Es el año de 1958 cuando Elena Garro (1916-1998)
publica Un hogar sólido y otras piezas en
un acto, un volumen en donde la autora retoma algunos rasgos que ya caracterizaban
su creación: lo mágico, la irrealidad y la transmutación del tiempo y el
espacio, son elementos que se habían vislumbrado desde su gran novela Los recuerdos del porvenir (1953), y que
se seguirían trabajando en los relatos contenidos en La semana de colores (1964). Estos temas, trasladados a la
dramaturgia, además vendrían a romper con la concepción del teatro realista
tradicional. La autora criticaba el teatro que se hacía con intención de
predicar un dogma, de transformar a la sociedad o de divulgar una perspectiva
política. Su teatro, “exigía una catarsis volviendo a los orígenes del teatro
griego.” (1)
Dentro de una carta
dirigida a Guilermo Schmidhuber en 1982, Garro escribe: “Yo creo en el teatro
griego, renunciar a él es renunciar a lo sagrado. Yo creo en el escenario y en
el foso que separa al espectador del actor, esa distancia le da la dimensión de
espacio necesario a su sentido sagrado.” (2) De ahí probablemente su interés por temas fuera del realismo y por la búsqueda
de circunstancias humanas que, en escenarios casi míticos, recuperan los
conflictos existenciales de las personas frente a situaciones que los trascienden,
tales como la vida misma, en el caso de Un
hogar sólido.
Breve pero
objetiva, con pocas acotaciones pero precisa en detalles, Un hogar sólido es una obra que explora la condición humana
retomando el núcleo familiar. Antonio Magaña Esquivel en su libro Imagen y realidad del teatro en México
apunta que los temas de Garro son sencillos, cotidianos y demasiados familiares
“por su inmediata cercanía, porque eran juegos infantiles, recuerdos, pequeños
sucedidos o minucias.”(3) Así pues, en Un hogar sólido se
muestra la sencillez de una familia que convive sin ningún drama en particular,
que lleva conversaciones comunes donde hay recuerdos y chistes desenvueltos con
sinceridad en el habla de todos sus integrantes. Cosa sencilla de visualizar en
cualquier familia, con la excepción de que aquí todos ya están muertos y además,
tienen plena conciencia de estarlo.
Tres cosas resultan
particularmente importantes para plantear la dinámica que Elena Garro maneja en
Un hogar sólido, estas son la
relación espacio-tiempo, la simbiosis entre memoria e imaginación y la
concepción de la muerte, concretamente del más allá. La triada propuesta no
trabaja de manera aislada, un rasgo de una cosa repercute en la otra, lo cual
nos habla no sólo de una coherencia entre los temas sino de una perfecta
construcción de un mundo ficticio.
La obsesión con el
tiempo transmutado, modificado o desafiando la concepción lineal aparece en
varias de sus piezas y es, de hecho, uno de los elementos más importantes de Los recuerdos del porvenir. Cierto que
si partimos de que los personajes de Un
hogar sólido están ya en otro plano, sería incluso lógico pensar que el
tiempo no transcurriría de la misma manera que con los vivos. Sin embargo, la
originalidad de la autora la lleva a presentar a sus personajes de una manera todavía
más peculiar sin dejar de lado la verosimilitud.
Un ejemplo de cómo
el tiempo ha transcurrido de una manera extraña reside en Catita, cuya
aparición después de unas breves voces de Clemente y Gertrudis nos revela que
por una parte, es una niña de 5 años,
—tal y como se explica en la lista de personajes que abre toda obra de
teatro—, y por otra, es la tía de Gertrudis: “Los niños no se equivocan.
¿Verdad, tía Catalina, que alguien viene?”(4),
le dice su sobrina, quien en el momento de la escena cuenta con 40 años. Catita
es un personaje crucial dentro de la obra, en ella se conjunta la contradicción
del tiempo lineal y la importancia de la memoria; además, será su boca quien
abra la gran pregunta sobre el futuro del mundo, ese que ya ninguno de los
personajes podrá ver.
A la autora le
interesa develar pronto que la condición de sus personajes es la muerte,
diferente a lo que sucede en Pedro Páramo
(1955), donde la gran catarsis consiste en ir descubriendo poco a poco y sutilmente
la no vida de todos ellos. Garro introduce esta muerte y propone que en la
muerte no pasa el tiempo en los cuerpos, y que éstos se pueden mover sin
respeto a las normas establecidas, pues todos permanecen tal y como murieron.
Así, Catita sigue teniendo 5 años, aunque sea en realidad la más vieja de todos.
Es de notar las
relaciones que los personajes establecen, mismas que son reflejo de su vida
anterior y su “vida” actual. Al llegarles la muerte los personajes se estancan
en el espacio en el que estaban en ese instante, se rompe el orden cronológico,
la jerarquía y la relación entre ellos. La autora juega con sus propias
premisas y ofrece situaciones que incluso rayan en lo humorístico, Catita se
divierte jugando con los huesos de los demás, Muni está siempre azul porque se
suicidó con cianuro y Vicente, muerto a los 23 años, coquetea con su prima
Jesusita como en el pasado, aunque ésta sea ahora octogenaria.
En cuanto al espacio,
se nos dice que se trata del “interior de un cuarto pequeño, con los muros y el
techo de piedras. No hay ventanas ni puertas”(5) y es un lugar muy oscuro donde apenas se puede ver a Mamá Jesusita en una de
las literas. La escena inicia con voces y la aparición paulatina de los
personajes. La cripta es como una pequeña parte de mundo que pareciera
independiente. Los muertos enterrados aquí no tienen acceso a la comunicación
con otros muertos; en vano Jesusita se lamenta de que su esposo esté sepultado
lejos de ella y quizá por eso Gertrudis no puede ocultar su alegría cuando
llega su hija: “¡Clemente, Clemente! Son los pies de Lidia: ¡Qué gusto, hijita,
qué gusto que hayas muerto tan pronto!”(6) dice al ver que ella está siendo enterrada con ellos y que de esa forma podrán
convivir.
La cripta es un
pedazo de mundo, Garro retoma elementos de la cultura popular mexicana como canciones,
tradiciones y maneras de comportamiento para ubicar al lector en un contexto
determinado y a la vez jugar con la contraposición de la inexistencia del
tiempo. También, a través de estos elementos se va conformando una visión
particular y personal del mundo y —terriblemente—, es por medio de juegos,
canciones e intervenciones cómicas que se descubre la condenación cíclica de
estos muertos que no viven en un tiempo determinado y que en realidad no han
logrado morir.
De la mano del
tiempo, como pareja inseparable, viene la memoria, otra de las obsesiones de la
autora. Los personajes recuerdan su vida anterior y llenan el ambiente de
nostalgia. El recuerdo les confiere un asidero a su realidad ahora tan etérea y
al mismo tiempo les conserva la vida y la esencia de lo que todavía son.
Eva recuerda con
tremenda nostalgia la casa en la que vivía y lo cuenta al resto de los
personajes, como si a través del recuerdo pudieran seguir perpetuándose antes
de convertirse —a ratos— en cosas no humanas:
Así
golpea el mar contra las olas de mi casa… ninguno de ustedes la conoció… estaba
sobre una roca, alta, como una ola. Batida por los vientos que nos arrullaban
de noche, remolinos de sal cubrían sus vidrios de estrellas marinas, la cal de
la cocina, se doraba con las manos solares de mi padre…(7)
Pero también existe
el olvido que se busca evitar. “¿Quién es Lidia?” Pregunta Catita y Muni tiene
que decírselo mientras la acaricia. Y “¿qué son las trompetas que suenan en la
parte final de la obra?” Jesusita no lo recuerda y Lidia tiene que decirle que
es el sonido proveniente del cuartel de junto. La memoria es crucial en los
personajes así como es crucial para la autora pues con ella “reconstruye el
tiempo, fabrica mitos que se perpetuan”(8).
¿Qué sería de nuestros personajes si olvidaran su vida anterior? ¿Qué sería de
nosotros si al morir estuviésemos condenados a una cripta sin luz esperando el
fin de los tiempos, sin recordar lo que éramos, con riesgo de perder la razón?
Ligado a lo
anterior la autora expone su peculiar visión de la muerte. En las voces de sus
personajes, que son el elemento más fuerte de la teatralidad, cuestiona
fuertemente la concepción del más allá. En ese lugar al que después de morir,
supuestamente vamos, debería existir un paraíso con vida eterna placentera y
pacífica al lado de Dios. Aquí no sucede eso. La muerte es eterna hasta que el
famoso día del juicio final aparezca para robar definitivamente el aliento.
Mientras, las almas muertas están condenadas a un vagar errático por el mundo,
formando parte de la naturaleza y las cosas aún vivas:
Eva. —¡Y yo una ola salpicada de sal,
convertida en nube!
Lidia. —Y yo los dedos costureros de la
Virgen bordando… bordando…
Gertrudis. —Y yo la música del arpa de
Santa Cecilia
Vicente. —¡Y yo el furor de la espada de
San Gabriel!
Clemente. —Y yo una partícula de piedra
de San Pedro.(9)
Cuestionar el más
allá, el errar constante y sin sentido, la espera ante lo que tal vez no
llegará son características de un pensamiento pesimista que quizá podríamos
vincular con el existencialismo sartreano, el Mito de Sísifo desglosado por
Albert Camus y repetido en la novela El
extranjero, o bien, podríamos trasladarlo a la sin razón de los personajes
de Esperando a Godot de Samuel
Beckett. Con esto vemos otra cara dentro de la propuesta teatral de Un hogar sólido; si bien es cierto que
un drama requiere de un conflicto entre personajes y que la llegada de Lidia
que podría considerarse la puerta del conflicto no aporta tal cosa a la obra,
su aparición es crucial ya que ella es la última a la que esperan. Después de
estar ya todos completos, lo que vendría sería un tipo de salvación, cosa que
no sucede, la espera se sigue alargando por eternidades inasibles, hasta que
las trompetas del juicio final los “terminen de matar.”
El verdadero drama
de la obra está íntimamente relacionado con el cuestionamiento de una realidad,
con la pregunta eterna que se hace sobre el sentido de la vida y la certeza de
que al final nadie gozará de la redención ni de la tan prometida compañía de
Dios.
También podríamos
rastrear elementos de filosofía existencialista en la forma en que aparecen y
desaparecen los personajes en escena pues evidencian lo cíclico que en este
sentido resulta la obra, Sísifo y su piedra elevándose sin recompensa alguna
hacia el final de la montaña con la única certeza de que una vez ahí, ésta
habrá de caer y Sísifo, en un nuevo intento retomará el camino a la cima; los
muertos convirtiéndose incesantemente en todas las formas del mundo para que al
final regresen de nueva cuenta a la cripta a esperar y a convertirse en otra cosa y a esperar de
nuevo.
Asimismo, la obra
es en otro sentido cíclica: del silencio y la oscuridad con que inicia la obra,
de pronto llegó un instante de palabras, luego un rayo de luz que trajo a Lidia
a la cripta y después oscuridad de nuevo, todos van desapareciendo fugazmente
para convertirse en parte de la naturaleza y los objetos. Y volver a empezar:
Clemente. —¡Ah, la lluvia
sobre el agua! (Desaparece).
Gertrudis. —¡Leño en llamas! (Desaparece).
Muni. —¿Oyen? Aúlla un
perro. ¡Ah, melancolía! (Desaparece).
Catalina. —¡La mesa donde
cenan nueve niños! ¡Soy el juego! (Desaparece).
Jesusita.
—¡El
cogollito fresco de una lechuga! (Desaparece). (10)
La estructura
ideológica de la obra es congruente en cuanto a sus temas y la manera en que
éstos se enlazan. Además, la autora se vale de la impecable construcción de sus
argumentos lograda con las voces de los personajes para abrir preguntas
importantes sobre la eternidad y la trascendencia de los seres humanos en el
mundo. Lidia se convierte en un hogar
sólido y por unos momentos concreta lo que en vida no pudo ser, pero esa
condición también habrá de derrumbarse.
Ahora bien, pensemos
qué tan cruel es la exclamación de Catita cuando dice: “Yo quiero que haya
mundo”; este alarido lleva al espectador al inicio de su catarsis. ¿Qué más
trágico que haber muerto y estar esperando nada sino más muerte?, ¿de qué le
servirá a Catita estar pensando en qué se convertirá en el futuro o si acaso
logrará ser “el dedo índice de Dios padre” si eso habrá de suceder en el día de
juicio final y entonces no podrá ver ya nada. A Catita la vida le duró cinco
años, pero la muerte ¿ya cuántos?
Con este ejemplo
vemos que más allá de un juego con el tiempo que funciona a nivel de argumento
y escenario, Garro introduce verdaderos conflictos existenciales que dejan ver
su influencia por el teatro griego. La tragedia de Edipo —como la de muchos
héroes—, radica en que él conoció su destino, quiso cambiarlo y al no poder
hacerlo, ésta llegó irremediablemente a su vida. De aquí el carácter trágico de
estos muertos que se reconocen en una situación que no disfrutan, desearían
cambiarla, —a través de la memoria, las palabras, los
recuerdos y las bromas—, mas es
imposible pues todos están condenados a asumir su destino y no tener salvación
alguna.
Elena Garro propuso
una nueva manera de hacer teatro al introducir elementos distintos a varios
niveles; durante el Coloquio
Internacional Homenaje a Elena Garro: 50 aniversario de su dramaturgia efectuado
en el año 2007, Víctor Hugo Rascón Banda afirmó que Garro “rompió con el teatro
costumbrista y creó un teatro moderno, inauguró un estilo, el del realismo
mágico en el teatro, con unas atmósferas que otro dramaturgo ha logrado”(11);
por una parte, sí, pero no es posible encasillarla solamente como una autora
mágica o fantástica, o tomar alguna otra de las clasificaciones que se la ha
dado, dentro del “teatro del absurdo a la mexicana” o bien “surrealista”.
Como apunta Gerardo
Bustamante: “más que poner una etiqueta, hay que destacar que Garro no es una
dramaturga de anécdotas sino de ambientes, de personajes, de símbolos, y de
espacios que crean una unidad”(12).
Además habría que considerar el hecho de que sus propuestas teatrales
trascienden al conflicto existencial y lanzan preguntas fuertes que cuestionan
el orden establecido, todo esto sin entrar en la política ni en la crítica
social de manera panfletaria, lo cual resulta doblemente meritorio.
Un hogar sólido, así como otras de sus piezas teatrales, a
pesar de haber sido escritas hace más de 50 años siguen demostrando una
vigencia apabullante en cuanto a las situaciones que todavía nos persiguen y no
hemos logrado resolver. Evadidas de la mirada de muchos estudiosos de la
literatura, obras como esta merecen difusión y reconocimiento por la gran
cantidad de propuestas que entre sus páginas se esconden.
Bibliografía:
- Garro,
Elena, Un hogar sólido, Ficción,
Universidad Veracruzana, México, 1983.
- González
Gómez-Cásseres, Patricia, “Teatro donde la Palabra teje el tiempo: Elena
Garro” en Patricia Rosas Lopátegui, Yo
quiero que haya mundo. Elena Garro, Pról. Víctor Hugo Rascón Banda,
Porrúa/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2008, pp. 225.
- Hernández
Juárez, Diana y Toledo Olivar, Araceli, “La muerte como forma de vida en
Un hogar sólido” en Yo quiero que
haya mundo. Elena Garro, Pról. Víctor Hugo Rascón Banda,
Porrúa/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2008, pp.
196-201.
- Magaña
Esquivel, Antonio, Imagen y realidad
del teatro en México, CONACULTA-INBA, México, 2000.
- Schmidhuber
de la Mora, Guillermo y Olga Martha Peña Doria, “Dos cartas de Elena Garro
sobre el Teatro Mexicano”, en Los
colores de la memoria, Coords. Alicia V. Ramírez Olivares, Patricia
Rosas Lopátegui, Benemérita Universidad Autónoma de Puevla, México, 2007.
- Elena Garro.
Reflexiones en torno a su obra, Investigación y Documentación de las
Artes Segunda época, INBA, México, 1992.
- “Elena
Garro inauguró realismo mágico en teatro”, Notimex, El Universal, Ciudad
de México, Domingo 17 de junio de 2007, tomado de: http://www.eluniversal.com.mx/notas/431730.html,
29.03.10.
- Gerardo
Bustamente Bermúdez. Elena Garro. 50
años de dramaturgia, Casa del tiempo, marzo, 2008, tomado de: http://www.difusioncultural.uam.mx/casadeltiempo/05_iv_mar_2008/casa_del_tiempo_eIV_num05-06_59_61.pdf,
29.03.10.
1. Patricia
González Gómez-Cásseres, “Teatro donde la Palabra teje el tiempo: Elena Garro”
en Patricia Rosas Lopátegui, Yo quiero
que haya mundo. Elena Garro, Pról. Víctor Hugo Rascón Banda, Porrúa/Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla, México, 2008, pp. 225.
2. Schmidhuber de la Mora, Guillermo y Olga Martha Peña Doria, “dos cartas de
Elena Garro sobre el Teatro Mexicano”, en Los
colores de la memoria, Coords. Alicia V. Ramírez Olivares, Patricia Rosas
Lopátegui, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México, 2007. p. 111.
3. Antonio
Magaña Esquivel, Imagen y realidad del
teatro en México, CONACULTA-INBA, México, 2000, p. 440.
4. Elena
Garro, Un hogar sólido, Universidad
Veracruzana, México, 1983, p. 14.
6. Ibíd.,
p. 19.
7. Ibíd., p. 18
8. Patricia
González Gómez-Casseres, Ibíd., p. 232.
9. Un hogar sólido, Ibíd., p. 26
11. “Elena
Garro inauguró realismo mágico en teatro”, Notimex, El Universal, Ciudad de
México, Domingo 17 de junio de 2007, tomado de: http://www.eluniversal.com.mx/notas/431730.html,
29.03.10
12. Gerardo
Bustamente Bermúdez. Elena Garro. 50 años
de dramaturgia, tomado de: http://www.difusioncultural.uam.mx/casadeltiempo/05_iv_mar_2008/casa_del_tiempo_eIV_num05-06_59_61.pdf,
29.03.10.
Music on: Space Oddity - David Bowie
Quote: "cuando suceda lo que ha de suceder / cuando suceda, / me latirá un hongo seco / en lugar de corazón" Wislawa Szymborska
Reading: La penumbra inconveniente - Mauricio Montiel Figueiras
2 comentarios:
Esto es un plagio del texto de Adriana Dorantes Moreno, publicado en la _Revista destiempos_ en el año 2011. Les dejo el link para que consulten el original http://www.destiempos.com/n32/dorantes.pdf
Hola, éste es el blog de Adriana Dorantes Moreno. O sea yo misma. Lo publiqué allá en Destiempos y también aquí.
:)
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