras de Jauja, las cosas con las que soñamos, nuestras específicas cornucopias y deseos exacerbados. Para mí, una forma de hablar de esas cosas es con la poesía; escribo sobre mis carencias y mis humillaciones, escribo para la memoria, porque creo que a través de la palabra seguimos existiendo en una suerte de realidad ingrávida en la que no es posible olvidar; escribo también sobre el dolor que también es gozo e idealmente espero lograr un resultado conmovedor. No desapruebo escribir sobre las mismas cosas, a veces es inevitable. Y para muestra, cito un membrete de Oliverio Girondo: “Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escueta o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema”. Y es en parte cierto, las recurrencias salen en donde creamos; basta ver la obra de Borges y darse cuenta de que a cada rato sale un espejo o un laberinto y esos elementos son parte de su obra, sin que uno crea que se está simplemente repitiendo o que ya se le acabó el ingenio, para nada.

Regresando al libro, puedo decir que también es en buena parte un diálogo poético, quizá muy ingenuo pero auténtico, están mis ideales y sueños surgidos desde la lectura de los escritores que admiro, condimentados con mis propios ángeles negros, obsesiones y admiraciones. No voy a decir que tengo el manual para escribir bien ni para lograr la perfección, pero creo que es muy importante leer, ser auténticos y atreverse. Otro de los chicos del CCH me preguntó que qué era lo que se necesitaba para escribir un libro de poesía. Y la respuesta no es tan compleja. Sólo se necesita escribirlo y ya. Sentarse a leer mucho y luego atreverse, porque si uno no se atreve no hace nada, de verdad, te lo dicen hasta en los libros de superación personal, pero es cierto, hay que hacerlo y hacerlo lo mejor que uno pueda, si, como yo, se lo toma en serio, si uno es lo suficientemente necio como para entrar en un proyecto que nunca terminará por consumarse, que no  implicará una satisfacción completa y amarlo precisamente por eso, porque lo que culmina y acaba muere, y la poesía es una de las pocas cosas que permite el acceso a auténticas permanencias y a eternidades.



Music on: Untitled 4 - Sigur Rós
Quote: "El mundo es finito, nuestras ilusiones lo desbordan" Salman Rushdie
Reading: 1Q84 - Haruki Murakami

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