Escuchar a Interpol es escucharte a ti, a ti, corazón, sólo a ti, y leer tus mensajes a las doce de la noche, claro, mientras escuchaba a Interpol y te recordaba con tus ojos que me miraban y tus labios sobre los míos. Pero es que eres un sueño, todo tú eres un sueño, no puedes ser otra cosa, y no puedo creer que no conozcas a Interpol, irónico que te recuerde con algo que tú no conoces ¿no? pero bueno, eso lo perdono, la indulgencia llega cuando me besas, así, nada más, cuando me abrazas… y eso es todo…
Como cerrar los ojos y morir en el silencio de la espera al próximo encuentro, eres tú, como imaginar tanto que ya no sé si lo que hay en mi cabeza es cierto o falso, estar siempre confundida entre lo consciente y la somnolencia que tu aroma dulce le trae al recuerdo, ¿o a la imaginación?
¿Cuál es el verdadero recuerdo? ¿Cómo saber? El recuerdo… ¿Es el parque del Franz Mayer, tus brazos alrededor de mí y tus labios mordiendo mi cuello? ¿O el recuerdo es el salón de clases con la luz apagada y nuestros labios encontrados en el beso perfecto? ¿Cuál es el verdadero recuerdo? y ¿cuál es el sueño? ¿Eres tú en realidad el que llega en el metro y me encuentra ahí leyendo el libro de Henry Miller? ¿O eres tú el que me sonríe cada que acaricio su cara? ¿O eres los dos? ¿El que calla después de los besos? ¿O el que me dice que me quiere?
Ya no sé. Sólo sé que no puedes ser otra cosa sino un sueño… el sueño de Interpol y el tuyo y la forma en que extrañamente ya no puedo pensar en uno sin el otro. Porque esa noche después del último mensaje dormí escuchando a Interpol y tal vez haya soñado contigo mientras dormía y luego desperté y seguías tú, en el sueño constante que existe también en la vigilia y después el mensaje que me despertó y la rareza de saber que me dormí leyendo tus palabras y desperté igual y escuchar de nuevo “Rest my Chemistry” y saber que ahí estabas tú también…
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