jueves, 18 de septiembre de 2008

Un secreto...

Meine Hände Bersten
Da Dich Diese Zeilen Schreibe

Despertamos soñando una vez más y no queremos saber qué es lo real, porque tú y yo no existimos sino en una realidad que no es ésta, lo hacemos en otra, una que se dibuja con nuestros cuerpos que sudan en el beso mediante caricias espontáneas y deseos consumados.

Cómo saber, nos preguntamos, si estando de noche todo esto que nos rodea no es sino parte de un hermosísimo sueño del que no queremos despertar. El miedo de despertar se apila en escalofríos incólumes y en habitaciones lujosas, en ahogarse siempre al tratar de salir y no querer salir nunca del engaño. Cómo saber a dónde vamos o si acaso somos, o si el tiempo que sí existe nos otorgará un minuto de redención.

Pasan las horas y los días, conmigo pensando en tus ojos y tus labios, tú me dices lo mucho que me extrañas, que me deseas, que me quieres, pero todo pasa en un tiempo latente y necesario para vivir, un tiempo que duele cada que quiero que se detenga el mundo en tu abrazo, en tu beso, en tu piel y mi piel unidas como una sola.

Soñamos, estamos siendo sólo en este instante feliz e imposible que trasciende a los mortales y que nos deja ver que somos uno para el otro, pero sólo en un segundo, en un oscuro silencio, en una dura página de nieve, en un encuentro de miradas confusas y de esa dosis de delirio que salva el día y la noche y el mundo.

Sé que tu beso es capaz de crear el mundo, que en esta especie de vida onírica y rosa podemos existir más allá de todo lo que conocemos por cierto. Pero cuánto tiempo, pensamos, cuánto tiempo se puede sobrevivir con el sello del silencio incrustado en la frente, cuántas horas de dicha efímera se podrán soportar antes de desvanecernos en el frío halo de la realidad, cuánto más habrá que pensar que nuestras vidas dichosas se viven sólo en instantes rosas.

Odio despertar, porque despertar es confuso y duele, porque despertar es alzar la cara al cielo y no encontrarlo del color de la vainilla sino del color de la muerte, porque despertar es sabernos parte de un secreto nada más, un secreto trémulo que se sumerge entre nuestros labios y el sonido de la carretera que nos recuerda que aún estamos en el mundo.

El momento del amor es corto y es triste, por eso desearíamos tener todo el tiempo adentro de un segundo, en el que intuimos la existencia ideal. Pero después de todo hay dolor, el dolor expresado en gemidos ahogados, de encuentros casuales desinteresados y de instantes intrascendentes.

El tiempo no será capaz de guardarnos eternamente, lo sabemos, lo pensamos, pero no lo decimos, porque no queremos ver el curso que generalmente siguen estas cosas. Y nos preguntamos calladamente, hacia uno mismo, nunca hacia el otro, cómo haremos para guardar el deseo que nos lleva a explotar, cómo apagar la ráfaga de vida que se enciende cada que estamos cerca, sabiendo que es imposible ceder a la verdad, cómo dejar de sentir que es sólo nuestra piel la que nos impide de explotar hacia fuera en un torbellino de pasión.

Esta verdad es como morir, y a veces creemos que sólo la muerte es capaz de hacer algo para redimir el secreto infame que no se puede conocer; esta verdad es despertar a un mundo en que todo vive demasiado, es desear que todo deje de ser para empezar a ser otra vez, nosotros, sin nadie, sin tiempo, sin reservas, sin miedos. Esta verdad es dura y fuerte y nos dice que poco importa el orgasmo que encuentras, el sudor que dejas caer en mi piel, el cuerpo que tiembla y se eriza de placer, el momento absurdo que para nosotros es perfecto. La verdad nos ahoga paulatinamente y tal vez hará que olvidemos lo que somos, porque lo onírico se olvida y sólo parece un episodio de un sueño que tuvimos una noche y nada más.

Despertar al sueño es la muerte y aún estamos evadiendo la vigilia. Necesitamos más delirio, más locura para vivir en nuestro mundo, en el silencio que lastima, en el secreto ignorado, en el amor feliz.

Music: Stumme worte - Lacrimosa
Quote: "Y dije “Quiera, Amor, quiera mi suerte, que nunca duerma yo si estoy despierto, y que si duermo, que jamás despierte.” F. de Quevedo

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