lunes, 5 de marzo de 2007

Darwin y la selección natural

La teoría de la evolución, a mi parecer, es algo indudable y evidente, a pesar de que aún millones de seres humanos se nieguen a aceptarla y sigan creyendo que la creación de la vida es pura y únicamente de origen divino. El proceso de seleción natural es igualmente evidente y la ciencia lo ha comprobado a través del tiempo en la evolución de diversas especies animales y vegetales.

Darwin hablaba de la adaptación de las especies, de los cambios forzosos que estas deberían hacer para lograr la total supervivencia o, de lo contrario, la extinción. Los seres humanos también entran dentro de esta categoría, ya que, vistos como especies animales y sin la distinción obligatoria de la inteligencia, en muchos aspectos seguimos siendo sólo una especie animal que busca alimentarse y sobrevivir en esta tierra.

El avance tecnológico y científico ha hecho que la vida del hombre se torne más fácil, actualmente ya no necesita valerse tanto de su fuerza física, a veces ni mental; el progreso nos ha ahorrado demasiados esfuerzos, y no exagero al decir demasiados, pues en relaidad ha sido una cosa abusiva, aunque la mayoría de nosotros no lo note.

De ser por la seleción natural, la humanidad no sería tan abundante sobre la tierra, y para esto, pongo un ejemplo sencillísimo; de no ser por la medicina y sus avances, la esperanza de vida sería menor y así la población no sería tan grande. La medicina ha probado que podemos curarnos con facilidad y ésto puede representar un beneficio, sí, siempre y cuando el humano tenga conciencia de cuándo terminar. Pero, desgraciadamente, esta última característica, esta conciencia de los límites, que no sé exactamente cómo denominar, no es algo que distinga al hombre; la sed de más y más, de preservar la vida, por ejemplo, ya sea por causas científicas o el primitivo miedo a la muerte lo llevan a prolongarla, una vida que la selección natural ya hubiera terminado en el momento adecuado.

La inteligencia del hombre es grande, cierto, pero su miedo y sus inherentes apreciaciones morales lo llevan a dejar de razonar y a aferrarse a su existencia con el sólo afán de perdurar de una manera u otra y de ser condecendientes con los defectos o las deficiencias de algunos miembros de la especie.

Un enfermo terminal, por decir algo, ya hubiera muerto a causa de su condición física de no ser por la medicina que lo ha logrado mantener con vida que no es sino un instrumento falso para que la permanencia se cumpla ilusamente.

Darwin no estaba equivocado, las especies se deben adaptar a su entorno y si no lo hacen están condenadas a la muerte, sin remedio. Los seres humanos se creen los grandes descubridores pues han logrado burlar a la muerte en varias ocasiones, pero lo cierto es que se han valido a veces de instrumentos que merman su condición de seres vivos y que tan sólo estancan el desarrollo de la especie y la condenan a la dependencia.

La eutanasia, por ejemplo, ya en este grado en que la vida se quiere preservar a toda costa, no es sino una forma de dejar que la naturaleza haga lo suyo, terminar la vida cuando ésta ya no es digna de servir; pero los retrógrados preceptos morales de la cual la humanidad se jacta de poseer, han cegado el destino primordial de la ciencia.

Con lo anterior no quiero decir que la medicina sea mala o que los avances tecnológicos nos estén llevando netamente a la desgracia, sólo busco puntualizar que la humanidad debe aprender cuándo detenerse, olvidar su moralina y permitir que la naturaleza, cuan sabia es, haga lo que le corresponde.

También, si la natualeza se equivoca, lo que se debería hacer es dejarla corregir sus errores; un organismo defectuoso dentro de cualquier especie, no es capaz de seguir al resto de la manada y provoca un daño a la misma, por lo tanto, la naturaleza misma se encarga de desaparecerlo. El ser humano, por el contrario, busca dentro de su moral y su civilización, la forma de no menospreciarlos e incluirlos en su sociedad.

Si el lector no ha terminado de entender la idea, cuando hablo de organismos defectuosos, me refiero a algún trastorno mental o defecto físico; la naturaleza y el instinto animal hacen a un lado a estos defectuosos para seguir adelante, no se dedican a hacer programas de beneficiencia que retardan el progreso.

Lo anterior, aunque algunos tacharán de fascista o nazi, no lo es, es sólo la defensa de la selección natural, de demostraar que la evolución es evidente y posible, siempre que se sigan las leyes de la natualeza en todas las especies.

Hagamos caso a Darwin y dejemos de hacer el ridículo, ya se ha demostrado en inumerables ocasiones que la naturaleza sabe lo que hace y que no podemos competir contra ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues bien, si bien es cierto que el hombre ha desarrollado toda su cienca para alargar y hacer más agradable su estancia por esta vida, no creo que sea exacto de punto de crítica, sino más bien la irresponsabilidad de no equilibrar ese conocimiento con los efectos que conllevan, esto es: si aumentamos nuestra esperanza de vida, entonces debería haber un control de la natalidad, pero bueno, esto es ideal, lo que nos confirma lo que ya sabemos, el ser humano es realmente una plaga.

Respecto a los seres con material génetico deficiente, ciertamente es un pecado contra natura permitir incluso hasta que se reproduzcan. Pero los ideales sociales nos hacen pensar que proteger al débil es lo correcto, esto solo provoca que la humanidad como especie entre en decadencia.