Carezco de muchas cosas, tengo defectos al por mayor, pero toda mi vida he sido una persona responsable y dedicada, por lo general no dejo las cosas a la mitad (a menos que se trate de hacer spinning o correr por el parque todas las mañanas). Toda mi vida fui buena para la escuela, no necesariamente inteligente ni brillante, ni talentosa, pero sí dedicada y con la conciencia de que había que estudiar, que si hacía la tarea me podrían 10 y pasaría el año con honores. Así fue hasta que terminé la especialidad en literatura mexicana del siglo XX, escribí una tesina de 60 cuartillas en menos de 3 meses, sin problemas, con una asesora que nunca dudó de mi capacidad y que en general dio el visto bueno a todo lo que le escribía. Pero entonces, luego de trabajar y darme cuenta que la beca de maestría me pagaría más de lo que me pagaban en mi actual trabajo y de pensar que toda mi vida había sido buena para la escuela, sin pensármelo dos veces hice la prueba y me quedé. Ah, pero no tenía ni idea del suplicio y la pesadilla que eso representaría.
No pienso hablar mal específicamente de la universidad y entiendo que el Conacyt, aunque te haga firmar un contrato en el que te comprometes a ser buen estudiante y cumplir sus requisitos, también te consiente con una beca que más o menos te alcanza para comprarte tus libritos y que además te da la posibilidad de mandarte al extranjero a estudiar/pasear (cosa que hice durante casi 6 meses en Santiago de Chile). La cosa no es Conacyt sino algunas de las normas que para hacer un trabajo académico hay que seguir al pie de la letra. La pretensión que piden al escribir una tesis es que hay que ser original, ya desde ahí estamos fritos porque realmente no se puede ser del todo original y si uno es lo suficientemente osado como para tener una idea descabellada, no es aprobada si no está respaldada por críticos o teóricos literarios. Asimismo, resulta que tener un asesor con el que te entiendas bien es contar la mitad del trabajo hecho, y no entenderse bien en el plano de ser buenísimos amigos, sino en el plano de tener filiaciones similares y que esté convencido de que tu tema vale la pena o, por lo menos, existe.
He estado dando palos de ciego en la investigación casi desde el principio, he llegado a un punto en el que ya no estoy convencida de lo que estoy haciendo, y parece haber sido mi culpa pues, como bien lo apuntó mi asesora, fue hace dos años que ella me dijo que mi autor era otra cosa pero no eso de lo que yo me jactaba estaba impregnado. Ha sido una suerte de montaña rusa, donde a veces lograba dar en el clavo con cosas que coincidentemente le gustaban a mi asesora, y luego, meses después, me regresaba el avance con comentarios que podrían desmotivar a cualquiera.
Y no es sólo el dramita personal de que no me sé expresar o que leo ingenuamente. He leído muchas investigaciones y varios libros en torno a mi tema. Hallé por ahí una tesis de doctorado que plagiaba abiertamente a otros dos estudiosos consagrados, que parafraseaba sin ninguna nota al pie ni ninguna referencia que sugiriera la fuente de sus palabras, ¡de doctorado y con ese error! El trabajo tampoco estaba sostenido estrictamente por el hilo conductor que el señor propuso en el principio y de todos modos estaba bien escrito. La academia tiene el vicio de cuestionar todo lo que uno dice, no sé por qué; pareciera que uno es incapaz de tener conocimiento que no viene de los libros, por ejemplo, en una ocasión, analizando "Río subterráneo" de Inés Arredondo escribí que el agua del río funcionaba para los personajes como una suerte de purificación, semejante a lo que se busca en el rito cristiano a través del bautizo, bajo el entendido de que el agua que se pone en esa ocasión es para limpiar el pecado original. La maestra señaló que de dónde había sacado eso, que habría que poner una referencia bibliográfica para tal afirmación. Y así me he encontrado con que los académicos hacen cuestionamientos de dicha índole, que me hacen pensar que no soy capaz de formular ningún argumento válido si no lo apoyo en algún crítico o teórico consagrado. Además, si cito a alguno de esos maravillosos dioses de la literatura, está perfecto, pero si, nada más por hacer el experimento, parafraseo alguna de sus ideas, sin ponerle comillas, tranquilamente me lo cuestionan y lo tildan de impreciso, inexacto y demás cosas por el estilo.
Entonces ya no sé qué es lo que debo creer. La academia me ha roto el esquema de que la perseverancia y el estudio llevan a buenos resultados; "bienvenida al puto mundo" me dijo hace unas horas una amiga. Y creo ser lo suficientemente fuerte como para levantarme, pero también debo decir que la revisión que me mandó mi asesora me trajo llorando por meses; te destruye ver que eres tan mediocre y tan poco estructurada y tan incongruente y que no sabes escribir (qué importa que hayas tenido experiencia en en la Coordinación Nacional de Literatura y no sólo sirviendo café, ahora resulta que te urge un curso de redacción), esas cosas desmotivan y más lo hacen si eres una persona que ha dedicado ya 10 años de su vida al estudio y promoción literaria, a la investigación, a la escritura, y ya por ocio, a la poesía. Sé que quizá no se pueda entender la magnitud del desencanto. Frente a lo que es ahora mi tesis, con los desmotivantes comentarios de mi asesora, me siento en la depresión, como una madre a la que le mataron al hijo y que de pronto llega alguien que no sabe que se murió y le pregunta cómo está el hijo y ella llora otra vez y siente que se lo han vuelto a matar. Cierto es que recordar es volver a vivir. Y cada que recuerdo el esperpento que es mi tesis, me vuelvo a deprimir.
Me genera mucha incertidumbre y desasosiego el hecho de que hasta antes de entrar a la maestría yo era buena, leía bien y hacía análisis literarios decentes, no me explico cómo de la especialidad a la maestría empeoré tanto. A veces trato de culpar a la asesora o a la academia, y creo que esta última tiene mil fallas, como las que ya mencioné, pero no puedo dejar de pensar que en el fondo la que estuvo viviendo engañada fui yo, que la mediocre y la estúpida, la que no es capaz de leer bien los textos, que no puede conectar sus ideas, que no sabe cuál es la estructura de una tesis, la que ha fallado en sus argumentos y en todo lo posible, he sido yo y solo yo. Y eso, a mi forma de ver, es motivo de depresión.
Sí sé que no hay de otra, que a estas alturas estoy en la obligación de terminar lo que empecé. Desde el segundo semestre de esta pesadilla supe que algo había mal, me solté a llorar sin control frente a mi asesora y duré así días; me di cuenta de que yo no era lo suficientemente buena o brillante o inteligente o lo que sea que fuera necesario para seguir ahí y hacer algo que valiera la pena. Pero sentía, todavía, que tenía que neciar y tenía la convicción de poder hacerlo. Ahora la convicción está por los suelos, la pasión se terminó hace varios meses y sólo sueño con el día en que pueda escribir algo que le parezca bien a mi asesora (ni siquiera a mí), que se ajuste a lo que me pide. Vivo dudosa de mí, de que lo que elegí para el resto de mi vida ha estado equivocado, que esto fue un error fatal.
Ni modo, hay miles de cosas en la vida que se hacen porque se tienen que hacer, no porque se quieran hacer. Pero es una lástima que algo que solía disfrutar se haya convertido en algo que odio, en una cruz que me acecha todos los días con amenaza. Es feo ver que ya odio leer los libros que me gustaban y esa sensación de que sea lo que sea que escriba no será suficiente.
Music on: You don't miss your water - Richard Hawley
Quote: "hay que ser lo suficientemente filósofo para no admitir nada" Friedrich Nietzsche
Reading: El obsceno pájaro de la noche - José Donoso
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