En los
momentos más difíciles, a veces los más determinantes, es que uno se da
cuenta de cuán solo se encuentra y de lo poco que le sirven las palabras para sentirse
mejor. Escribió Bretón: “una aberración monstruosa hace creer a los hombres que
el lenguaje ha nacido para facilitar sus relaciones mutuas” y tiene toda la
razón. A veces uno no puede comunicar a través del lenguaje y aunque pudiera,
siempre existe esa finísima soledad que nos separa tanto de los otros, pero
tanto y al mismo tiempo tan imperceptiblemente que es difícil aprehender la
magnitud de la separación, el peso de la distancia. Estamos solos, la soledad resulta a veces ineludible, parte de la metáfora muerta de que ésta se convierte en la única compañía.
Me he dado cuenta de obviedades, cosas que no
había querido ver o siquiera reparar en ellas. La gente se va
muriendo y al menos en mi familia no es que lleguen nuevas personas a suplir a
los muertos. No soy tan vieja y ya he enterrado a varios familiares cercanos (sé de cierto que gente de mi edad no ha visto siquiera un cadáver); y resulta que nos vamos
haciendo menos porque contrario a lo que he visto que sucede en otras familias, donde existe esa idea de que la gente joven va y se casa y tiene hijos (o al menos va
y tiene hijos) y así la familia sigue creciendo, o sea, aunque el abuelo se muera hay
el nieto que seguirá en la procreación alegre. Pero en mi familia no pasa así. La
gente se muere, los jóvenes somos pocos y no nos reproducimos, ni siquiera
tenemos una buena relación entre nosotros.
Hablaba al principio del lenguaje porque es
necesario y porque por tantas cosas que puedo traer guardadas no me es posible
realmente comunicarlas. De hecho, más allá de la posibilidad, siento que no es
algo que quiera compartir así como así con la gente porque la gente tiene sus ocupaciones y
siempre carece de tiempo para escuchar o servir de consuelo. Incluso me da un
poco de vergüenza robar algunos minutos de su tiempo a causa de mis tonterías. A veces pienso en contratarme a un psicólogo que me escuche los traumas, al fin que para eso están, pero no, el dinero es preciado como para gastarlo en tonterías así. Entonces escribo, porque es lo único que me sale bien (y llorar en silencio,
don que no todos dominan) y porque escribir es un placer hedonista y gratuito, quizá el
único que se puede satisfacer en soledad.
Y regreso a la soledad. Creo que es tiempo de irme
acostumbrando. La familia decrece, los pilares se tambalean, ya nada se
conserva como era, a pesar de los esfuerzos por que así sea. Del amor de
pareja, que tanto me puede obsesionar, no es tiempo de hablar pues está estático, inexistente, no correspondido, y ahora estoy sin
hallar quién cumpla mis expectativas y sin deseos de seguir torturándome al
respecto. Mas bien regreso a esa soledad mansa que ahora sé estará conmigo el
resto de mi vida, del lado de lo familiar, de aquéllo que en la escuela nos enseñan como la base de toda sociedad y el principio de todo contacto humano. Sé que estaré asistiendo a más funerales que a bodas o a
fiestas de cumpleaños, así es en mi familia, una sociedad de viejos que no han
hecho lazos tan fuertes con lo que se suele llamar la “familia política” o “de
segundos grados”. No me quejo, en realidad he aprendido a estar bien con lo que soy y lo que tengo; sólo comparto la impresión, el hecho de que uno no se da cuenta de cosas evidentes, que uno da por sentado algunas cosas sin reparar realmente en ellas. Y es sólo que me hace falta acostumbrarme
a ese estado de soledad irremediable al que voy a pertenecer. Nada más.
¿Qué hacer? yo lo soluciono de la manera más simple, ponerme a escribir, en parte como terapia performativa y porque de algo ayuda decir sin
decir, voltear hacia adentro del alma y dejar salir un poco porque aun ese poco es
tremendo y dejarlo al ojo público y extraño ayuda bastante, porque así aliento
el voyeurismo de lo que escribo, porque lo que escribo es parte de lo que soy y
de esta manera puedo continuar sin haber olvidado lo que he sido en tal o cual
momento. Ah, y porque la escritura es una manera de ahuyentar un poco la
soledad, o al menos engañarme con ideas (yo, la eterna consumidora de ilusiones). Así la vida.
Music on: Einsemkeit - Lacrimosa
Quote: "sueño con nuevas armonías, un arte de las palabras, más sutil y más franco, sin retórica, y que no intenta probar nada" André Gide.
Reading: Días tranquilos en Clichy - Henry Miller
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