Sin duda alguna, la caricatura de Los Simpsons se ha convertido en el emblema de, no sólo una generación, sino varias. Las aventuras incoherentes de la familia amarilla, junto con los ciudadanos de la bella Springfield, han entretenido a tantísima gente alrededor del mundo como, creo yo, ninguna caricatura lo ha hecho y probablemente no lo hará jamás.
Sus capítulos se han repetido muchísimas veces, aunque no demasiadas, y el público que los admira actualmente, bien puede ser un niño de primaria o un profesionista treintañero. El efecto es el mismo, una dosis bien administrada de humor dentro de una historia que de entrada parece normal pero siempre tiene cosas fuera de lo común.
Los Simpsons son atemporales; cuando yo cursaba el tercer año de primaria, me topé en la televisión con el que sería mi primer capítulo visto de Los Simpsons, sin necesidad de poner el nombre del episodio, sé que con decir que es aquel en el que Flanders y Homero finalmente se hacen amigos, ya tendrán una idea de cuál se trata; aquí Ned lo lleva a ver el partido de fútbol americano (y le compra un sombrero nacho), las dos familias conviven en un día de campo desastroso (donde los niños Flanders se hacen adictos al azúcar y Homero destruye el auto de Ned), y finalmente Homero termina con la paciencia de Flanders quien en el sermón dominical le grita públicamente; con estos detalles cualquier lector, medianamente conocedor de Los Simpsons, sabrá ubicar con facilidad el episodio en cuestión.
Ese mismo capítulo aún se sigue transmitiendo en la televisión abierta, (y también por el canal Fox) y creo que no hay más que decir para reforzar la idea de la vigencia de esta maravillosa serie.
Su creador, Matt Groening, es, sencillamente, un genio, un hombre con una imaginación prodigiosa, un humor limpio, directo, irónico como el de pocos, y que aparte, es un experto de la cultura internacional (basta prestar atención a las miles de referencias a películas, canciones, obras de teatro, momentos históricos, actores, cantantes, políticos, etc., que en sus episodios aparecen por una u otra razón).
Después de más de veinte años al aire, Groening cumple con la promesa de cerrar el ciclo de las aventuras simpsonianas con una película. Cierto es que quizá muchos de sus últimos episodios no tienen la calidad de los primeros, o mejor dicho, de los favoritos (generalmente concentrados en las temporadas 5 a la 10); sin embargo, el genio de Groening no se ve cansado, los personajes se han renovado constantemente y sus ocurrencias hilarantes siguen estando a la orden del día.
La expectativa frente a la película es muy grande y aunque sabemos que ésta significa la cuminación de las temporadas diseñadas para la televisión, creo que tendremos aún muchos Simpsons que disfrutar, a pesar de que hayamos visto sus capítulos cientos de veces.
1 comentario:
Cierto es que atrás de Matt Groening, también hay una cantidad importante de escritores cuidando la calidad del programa, muchos de ellos crecieron viendo la caricatura que luego ayudarían a seguir forjando, pero si es innegable la influencia que ejerce este programa de forma global, de recordar es que en algunos países fueron prohibidos. La comicidad a veces corrosiva que desborda y que les crea milloes de adeptos (o fanáticos) también les ha ganado enemigos.
Aún así, no hay programa que les compita actualmente, a pesar de que efectivamente se les ha acusado de bajar su calidad, o que el conflicto por los doblajes cause casi un boicot por simpson-fundamentalistas (en este punto tengo que hacer patente mi aversión por el secuestro de Homero Simpson por parte de Humberto Vélez, al cual obligaba a aparecer en los programas más bobos de TV Azteca), pero a pesar de ello tendrán una competencia interesante en la taquilla contra el ya probado y veterano Harry Potter, la maravilla tecnólogica de Transformers, la saga del legendario John McClane en Die Hard 4.0 y otras. A como salga librada estará la última palabra sobre más tempoadas o no.
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