jueves, 15 de marzo de 2007

El Quijote, una historia triste

Después de cuatrocientos años de publicado El Quijote, es evidente la vigencia de la obra y su aplicación a situaciones más modernas; los hombres que leen el Quijote se sienten identificados con él, ya sea que hablemos de gente del siglo XVII como del actual; pero ¿por qué sucede esto? ¿acaso Cervantes vivió en una época tan similar a la nuestra? ¿es posible pensar que el Siglo de Oro español es, de cierta forma, tan triste como nuestro siglo? El Quijote muestra una visión triste de la realidad, misma que resulta equiparable a la realidad en sí que vivimos en este momento.

España, para finales del siglo XVI y principios del XVII no estaba en sus mejores épocas; en 1600 hubo una elevación de precios exorbitante, principalmente en el trigo; asimismo, la mayor parte de la población española está sufriendo los estragos de la peste. Hay escasez de mano de obra, lo cual desemboca en pobreza y hambre. El estado se encuentra muy endeudado; hubo varios levantamiento moriscos así como la expulsión de aproximadamente unos 500000 sin los cuales, la economía sufrió un desequilibrio. En fin, es este el panorama en que se desarrolla la novela del Quijote, aquí es donde Cervantes, a través del efecto oratorio del Quijote, imprime el trasfondo histórico de la sociedad en que vive.

Muchos han querido ver a Miguel de Cervantes reflejado en el rostro y acciones del Quijote. Tenemos a un hidalgo viejo, como de unos cincuenta años, que se apasiona tanto con los libros de caballerías que decide armarse caballero y vivir una vida en la que pueda llevar a cabo aventuras de gloria y de peligro como las que leía en sus libros. Don Quijote pierde la cabeza, por así decirlo, se olvida de quien es en realidad y se compromete solemne aunque tal vez ignoradamente con esta imagen del caballero andante que su mente ha logrado crear.
Y por supuesto, ¿qué sería de un caballero andante sin su fiel escudero, su corcel y su eterna enamorada? Don Quijote sabe que no puede prescindir de ninguna de estas cosas y, por lo tanto, comienza la búsqueda de aquellas personas que lo completarán como un auténtico caballero andante.

El Quijote surgió, ante todo, con el designio de combatir la boga de los libros de caballerías, burlándose de ellos mediante sátiras y críticas a la sociedad. El tema central del Quijote es el contraste entre imaginación y realidad, entre los libros y el mundo. La sociedad española estaba cansada de libros de caballería; el Quijote es una manifestación literaria burlona que parodia la moda de ese momento y, por lo tanto, la satiriza para enfatizar que ese tipo de literatura ya ha caducado. Sin embargo, existe un trasfondo más profundo en el por qué del surgimiento de este tipo de obra y también en el por qué de su aceptación tan animosa y rápida.

El personaje del Quijote toma los cánones antiguos de los caballeros andantes, como ya se mencionó: el escudero fiel, el corcel valiente, la enamorada hermosa e idealizada, a veces hasta inalcanzable. Pero estos personajes distan mucho de ser lo que deberían de acuerdo a los libros de caballería; Sancho no es más que un vecino de Don Quijote, un hombre definido como “hombre de bien (…) pero de muy poca sal en la mollera,” Rocinante no es para nada un corcel fuerte y brioso, al contrario, es un caballo blancuzco y débil; Dulcinea, en realidad es tan sólo una imagen mental. Estos personajes, siendo lo contrario totalmente imprimen aún más sátira a la novela, pues enfatizan el hecho de que ese mundo de caballeros y damas hermosísimas no existe. Aún con esto, el motivo principal de la obra no es ése.

La conversación entre Don Quijote y Sancho forma el eje continuo de la obra, en torno al cual puede ir cambiando todo, incluso la perspectiva y la consistencia de los planos de la realidad. Este tema, primordial en el Quijote, responde a las inquietudes y dudas del Barroco; hay que recordar que el Barroco es un momento lleno de cambios culturales e ideológicos muy fuertes, esto genera dudas en la gente así como inseguridades. Uno de los tópicos de la literatura barroca manifiesta claramente esta clase de incertidumbres existenciales: resulta difícil determinar qué es lo real y qué es lo ficticio en este mundo que está cambiando y que se encuentra prácticamente de cabeza; la sociedad española tiene pensamientos muy pesimistas, los estragos del Barroco hacen pensar a la gente que han vivido en un sueño y que ahora es tiempo del despertar, del desengaño cruel en el que los hombres se enfrentarán a la cruda realidad de la existencia. El Quijote se mueve constantemente en los planos de realidad y ficción debido a esta incertidumbre barroca. Cervantes la resuelve, de alguna forma, con la introducción de Cide Hamete Benengeli: “Con esta imaginación, de di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamente Benengel,i” con cuyas apariciones se puede resolver alguna inconsecuencia dentro de las condiciones del relato o las inverosimilitudes psicológicas.

Don Quijote se hace armar caballero en lo que él cree que es un castillo, que es una posada en realidad, por mano del señor del castillo, que no es más que el posadero. Las imaginaciones del Quijote son enormes, abismales, de hecho; estas incoherencias pueden ser consideradas como simples manifestaciones de un loco que raya en lo patético de su misma locura llevada al extremo pues no es capaz de ver el mundo como en realidad es. Sin embargo, también es posible considerar al Quijote como un hombre determinado cuyos ideales son tan firmes que no permitirá que nadie se los arrebate, sin importar cuánto trabajo le cueste. El mérito de la figura del Quijote se identifica más con esta segunda afirmación. Si bien es cierto que el lector sabe que el Quijote está loco de remate pues en verdad se cree sus propias historias con una convicción tremenda, también siente un poco de envidia por su ánimo de intentar cosas y querer lograrlas a cualquier costo.

Al ver a Don Quijote acercarse a los molinos de viento, el lector bien sabe que algo malo le sucederá, el lector hace empatía con las aventuras del Quijote y su forma de ser, sus aberraciones incluso, y es posible que, como lector, sienta lástima y pena por este loco, por esta persona totalmente desubicada de su realidad y engañada por las invenciones que él tiene como verdades universales; sin embargo, el lector que busca entender a este personaje tan complejo, después de un tiempo piensa ¿acaso es tan aberrado? ¿acaso no podemos todos nosotros escapar de nuestra horrible realidad?

Y es que todas las aventuras del Quijote, así como los atrevimientos que tiene por estar engañado por su ideal de caballero andante, le traen consecuencias funestas; termina herido, pierde la mayoría de sus peleas, pierde los dientes. Pero todo lo que pasa vale la pena para él, todo lo que hace es porque su convicción es tan grande que debe seguir con las leyes de los caballeros andantes, sin importar nada. Las consecuencias de su comportamiento totalmente desfasado de la realidad no son siquiera apreciadas por él pues no tiene conciencia de que lo que esté haciendo sea incorrecto.

Hay una gran multiplicación de los planos imaginativos, lo cual hace que se disuelva la realidad, como si estuviese reflejada entre muchos espejos. Cervantes, en todos los momentos y puntos de que le parece deseable, introduce el problema de la historia y la ficción, la verdad y la mentira, la verosimilitud e inverosimilitud. A la falta de sentido de la realidad que sufre Don Quijote corresponde la falta de solidez que le circunda; en el orden de la relación humana, todas las personas que entran en contacto con él se portan como locas de remate, justo como él, algunas veces para burlarse, otras para seguirle la corriente, pero es importante cómo siempre le siguen el juego. Finalmente, el posadero que lo arma caballero, le sigue la corriente aún cuando sabe que en realidad, Don Quijote no es un caballero andante: “Díjole como ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según él tenía noticia del ceremonial de la orden.”

La distinción que busco enfatizar entre la ficción y la realidad no se centra tanto en la obra literaria pues creo que en ésta es muy evidente. El Quijote presenta una separación de estos planos con un toque más existencialista que refleja el carácter de la época y es importante por la vigencia que este tipo de situaciones tienen en el mundo actual.

El hecho de que el posadero le siga la corriente al Quijote al hacerlo caballero, o sencillamente, que Sancho lo siga en todas sus aventuras a pesar de saber que Don Quijote no es ningún caballero, refleja un deseo por abrazar y apreciar una vida de fantasía sobre la verdadera. Don Quijote, entonces, no es el único loco en la novela, sino que todos los demás lo son. Esto quizá responda un poco al ideal barroco de ver que todo tiempo pasado resultó mejor y que el tiempo presente no puede ofrecer las bellezas de épocas anteriores.

Sancho no busca desengañar al Quijote, parece que todos en la novela se han puesto de acuerdo para hacer del engaño una máscara perfecta frente a una realidad no tan placentera.

La novela no es, entonces, una simple burla; es un anhelo conciente de lo que una sociedad entera ha perdido. Cervantes, como el autor, se refleja en sus personajes principales, ahí está en Don Quijote y su continua tergiversación de la realidad, ahí está con Sancho y su escéptica semiaprobación del quijotismo. Cervantes es el artista que busca cambiar la realidad. Don Quijote no vive una ficción irracional, lo cual resulta admirable, él vive una obra de arte, imita una obra de arte, ¡qué mejor escape de la realidad!

Es triste este retorno a la realidad y es inevitable. Don Quijote es admirable por su convicción, en realidad, es digno de un poco de envidia, aunque ¿se le envidia porque logra convencerse plenamente con una fantasía? O ¿acaso sentimos pena por él debido a su locura? ¿o simplemente amamos su ignorancia y locura? Y es que él vive en la fantasía pero es más feliz de esa manera. Esto prueba que el conocimiento, a veces, trae tristezas y decepciones. Ciertamente, el engaño de Don Quijote no puede ser eterno pero es válida la felicidad ilusoria y efímera, contraria a una realidad siempre triste y malencarada.

El final de la historia es muy triste, de hecho, la historia misma lo es, aunque con tintes satíricos y cómicos, resulta extremadamente triste y melancólica; nos deja ver cuán decepcionante es la realidad, por lo tanto, orilla a los hombres a refugiarse en ilusiones efímeras y consecuentemente dolorosas, si la ilusión no dura, la felicidad tampoco. Y la tristeza es aún peor porque sabemos que Don Quijote no es un hombre malo, tan sólo peca melancólicamente de soñador, y le suceden muchas desgracias debido a que el mundo real es malvado.

Teniendo ya la visión quijotesca y melancólica, es posible abrir la pregunta ¿podemos en verdad renunciar al mundo real? Quizá nos falta la locura de Don Quijote, pero creo que sí tenemos la humanidad y realismo de Sancho, que muchos de los personajes que aparecen en la novela no son sólo simples figuras de ficción, al contrario, son el reflejo de seres humanos con pensamientos y sentimientos tangibles y verdaderos.

Don Quijote es admirable; está loco, sí, y busca una justificación ignorada a su propia locura. Él ha creado un mundo y va a vivir ese mundo aunque no sea real. Aunque, ¿por cuánto tiempo? La realidad siempre pesa más que la fantasía, sin importar que muchos más sigan el mismo juego que el Quijote ha creado. Entonces, la realidad cae fuertemente y ¿valió la pena escapar de ella, aunque fuera por un rato? El desenlace triste de la historia ofrece una respuesta negativa, porque no es posible escapar a la realidad pues ésta lo comprende todo, hasta a nosotros mismos aunque no lo queramos de esa manera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia del Quijote es una historia humana, una historia de ideales contra la cruel realidad, es por eso que es vigente, la idealización es un estado normal del individuo que, al percibir un ambiente hostil, busca una fuga; un ejemplo claro es la invención de dioses para contrarrestar la efímera duración de la vida humana.

Coincido totalmente con la observación al respecto de la afinidad de los personajes con Don Quijote, pero no comparto la opinión de que sea por locura, aunque es fácil decir que la locura del personaje es viral y contagiosa, creo que encierra algo más profundo de la naturaleza humana, la identificación con un personaje que encierra valores perdidos en la mayoría de sus congéneres, lo convierten en blanco de un abanico de sentimientos que son captados por Cervantes, lástima, afinidad, crueldad; Sancho es la figura relevante al respecto, el puede escoger entre la lucidez y la locura, no opta por escoger la locura, sino en vivir de la misma locura de Don Quijote.

Todos nos enfrentamos en algún momento a molinos de viento, el como lo hacemos nos convierte en lo que somos, escogemos como vivir, ya sea en el mundo real o ajustados a nuestro mundo sea este como lo veamos, a final de cuentas quien nos dice cual es realmente la realidad.

Un maravilloso análisis, felicidades.