lunes, 2 de diciembre de 2013

Shakespeare -forever- in love


No recuerdo hace cuántos años vi por primera vez esa película. Me encantó la chispa jocosa, la música, los ambientes; por supuesto que amé la idea de Shakespeare haciéndose tonto con una joven enamoradiza y vestida de hombre, amé a una Viola ingenua y con la rudeza necesaria para aventurarse en el teatro. Claro que toda la trama parece, en verdad, otra comedia más de propio Shakespeare. Pero lo mejor, y al mismo tiempo más terrible de todo, es el amor. La película no tiene final feliz. No es una historia que busque la redención de los personajes en pos de una más alta justicia. Las cosas terminaron como tenían que terminar, luego de su breve y apasionado amorío, fue necesario regresar a la realidad. Viola termina cumpliendo los votos de matrimonio con un hombre que no ama; William acaba con el corazón roto, creyendo que ya no escribirá más. Sin embargo, los amantes ganan algo: consiguen, de un modo muy extraño, la eternidad, la trascendencia, el amor perfecto y la capacidad de conservar el instante intacto.

Esta idea de la permanencia ha sido de interés para varios escritores. Muchos años después de Shakespeare, John Keats escribió su poema "Oda a una urna griega" en el que proyectó a la perfección la eternidad y lo imposible de ésta. En el poema se describe con detalle el grabado de una urna griega, ahí aparecen dos amantes, a punto de encontrar sus labios en un beso. Keats explica que ellos gozan de una felicidad eterna, pues el grabado los rescata en el instante en que son más plenos y felices pues están a  punto de unir sus bocas. Cierto que Keats también sugiere que en esta suerte de suspensión también hay una condena, ya que realmente jamás van a tocarse y sólo se quedan suspendidos en el instante previo, mas la redención radica en que no se puede verdaderamente alterar ese momento perfecto y en aras de su conservación, lo que sucedería o podría suceder después no es tan importante.

Habría que preguntarse cuál es la más grande perfección y qué acusa mayor trascendencia en el recuerdo, la de un instante perfecto, tangible y conservable; o la de una vida entera, totalmente incierta. Yo me quedo con el instante, no hay más. Muchos años después de Keats, Octavio Paz regresó a rescatar la belleza de lo efímero y la paradoja que existe entre lo permanente y lo mutable. Los amantes de Keats son los más felices pues en su haber no cuentan con más que ese instante pleno en que no pueden sino estar alegres y dichosos. Keats, a través de esta urna, nos está salvando del precipicio. Paz diría que es sólo en el instante donde se puede hacer poesía, donde puede contenerse el todo y que es entonces donde existe una verdadera manera de salvarse, incluso de trascender. Los jóvenes William y Viola se salvan a sí mismos del precipicio, de una manera muy poco convencional. El final, como ya dije, no es feliz;  nos indica que nunca van a estar juntos, que el matrimonio arreglado de Viola con Sir Robert de Lesseps es inevitable y que la fama y prestigio del aún joven escritor está por comenzar y debe quedarse en Inglaterra a continuar su oficio. No es un final feliz,en el sentido en que estamos acostumbrados, pero es un final loable que apuesta por conservar la eternidad.

En el último diálogo que ellos sostienen, se establece algo fundamental: el recuerdo sin marchitarse. Muchas veces al seguir adelante en una relación con alguien las cosas lejos de mejorar, empeoran, los recuerdos agradables se tornan en dolorosos y resulta difícil rescatar los instantes de dicha. Esto no sucederá jamás para Viola y William, ellos se separan y afirman: "tú no envejecerás jamás, ni desaparecerás, ni morirás para mí"; y este sentimiento es recíproco. En esta declaración los amantes establecen un recuerdo perfecto el uno del otro, el cual guardará cada idilio, cada beso, cada palabra dicha, en una perfección que en muchos casos se pierde para los que siguen adelante.

Esa es la verdadera eternidad, el verdadero instante preciado y puro. Esto es lo que buscaba Paz al rescatar los instantes. Es lo que quería decir Keats al loar el momento exacto en que se encapsula la perfección. En efecto, de esta manera Shakespeare estaría siempre enamorado. Ahora bien, que a costa de la eternidad uno tenga que abandonar lo que más ama es una lástima. O quién sabe, quizá no lo es.

Music on: Ludus - Arvo Pärt
Quote: "Amar a alguien y poco a poco ya no amarlo. El único dolor que me permito" Jorge Volpi
Reading: Kitchen - Banana Yoshimoto

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